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COINCIDENCIAS
capítulo 8
capítulo 8
Rosh Maternal & Fetal Medicine, NY
Consultorio del doctor Archibald Cornwell, ginecólogo 5 años atrás.
Una linda rubia caminaba por los pasillos del hospital, iba muy contenta a pesar de su cansancio, por fin tenía un día libre después de casi cuarenta y ocho horas de estar trabajando, se podría decir que era una exageración el tiempo que había permanecido ahí, pero siendo residente de segundo año de cirugía, su vida era el hospital.
Mientras la joven de veintisiete años daba vuelta por un pasillo iba regalando sonrisas a todo aquel que se encontraba a su paso, enfermeras, camilleros, radiólogos, los conocía casi a todos, pasó por la central de enfermería del primer piso, le dejó unos cafés a las enfermeras, la jefa les había dicho que nunca, jamás, por ningún motivo las hicieran enojar y que lo mejor era llevarse bien con ellas pues a la hora de estar en un quirófano, eran una parte esencial para la realización de cualquier cirugía y Candice siendo de carácter alegre y dicharachero se las había ganado a pulso en un dos por tres.
– ¡Buen día chicas! Las veré mañana – saludó a todas mientras estás le daban las gracias por su detalle.
Siguió su camino hasta el al área de consultorios, estaba emocionada, miró su reloj, las 7:30 de la mañana, su novio y futuro esposo ya debía haber llegado.
El pasillo estaba casi vacío, no había asistentes en los escritorios todavía, rodeó el de Daisy, la asistente de Archie, se acercó a la puerta, tomó el picaporte y abrió...la sonrisa se le congeló, lo que sus ojos vieron en ese momento la dejaron helada, su novio, su prometido, Archibald se encontraba semi sentado en el sofá que estaba a la derecha, con los pantalones abajo, sobre él una chica de cabellos negros, desnuda de la cintura para arriba, con la falda arremolinada en la cintura moviéndose sobre Archie al tiempo que le devoraba la boca y este le acariciaba las nalgas.
Candy no podía moverse, no podía hablar, por un tiempo que no pudo contar se quedó viendo a la pareja mientras está se entregaba al placer, su verde mirada clavada en la espalda desnuda de la morena, grabándose a fuego en su memoria cada vértebra que sobresalía de esta fijándose en la marca que la mujer tenía en ella.
El gritito que la chica soltó cuando Archie le mordió un pezón sacó a Candy de su abstracción.
– ¡ARCHIE! – grito Candy para llamar la atención de los amantes.
El hombre y la mujer detuvieron su intercambio amoroso dirigiendo su vista a la persona que, parada en la puerta, con está todavía abierta, les interrumpió.
– ¡Fuera de aquí! – exclamó la chica clavando su mirada azul en los verdes ojos de Candy – ¿Qué no le enseñaron a tocar? – inquirió molesta por la interrupción.
– ¡Candy! – habló Archie sorprendido intentando separarse de la chica montada sobre él.
La rubia se tomó la mano izquierda, con furia se quitó el anillo que portaba orgullosa desde hacía dos meses y lo aventó al piso.
– Ni se te ocurra cruzarte en mi camino Archibald Cornwell o te pesará – dijo al tiempo que se daba la media vuelta para retirarse, sin cerrar la puerta.
Archie se levantó como pudo, mientras se subía los pantalones avanzó para alcanzar a la chica quién, como si estuviera en una maratón caminaba a toda prisa.
– ¡Candy! Amor, no te vayas, déjame explicarte – gritaba el hombre que estaba prácticamente corriendo tras ella mientras intentaba cerrar los botones de su camisa.
Candy se detuvo justo frente a la central de enfermería donde antes había saludado a las chicas, el hombre llegó junto a ella e intentó tomarla de los hombros, la chica se zafó bruscamente, dejó caer el maletín con sus cosas para tomar impulso y lanzar un gancho derecho al costado del hombre, dando de lleno en el hígado, la rubia hubiera querido romperle la nariz pero siendo mucho más baja que él no alcanzaba, así que poniendo en práctica sus habilidades de defensa hizo lo que creyó más viable.
El hombre se dobló por el dolor, la chica aprovechó ese momento para dar dos pasos atrás, recoger su maletín y antes que su interlocutor se recuperará volvió a tomar impulso para ahora darle una patada entre las piernas.
El grito de dolor del hombre junto con el de sorpresa de las enfermeras atrajo la atención de las personas que a esa hora iban llegando al hospital.
– ¡Te dije que no te volvieras a cruzar por mi camino! – dijo la rubia acomodándose la chaqueta para luego dar la media vuelta para salir.
– ¡Doctor Cornwell! – exclamaba la jefa Mía Lenard que en ese momento iba entrando – ¡Candy! ¿Pero qué rayos les pasa? – cuestionaba la jefa deteniendo a la chica del brazo.
– Que se lo diga él, yo me voy a casa – respondió Candy.
Mía vio la súplica en la mirada verde, luego dirigió su vista al hombre en el piso que lloriqueaba de dolor, observó sus prendas a medio cerrar comprendiendo la situación, o al menos parte de ella, liberó el brazo de la rubia haciendo una señal con la cabeza para que ésta se fuera.
– Llamen a la doctora Sanders, díganle que tiene un paciente con posible fractura de pene – ordenó la mujer a las enfermeras que se movieron rápidamente ante la solicitud de la jefa – usted y yo tendremos una charla después de que lo revisen doctor Cornwell.
Mientras Archie era llevado por los camilleros Mía se encaminó al consultorio de Archie, adentro una chica morena estaba sentada en el sofá con las piernas cruzadas, esperando.
– El doctor Cornwell está siendo atendido de emergencia en estos momentos señorita…
– Annie Brighton – se presentó la chica – ¿Qué le pasó a Archibald?
– Se metió con quien no debía señorita Brighton, si quiere verlo será después que termine de ser atendido en urología así que por favor vaya a la sala de espera – solicitó la mujer.
La morena se puso de pie fastidiada, pasó junto a Mia sin siquiera mirarla. La mujer rodó los ojos, ese tipo de mujeres le caían tan mal, estaba por cerrar la puerta cuando un brillo en el piso llamó su atención, se agachó para recogerlo notando que era un anillo de compromiso, movió la cabeza en negación y dejó la joya sobre el escritorio, ahora debía pensar en la reprimenda para uno de sus cirujanos y una residente.
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Westchester actualidad, habitación de Candy.
Terry reía sin parar por lo que Candy acababa de contarle, se oía ridículo que una chica de su constitución hubiera podido golpear a alguien de la estatura de Archibald Cornwell, ahora sentía pena por él ya que esa no fue la única paliza que recibió por el mismo asunto.
– Deja de reírte – reconvino Candy – tal vez ahora se oiga gracioso, pero en su momento fue horrible.
– Si, lo fue – afirmó el castaño.
Los jóvenes se encontraban recostados en la cama de Candy.
– Te toca contar tu parte de la historia – señaló la rubia.
– Otro día, tenemos cosas más importantes de qué hablar ¿No crees? – cuestionó el hombre.
Candy asintió, estaba cansada pero este asunto era muy importante.
– ¿Es en serio lo que me dijiste acerca de suspender el embarazo? – preguntó Terry tenso.
– No, lo que sí es verdad es que no tienes responsabilidad si así lo prefieres – respondió Candy.
Terry se acomodó de lado, sobre un codo quedando a la altura del rostro de Candy.
– Se que cuando pasó lo de la otra noche te pregunté por las posibles consecuencias, pero no lo hice por mí sino por ti, bueno... – suspiró – un poco por mí, lo que pasó con A.…con ella no fue fácil de asimilar.
– Lo entiendo – afirmó Candy – no puedo creer que alguien haga algo como eso, hay mujeres que les cuesta tanto concebir, que luchan por la vida de sus hijos cuando nacen con alguna enfermedad, incluso cuando no han nacido pelean para llegar a término, en cambio otras…
– A veces quiero creer que no era mío, pero luego… algo me dice que sí.
– Es horrible ¿Verdad? No la conocí, pero no necesité hacerlo para saber la clase de persona que era, con lo que vi fue suficiente.
– Era demasiado bueno para ser verdad – confesó el castaño – Entonces ¿Qué haremos?
– ¿Haremos? – inquirió Candy tomando la misma posición que él en la cama – te repito que no tienes obligación.
– Vamos Candy, somos adultos, tengo treinta y seis años no quince para no entender mi parte de responsabilidad en este asunto.
– Mira – comenzó a hablar la rubia – no te conozco lo suficiente, pasamos una noche fabulosa, después te fuiste, hemos hablado por teléfono las últimas semanas, pero hasta ahí.
– Ahora tendremos algo en común a pesar de eso.
– Si, pero debemos tomar las cosas con calma, comenzamos al revés, no quiero equivocarme de nuevo.
– Quiero ser participe en el crecimiento de mi hijo Candy.
– Entonces lo serás, no voy a negarlo – afirmó la rubia.
– Pero no quiero ser un padre de fin de semana – expuso.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– No sé, tal vez deberíamos casarnos o vivir juntos – sugirió el castaño – por el niño.
– No por el hecho de estar embarazada me voy a casar contigo – dijo Candy con convicción, sentándose.
– Y yo no pienso renunciar a mi hijo, no haré lo mismo que mi padre.
– ¿Ya vez? No conozco tu historia y la de tu padre, tú tampoco conoces mucho de mí.
– Pero tendremos un hijo.
– Si, tendremos un hijo – dijo Candy acostándose de nuevo.
– Entiendo entonces que tendrás al bebé.
– Entiendes bien Terry, tendré al bebé.
El castaño se acomodó para abrazarla, sentía la necesidad de tenerla muy cerca.
Candy se acurrucó en los brazos fuertes de Terry, entrelazo sus piernas con las de él y cerró los ojos, aunque no lo reconociera se sentía segura estando así, como hace mucho que no lo hacía.
– Lamento mi exabrupto de allá abajo – se disculpó.
– Lo entiendo, yo tampoco actué muy bien– aceptó cerrando los ojos, el sueño la estaba venciendo.
– Duerme doctora pecas.
– ¿Te quedarás aquí conmigo? – inquirió ella dudosa.
– Siempre – respondió el castaño con convicción.
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El sábado pasó sin más acontecimientos relevantes, después de un sueño reparador Candy y Terry pasaron una tarde agradable, no tocaron de nuevo el tema de los ex, se centraron en ponerse de acuerdo en lo que harían en el futuro próximo.
Para empezar Terry dijo que debían comunicar el hecho a la familia de Candy pero está se negó rotundamente pues expuso que debían esperar el primer trimestre para poder dar las cosas por sentadas, después estaba su situación amorosa, Anthony y Susana por supuesto estaban al tanto de lo que se estaba dando con ellos pero hasta ahí, al igual que los tíos de Candy así que lo mejor era seguir en esa misma línea, lo que si era seguro es que Terry la acompañaría al primer control prenatal el lunes por la mañana, ya que Candy entraba a trabajar al mediodía, como Terry debía presentarse en su oficina el lunes muy temprano para hacer el papeleo pertinente respecto a todo lo que fue a hacer en su viaje quedaron en que Candy iría por él a su oficina, luego comerían juntos y después cada uno a sus asuntos.
Domingo en la mañana la pasaron en casa de Terry, con toda la familia Andley, almorzaron, convivieron y al final de la tarde Candy regresó sola a su casa, aunque renuente Terry tuvo que aceptar que ella se fuera sola hasta westchester desde su casa en Brooklyn.
Lunes por la mañana Candice salió de su casa desde temprano, debía conducir hasta Brooklyn lo cual le llevaría casi una hora, quedó de verse con Terry en sus oficinas a las nueve para llegar a tiempo a su consulta de las diez, por fortuna no había tráfico y llegó puntual al edificio, se sentía algo incómoda pues era la primera vez que ella iba por él, no es que llevarán mucho de tratarse pero hasta ahora él era el que habían dado los primeros pasos para el acercamiento, le tocaba a ella hacer otro movimiento.
– Buen día señorita, vengo a ver al señor Graham – dijo Candy al llegar al piso correspondiente a G&G company.
– Buenos días, ¿Tiene cita? – inquirió la mujer tras el escritorio que la escudriñaba de pies a cabeza.
– No, él sabe que vengo.
– Si no tiene cita el señor Graham no puede atenderla – proclamó tajante la chica.
Candy aspiró, debía tener paciencia, trabajaba con niños, le hacían pis, popó, en alguna ocasión la mordieron y en varias ocasiones le ocasionaron dolor de cabeza, podía con esa pelirroja de cabello ensortijado que al parecer se creía la modelo del año con sus uñas bien pintadas, el maquillaje de pasarela y la ropa más incómoda que había visto jamás.
– Terry me está esperando – declaró Candy con ambas manos apoyadas en el escritorio, acercando su rostro al de la mujer – hágame el favor de decirle que Candy ya está aquí – exigió.
La pelirroja no se dejó amedrentar, giró su silla dejando de teclear en su computadora, se echó el cabello hacía atrás en un ademán que la rubia sólo había visto hacer a las modelos de televisión para luego dirigir su atención a Candy.
– Ya le dije que Terrence no recibe a nadie sin cita, tiene demasiado trabajo y no puede perder el tiempo contigo niña – increpó la mujer.
Candy sintió la sangre hervir, se irguió lo más que su estatura le dejaba, se ajustó su inseparable maletín, puso las manos sobre sus caderas en forma de jarra y hablo lo más clara y calmada que pudo.
– Está bien, me voy, pero si Terry pregunta por mí le dices que no me dejaste hablar con él y que, si quiere – señaló con el índice – me puede alcanzar en donde ya sabe, con tu permiso “niña” – finalizó para luego dar la vuelta haciendo el mismo gesto que la pelirroja ensortijada hiciera momentos antes con su cabello.
– Eliza quién grita de esa… ¡Candy! – fue la voz de Terry quien salía al tiempo que Candy caminaba ya para el elevador – ¡Ey! ¡Doctora pecas! ¿A dónde vas? – preguntó el castaño yendo hacia ella en tres zancadas.
– Me voy o llegaré tarde a mi cita, además no he desayunado y voy a pasar por unos Donuts, tu cancerbero dice que estás muy ocupado y no recibes visitas sin cita, así que me voy – alegó la rubia oprimiendo el botón del ascensor con insistencia.
– Para ti nunca estaré ocupado pecas – dijo el hombre al tiempo que la tomaba de la cintura para darle un beso en los labios.
Candy sintió el sabor a café en la boca de Terry, sin pensar en nada más le tomó de la corbata para que bajara hasta su altura devolviéndole el beso, pero ahora con mayor intensidad.
Terry sintió la pequeña lengua exigiendo permiso, él por supuesto se lo otorgó, la envolvió en sus brazos pegándose a su cuerpo, ella se puso de puntas para alcanzar mejor, en ese momento se recriminó el haber ido en jeans y zapatillas deportivas, pero pasó a segundo plano cuando sintió sus pezones erguirse con tan sólo un beso.
– Ujumm, ujummm – se escuchó un carraspeo – me dejan pasar por favor – pidió un hombre dentro el elevador.
Candy y Terry estaban tan enfrascados en su mundo que no escucharon el sonido de las puertas al abrirse.
Se separaron y la rubia hundió su cara en el pecho masculino, mientras Terry la cubría con uno de sus fuertes y largos brazos y con el otro se ajustaba un poco la corbata azul cobalto de la que Candy se había colgado.
– Perdona Tom – se disculpó el castaño dando unos pasos a un costado con Candy todavía oculta y aferrada a él.
– Perdóname tu a mi socio, creo que llegue en mal momento – mencionó el hombre sonriendo con complicidad.
– Yo...voy de salida, te dejé los documentos en tu escritorio – espetó – déjame presentarte a.…a… – el castaño, al igual que Candy no sabía cómo llamarla – a mi novia – terminó diciendo – la doctora Candice Andley.
Candy se giró para verlo, en su rostro la sorpresa por lo antes dicho.
– Mucho gusto doctora – dijo el hombre extendiendo la mano para saludar a la rubia.
– Mucho gusto señor…
– Tom...Tomas Stevens para servirle ¿doctora? – inquirió el hombre dudoso.
Tom Stevens era un hombre alto, de aproximadamente treinta años, moreno de pelo y ojos castaños, vestía un traje gris oscuro y una corbata marrón, era bastante guapo.
–Si señor, doctora – afirmó Candy un poco incómoda mientras correspondía el apretón de manos.
– Usted disculpe señorita, es que parece una jovencita vestida así – señaló el moreno.
Candy frunció el ceño levemente, preguntándose ¿Qué tenía que ver la vestimenta con su grado actual de estudios?
– Candy no es precisamente el modelo común de una mujer de su edad y profesión amigo, por eso me tiene loco – declaró Terry depositando un beso en la cabellera rubia
Candy tuvo la delicadeza de sonrojarse por el cumplido.
– ¿Ves? Es preciosa sin esforzarse – dijo apretando a Candy, dando otro beso en su coronilla – ven lindura, recojo mi chaqueta y nos vamos, debes comer y estamos con el tiempo justo, no quiero que comas Donuts.
– Con la pena “señor Graham” – puntualizó la rubia – mi primer desayuno acabó de nuevo en el retrete y una dona rellena de crema me está llamando como no tienes idea – aseguró la rubia llevando la mano a su vientre.
– Sus deseos son los míos mi señora – dijo Terry haciendo una reverencia teatral.
El castaño tomó la mano de Candy para después encaminarse a su oficina al tiempo que hablaba con Tom.
Mientras lo hacían unos ojos marrones brillaban de furia al mirar a Candy, detalle que no pasó desapercibido por esta.
Mientras caminaba de la mano de Terry sus verdes ojos se clavaron en los de la pelirroja, un duelo silencioso de voluntades comenzó en ese momento, al parecer era apenas el comienzo entre ellas dos.
Continuará...
Gracias infinitas para todas aquellas personas que me han hecho el honor de pasar a leer y se han tomado el tiempo de dejarme un comentario, aprecio cada palabra, no se si la GF se extienda, pero si lo hace seguiré subiendo lo que sigue de esta historia, si no es así la terminaré en las plataformas de wattpad o FF.
de nuevo mil gracias a todas, sobre todo al fenomenal equipo del que formo parte, ha sido muy divertido, las adoro a todas.
les envío mi cariño y mi mas profundo agradecimiento.
Con amor, de este lado de la pantalla.
Primrose / Temperance.
Última edición por Rosi Kary el Jue Abr 30, 2020 10:37 pm, editado 2 veces