A QUIENES LEEN ESTE MINI, HAY UN ERROR EN EL FORO QUE NO NOS PERMITE RECUPERAR LA OTRA PARTE, ESTAMOS TRATANDO DE SOLUCIONARLO, SI LOGRAMOS RECUPERAR LO DEMAS DEL FIC LO HAREMOS SABER EN UN ANUNCIO EN NUESTRA PAGINA DE FACEBOOK... GRACIAS POR SU COMPRENSION.
MALDITO INGENUO
(Por Fathmé)
Todo se había confabulado para que ellos dos se separaran.
Nunca lograron coincidir ¡Nunca!
Siempre a destiempo, siempre por minutos ¡Por segundos!
Las huellas en la nieve, la taza de té aun tibia.
La espera en el teatro mientras él estaba en la puerta del hospital.
Aquel tren que ya había partido…
Era como si hubieran sido una broma cruel de la vida que se empecinaba en mantenerlos al borde del sufrimiento constante toda la vida.
Definitivamente no estaban hechos para estar juntos… estaban condenados a pertenecerse, pero no poder tenerse.
¿¿Pero qué demonios estaba pensando?? ¡¡No, no es así!! La vida les había dado la oportunidad de conocerse, de haber escuchado el sonido de sus voces acariciando sus oidos…
No podía ser malo; eso no podía ser malo…
No.
La culpa no era de nadie más que de ellos dos.
Ellos lo hicieron todo.
¡¡Ellos!! El maldito Neil Leegan y su maldita hermana
Maldita Eliza ¡¡Maldita!!
Candy nunca había conocido lo que era el odio, nunca habia albergado en su corazón ningún sentimiento contrario a la candidez que derramaba a cada paso que daba.
Ella, que era toda luz y todo candor, que al parecer había sido creada por Dios con el único propósito de ser buena y cándida. Una perla entre los cerdos, un angel errando sobre la tierra… No sabía cómo sacudirse esos pensamientos de la cabeza.
Ella, cuyo corazón era de oro puro y tan blanco como la nieve de los Alpes… no sabía cómo detener la oscuridad que rápidamente estaba tomando sitio dentro de sí.
Ella nunca había sentido esto que la estaba tomando; era algo completamente desconocido.
Un sentimiento que dolía, que desgarraba, que la carcomía por dentro.
Unas ganas tremendas de ver a los hermanos Leegan en las peores desgracias.
Pasaba sus días distraída imaginandose escenas que bien podrían ser el argumento de una buena película de horror, donde los protagonistas y víctimas eran Neil y Eliza Leegan.
Al principio se horrorizaba de sí misma al despertar de aquellas macabras ensoñaciones y no entender lo que le estaba sucediendo.
Se supone que sufría por su amor de juventud, por su pasado amor que fue frustrado y truncado por una trampa primero y por el azar del destino despues.
Se supone que ella estaba entregada de por vida a alimentar con lágrimas ese amor que no pudo vivir…
Pero extrañamente hace mucho tiempo que no pensaba en él, hace mucho tiempo que su dolor por Terry habíase trocado nada más en ver resarcidas cada una de sus lágrimas.
Sí, cada una de sus lágrimas… porque sus desgracias comenzaron en el preciso momento que pisó aquella casa.
La casa Leegan.
Porque desde ese momento, Neil y Eliza habían sido más que una piedra en el zapato, una roca en el camino.
Porque no importaba lo que ella hiciera, cuanto los bendijera mientras ellos la insultaban; no importaba cómo y de qué modo ella tratara mil veces de no mirar atrás y olvidar todas sus ofensas, todas sus maldades y seguir adelante siempre con una sonrisa.
Nada importaba, ellos siempre lo lograban.
Ella…
Eliza un día juró no dejarla ser felíz nunca y lo había logrado.
Porque aunque “nunca” es una palabra demasiado grande y con un significado demasiado largo, aunque su vida estaba floreciendo apenas y tenía todo el tiempo del mundo por delante; ella supo, desde que dio media vuelta en ese hospital una noche de nieve, que jamás sería feliz.
Porque todo había comenzado con una carta falsa; con una cita una noche en un establo.
Eliza lo había logrado.
Eliza… había ganado.
Las mirada de Candy se perdía y se congelaba en un punto inexistente de la pared de su departamentito en penumbras, mientras su rostro, que había adoptado con el tiempo la calidez del mármol, era bañado por miles de lágrimas que parecían ya correr por simple inercia.
Porque no contenta con haberlos separado en el colegio con esa broma cruel; años después cuando tuvieron ocasión de reencontrarse; cuando Susanna ya con la cabeza fría y resignada a su condición y viviéndola con dignidad se había dado cuenta de que nada ganaba reteniendo a Terry a la fuerza y se había marchado… Había vuelto Eliza Leegan a meter sus manos sucias, llenas de odio y envidia, a destrozar todo lo que trataban de crear.
Porque lo único que se le permitió vivir fue una noche de amor con él, una noche de pasión… su primera noche de amor, y la última.
Ahora ya no había vuelta atrás.
Su vida había terminado.
Se levantaba cada día, iba a su trabajo, comía, bebía; simplemente porque así debía ser, pero no había nada realmente que la animara.
Era una autómata.
En esto la habían terminado de convertir los insusltos, las burlas, los ataques.
Las trampas, las maldades, el odio.
El amor frustrado que se le quemaba por dentro.
Un amor que ya no era amor; que era cualquier cosa menos ese bello sentimiento. Que en vez de llenarla y hacerla sentir viva como antaño; cada día la volvía más y más una piedra.
Y ese otro sentimiento que se lo llevaba todo; ese sentimiento que la hacía tener ganas de romperlo todo a su alrededor pretendiendo que era a Eliza , que la habían obligado incluso a mal atender a cualquier paciente pelirroja que se le cruzara en el hospital.
Eliza había ganado… ¡¡No!! Eso no era posible.
¿Se iba a rendir tan fácil?
¿Porqué Candy? ¿Porqué dejar las cosas así?
¿Porqué mientras ella y su hermano siguen tan campantes como siempre tu tienes que soportar esta pena?
¿Por qué tus lágrimas no merecen ser guardadas?
¿Porqué no empezar a cobrar?
Porqué, si todo lo has dado en tu vida y lo que has recibido es nada más esta vida dura y cruel.
¿Por qué no empezar a exigirle a la vida que te pague?
¿Porqué no…?
Eliza… ¿Cómo podría pasarte la factura Eliza?
¿Qué podría hacerte que fuera al menos mínimamente equivalente a todo lo que me has hecho?
¿Qué podría quitarte que fuera al menos la mitad de todo lo que me has quitado?
Tengo que hayar un modo; tengo que encontrar tu punto débil … ¡Tengo que…!
… ¡¡Neal…!!
Hace tiempo que Neal decía estar enamorado de ella ¡Todo el circo que armó para declarársele!
Hasta donde fue capaz de llegar.
Nunca ha dejado de pensar Candy que, si aquella noche no se hubiera lanzado al agua desde el balcón de aquella casa… ¡¿Hasta de qué habría sido capaz Neil teniéndola a su merced?!
Y cuando trataron de obligarla a casarse con él y el compromiso aquel ¡Otro circo!
¡Ah! Pero nada comparable con el decadente espectáculo de él, un hombre de casi veinte años, llorando como un bebé en el regazo de su mamita.
¡Despreciable remedo de hombre!
Ya estaba elucubrando un plan, ya más o menos iba discirniendo todos y cada uno de sus pasos.
El ego de ese hombre no era tan fuerte, generalmente las personas que se muestran tan pero tan perfectas y autosuficientes… son quienes más poca cosa se sienten.
Y Neil sabe que él no vale ni la tierra que pisa, él sabe el tipo de calaña que es; y cuando me tenga a mí “enamorada de él” al fin ¡se sentirá el rey del mundo!
¡Oh Será tan facil!
El mismo hace tiempo dejó, sin saberlo, sembradas las pautas que lo llevarían a su destrucción a manos de la misma persona que tanto ha dañado.
Neil… tú eres definitivamente lo que Eliza más ama ¡Lo único que Eliza en verdad ama! ¡Pero cómo no lo vi antes!
… Y fue tan fácil.
Llegar a Neil, encontrarse con él “por casualidad” , sonreirle con su candidez tan acostumbrada.
Ella sabía que él dudaría un momento, murmuraría un par de estipideces al principio pero luego, caería en el juego de invitarle un café.
Sí; ella tenía razón.
Neal no desconfió, y si lo hizo… su ego pudo más; pues lo primero que pensó es que ella se lo había pensado mejor, que se había dado cuenta de que sufrir por el inglesito aquel ya no valía la pena si en realidad no había ya vuelta atrás.
Las sonrisitas estudiadas, las caiditas de ojos… de esos ojos, verdes intensos. ¡Como un par de esmeraldas jaspeadas refractando su propia luz!
Y ese sentimiento que jamás había terminado de morir del todo empezó a revivir y henchir aquel pecho moreno de duda primero, nervios luego, emoción después y, finalmente, ya estaba soñando otra vez en tenerla en sus brazos, en besar sus labios, en decirle aquello que era tan difícil de decir… tan dificil.
En especial después de un rechazo.
Más maduro ahora, supo de inmediato que no cometería los mismos errores de la niñez.
¡Esta vez lo haría bien! Esta vez, la cortejaría de a poco.
Ella le brindaba su amistad así que el camino de “ser amigo” ya estaba allanado.
Así no necesitaría ningún pretexto para verla, hablarle, buscarla.
No se precipitaría; no había prisa. Ella estaba ahí, cerca de él; más cerca que nunca.
Y es que a él le parecía un milagro absoluto que ella tomara su brazo mientras paseaban al atardecer, y que apoyara su hermosa cabeza de oro sobre su hombro era un sueño vuelto verdad.
Pero iría paso a paso; no lo arruinaría esta vez. Es que ni si quiera estaba propiciando estar solos en ningun lugar; para que ella supiera, para que sintiera que esta vez sus intenciones eran del todo honorables.
¡Esta vez lo haría a la buena!
Y el solo pensar en volverse un hombre honorable empezando por amarla como un caballero, lo llenaba de un enorme orgullo por si mismo y unas verdaderas ganas de cambiar, de ser otro.
De ser el hombre que una mujer como ella necesitaba.
Lo haría . Lo haría por ella, por su amor
Porque la amaba, de eso no cabía ya ninguna duda ¡La amaba con todo su ser!
¡Pobre incauto!
Ella lo sabía; sabía la vorágine de sentimientos que estaba provocando dentro de él, lo sabía porque lo conocía como a nadie y notaba como poco a poco dejaba de ser el monstruo que ella odiaba para ir dando paso a un tierno cachorrito cada vez más dócil que día a día comía más dulcemente de su mano.
Sí, ahí era donde lo quería tener ¡En la palma de su mano! … Y ahí era dónde lo tenía.
Pero tenía que asegurarse que no se echaría para atrás con nada.
Que cuando ella le exija ser todo en su vida, no halla ni madre ni hermana que puedan sobre él… sobre todo su hermana.
Porque era ella, Eliza, el verdadero receptáculo de su venganza; Neil era solo un pobre vehículo para llevarla a cabo.
El objeto, el arma; el puñal que clavaría hondo dentro del voluptuoso y orgulloso pecho de Eliza Leegan.
Eso era Neil, eso y nada más.
Es por eso que tenía que llegar al siguiente plano, ella sabía que asi lo amarraría, lo ataría a ella por medio de la carne.
No hay cadena más fuerte y más dulce para un hombre tan estúpido como Neil que la mujer que ama, desnuda bajo él entre las sábanas.
Ya sin nada que perder, llevarlo a la cama fue lo más fácil del mundo.
¡¡Maldito Ingenuo!!
Ni ella misma supo de dónde salió tal despliegue de seducción.
Era todas al mismo tiempo: La niña inocente, la virgen temerosa, la femme fatal.
Adoptando todos los papeles al mismo tiempo para confundirlo e incitarlo.
No le tomó mucho, ya ella suponía que entre los vicios de Neil estaba el sexo.
Pronto las caricias del trigueño se fueron volviendo más y más calientes, más atrevidas que parecía mentira que se lo hubiera visto hasta nervioso al principio.
Y se contentó cuando sintió reaccionar el cuerpo de él a su toque; cuando empezó a experimentar sobre esto y aquello y conoció el cuerpo entero de ese hombre que ella odiaba, con el único propósito de hacerlo conocer el cielo que lo arrastraría al infierno.
Y fingió ser apasionada, y fingió que adoraba como él la tocaba, y fingió susurrar su nombre una y otra vez lo más sensual que podía.
Y fingió, y fingió y siguió fingiendo… hasta que empezó a creerselo.
Tanto que aquella tarde que se sorprendió a sí misma aferrada con las uñas a la espalda de Neil Leegan, y respondiendo a sus dulces besos con la miama pasión y gimiendo genuinamente su nombre mientras tenía el más hermoso orgasmo que tuvo ni tendría jamás… supo que no podría continuar con esto.
Supo que todo había salido mal, que se había equivocado.
¡Es que era tan ovbio que todo iba a salir mal! ella no sabe lidiar con ese tipo de emociones, es demasiado para ella .
Ella no fue hecha para el odio ni las bajas pasiones.
Que su resentimiento y su odio la habían llevado exactamente a donde no quería estar.
Y veía a Neil tan genuinamente enamorado, con sus ojos de miel mirándola tan dulcemente mientras sus manos eran dos palomas volando entre sus rizos rubios, y se preguntó a sí misma ¿¿¿EN QUÉ DEMONIOS ESTABAS PENSANDO???
Y se sintió sucia, baja, ruin.
Se sintió exactamente como Eliza Leegan jamás se ha sentido porque ella no tiene ni una micra de la conciencia que tiene ella.
Porque Eliza fue creada para hacer daño tanto que (acababa de entenderlo apenas ahora) nada de lo que ella hiciera podía lastimarla, nunca ¡Jamás!
Y no lo soporto más.
Rompió en llanto, teniendo aun el maravilloso peso de ese cuerpo bronceado sobre la blancura de su pequeña figura.
Siendo aun un solo ser con el hombre al que odiaba… Con el hombre que la amaba.
Y sin decir palabra, mientras la lágrimas corrían por su rostro se vistió a toda prisa mientras él trataba de preguntarle qué sucedía.
¿Te lastimé? Decía ¿fui brusco? ¡Perdóname, lo siento!
Y ella solo le repetía que no era eso que no era así, que no se preocupe que no tenía nada que ver… que había sido maravilloso, lo más hermoso que había sentido y vivido hasta hoy… y el llanto volvía porque ella sabía que esta vez no estaba mintiendo, sabía lo que le estaba pasando y sabía que no podía ser.
Porque ella lo había hechado todo a perder, porque lo había ensuciado todo con un error
¡Quizas el más grande de su vida!
Aunque era su casa, fue ella la que salió corriendo, una vez más salía corriendo de la vida de un hombre que la amaba.
Una vez más escaleras abajo con el llanto en la garganta.
Una vez más detrás de ella el hombre que lo daría todo ¡Todo! Porque ella se quedara a su lado.
Una vez más sintió unas dulces manos aferrando su cintura desde atrás y una vez más supo que el chico que la ama estaba llorando por ella.
¡Un castigo!
¡Lo estaba reviviendo todo! La historia se le volvía a repetir una vez más, estaba condenada a que esa fuera su vida : una película, una obra de teatro ¡una parodia!
Donde un mal fin se repetía una y otra vez como restregándole en la cara que ella no ers feliz y que no lo sería jamás en la vida.
Que ella no nació para amar porque su amor solo trae desgracia y hace daño
¡Su amor lastima como el filo de una navaja mellada!
No, no es tan buena, no es tan cándida si es capaz de destruir todo lo que toca… todo lo que ama.
Neil le hablaba pero ella no escuchaba. Sentía volverse loca, le parecía que eran las mismas palabras, la misma voz y se le confuncían las épocas y los escenarios.
Su cabeza daba vueltas ¡Hasta donde podían llevar a una mujer las consecuencias de una venganza!
Salió corriendo despavorida a la calle, cruzó la avenida una ves más intentando escapar y no mirar atrás ; lo que no supo nunca es que este no se quedó parado ahí como el anterior. Neil no se quedó solo mirandola marcharse como hizo Terry.
Neil la siguió… ojalá no lo hubiera hecho.
El sonido de un tropel de caballos desbocados ahogó la voz de Neil gritando su nombre.
Un grito de ¡¡¡CUIDADO QUITESEEEE!!! Que llegaba tarde, muy tarde.
Cuando ella volteó solo pudo mirar una carreta tirada a toda velocidad por seis caballos desbocados y sin freno.
MALDITO INGENUO
(Por Fathmé)
Todo se había confabulado para que ellos dos se separaran.
Nunca lograron coincidir ¡Nunca!
Siempre a destiempo, siempre por minutos ¡Por segundos!
Las huellas en la nieve, la taza de té aun tibia.
La espera en el teatro mientras él estaba en la puerta del hospital.
Aquel tren que ya había partido…
Era como si hubieran sido una broma cruel de la vida que se empecinaba en mantenerlos al borde del sufrimiento constante toda la vida.
Definitivamente no estaban hechos para estar juntos… estaban condenados a pertenecerse, pero no poder tenerse.
¿¿Pero qué demonios estaba pensando?? ¡¡No, no es así!! La vida les había dado la oportunidad de conocerse, de haber escuchado el sonido de sus voces acariciando sus oidos…
No podía ser malo; eso no podía ser malo…
No.
La culpa no era de nadie más que de ellos dos.
Ellos lo hicieron todo.
¡¡Ellos!! El maldito Neil Leegan y su maldita hermana
Maldita Eliza ¡¡Maldita!!
Candy nunca había conocido lo que era el odio, nunca habia albergado en su corazón ningún sentimiento contrario a la candidez que derramaba a cada paso que daba.
Ella, que era toda luz y todo candor, que al parecer había sido creada por Dios con el único propósito de ser buena y cándida. Una perla entre los cerdos, un angel errando sobre la tierra… No sabía cómo sacudirse esos pensamientos de la cabeza.
Ella, cuyo corazón era de oro puro y tan blanco como la nieve de los Alpes… no sabía cómo detener la oscuridad que rápidamente estaba tomando sitio dentro de sí.
Ella nunca había sentido esto que la estaba tomando; era algo completamente desconocido.
Un sentimiento que dolía, que desgarraba, que la carcomía por dentro.
Unas ganas tremendas de ver a los hermanos Leegan en las peores desgracias.
Pasaba sus días distraída imaginandose escenas que bien podrían ser el argumento de una buena película de horror, donde los protagonistas y víctimas eran Neil y Eliza Leegan.
Al principio se horrorizaba de sí misma al despertar de aquellas macabras ensoñaciones y no entender lo que le estaba sucediendo.
Se supone que sufría por su amor de juventud, por su pasado amor que fue frustrado y truncado por una trampa primero y por el azar del destino despues.
Se supone que ella estaba entregada de por vida a alimentar con lágrimas ese amor que no pudo vivir…
Pero extrañamente hace mucho tiempo que no pensaba en él, hace mucho tiempo que su dolor por Terry habíase trocado nada más en ver resarcidas cada una de sus lágrimas.
Sí, cada una de sus lágrimas… porque sus desgracias comenzaron en el preciso momento que pisó aquella casa.
La casa Leegan.
Porque desde ese momento, Neil y Eliza habían sido más que una piedra en el zapato, una roca en el camino.
Porque no importaba lo que ella hiciera, cuanto los bendijera mientras ellos la insultaban; no importaba cómo y de qué modo ella tratara mil veces de no mirar atrás y olvidar todas sus ofensas, todas sus maldades y seguir adelante siempre con una sonrisa.
Nada importaba, ellos siempre lo lograban.
Ella…
Eliza un día juró no dejarla ser felíz nunca y lo había logrado.
Porque aunque “nunca” es una palabra demasiado grande y con un significado demasiado largo, aunque su vida estaba floreciendo apenas y tenía todo el tiempo del mundo por delante; ella supo, desde que dio media vuelta en ese hospital una noche de nieve, que jamás sería feliz.
Porque todo había comenzado con una carta falsa; con una cita una noche en un establo.
Eliza lo había logrado.
Eliza… había ganado.
Las mirada de Candy se perdía y se congelaba en un punto inexistente de la pared de su departamentito en penumbras, mientras su rostro, que había adoptado con el tiempo la calidez del mármol, era bañado por miles de lágrimas que parecían ya correr por simple inercia.
Porque no contenta con haberlos separado en el colegio con esa broma cruel; años después cuando tuvieron ocasión de reencontrarse; cuando Susanna ya con la cabeza fría y resignada a su condición y viviéndola con dignidad se había dado cuenta de que nada ganaba reteniendo a Terry a la fuerza y se había marchado… Había vuelto Eliza Leegan a meter sus manos sucias, llenas de odio y envidia, a destrozar todo lo que trataban de crear.
Porque lo único que se le permitió vivir fue una noche de amor con él, una noche de pasión… su primera noche de amor, y la última.
Ahora ya no había vuelta atrás.
Su vida había terminado.
Se levantaba cada día, iba a su trabajo, comía, bebía; simplemente porque así debía ser, pero no había nada realmente que la animara.
Era una autómata.
En esto la habían terminado de convertir los insusltos, las burlas, los ataques.
Las trampas, las maldades, el odio.
El amor frustrado que se le quemaba por dentro.
Un amor que ya no era amor; que era cualquier cosa menos ese bello sentimiento. Que en vez de llenarla y hacerla sentir viva como antaño; cada día la volvía más y más una piedra.
Y ese otro sentimiento que se lo llevaba todo; ese sentimiento que la hacía tener ganas de romperlo todo a su alrededor pretendiendo que era a Eliza , que la habían obligado incluso a mal atender a cualquier paciente pelirroja que se le cruzara en el hospital.
Eliza había ganado… ¡¡No!! Eso no era posible.
¿Se iba a rendir tan fácil?
¿Porqué Candy? ¿Porqué dejar las cosas así?
¿Porqué mientras ella y su hermano siguen tan campantes como siempre tu tienes que soportar esta pena?
¿Por qué tus lágrimas no merecen ser guardadas?
¿Porqué no empezar a cobrar?
Porqué, si todo lo has dado en tu vida y lo que has recibido es nada más esta vida dura y cruel.
¿Por qué no empezar a exigirle a la vida que te pague?
¿Porqué no…?
Eliza… ¿Cómo podría pasarte la factura Eliza?
¿Qué podría hacerte que fuera al menos mínimamente equivalente a todo lo que me has hecho?
¿Qué podría quitarte que fuera al menos la mitad de todo lo que me has quitado?
Tengo que hayar un modo; tengo que encontrar tu punto débil … ¡Tengo que…!
… ¡¡Neal…!!
Hace tiempo que Neal decía estar enamorado de ella ¡Todo el circo que armó para declarársele!
Hasta donde fue capaz de llegar.
Nunca ha dejado de pensar Candy que, si aquella noche no se hubiera lanzado al agua desde el balcón de aquella casa… ¡¿Hasta de qué habría sido capaz Neil teniéndola a su merced?!
Y cuando trataron de obligarla a casarse con él y el compromiso aquel ¡Otro circo!
¡Ah! Pero nada comparable con el decadente espectáculo de él, un hombre de casi veinte años, llorando como un bebé en el regazo de su mamita.
¡Despreciable remedo de hombre!
Ya estaba elucubrando un plan, ya más o menos iba discirniendo todos y cada uno de sus pasos.
El ego de ese hombre no era tan fuerte, generalmente las personas que se muestran tan pero tan perfectas y autosuficientes… son quienes más poca cosa se sienten.
Y Neil sabe que él no vale ni la tierra que pisa, él sabe el tipo de calaña que es; y cuando me tenga a mí “enamorada de él” al fin ¡se sentirá el rey del mundo!
¡Oh Será tan facil!
El mismo hace tiempo dejó, sin saberlo, sembradas las pautas que lo llevarían a su destrucción a manos de la misma persona que tanto ha dañado.
Neil… tú eres definitivamente lo que Eliza más ama ¡Lo único que Eliza en verdad ama! ¡Pero cómo no lo vi antes!
… Y fue tan fácil.
Llegar a Neil, encontrarse con él “por casualidad” , sonreirle con su candidez tan acostumbrada.
Ella sabía que él dudaría un momento, murmuraría un par de estipideces al principio pero luego, caería en el juego de invitarle un café.
Sí; ella tenía razón.
Neal no desconfió, y si lo hizo… su ego pudo más; pues lo primero que pensó es que ella se lo había pensado mejor, que se había dado cuenta de que sufrir por el inglesito aquel ya no valía la pena si en realidad no había ya vuelta atrás.
Las sonrisitas estudiadas, las caiditas de ojos… de esos ojos, verdes intensos. ¡Como un par de esmeraldas jaspeadas refractando su propia luz!
Y ese sentimiento que jamás había terminado de morir del todo empezó a revivir y henchir aquel pecho moreno de duda primero, nervios luego, emoción después y, finalmente, ya estaba soñando otra vez en tenerla en sus brazos, en besar sus labios, en decirle aquello que era tan difícil de decir… tan dificil.
En especial después de un rechazo.
Más maduro ahora, supo de inmediato que no cometería los mismos errores de la niñez.
¡Esta vez lo haría bien! Esta vez, la cortejaría de a poco.
Ella le brindaba su amistad así que el camino de “ser amigo” ya estaba allanado.
Así no necesitaría ningún pretexto para verla, hablarle, buscarla.
No se precipitaría; no había prisa. Ella estaba ahí, cerca de él; más cerca que nunca.
Y es que a él le parecía un milagro absoluto que ella tomara su brazo mientras paseaban al atardecer, y que apoyara su hermosa cabeza de oro sobre su hombro era un sueño vuelto verdad.
Pero iría paso a paso; no lo arruinaría esta vez. Es que ni si quiera estaba propiciando estar solos en ningun lugar; para que ella supiera, para que sintiera que esta vez sus intenciones eran del todo honorables.
¡Esta vez lo haría a la buena!
Y el solo pensar en volverse un hombre honorable empezando por amarla como un caballero, lo llenaba de un enorme orgullo por si mismo y unas verdaderas ganas de cambiar, de ser otro.
De ser el hombre que una mujer como ella necesitaba.
Lo haría . Lo haría por ella, por su amor
Porque la amaba, de eso no cabía ya ninguna duda ¡La amaba con todo su ser!
¡Pobre incauto!
Ella lo sabía; sabía la vorágine de sentimientos que estaba provocando dentro de él, lo sabía porque lo conocía como a nadie y notaba como poco a poco dejaba de ser el monstruo que ella odiaba para ir dando paso a un tierno cachorrito cada vez más dócil que día a día comía más dulcemente de su mano.
Sí, ahí era donde lo quería tener ¡En la palma de su mano! … Y ahí era dónde lo tenía.
Pero tenía que asegurarse que no se echaría para atrás con nada.
Que cuando ella le exija ser todo en su vida, no halla ni madre ni hermana que puedan sobre él… sobre todo su hermana.
Porque era ella, Eliza, el verdadero receptáculo de su venganza; Neil era solo un pobre vehículo para llevarla a cabo.
El objeto, el arma; el puñal que clavaría hondo dentro del voluptuoso y orgulloso pecho de Eliza Leegan.
Eso era Neil, eso y nada más.
Es por eso que tenía que llegar al siguiente plano, ella sabía que asi lo amarraría, lo ataría a ella por medio de la carne.
No hay cadena más fuerte y más dulce para un hombre tan estúpido como Neil que la mujer que ama, desnuda bajo él entre las sábanas.
Ya sin nada que perder, llevarlo a la cama fue lo más fácil del mundo.
¡¡Maldito Ingenuo!!
Ni ella misma supo de dónde salió tal despliegue de seducción.
Era todas al mismo tiempo: La niña inocente, la virgen temerosa, la femme fatal.
Adoptando todos los papeles al mismo tiempo para confundirlo e incitarlo.
No le tomó mucho, ya ella suponía que entre los vicios de Neil estaba el sexo.
Pronto las caricias del trigueño se fueron volviendo más y más calientes, más atrevidas que parecía mentira que se lo hubiera visto hasta nervioso al principio.
Y se contentó cuando sintió reaccionar el cuerpo de él a su toque; cuando empezó a experimentar sobre esto y aquello y conoció el cuerpo entero de ese hombre que ella odiaba, con el único propósito de hacerlo conocer el cielo que lo arrastraría al infierno.
Y fingió ser apasionada, y fingió que adoraba como él la tocaba, y fingió susurrar su nombre una y otra vez lo más sensual que podía.
Y fingió, y fingió y siguió fingiendo… hasta que empezó a creerselo.
Tanto que aquella tarde que se sorprendió a sí misma aferrada con las uñas a la espalda de Neil Leegan, y respondiendo a sus dulces besos con la miama pasión y gimiendo genuinamente su nombre mientras tenía el más hermoso orgasmo que tuvo ni tendría jamás… supo que no podría continuar con esto.
Supo que todo había salido mal, que se había equivocado.
¡Es que era tan ovbio que todo iba a salir mal! ella no sabe lidiar con ese tipo de emociones, es demasiado para ella .
Ella no fue hecha para el odio ni las bajas pasiones.
Que su resentimiento y su odio la habían llevado exactamente a donde no quería estar.
Y veía a Neil tan genuinamente enamorado, con sus ojos de miel mirándola tan dulcemente mientras sus manos eran dos palomas volando entre sus rizos rubios, y se preguntó a sí misma ¿¿¿EN QUÉ DEMONIOS ESTABAS PENSANDO???
Y se sintió sucia, baja, ruin.
Se sintió exactamente como Eliza Leegan jamás se ha sentido porque ella no tiene ni una micra de la conciencia que tiene ella.
Porque Eliza fue creada para hacer daño tanto que (acababa de entenderlo apenas ahora) nada de lo que ella hiciera podía lastimarla, nunca ¡Jamás!
Y no lo soporto más.
Rompió en llanto, teniendo aun el maravilloso peso de ese cuerpo bronceado sobre la blancura de su pequeña figura.
Siendo aun un solo ser con el hombre al que odiaba… Con el hombre que la amaba.
Y sin decir palabra, mientras la lágrimas corrían por su rostro se vistió a toda prisa mientras él trataba de preguntarle qué sucedía.
¿Te lastimé? Decía ¿fui brusco? ¡Perdóname, lo siento!
Y ella solo le repetía que no era eso que no era así, que no se preocupe que no tenía nada que ver… que había sido maravilloso, lo más hermoso que había sentido y vivido hasta hoy… y el llanto volvía porque ella sabía que esta vez no estaba mintiendo, sabía lo que le estaba pasando y sabía que no podía ser.
Porque ella lo había hechado todo a perder, porque lo había ensuciado todo con un error
¡Quizas el más grande de su vida!
Aunque era su casa, fue ella la que salió corriendo, una vez más salía corriendo de la vida de un hombre que la amaba.
Una vez más escaleras abajo con el llanto en la garganta.
Una vez más detrás de ella el hombre que lo daría todo ¡Todo! Porque ella se quedara a su lado.
Una vez más sintió unas dulces manos aferrando su cintura desde atrás y una vez más supo que el chico que la ama estaba llorando por ella.
¡Un castigo!
¡Lo estaba reviviendo todo! La historia se le volvía a repetir una vez más, estaba condenada a que esa fuera su vida : una película, una obra de teatro ¡una parodia!
Donde un mal fin se repetía una y otra vez como restregándole en la cara que ella no ers feliz y que no lo sería jamás en la vida.
Que ella no nació para amar porque su amor solo trae desgracia y hace daño
¡Su amor lastima como el filo de una navaja mellada!
No, no es tan buena, no es tan cándida si es capaz de destruir todo lo que toca… todo lo que ama.
Neil le hablaba pero ella no escuchaba. Sentía volverse loca, le parecía que eran las mismas palabras, la misma voz y se le confuncían las épocas y los escenarios.
Su cabeza daba vueltas ¡Hasta donde podían llevar a una mujer las consecuencias de una venganza!
Salió corriendo despavorida a la calle, cruzó la avenida una ves más intentando escapar y no mirar atrás ; lo que no supo nunca es que este no se quedó parado ahí como el anterior. Neil no se quedó solo mirandola marcharse como hizo Terry.
Neil la siguió… ojalá no lo hubiera hecho.
El sonido de un tropel de caballos desbocados ahogó la voz de Neil gritando su nombre.
Un grito de ¡¡¡CUIDADO QUITESEEEE!!! Que llegaba tarde, muy tarde.
Cuando ella volteó solo pudo mirar una carreta tirada a toda velocidad por seis caballos desbocados y sin freno.