LLUVIA
(# 2)
(# 2)
(POR FAVOR DALE CLICK AL VIDEO PARA AMENIZAR TU LECTURA)
Demasiado tiempo alejado de su hogar.
Demasiado tiempo sin recuerdos…
Sin embargo, Dios sabe que preferiría no haber recuperado la memoria nunca; tan tranquilo que estaba. Y feliz, eso era algo de lo que estaba seguro.
Sin saber quién era, él era feliz.
Ahora mismo, miles de cosas pueblan su mente, problemas de los que había huido secretamente hace años, pero que no habían desvanecido ni un poco. Por el contrario, parecía que sólo creían y se multiplicaban.
Frente a él, en una gran mesa redonda, 10 hombres de los cuales cualquiera bien podría ser su padre, le hablaban de cosas que él, no es que no entendiera. Es que no le interesaban.
Que si los bancos…
Que si los edificios…
Que si los barcos…
Que si las importaciones y exportaciones…
Que si la guerra…
Que si “firme aquí, por favor… apruebe esto, por favor…”
Quería salir corriendo, pero no podía.
Desde una esquina, su tía abuela lo observaba a ratos, con la mirada baja, como si le pidiera perdón por algo que él no entendía; y de pronto, le pareció tan desvalida…
No es de malinterpretar, tía Elroy toda su vida había sido un roble ¡un pilar inamovible! Y sin duda alguna, la piedra angular de toda su familia.
Pero ahora que la observaba, se fijó de pronto en las arrugas de su frente, en las manchas de sus temblorosas manos, en las canas de sus sienes… No, tía Elroy ya no era la misma.
Ella había llevado el peso de todo ese mundo que era su mundo, en las espaldas; como un poderoso Atlas al que le había faltado la mirada de Medusa para convertirse en piedra; cosa que ella sabía fingir muy bien pero no lo era… no, no lo era.
De pronto, y entre todos esos hombres hablándole de cifras y propiedades, se le vino a la mente el sonido de un llanto; el llanto de un niño… ¡era él! Era su voz, llorando.
Y se vio a sí mismo, que no tendría más de 4 o 5 años; algo lo había alterado muchísimo porque lloraba con mucho sentimiento.
Unos brazos lo alzaron con cariño, y lo acunaron a un pecho suave y cálido, que olía a lavanda. La voz de su tía Elroy consolándolo y tarareándole para que se calmara, le calentó el pecho de tal manera, que tuvo que luchar para que sus ojos azules no se llenaran de lágrimas.
Aunque, todos esos hombres fumando sus puros ahí, habrían sido un buen pretexto para que le sucediera...
Se levantó de pronto, dejando a todos anonadados, y se acercó a su tía.
Elroy Andrew lo observó incrédula, sin entender qué estaba haciendo este muchacho ahora. “Que no me vaya a salir con alguna barbaridad ahora, por favor…” rogaba internamente la anciana.
Albert se quedó de pie ante ella, y luego se agachó hasta quedar de cuclillas ante ella; le tomó una mano y le sonrió.
-Tía Elroy… ¡le invito un té!
Ella se quedó de una sola pieza; si su sobrino quería tomar té, en la oficina había personal que podía arreglar eso de inmediato; estuvo a punto de expresarlo en voz alta, pero se quedó embebida en la dulzura de los ojos celestes de su sobrino; esos ojos que no había mirado con detenimiento desde hace años, y de pronto le pareció que él no estaba agachado ante ella.
No, esa era la estatura de William; la estatura que tenía cuando ella llegó a esa casa a hacerse cargo de él y de su hermana porque se habían quedado solos en el mundo; y que al presentarse ante ellos, ese pequeño la miró con esos mismos dulces ojos celestes, y le tomó la mano tal como lo estaba haciendo ahora; y ella, sin saber cómo ni porqué, sintió un cosquilleo en el vientre y en el corazón, que la hizo seguirlo hasta donde el niño la quiso llevar.
Esa había sido la primera vez en que Elroy Andrew se había sentido madre, sin serlo verdaderamente, y ahora era igual, ese mismo sentimiento la embargó nuevamente; ese mismo cosquilleo, en su vientre anciano, en su corazón al que pocos latidos debían quedarle ya. Le sonrió, y aferró la mano que él le brindaba.
Poniéndose de pie, se agarró del brazo de su sobrino y salieron ambos de ese salón, dejando a todos boquiabiertos.
Al salir del edificio, llovía.
A él no le hubiera importado, pero le preocupaba su tía. Sin embargo George, que siempre estaba un paso delante de cualquiera, ya tenía listo el auto.
Se fueron a un pequeño café en el centro, y se sirvieron té y masitas, y conversaron de muchas cosas del pasado y del futuro.
Ella estaba tan feliz que ni siquiera le molestó que, afuera, el cielo pareciera estar a punto de caerse. Una de esas tempestades primaverales que parece que quisiera acabar con el mundo en lugar de revivirlo luego del invierno.
Y él, en ese momento supo que no había sido feliz solamente mientras estuvo sin memoria; que también lo había sido antes de eso, recorriendo los caminos y rodeado de naturaleza; pero también antes ¡mucho antes!
Cuando, a falta de su madre a la que no había conocido, le había llegado esta, que lo acunaba en sus brazos y lo envolvía cálidamente en su aroma a lavanda…
No tenía por qué ser diferente; la felicidad está dentro de uno mismo, si se sabe bien dónde y cómo buscarla.
Ahora mismo, él estaba siendo feliz, sabiendo que estaba haciéndola feliz a ella.
Así era como tenía que ser ahora, y William supo de manera natural, que no tenía ninguna razón para rebelarse a ello.
Cuando salieron, la tempestad había amainado, y apenas una ligera garúa salpicaba a los transeúntes que, como ellos, abandonaban los bares y restaurantes de la zona donde se habían refugiado, poblando de nueva cuenta las calles; con prisa eso sí, pues los truenos que no cedían, prometían agua infinita.
Elroy subió al auto, y William pidió a George que la llevara a casa.
Se despidió de su tía; iría a casa luego, pero no sería ahora.
Ella lo tomó del rostro con las manos, le acarició con ternura, y lo besó en la mejilla. Su niño ahora era un hombre, y si había algo que ella lamentara es no poder retroceder el tiempo y volverse unos años más joven, para que él pudiera seguir siendo libre…
William vio el auto marcharse y él, con las manos en los bolsillos, emprendió el camino.
No había un rumbo, tampoco un sitio específico. Solo quería caminar un par de horas.
Quizá, un remanente del vagabundo andariego al que debía dejar atrás para hacerse cargo de su propio futuro, y el de su familia.
De pronto, la ligera garúa continuó en crescendo. Un nuevo trueno resonó en el espacio y la gente a su alrededor comenzó a correr otra vez.
William caminaba, porque no tenía prisa ni le daba miedo la lluvia; porque necesitaba sentir aunque fuera por última vez, el peso de su cuerpo llevado por sus propias piernas, antes de encerrarse en una oficina.
Porque necesitaba sentir de nuevo el beso fresco de la lluvia de primavera, recorrerlo completo, como una cara amante que lo recorre tiernamente con sus caricias.
Porque, no sabía él si algún día podría volver a escapar y recorrer el mundo sin nada más que un morral. No, no lo sabía.
Pero ahí, caminando bajo esa lluvia, que ahora era lenta y cálida, tenía una sola y magnífica certeza: no importaba qué tan ocupada se volviera su vida ahora, ni cuántas obligaciones tendría ahora que asumir y cumplir; siempre tendría tiempo para un té con su tía, y una caminata bajo la lluvia…
Gracias por leer...
Demasiado tiempo sin recuerdos…
Sin embargo, Dios sabe que preferiría no haber recuperado la memoria nunca; tan tranquilo que estaba. Y feliz, eso era algo de lo que estaba seguro.
Sin saber quién era, él era feliz.
Ahora mismo, miles de cosas pueblan su mente, problemas de los que había huido secretamente hace años, pero que no habían desvanecido ni un poco. Por el contrario, parecía que sólo creían y se multiplicaban.
Frente a él, en una gran mesa redonda, 10 hombres de los cuales cualquiera bien podría ser su padre, le hablaban de cosas que él, no es que no entendiera. Es que no le interesaban.
Que si los bancos…
Que si los edificios…
Que si los barcos…
Que si las importaciones y exportaciones…
Que si la guerra…
Que si “firme aquí, por favor… apruebe esto, por favor…”
Quería salir corriendo, pero no podía.
Desde una esquina, su tía abuela lo observaba a ratos, con la mirada baja, como si le pidiera perdón por algo que él no entendía; y de pronto, le pareció tan desvalida…
No es de malinterpretar, tía Elroy toda su vida había sido un roble ¡un pilar inamovible! Y sin duda alguna, la piedra angular de toda su familia.
Pero ahora que la observaba, se fijó de pronto en las arrugas de su frente, en las manchas de sus temblorosas manos, en las canas de sus sienes… No, tía Elroy ya no era la misma.
Ella había llevado el peso de todo ese mundo que era su mundo, en las espaldas; como un poderoso Atlas al que le había faltado la mirada de Medusa para convertirse en piedra; cosa que ella sabía fingir muy bien pero no lo era… no, no lo era.
De pronto, y entre todos esos hombres hablándole de cifras y propiedades, se le vino a la mente el sonido de un llanto; el llanto de un niño… ¡era él! Era su voz, llorando.
Y se vio a sí mismo, que no tendría más de 4 o 5 años; algo lo había alterado muchísimo porque lloraba con mucho sentimiento.
Unos brazos lo alzaron con cariño, y lo acunaron a un pecho suave y cálido, que olía a lavanda. La voz de su tía Elroy consolándolo y tarareándole para que se calmara, le calentó el pecho de tal manera, que tuvo que luchar para que sus ojos azules no se llenaran de lágrimas.
Aunque, todos esos hombres fumando sus puros ahí, habrían sido un buen pretexto para que le sucediera...
Se levantó de pronto, dejando a todos anonadados, y se acercó a su tía.
Elroy Andrew lo observó incrédula, sin entender qué estaba haciendo este muchacho ahora. “Que no me vaya a salir con alguna barbaridad ahora, por favor…” rogaba internamente la anciana.
Albert se quedó de pie ante ella, y luego se agachó hasta quedar de cuclillas ante ella; le tomó una mano y le sonrió.
-Tía Elroy… ¡le invito un té!
Ella se quedó de una sola pieza; si su sobrino quería tomar té, en la oficina había personal que podía arreglar eso de inmediato; estuvo a punto de expresarlo en voz alta, pero se quedó embebida en la dulzura de los ojos celestes de su sobrino; esos ojos que no había mirado con detenimiento desde hace años, y de pronto le pareció que él no estaba agachado ante ella.
No, esa era la estatura de William; la estatura que tenía cuando ella llegó a esa casa a hacerse cargo de él y de su hermana porque se habían quedado solos en el mundo; y que al presentarse ante ellos, ese pequeño la miró con esos mismos dulces ojos celestes, y le tomó la mano tal como lo estaba haciendo ahora; y ella, sin saber cómo ni porqué, sintió un cosquilleo en el vientre y en el corazón, que la hizo seguirlo hasta donde el niño la quiso llevar.
Esa había sido la primera vez en que Elroy Andrew se había sentido madre, sin serlo verdaderamente, y ahora era igual, ese mismo sentimiento la embargó nuevamente; ese mismo cosquilleo, en su vientre anciano, en su corazón al que pocos latidos debían quedarle ya. Le sonrió, y aferró la mano que él le brindaba.
Poniéndose de pie, se agarró del brazo de su sobrino y salieron ambos de ese salón, dejando a todos boquiabiertos.
Al salir del edificio, llovía.
A él no le hubiera importado, pero le preocupaba su tía. Sin embargo George, que siempre estaba un paso delante de cualquiera, ya tenía listo el auto.
Se fueron a un pequeño café en el centro, y se sirvieron té y masitas, y conversaron de muchas cosas del pasado y del futuro.
Ella estaba tan feliz que ni siquiera le molestó que, afuera, el cielo pareciera estar a punto de caerse. Una de esas tempestades primaverales que parece que quisiera acabar con el mundo en lugar de revivirlo luego del invierno.
Y él, en ese momento supo que no había sido feliz solamente mientras estuvo sin memoria; que también lo había sido antes de eso, recorriendo los caminos y rodeado de naturaleza; pero también antes ¡mucho antes!
Cuando, a falta de su madre a la que no había conocido, le había llegado esta, que lo acunaba en sus brazos y lo envolvía cálidamente en su aroma a lavanda…
No tenía por qué ser diferente; la felicidad está dentro de uno mismo, si se sabe bien dónde y cómo buscarla.
Ahora mismo, él estaba siendo feliz, sabiendo que estaba haciéndola feliz a ella.
Así era como tenía que ser ahora, y William supo de manera natural, que no tenía ninguna razón para rebelarse a ello.
Cuando salieron, la tempestad había amainado, y apenas una ligera garúa salpicaba a los transeúntes que, como ellos, abandonaban los bares y restaurantes de la zona donde se habían refugiado, poblando de nueva cuenta las calles; con prisa eso sí, pues los truenos que no cedían, prometían agua infinita.
Elroy subió al auto, y William pidió a George que la llevara a casa.
Se despidió de su tía; iría a casa luego, pero no sería ahora.
Ella lo tomó del rostro con las manos, le acarició con ternura, y lo besó en la mejilla. Su niño ahora era un hombre, y si había algo que ella lamentara es no poder retroceder el tiempo y volverse unos años más joven, para que él pudiera seguir siendo libre…
William vio el auto marcharse y él, con las manos en los bolsillos, emprendió el camino.
No había un rumbo, tampoco un sitio específico. Solo quería caminar un par de horas.
Quizá, un remanente del vagabundo andariego al que debía dejar atrás para hacerse cargo de su propio futuro, y el de su familia.
De pronto, la ligera garúa continuó en crescendo. Un nuevo trueno resonó en el espacio y la gente a su alrededor comenzó a correr otra vez.
William caminaba, porque no tenía prisa ni le daba miedo la lluvia; porque necesitaba sentir aunque fuera por última vez, el peso de su cuerpo llevado por sus propias piernas, antes de encerrarse en una oficina.
Porque necesitaba sentir de nuevo el beso fresco de la lluvia de primavera, recorrerlo completo, como una cara amante que lo recorre tiernamente con sus caricias.
Porque, no sabía él si algún día podría volver a escapar y recorrer el mundo sin nada más que un morral. No, no lo sabía.
Pero ahí, caminando bajo esa lluvia, que ahora era lenta y cálida, tenía una sola y magnífica certeza: no importaba qué tan ocupada se volviera su vida ahora, ni cuántas obligaciones tendría ahora que asumir y cumplir; siempre tendría tiempo para un té con su tía, y una caminata bajo la lluvia…
Gracias por leer...
MIS OTROS TRABAJOS EN ESTA GF:
LLUVIA, primer movimiento (Imaginario de Stear)
ROCKSTAR (Clan Andrew)
SIDERAL (Imaginario de Stear)
LA MEJOR LECCIÒN DE PIANO (Monasterryo Terrylover)
EL RELOJ DE BOLSILLO (Reto Terrytano)