Pero ¿Por qué?
By Cherry Cheddar
¡Es maravilloso estar vivo! Oh, al menos tengo que creerlo ¡Es mi mantra!… hace diez años que salí corriendo de esta ciudad despavorida porque no quería casarme con el insufrible de Neil Leagan… se le había metido en esa cabeza suya cuadriculada que estaba enamorado de mi… hahaha ¿Qué se había creído? Después de todo el maltrato que hizo los años pasado… pfff en fin.
Menos mal que cuando logré escaparme de la residencia de los Leagan y fui a buscar al tío abuelo a las oficinas centrales en Chicago, George se quedó anonadado con lo que le conté, y me creyó cuando un Neil rabioso entró en el despacho queriendo llevarme con él a la fuerza; le hizo una especia de llave en un pis paz, dejándolo inmovilizado. Incapaz de tocarme ni un pelo. Menos mal que no lo permitió, estaba al punto del sincope. Tras comunicarse por teléfono con el tío abuelo y ser escoltada hasta mi apartamento, logre quitarme de encima a la escoria de Neil.
¡Ahs! A pesar de que han pasado diez años, de solo recordarlo me hierve la sangre. Todavía tuvo la osadía de decirle a la tía Elroy que debía obligarme. Siempre les dije que renunciaba al apellido Ardley ¿Por qué creerían que amenazándome con desheredarme les haría caso? Si ya lo digo yo ¡Están muy mal! El apellido se les ha ido muy arriba en la cabeza, de seguro por las nubes. El mismo apellido que llevo diez años sin utilizarlo. Incluso cuando me mudé al hogar de Ponny para poder pensar qué hacer con mi vida; realmente estaba muy agobiada con todo: Albert se había marchado sin decir nada ni a dónde, nunca más lo volví a ver desde entonces. Aún estaba destrozada por la separación con Terry, fueron meses… no, años difíciles, hasta que un día cuando leí como alababan su protagónico como Hamlet y su paternidad, no podía sentirme más que orgullosa por él… fue una luz en esos momentos tan lúgubres por el duelo de haber perdido a mi querida madre, la señorita Ponny.
El tío abuelo fue muy generoso al no querer obligarme todo este tiempo a volver con la familia, a no aceptar que le devolviera ni un céntimo de las donaciones que hacía y sigue haciendo para el orfanato, y permitirme hacer con mi vida como mejor me ha parecido. Buenooo… me he puesto demasiado melancólica, será que el hecho de volver, no solo a la ciudad sino también al mismo apartamento donde vivía; me ha puesto tontorrona.
Mejor me voy a comprar al mercado para llenar la alacena antes de que cierren, en dos días debo volver a presentarme a trabajar en el hospital. Todavía no me creo mi suerte ¡Ooh sí! Mi gran suerte ¡Mira que volver otra vez! ¿Ya lo había dicho? Uff… estoy que me repito, menos mal que nadie más me oye, incluso mi casero el señor Thomas me tomaría por loca… y mira que ya sabe lo atolondrada que soy… sí, después de tantos años, aún hay ciertas cosas que no he dejado de hacer.
Cuando regreso de hacer la compra me preparo algo ligero para cenar, aún no he desempacado mis cosas del par de cajas que me acompañan… no son tantas, en fin, no suelo llevar una vida demasiado lujosa, quizás lo de más valor es el juego de té de porcelana que utilizaba con mis queridas madres para tomar el chocolate caliente o infusiones. Que he tomado como única herencia de ellas… me he centrado en mi trabajo en el hospital y ayudar a las nuevas institutrices después de la muerte de la hermana María. Nunca permitiré que a pesar de que esas mujeres tan bondadosas, de corazón tan grande y noble; su trabajo de toda su vida caiga en el olvido o el cualquier mano… del convento dónde salió mi añorada sor María mandaron a un par de monjas, son un cielo y les han cogido mucho cariño a los chicos. El tío abuelo, tan lindo, también busco a otra mujer: Margareth, es maestra… y muy buena la verdad… y junto a sor Milagros y Mercedes, se encargan de todo… al final hacía hasta estorbo.
Realmente me sorprende que después de tantos años el tío abuelo siga velando por mi… sí que ha durado mucho ¿Será inmortal? Hehehe solo espero poder tenerlo frente de mi un día de estos para poder agradecerle todo ¡Todo lo que ha hecho por mí! Y los míos.
Finalmente estoy en el trabajo, me dirijo a la sala de las enfermeras, una de ellas me guía, tiene el señor fruncido. Parece amargada y no puede ser más mayor que mí por unos tres, cinco años como mucho. Sin duda el ajetreo de la ciudad amarga a todo mundo, con lo a gusto que estaba en el otro hospital, aquí todos me miran… soy carne fresca ¡Una enfermera desconocida para ellos! Aunque ya haya trabajado anteriormente aquí. Solo espero que nadie me relacione con el dichoso apellido Ardley. Nadie sabe de mi regreso ¡Ni siquiera Archy!
Esta tal Margarita me explica las cosas como si fuera tonta… mejor no le digo nada, que sino me la termino ganando de enemiga. Tras ponerme mi uniforme blanco y mi gorro, me dirijo a los pabellones… hasta que Soledad me dice que recojan el cuarto cero. Seguro me quieren hacer una broma de bienvenida ¡Qué tontos! Solo que ellos no saben que yo sé que en esa habitación no se suele ingresar a nadie… salvo… que seas un marginado, desmemoriado, y posible espía… pero esos son tiempos pasados.
En fin, me hago la que no sabe nada y con una sonrisa les contesto que encantada voy a hacer lo que me han pedido, mientras empujo el carrito con las cosas necesarias para mi cometido, evito levantar la vista para ver los rostros del equipo médico, y las otras enfermeras que de seguro se pueden estar burlado por la broma. Incluso evito atropellar a un caballero, me disculpo sin siquiera verle a la cara, mientras me cuestiono ¿Por qué acepté el cambio? Cuando entro en la habitación me quedo de cuadritos, nada tiene que ver lo que hay aquí y ahora a comparación de hace diez años… antes era lúgubre, sucio, deprimente. Ahora es tan limpia y con dos camas decentes para cualquier paciente que lo necesite.
Se me ha formado un nudo en la garganta. Pero ¿Por qué? Será mi cargo de conciencia que después de haber luchado tanto por permanecer al lado de Albert para ayudarle con su amnesia, al final terminé dejándolo ir sin siquiera saber cómo estaba. Si había recuperado la memoria. Si estaría bien todos estos años ¿Por miedo? ¿A qué?
-De seguro tú debes ser la nueva enfermera
¡Señoor! Casi me caigo del susto, del cuarto de baño sale un hombre, de cabellos dorados y mirada clara, como el sol
-Menuda suerte la mía de poder conocerte
-Yo… yo - ¡Cielooos! No sé qué decir… esa mirada suya me asusta, le brilla, muestra demasiado interés en mi ¡Y yo ni siquiera sé quién es!
-¿Qué pasa? ¿Te han comido la lengua los ratones?
Será odioso ¡Encima de guapo! Coqueto
Se está acercando a mí, cual felino, sonríe travieso ¿Qué quiere?
-Mmmm… tu cara me suena preciosa… creo haberte visto… mmmm ¿Dónde?
¡Cielos! ¿Me habrá reconocido? ¿Pero cómo?
-¿Pero qué está pasando aquí?
¡Me quiero morir! ¡Lo que me faltaba ¡Que me encontrasen en una “Situación” en mi primer día de trabajo!
Me giro rígidamente para ver al poseedor de esa voz grave que ha irrumpido en la habitación en ese momento, hasta el hombre a mi lado se pone de piedra ante él. Es alto, viste un pantalón negro y camisa blanca, la corbata roja destella con las luces del sol; tiene el cabello corto y unos ojos azules ¡De infarto!
-¿Ya estás acosando otra vez a las enfermeras, doctor Fresneda?
-Eh… bueno… verás
-Fresneda, debes de dar ejemplo y comportarte, estás trabajando en uno de los más prestigiosos hospitales de Chicago, y la señorita a tu lado merece más respeto
-De acuerdoooo
-Ahss… ¡Sí señor! Tienes que hablarme con propiedad, estamos en horas laborales… si no tienes nada que hacer aquí, será mejor que sigas con tu trabajo
-Entendido
Como pollito regañado, el doctor Fresneda sale de la habitación, no sin antes hacerme un guiño ¡Este no aprende! El otro hombre, me sigue observando detenidamente… no se va tras del otro… su mirada me pone incomoda
-Esto… gracias, pero el doctor solo me estaba saludando. En ningún momento ha intentado propasarse conmigo
-Lo sé… pero conozco lo coqueto que puede llegar a ser Fresneda, no te preocupes Candice White Ardley
-¡Quée! S-se equivoca, yo… - ¿Fui descubierta? Tengo pavor, miedo… terror
-¿Qué?... así que no me recuerdas
¿Eh? ¿De qué habla?
-Bueno, ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos –sus ojos me miran, me miran y finalmente vuelve a decir: – Soy Albert
-¡¿Quéee?! ¿En serio eres Albert? – estoy más que sorprendida ¡Anonadada! Se cruza de brazos y sus labios se curvan en una sonrisa… ¿Qué debería hacer? No salgo de mi asombro y no sé cómo debo reaccionar
-Es aceptable que te sorprendas de verme nuevamente, pero mira que ser tan fría y no saludarme
-Pero ¿Cómo no voy a alegrarme? ¡si estoy feliz de volver a verte! Oh Albert, cuanta alegría me da verte ¿En dónde te habías metido? –Lo abrazo, estoy desbordad de felicidad, mi querido Albert… después de tanto tiempo lo vuelvo a ver ¡Una cara amiga!
Mi corazón corre a mil por horas, me estremezco cuando me rodea con sus brazos, es mi cuerpo que me dice que es real ¡Es verdad que nos hemos vuelto a re-encontrar!
Me saca más de una cabeza, y sus hombros son tan amplios… tan varoniles ¡Y se ve tan guapo! Ya no parece pordiosero.
-Pequeña… no sabes cuánto me alegra volver a verte
-Albert… -estoy tan feliz ¡Se me nota! Ya me estoy repitiendo –pero tengo que pedirte un favor
-¿Un favor? ¿Qué sucede pequeña?
-Veras Albert, necesito que me guardes el secreto ¿Podrías no volver a llamarme por el nombre de los Ardley?
Pobrecito, no lo sabe… levanta una ceja un poco confundido. Como puedo le explico mi deseo de no pertenecer a esa familia tras lo ocurrido con Neil, aunque el tío abuelo no se ha pronunciado diciendo si acepta o no mi decisión, simplemente se limita a tratarme como si todavía fuese una niña
-¡Es frustrante!
-Mmmm… entiendo lo que quieres decir Candy –y diciendo esto tira de mi brazo y me acerca a él. Su mirada brilla, y con su aliento en mi rostro me pregunta: -¿Sabes cómo tener la boca cerrada a un hombre?
Y me besa… no me da tiempo a responder ni pensar en algo parecido a una respuesta, simplemente posa sus labios sobre los míos y me besa; su lengua se abre espacio en mi boca y juguetea en mi interior
-Estás temblando y solo ha sido un beso… parece que reaccionas como si fueses una adolescente, como si hace mucho que nadie te da un beso
-Q-que… c-como… ¿Qué te has creído? –me indigna que piense eso –no me avisaste que me irías a besar
-Y yo que estaba pensando solo molestarte un poco
¿Molestarme? ¿Un poco? ¡Pero si me acabas de besar, por favor! Su mirada se ha oscurecido, y es verdad, tiemblo con un flan. Sin soltarme, camina en dirección de una de las camillas y me recuesta… ¿Qué va a hacer?
-N-no, detente ¿Qué vas a hacer? – sus ojos me miran detenidamente, eso hace que un rubor cubra mis mejías. Con su diestra suelta unos botones de mi uniforme dejando al descubierto mi ropa interior
-Quieres que me mantenga callado, ¿Verdad?
N-no… p-pero… estamos en un hospital ¡Cielos, con su mano coge mi pecho y lo acaricia! Levanta la camisola y mi sujetador para dejar libres mis pechos… ¡Estoy cardíaca! Creo que mis pulmones van a reventar por respirar tan fuerte. Albert con su voz ronca me dice al oído
-Solo por ti. Te voy a sugerir una opción muy eficiente
Inmediatamente con su boca succiona un pecho, lo lame con deleite… su lengua juguetea con mi pezón y lo endurece… esto no puede ser ¿Qué hago? Mi cuerpo no responde… todos mis sentidos están concentrados en las caricias que hace Albert en mis senos.
-¿Qué?... no te resistes
-¡A-allí no! No -¡Cielos!... ha llevado una mano hasta el interior de mi falta y me acaricia en mi sexo ¡Qué calor! Mis piernas tiemblan… siento que un gemido se escapa de mi garganta y a él parece gustarle mi reacción… me siento como un malvavisco entre sus manos… nunca me hubiese imaginado que Albert se atreviera a tocarme de esta manera… hunde su rosto en mi cuello. No puedo callar y le digo: -No Al-albert… eso no
-Sin embargo estás toda mojada -¡Es mi cuerpo el que ha reaccionado! Mi mente ni si quiera ha tenido tiempo de procesar… sin embargo me quita mi ropa intima, dejando a su merced mi sexo, con su voz grave me dice – Realmente lo quieres ¿Verdad?
-Te e-equivocas… ¡No Albert! No es lo que tú…
-Shh… no alces la voz, sino los demás podrán oírte –Abro mis ojos como plato… encontrarme en esta situación sería más que horrorosa… sus dedos siguen acariciando mis labios íntimos mientras que con su lengua juguetea en mi cuello ¡Siento que me quemo! –Vaya… sí que estás empapada
-¡Para de una vez! –Intento empujarlo, pero sujeta mi mano y le da un beso antes de preguntarme
-Entonces ¿Quieres que nos descubran? –Si sigo de esta manera terminaré llamando la atención, y si alguien entra estaré en menos de dos minutos en la calle, mi reputación por los suelos y el secreto por los aires… pero ¿Hacer eso? ¿Sucumbir a sus gestos? Cuando vuelve hablar me saca de mi trance –Candy
Ya no siguió con sus caricias… se sienta a mi lado en la cama, parece pensativo… como puedo me recompongo e intento dejar el uniforme en su lugar. Su mutismo me preocupa, pero estoy aliviada de que no haya llegado a más
-Supongo que te puedo guardarte el secreto… pero es posible que más de un empleado veterano te reconozca y recuerde quien eres -¡Alerta! No sé por qué, pero eso me da más miedo; pero Albert continua: - quizás lo mejor es que te mantengas cerca de mí para evitar que cualquiera haga murmuraciones…
-¿De verdad me guardaras el secreto?
-Si estas cerca de mí, moscones como Fresneda evitarán coquetearte y se mantendrán alejados
Perdona… pero creo que corro más peligro si me mantengo a tu lado ¡Nada más hay que ver cómo me tiemblan las piernas! Al final, vuelve a aparecer el Albert de antaño, ese caballero sonriente y educado. Me ayuda a recoger las camas mientras me explica los cambios que han sucedido en el hospital, cuando salimos de la habitación, creo que más de una se ha ido de espaldas al ver como él sonríe ¿Por qué les parece tan extraño? Con lo adorable que se ve, pero ¿Qué estoy pensando? Debería darme un par de bofetadas.
Me despido de mi amigo y el sigue por el pasillo que lleva al despacho de director Muller. Yo termino mi jornada y me voy para casa. Me doy una ducha antes de meterme a la cama… mi mente todavía sigue anonadada por el reencuentro ¡Menudo reencuentro!
Cuando estoy a punto de quedarme dormida, oigo que alguien llama a mi puerta… me enrollo en mis mantas negándome a abrir ¿Quién podrá ser? ¿Y si es el señor Thomas que le pasa algo? Preocupada decido levantarme y corro hasta la puerta. Cuando abro me encuentro con un hombre que no es mi casero, tampoco sé quién es. Pero con su gabardina marrón y sombrero no distingo las facciones de su rostro.
-La señorita ¿Candice White Ardley? –me estremezco de solo escuchar ese apellido… ¡Bendito apellido! Solo ha servido para fastidiarme; el caballero frente mío vuelve a preguntar - ¿Es usted la señorita Ardley?
-¿Quién lo pregunta? – no dice más… no añade más… solo me entrega un sobre blanco con una rosa – de ¿Quién podrá ser
Acto seguido se marcha y me deja ahí planta con miles de incógnitas. Finalmente cierro la puerta y me decido a ver el contenido de este; desdoblo el papel y con letra cursiva y elegante leo:
Pequeña.
En dos días el director Muller junto con el doctor Smith, otros inversionistas más y mi persona, saldremos a ver los hospitales que se han unido al plan de trabajo.
-Tenía que ser Albert… y mira que me dijo que no diría a nadie mi apellido
Quiero que me acompañes como mi asistente. Por tu experiencia creo que serás la persona más adecuada para cubrir ese puesto. Espero estés lista temprano en la estación de tren junto al equipo.
Att: Albert.
-Ahhss ¡Miedo me das! ¿Qué te traes entre manos?
Y como mi curiosidad puede más que un gato… el día siguiente intento averiguar de qué va esa salida. Después de la Gran Guerra y los centenares de heridos y mutilados. Los laboratorios trataban de crear medicamentos apropiados para las nuevas dolencias debido al gas mostaza y más cosas. Las familias acaudaladas como los Ardley, Morgan, y Carcetti sobrevivieron a la crisis económica que precedió el conflicto bélico, donaban generosas cantidades para ayudar en las investigaciones, logrando grandes avances en la ciencia, incluso en la creación de dispositivos más ligeros y cómodos para las extremidades que fueron mutiladas que las típicas piezas metálicas existentes. Anne Coleman, famosa escultura, fue muy generosa a la hora de crear prótesis, incluso para los rostros.
Al siguiente día me encuentro con algunos ejecutivos, representantes de los intereses de esas familias adineradas, al director del hospital; en el andén esperando para poder abordar el tren, cuando de repente alguien me saluda a mis espaldas
-Hola Candy, me alegro de verte – me giro y lo veo ¡Qué guapo se ve con su traje oscuro! Sin duda alguna Albert tiene que darme muchas explicaciones… pero esa sonrisa suya me tiene embobada; aun así, me pregunta - ¿Has descansado bien?
-Hola Albert… sí… aunque estaba tan nerviosa por el viaje, logré dormir un par de horas
Le sonrío… de seguro debo parecer una tonta… estoy deslumbrada por mi amigo
-Me lo imaginaba
-Ayer no te vi por el hospital ¿En dónde estuviste? -¡Yo y mi bocota! No pude contener la curiosidad y se lo he preguntado de buenas a primeras –perdona… no quería ser imprudente
-Hehehe… tranquila pequeña, no me sorprende… la verdad es que tuve que hacer muchas cosas… pero ¿Qué te parece si mejor subimos al tren? Y me pones al día de tu vida
¡Ya está! He vuelto a sonreír. Pero ¿Qué me pasa? Debería está furiosa con este hombre por lo que me hizo la otra vez. Sin más, empiezo a caminar para subir al vagón que me indica Albert… todo un caballero… ¿Cuándo lo aprendió? De seguro al empezar a trabajar en el hospital. Pero ¿Cómo? ¿Eso quiere decir que ha recuperado la memoria? ¿Sabe quién es?
Cuando entramos en un cubículo, me ayuda a acomodar mi pequeña maleta en la parte superior… no te digo yo ¡Todo un caballero! Ya me estoy repitiendo… eso quiere decir que me estoy poniendo nerviosa… Candy, por favor ¡Reacciona! Debo aprovechar nuestra intimidad para saber de su vida ¿Qué ha hecho todos estos años? Estoy a punto de abrir la boca cuando alguien lo hace, pero la que permite el acceso a la estancia… me quedo de cuadro al reconocer al hombre ¡Es George!
-Buenos días… señor, Albert… señorita…
-Candice -¿Debo decirle más? ¡Es George! El administrador del tío abuelo. Y ¡Está en mí mismo vagón!
-Señorita Candice, George Johnson.
Imito su mismo gesto de cabeza como saludo, luego dirijo mis ojos a Albert que me observan, pero no dice nada. ¡Madre mía qué tensión! De presto entablamos una conversación de lo más trivial pero amena. Ninguno menciona a mi temida familia Ardley y yo lo agradezco.
Nos dirigimos a Iowa, y cuando nos registramos en el hotel tenemos tiempo para descansar un poco. ¡Qué bueno! Por muy cómodos que fueran los asientos del tren, no tiene comparación con lo suave, blandita, mullidita que es esta cama… que sin darme cuenta me quedo dormida. Cuando ya es de mañana me levanto y me doy una ducha, he dormido del tirón. Como se nota que hace mucho que no me doy semejante trote, muy acostumbrada a mi plácida rutina entre el hospital y el Hogar de Ponny.
Tras quitar el exceso de agua de mi corta cabellera, la cepillo un poco para que los rizos se formen. Me es muy práctico este corte, atrás quedaron los días de coletas y una abundante melena. Con mis 26 años soy una mujer independiente, decidida y luchadora. Bueno… ya está bien de tantos piropos y mejor bajo a desayunar que siento claramente como mi barriga ruge. En el comedor me encuentro con Albert, me saluda y le acompaño a la mesa.
-¡Eres increíble pequeña! Mira que dormir tantas horas hahaha recuerda que hemos venido por trabajo
-Albert, no sigas que me harás sonrojar… no me preguntes por qué, pero estaba cansada
-Fui a llamarte para que bajaras a cenar y te vi dormida como una roca, roncando como una foca
-¡Albeeert! Deja de burlarte… -le reprocho y me cruzo de brazo, pero verlo sonreír tan contento me puede ¿Por qué me gusta verlo feliz? – mira quien fue a hablar… ¡Tú también roncas!
-Hahahaha ¡Eso es más falso que un billete de quinientos!
Bufo… es cierto… vigilé su sueño en varias ocasiones y el muy desgraciado parece un ángel mientras duerme… pero eso nunca se lo diré ¡Antes me lavo la boca con jabón!
Cuando terminamos nuestro desayuno nos dirigimos a lobby, y nuestros demás compañeros se nos van agregando, en diferentes coches nos llevan hasta el hospital. Hacen las presentaciones y de mí dicen que soy la secretaria de Albert, estuve a punto de decirles ¡Que soy enfermera! Pero el guiño que me hizo Albert y la atenta mirada de George, me hicieron callar; nos dan un pequeño recorrido por sus instalaciones y se ponen a hablar de negocio, números, estadísticas ¡Aburrido! Para mi es más fácil visualizar su función. Luego nos dirigimos a unos laboratorios médicos y ahí hacen la presentación de los estudios que están realizando a nuevos fármacos. Me hipnotizan. Pero sentir la mirada de Albert de vez en cuando sobre mí, me perturba… no son alucinaciones mías… ¡Lo he pillado en varias ocasiones!
Cuando por fin terminamos, han organizado una cena para relacionarse con los nuevos inversionistas. Llevo un vestido en color champan y guantes hasta mis codos, lo metí temiendo que nos tuviéramos que presentar aun evento como este. Cuando entro en el salón me doy cuenta que no hay muchos invitados, pero la velada es agradable; camino entre los grupos de personas que se han formado, un camarero me ofrece una copa y yo la acepto gustosa. Al no reconocer los rostros decido acercarme al bufet para probar algún canapé. Se me acerca una mujer, charlo con ella y me dice que es la asistente del señor Morgan, para mi ¡Una nueva amiga!
Agradezco a Grace que me haga compañía en la velada, y creo que ella también tiene el mismo sentimiento; a lo lejos veo a Albert que habla con un grupo de caballero. Me mira. Lo miro. Alza su copa y yo la mía. Sonrío, se ve tan guapo… pero ¿Qué estoy pensando? Será mejor que deje el champan a un lado que las burbujas me están embotando la mente. Después de haber pasado el tiempo, que yo he considerado prudencial, decido retirarme y mi nueva amiga me imita también. Nos vamos a nuestras habitaciones a descansar.
PARTE 2
Última edición por Cherry Cheddar el Mar Abr 28, 2020 8:03 pm, editado 2 veces