Lo sé, lo sé, me aparezco ya con mucho retraso es que el burro no pasó a tiempo y me tuve que aventar todo el camino a pie, ni modo, eso pasa por encerrarse en la cava de la mansión. XD
Gracias por leer
~~ TODO CAMBIA ~~
Jamás se imaginó que volvería a estar en ese mismo sitio y mucho menos bajo circunstancias similares. Su sonrisa de medio lado parecía más un rictus de dolor, estaba tan consternada que ya no sabía si agradecer o maldecir al cielo. Se vio a sí misma reflejada en la quietud de un charco que había al costado del camino y por un momento se sintió viajar al pasado, el mismo aire traía a ella los aromas de esa primavera, se alejó unos pasos del auto como hipnotizada por el trinar de las aves, cerró los ojos y se dejó llevar por el cúmulo de sentimientos que hacía tanto tiempo había guardado en lo más profundo de su alma.
De pronto una voz la sacudió por completo y se tuvo que sostener de la baranda del viejo puente de madera. Cerró con fuerza lo ojos por temor a ser arrastrada por el torrente que sentía brotar de su propio corazón.
Viajó irremediablemente al pasado, 27 años, seis meses y tres días, jamás perdió la cuenta, pues desde esa fecha sus verdaderas sonrisas se habían congelado para dar paso a las muecas que se veía forzada a hacer con los labios para cumplir con los protocolos, sus ojos se opacaron y sencillamente dejó de ser ella misma. Desde ese día, sus sueños y anhelos se habían roto en mil pedazos.
Y todo había iniciado en ese lugar en donde se encontraba parada; había viajado junto con sus padres para visitar al hermano de su padre, el sitio era apartado pero muy pintoresco, una hermosa villa rodeada de vegetación, de flores. Pero justo a unos pocos kilómetros de distancia, antes de pasar un viejo puente de madera, el carruaje sufrió una descompostura, ella y sus padres bajaron y mientras estaba embelesada con el bello espectáculo a su alrededor. Una voz desconocida se escuchó a sus espaldas
-¿Necesitan ayuda?
Ella giró inmediatamente y por unos cuantos segundos que para ella parecieron siglos, sus miradas se cruzaron, jamás olvidaría esos profundos ojos negros. El joven hizo una pequeña inclinación con la cabeza y se volvió a dirigir a los hombres que en ese momento lidiaban con el problema. Gracias a él y a las herramientas y lazo que afortunadamente llevaba en una mochila que pendía de su caballo solucionaron todo.
No se perdió un solo detalle de sus movimientos, él era hábil con las herramientas, se notaba que trabajaba en el campo, sin embargo sus ropas parecían finas, su porte y manera de hablar eran las de un caballero de buena crianza, y ella ni siquiera había podido escuchar su nombre, pero ¡Qué más daba! A ella ya le parecía una fortuna el poder llenarse de su imagen, de su rostro, de su voz... de su mirada. Y cuando estuvo todo concluido él mismo le ayudó a subir, por fortuna para ella ese día no le obligaron a usar guantes, fue una bendición o tal vez una maldición de la que jamás podrían escapar, pues desde el primer momento en el que se tocaron sus corazones comenzaron a latir al mismo ritmo, sus almas se reconocieron de otras vidas quizá, y desde lo más profundo de su ser surgió la necesidad de fundirse en uno solo. Pero nadie debía darse cuenta, mucho menos el extraño que la sostenía de la mano.
Los días pasaban y solo lo había podido ver una vez a la distancia montando el imponente caballo que llevaba aquella vez. Seguía sin saber su nombre. Y finalmente se dio cuenta de que en cada paseo que hacía lo único que buscaba con la mirada era a ese extraño, en su mano seguía sintiendo el calor del contacto y su mirada seguía grabada en la mente. Durante las noches se descubrió a sí misma suspirando por nada y por todo. Ella, que ni siquiera tenía mucho interés en esas vacaciones, ahora estaba agradecida y poco le importaban los mosquitos de los que su madre solía quejarse diariamente.
Sus padres estaban tan inmersos en las visitas diarias de gente importante de la región, que ni siquiera prestaban mucha atención a su hija, incluso olvidaron el designar una dama de compañía para sus caminatas, que poco a poco se habían tornado más y más largas, ella ni siquiera sentía el cansancio de los largos trechos andados. Hasta que finalmente, una tarde ya cerca del ocaso, se topó con él a unos pasos del puente. Su primera reacción fue huir, ni siquiera entendía por qué, en cuanto lo vio lo único que logró coordinar fue el darse la media vuelta y escapar, pero él no se lo permitió, bajó del caballo y la siguió hasta tomarla del brazo para impedir que se alejara, ambos se encontraban frente a frente sin decir una sola palabra, ella no buscó el soltarse, perdió todos los deseos de escapar y él, simplemente estaba embelesado, perdido en los destellos ambarinos de su mirada. Finalmente la ausencia de los rayos del sol los hizo volver a la realidad, ni siquiera se habían dado cuenta de en qué momento el día había dado paso a la noche.
- ¿Me permite acompañarla?
- No es necesario, la villa está muy cerca.
- De ninguna manera, no podría permitir que una dama caminase sola y en medio de la obscuridad.
El joven fue por su caballo y caminó a su lado, sin decir mucho, o mejor dicho, sin decir nada solo se veían el uno al otro y de vez en vez se perdían mirando las estrellas, era como si se conocieran de siempre, tanto, que no eran necesarias las palabras, el solo estar así, cerca era más que suficiente.
Al estar cerca de la villa él consideró prudente retirarse, no sería bien visto que la vieran llegar sola con él. Y por despedida solo hubo un…
- ¿Será posible que mañana…? – ni siquiera tuvo que terminar la frase, ella automáticamente respondió
- ¿A las 4 está bien?
- Desde luego, en el mismo sitio
Tomó su mano y la besó en despedida, un beso largo en donde ambos se negaban a romper el contacto.
Luego de ese día, los encuentros se hicieron más y más frecuentes, cada uno le habló al otro de sus sueños, de sus vidas, de todo, o mejor dicho, casi de todo. Ella había notado que la mirada de él por momentos se tornaba melancólica, pero en cuanto preguntaba él simplemente decía que no era nada, que no se trataba de nada y volvía a sonreír como siempre. Y una tarde, la tarde más feliz de su vida, él le dio un obsequio, era una cruz que tenía al centro un hermoso rubí, mientras se la quitaba de su propio cuello para colocársela le decía que había sido un regalo de su abuela, el regalo más preciado que había recibido en la vida y ahora quería que fuera de ella; con dulzura se la colocó, mientras lo hacía sus rostros se encontraron más cerca que nunca y sin siquiera planearlo, sus labios se encontraron, fue un beso tierno, dulce, que poco a poco fue tornándose más y más demandante, con sus brazos se aferraban uno al otro. Ambos supieron desde el primer momento en que se vieron que jamás podrían amar a nadie más, y con ese beso el sentimiento se reafirmó. Ella no deseaba estar con nadie más, sabía que él era el amor de su vida y se sintió inmensamente feliz y pensó que nadie jamás podría separarlos, soñó con una vida feliz y plena al lado del hombre que amaba.
Por desgracia las cosas no siempre pasan como se planean y esa misma noche ella vería su mundo totalmente derrumbado. Al llegar a la casona notó cierta agitación, las criadas al verla pasar se cuchicheaban y le sonreían, pensó que estaban locas o que algo les había picado; finalmente al encontrarse con su “madre” se enteró del por qué del alboroto.
-¡¡Hija, qué alegría!! ¿Dónde te habías metido? Llevo bastante rato buscándote y es que no podía esperar, no sabes lo feliz que estoy.
- ¿Qué pasa? No entiendo.
- ¡Ay hija, es que finalmente pasó!
- Ya… por favor, dígame qué es eso que pasó.
- ¡¡Tu prometido ha venido el día de hoy!!
- Mi… ¡¿Mi qué?! - En eso momento sintió como si todo bajo sus pies hubiese desaparecido y se precipitara hacia el vacío, su rostro se tornó pálido y sus labios perdieron color. – Yo… yo no tengo prometido ¿De qué…? No entiendo nada.
- A partir de hoy sí lo tienes y ha venido hasta aquí para pedir tu mano. ¡Imagínate! Viajó desde Chicago solo para esto.
- Pero… pero yo ni siquiera se de quien se trata… ¿Qué ha dicho papá de eso?
- Oh, tu padre está feliz, es el hijo de un socio de negocios, buen chico, de buena familia ¿qué más se puede pedir? Él te dará el lugar que mereces.
- Pero yo no quiero, no quiero casarme con alguien que ni siquiera conozco. ¿Cómo pueden pedirme que me case con alguien a quien no quiero? – Dijo casi al borde de las lágrimas.
- Tonterías, con el tiempo llegará el amor, ya lo verás, en dos días él y sus padres vendrán para que los conozcas, mientras tanto, ya se ha acordado la fecha para el anuncio del compromiso y desde luego para la boda.
- Yo no quiero casarme con…
- ¡¡Basta de tonterías!! No hagas enojar a tu padre, sabes que él ha estado muy delicado de salud y no podemos hacerle pasar malos momentos. Además, verte casada con alguien de tan buena posición le dará tranquilidad.
No pudo decir nada más, el recordar el rostro pálido de su padre la desarmó y tuvo que tragarse todas las lágrimas mientras estaba frente a él, reafirmando la “buena nueva”.
Todo cambia, en un abrir y cerrar de ojos el mundo cambió para ella, justo el día que había sido el más feliz para ella, todo cambió.
A la mañana siguiente fue en busca de quien amaba, necesitaba hablar con él, explicarle y buscar alguna solución juntos, aún había esperanzas y ella se estaba aferrando con todas sus fuerzas. Por desgracia su corazón no fue consolado, al contrario, vendría de los labios de él mismo el golpe final que lo rompería en mil pedazos.
- ¿Qué vamos hacer? Tal vez… tal vez si tú vas y hablas con mi padre se pueda disolver el compromiso y entonces nosotros… nosotros...
- No puedo hacer eso - Ella se cubrió la boca con sus manos, no daba crédito a lo que acaba de escuchar.
- ¿Por qué…?
- Escucha, estas semanas he sido más feliz que nunca y al igual que tú, creí que podríamos hacerlo, creí que podríamos ser felices, pero… pero lo cierto es que no he sido totalmente honesto contigo. Mis padres… mis padres también hicieron un acuerdo hace años sin que yo me enterara, nuestro rancho era el más próspero de toda la región, pero ha habido algunos problemas y hace unos días me hablaron sobre ese acuerdo que hicieron, si queremos que el rancho vuelva a despuntar y volver a ser el mejor, debo…
- No lo digas, por favor… no lo digas.
- Debo hacerlo, por mi familia, debo hacerlo. No hay opción. Y no creo que a tu padre le haga feliz que te quedes a vivir en un sitio como éste. Ustedes son de ciudad y yo… yo vivo y viviré siempre aquí, este es mi mundo. Lo siento mucho… Lo siento en el alma.
Las lágrimas habían emergido de sus ojos sin darse cuenta, se sentía totalmente vacía, su alma, su corazón habían sido arrancados por completo y ahora solo la respiración entre cortada y las lágrimas que salían a torrentes eran los que le indicaban que seguía con vida, aunque hubiese deseado morir en ese instante. No dijo nada más, se arrancó la cruz que le había regalado la noche anterior y la dejó caer, giró y le dio la espalda, él la llamó pero no hizo caso, como una autómata caminó sin rumbo hasta que ya no pudo más, las lágrimas se habían secado, no derramaría una más.
Ese día cambió, decidió aceptar y se casó. Su esposo era gentil, pero por desgracia viajaba mucho debido a los negocios familiares, lo triste, es que jamás pudo regalarle a él una sonrisa sincera ni una mirada llena de amor. Y finalmente la costumbre ganó terreno y ella se olvidó de ser la dama gentil que había sido en su juventud, cambió su manera de ver el mundo, cambió todo desde el día en que se desgarró su corazón.
--------
Y hoy, parada en el mismo sitio los fantasmas de su pasado se alzaron con la fuerza de un huracán detonados por la voz que escuchó a sus espaldas. Se giró lentamente y lo vio ahí, parado frente a ella, a lado de un caballo diferente al de aquella vez. Al igual que ella, había cambiado, en ambos ya se asomaban algunas canas, había algunas arrugas en sus rostros, la ropa era diferente, incluso sus ojos se notaban un tanto marchitos.
Cambia, todo cambia.
Se había quedado sin habla, no sabía si avanzar hacia él o quedarse donde estaba, ellos habían cambiado, eligieron caminos separados. Él eligió un camino diferente, ninguno quiso luchar. Por un momento sintió que su pecho se desinflaba, pero una briza fresca que sopló en ese instante la trajo de nueva cuenta a la vida, sus pulmones se llenaron y entonces vio todo a su alrededor, había cambiado, el paisaje ya no era el mismo, ni las plantas ni los árboles ni las aves eran las mismas; ahora eran incluso mucho más brillantes, todo a su alrededor parecía haberse llenado de colores mucho más intensos. Entonces entendió que sin importar la lejanía, sin importar el tiempo que había pasado y lo mucho que todo había cambiado, su amor no había cambiado, a pesar incluso de la pena y el dolor, estaba ahí, dormido, intacto. Y aunque igual que aquella vez, fuera un imposible, aunque incluso no pudieran tocarse ni siquiera a manera de saludo, ella había revivido y si ya una vez había cambiado, ahora también podría hacerlo.
Sara Leagan le dio la espalda al caballero, le dio la espala a su pasado y se concentró en lo que había frente a ella, se llenó los ojos y el alma y se sintió feliz como hacía tanto no lo era.
Ese día, por primera vez desde que se casaron, le regalaría una sonrisa franca y proveniente desde el fondo de su corazón a su marido, lo vería con los ojos del alma. Ese día, Sara volvería a sonreírle a la vida, porque lo que cambió ayer, también podría cambiar mañana.
De pronto una voz la sacudió por completo y se tuvo que sostener de la baranda del viejo puente de madera. Cerró con fuerza lo ojos por temor a ser arrastrada por el torrente que sentía brotar de su propio corazón.
Viajó irremediablemente al pasado, 27 años, seis meses y tres días, jamás perdió la cuenta, pues desde esa fecha sus verdaderas sonrisas se habían congelado para dar paso a las muecas que se veía forzada a hacer con los labios para cumplir con los protocolos, sus ojos se opacaron y sencillamente dejó de ser ella misma. Desde ese día, sus sueños y anhelos se habían roto en mil pedazos.
Y todo había iniciado en ese lugar en donde se encontraba parada; había viajado junto con sus padres para visitar al hermano de su padre, el sitio era apartado pero muy pintoresco, una hermosa villa rodeada de vegetación, de flores. Pero justo a unos pocos kilómetros de distancia, antes de pasar un viejo puente de madera, el carruaje sufrió una descompostura, ella y sus padres bajaron y mientras estaba embelesada con el bello espectáculo a su alrededor. Una voz desconocida se escuchó a sus espaldas
-¿Necesitan ayuda?
Ella giró inmediatamente y por unos cuantos segundos que para ella parecieron siglos, sus miradas se cruzaron, jamás olvidaría esos profundos ojos negros. El joven hizo una pequeña inclinación con la cabeza y se volvió a dirigir a los hombres que en ese momento lidiaban con el problema. Gracias a él y a las herramientas y lazo que afortunadamente llevaba en una mochila que pendía de su caballo solucionaron todo.
No se perdió un solo detalle de sus movimientos, él era hábil con las herramientas, se notaba que trabajaba en el campo, sin embargo sus ropas parecían finas, su porte y manera de hablar eran las de un caballero de buena crianza, y ella ni siquiera había podido escuchar su nombre, pero ¡Qué más daba! A ella ya le parecía una fortuna el poder llenarse de su imagen, de su rostro, de su voz... de su mirada. Y cuando estuvo todo concluido él mismo le ayudó a subir, por fortuna para ella ese día no le obligaron a usar guantes, fue una bendición o tal vez una maldición de la que jamás podrían escapar, pues desde el primer momento en el que se tocaron sus corazones comenzaron a latir al mismo ritmo, sus almas se reconocieron de otras vidas quizá, y desde lo más profundo de su ser surgió la necesidad de fundirse en uno solo. Pero nadie debía darse cuenta, mucho menos el extraño que la sostenía de la mano.
Los días pasaban y solo lo había podido ver una vez a la distancia montando el imponente caballo que llevaba aquella vez. Seguía sin saber su nombre. Y finalmente se dio cuenta de que en cada paseo que hacía lo único que buscaba con la mirada era a ese extraño, en su mano seguía sintiendo el calor del contacto y su mirada seguía grabada en la mente. Durante las noches se descubrió a sí misma suspirando por nada y por todo. Ella, que ni siquiera tenía mucho interés en esas vacaciones, ahora estaba agradecida y poco le importaban los mosquitos de los que su madre solía quejarse diariamente.
Sus padres estaban tan inmersos en las visitas diarias de gente importante de la región, que ni siquiera prestaban mucha atención a su hija, incluso olvidaron el designar una dama de compañía para sus caminatas, que poco a poco se habían tornado más y más largas, ella ni siquiera sentía el cansancio de los largos trechos andados. Hasta que finalmente, una tarde ya cerca del ocaso, se topó con él a unos pasos del puente. Su primera reacción fue huir, ni siquiera entendía por qué, en cuanto lo vio lo único que logró coordinar fue el darse la media vuelta y escapar, pero él no se lo permitió, bajó del caballo y la siguió hasta tomarla del brazo para impedir que se alejara, ambos se encontraban frente a frente sin decir una sola palabra, ella no buscó el soltarse, perdió todos los deseos de escapar y él, simplemente estaba embelesado, perdido en los destellos ambarinos de su mirada. Finalmente la ausencia de los rayos del sol los hizo volver a la realidad, ni siquiera se habían dado cuenta de en qué momento el día había dado paso a la noche.
- ¿Me permite acompañarla?
- No es necesario, la villa está muy cerca.
- De ninguna manera, no podría permitir que una dama caminase sola y en medio de la obscuridad.
El joven fue por su caballo y caminó a su lado, sin decir mucho, o mejor dicho, sin decir nada solo se veían el uno al otro y de vez en vez se perdían mirando las estrellas, era como si se conocieran de siempre, tanto, que no eran necesarias las palabras, el solo estar así, cerca era más que suficiente.
Al estar cerca de la villa él consideró prudente retirarse, no sería bien visto que la vieran llegar sola con él. Y por despedida solo hubo un…
- ¿Será posible que mañana…? – ni siquiera tuvo que terminar la frase, ella automáticamente respondió
- ¿A las 4 está bien?
- Desde luego, en el mismo sitio
Tomó su mano y la besó en despedida, un beso largo en donde ambos se negaban a romper el contacto.
Luego de ese día, los encuentros se hicieron más y más frecuentes, cada uno le habló al otro de sus sueños, de sus vidas, de todo, o mejor dicho, casi de todo. Ella había notado que la mirada de él por momentos se tornaba melancólica, pero en cuanto preguntaba él simplemente decía que no era nada, que no se trataba de nada y volvía a sonreír como siempre. Y una tarde, la tarde más feliz de su vida, él le dio un obsequio, era una cruz que tenía al centro un hermoso rubí, mientras se la quitaba de su propio cuello para colocársela le decía que había sido un regalo de su abuela, el regalo más preciado que había recibido en la vida y ahora quería que fuera de ella; con dulzura se la colocó, mientras lo hacía sus rostros se encontraron más cerca que nunca y sin siquiera planearlo, sus labios se encontraron, fue un beso tierno, dulce, que poco a poco fue tornándose más y más demandante, con sus brazos se aferraban uno al otro. Ambos supieron desde el primer momento en que se vieron que jamás podrían amar a nadie más, y con ese beso el sentimiento se reafirmó. Ella no deseaba estar con nadie más, sabía que él era el amor de su vida y se sintió inmensamente feliz y pensó que nadie jamás podría separarlos, soñó con una vida feliz y plena al lado del hombre que amaba.
Por desgracia las cosas no siempre pasan como se planean y esa misma noche ella vería su mundo totalmente derrumbado. Al llegar a la casona notó cierta agitación, las criadas al verla pasar se cuchicheaban y le sonreían, pensó que estaban locas o que algo les había picado; finalmente al encontrarse con su “madre” se enteró del por qué del alboroto.
-¡¡Hija, qué alegría!! ¿Dónde te habías metido? Llevo bastante rato buscándote y es que no podía esperar, no sabes lo feliz que estoy.
- ¿Qué pasa? No entiendo.
- ¡Ay hija, es que finalmente pasó!
- Ya… por favor, dígame qué es eso que pasó.
- ¡¡Tu prometido ha venido el día de hoy!!
- Mi… ¡¿Mi qué?! - En eso momento sintió como si todo bajo sus pies hubiese desaparecido y se precipitara hacia el vacío, su rostro se tornó pálido y sus labios perdieron color. – Yo… yo no tengo prometido ¿De qué…? No entiendo nada.
- A partir de hoy sí lo tienes y ha venido hasta aquí para pedir tu mano. ¡Imagínate! Viajó desde Chicago solo para esto.
- Pero… pero yo ni siquiera se de quien se trata… ¿Qué ha dicho papá de eso?
- Oh, tu padre está feliz, es el hijo de un socio de negocios, buen chico, de buena familia ¿qué más se puede pedir? Él te dará el lugar que mereces.
- Pero yo no quiero, no quiero casarme con alguien que ni siquiera conozco. ¿Cómo pueden pedirme que me case con alguien a quien no quiero? – Dijo casi al borde de las lágrimas.
- Tonterías, con el tiempo llegará el amor, ya lo verás, en dos días él y sus padres vendrán para que los conozcas, mientras tanto, ya se ha acordado la fecha para el anuncio del compromiso y desde luego para la boda.
- Yo no quiero casarme con…
- ¡¡Basta de tonterías!! No hagas enojar a tu padre, sabes que él ha estado muy delicado de salud y no podemos hacerle pasar malos momentos. Además, verte casada con alguien de tan buena posición le dará tranquilidad.
No pudo decir nada más, el recordar el rostro pálido de su padre la desarmó y tuvo que tragarse todas las lágrimas mientras estaba frente a él, reafirmando la “buena nueva”.
Todo cambia, en un abrir y cerrar de ojos el mundo cambió para ella, justo el día que había sido el más feliz para ella, todo cambió.
A la mañana siguiente fue en busca de quien amaba, necesitaba hablar con él, explicarle y buscar alguna solución juntos, aún había esperanzas y ella se estaba aferrando con todas sus fuerzas. Por desgracia su corazón no fue consolado, al contrario, vendría de los labios de él mismo el golpe final que lo rompería en mil pedazos.
- ¿Qué vamos hacer? Tal vez… tal vez si tú vas y hablas con mi padre se pueda disolver el compromiso y entonces nosotros… nosotros...
- No puedo hacer eso - Ella se cubrió la boca con sus manos, no daba crédito a lo que acaba de escuchar.
- ¿Por qué…?
- Escucha, estas semanas he sido más feliz que nunca y al igual que tú, creí que podríamos hacerlo, creí que podríamos ser felices, pero… pero lo cierto es que no he sido totalmente honesto contigo. Mis padres… mis padres también hicieron un acuerdo hace años sin que yo me enterara, nuestro rancho era el más próspero de toda la región, pero ha habido algunos problemas y hace unos días me hablaron sobre ese acuerdo que hicieron, si queremos que el rancho vuelva a despuntar y volver a ser el mejor, debo…
- No lo digas, por favor… no lo digas.
- Debo hacerlo, por mi familia, debo hacerlo. No hay opción. Y no creo que a tu padre le haga feliz que te quedes a vivir en un sitio como éste. Ustedes son de ciudad y yo… yo vivo y viviré siempre aquí, este es mi mundo. Lo siento mucho… Lo siento en el alma.
Las lágrimas habían emergido de sus ojos sin darse cuenta, se sentía totalmente vacía, su alma, su corazón habían sido arrancados por completo y ahora solo la respiración entre cortada y las lágrimas que salían a torrentes eran los que le indicaban que seguía con vida, aunque hubiese deseado morir en ese instante. No dijo nada más, se arrancó la cruz que le había regalado la noche anterior y la dejó caer, giró y le dio la espalda, él la llamó pero no hizo caso, como una autómata caminó sin rumbo hasta que ya no pudo más, las lágrimas se habían secado, no derramaría una más.
Ese día cambió, decidió aceptar y se casó. Su esposo era gentil, pero por desgracia viajaba mucho debido a los negocios familiares, lo triste, es que jamás pudo regalarle a él una sonrisa sincera ni una mirada llena de amor. Y finalmente la costumbre ganó terreno y ella se olvidó de ser la dama gentil que había sido en su juventud, cambió su manera de ver el mundo, cambió todo desde el día en que se desgarró su corazón.
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Y hoy, parada en el mismo sitio los fantasmas de su pasado se alzaron con la fuerza de un huracán detonados por la voz que escuchó a sus espaldas. Se giró lentamente y lo vio ahí, parado frente a ella, a lado de un caballo diferente al de aquella vez. Al igual que ella, había cambiado, en ambos ya se asomaban algunas canas, había algunas arrugas en sus rostros, la ropa era diferente, incluso sus ojos se notaban un tanto marchitos.
Cambia, todo cambia.
Se había quedado sin habla, no sabía si avanzar hacia él o quedarse donde estaba, ellos habían cambiado, eligieron caminos separados. Él eligió un camino diferente, ninguno quiso luchar. Por un momento sintió que su pecho se desinflaba, pero una briza fresca que sopló en ese instante la trajo de nueva cuenta a la vida, sus pulmones se llenaron y entonces vio todo a su alrededor, había cambiado, el paisaje ya no era el mismo, ni las plantas ni los árboles ni las aves eran las mismas; ahora eran incluso mucho más brillantes, todo a su alrededor parecía haberse llenado de colores mucho más intensos. Entonces entendió que sin importar la lejanía, sin importar el tiempo que había pasado y lo mucho que todo había cambiado, su amor no había cambiado, a pesar incluso de la pena y el dolor, estaba ahí, dormido, intacto. Y aunque igual que aquella vez, fuera un imposible, aunque incluso no pudieran tocarse ni siquiera a manera de saludo, ella había revivido y si ya una vez había cambiado, ahora también podría hacerlo.
Sara Leagan le dio la espalda al caballero, le dio la espala a su pasado y se concentró en lo que había frente a ella, se llenó los ojos y el alma y se sintió feliz como hacía tanto no lo era.
Ese día, por primera vez desde que se casaron, le regalaría una sonrisa franca y proveniente desde el fondo de su corazón a su marido, lo vería con los ojos del alma. Ese día, Sara volvería a sonreírle a la vida, porque lo que cambió ayer, también podría cambiar mañana.
Gracias por leer