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Una semana había transcurrido después de aquél encuentro entre nosotros y mis padres. Las cosas iban viento en popa.
Terry era un chico de ensueño: romántico, divertido, engreído (a veces), inteligente, con un cuerpo de infarto… Ufff, era una caja de sorpresas que iba descubriendo poco a poco. Aunque le había insistido cambiar un poco su atuendo, se rehusaba a ello, pero bueno, no podía ser perfecto, algún defecto debía tener... era más terco que una mula.
Sólo algo había cambiado entre nosotros y me tenía al borde de la locura, su mesurado comportamiento. ¡¡¡Dios!!! Se había vuelto la persona más recatada y respetuosa que podía conocer sobre la faz de la tierra.
Terry es apasionado, lo veo cuando me habla de su carrera y sus románticas historias. Es entregado en cuerpo y alma a lo que desea… Pero no sólo lo había visto; semanas atrás, lo había sentido. Esos besos que me hicieron incendiarme y sus reacciones masculinas tan… “notables” me indicaron que es un chico ardiente, sin embargo, desde que habló con mi padre, se volvió un apretado.
Se dedica a darme besos en la frente, la cabeza, mis manos, mis ojos, mejillas y bah, todas aquellas partes que, no voy a negar, me gusta que venere, pero no las que deseo que en verdad bese, aunque debo admitir que sus acciones me conquistan, me hacen sentir especial.
Mis amigas lo adoran, y mis amigos, ya son sus amigos. Él es toda simpatía sin perder su lado serio y privado. Es tan hermético con los demás y tan libre conmigo, que me siento dueña de una gran caja fuerte en donde sólo yo tengo la combinación para abrirla.
Pero aunque su comportamiento caballeresco me hace sentirme en un mundo de princesas, él me tiene con ganas de más. Quiero volver a sentir esos besos y esas caricias que me hacen perder el piso y flotar en una nube imaginaria.
Justo ahora, verlo entrenar, me hace morderme el labio admirando su deliciosa retaguardia, porque, aunque su atuendo regular es el del típico nerd, a los entrenamientos viene con esos conjuntos que marcan a la perfección su escultural cuerpo.
--Tierra llamando a Candy. –Dijo una impertinente Annie.
--Cállate Annie, eres peor que un agudo silbato. –Le reclamé.
--Jajajajajaja, deberías verte capitana, te traen cacheteando las banquetas jajajajajaja.
--No le veo el problema. –Dijo con voz calma Patty. –Digo, es su novio, tú también babeas por Archie, y por todos tus novios platónicos de las miles de películas que ves.
--Ashh O´Brien, siempre tan analítica. –Dijo Annie sacándole la lengua. --¿Aprovechabas el descanso para espiar a tu buenísimo nerd? –Me preguntó la insolente.
Sentí que el calor se me subió a la cara. Tenía que ser Annie y sus comentarios.
--No lo estoy espiando, sólo observo el entrenamiento.
--Candy, el entrenamiento está para el otro lado.
--Ay Annie, por qué te gusta molestar tanto –Reclamé. –Metiche. –Y ahora quien sacó la lengua fui yo.
--No quiero ser ave de mal agüero, pero… ¿Ya vieron que las “víboras” también miran hacia esa dirección?
Annie y yo nos giramos bruscamente para mirarlas. Ellas reían y murmuraban mirando en dirección a Terry, bueno, al “entrenamiento”. Vi a la zorra de Susana bajarse su nada discreto top para mostrar aún más sus operados senos y caminar rumbo al equipo de varones. Mis alarmas empezaron a sonar, esa arrastrada iba por Terry, estaba segura. No le despegué la mirada para nada.
No sé qué tramaba, pero de pronto, empezó a trotar. Ceñí mi mirada, no entendía el punto, hasta que la vi chocar contra Terry y, literalmente, aventarse sobre él, cayéndole encima, con las tetas sobre el rostro de él. Terry manoteaba sin saber qué hacer.
Ah no, que ni crea que me quedaría de brazos cruzados, esa zorra me iba a conocer.
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Estaba entrenando como un loco, resulta que el entrenador me echó el ojo para participar en alguna parte del juego, pero no era eso lo que me tenía gastando energía, mi razón tenía un nombre: Candy.
Ufff, toda la semana había tenido que comportarme como un caballero, había visto sus miradas de desilusión y esquivado sus insinuaciones, pero no sé por cuánto tiempo más. Yo no había olvidado su propuesta, y no sabía si ella seguía en pie con eso, o sólo eran las ansias, que, al igual que a mí, la estaban consumiendo.
Además estaba el tema de Brower, no es que esperara que ya ella lo hubiera superado, pero, no quería que la historia entre nosotros fuera del tipo “un clavo saca a otro clavo”.
Estaba absorto en mis meditaciones, cuando de pronto, como si hubiera sido atropellado, sobre mí cayó, nada más y nada menos que Susana. Sus quirúrgicos senos quedaron sobre mi cara y no supe cómo quitármela de encima sin tocar alguna parte de su desnuda cintura. Movía mis manos sin rumbo fijo, pues no quería meter mano en alguna parte indebida, si hubiera sido mi pecosa, otra cosa sería.
Susana se apoyó en mi torso y me dejó ver el nacimiento de sus senos. Yo mantuve mi mirada hacia su rostro lo más posible. No es que fuera un santo, aprecio la belleza femenina, pero esta chica no me inspiraba nada, más que frialdad y desconfianza.
--Oh Terry lo siento, no me fijé por dónde iba, qué distraída.
--Terrence. –Corregí. —No hay problema Susana. Podría levantarse por favor.
--Oh sí claro, disculpa. Y háblame de tú ehh. --Dijo gruñendo el ojo.
Susana se restregó contra mí y pude sentir a la perfección su cuerpo, qué chica tan descarada. Después de demorarse lo que me parecieron años, por fin se puso en pie. Estaba sacudiendo mi ropa cuando noté que esculcaba mi cuerpo.
--¡¡¡Eyyy!!! –Exclamé sorprendido después de sentir que tentaba mi espalda y retaguardia.
--Sólo buscaba si tenías raspones, no quisiera ser la culpable de causar alguna herida en tu perfecto cuerpo. –Dijo de forma sugerente y lamiendo su labio inferior.
Estaba por responder algo diplomáticamente, cuando escuché la voz de mi adorada novia detrás de Susana.
--Suelta a mi novio en este instante Susana.
Susana hizo caso omiso a la petición de Candy, me miró y, sorpresivamente, me plantó un beso; más bien me violó la boca al introducirme su lengua. Pero así como llegó, se fue, sólo alcancé a ver tirada a la mentada “casa de empeño” y Candy tomándola por el cabello. Los curiosos ya estaban alrededor de nosotros azuzando la pelea. Tomé a mi novia de la cintura para separarla de Marlow pero ella arrastró a la lacia chica hacia donde la llevé; tuve que soltarle las manos del cabello de Susana y llevármela cargada hacia un punto distante y apartado de donde estábamos.
Candy pataleaba y gritaba acerca de ser zorra, fácil y no sé qué más. Cuando consideré que no podría correr para terminar lo que comenzó, la bajé y abracé para que dejara de forcejear con la intención de regresar. Después de unos minutos, y al notarla más relajada, la solté y miré su hermoso rostro. Estaba sonrojada y molesta, muy molesta. Me empujó lejos de ella y, alzando su barbilla, reclamó:
--¿Qué pasa contigo Terrence?
--¿De qué hablas cariño? –Dije suavemente para calmar sus ánimos.
--¿Te gusta jugar con fuego no?
--Preciosa, no sé de qué hablas—Y quise acercarme a ella, pero dio un manotazo en mis manos.
--Sabes bien de lo que hablo. ¿Ahora eres defensor de la zorra esa?
--Claro que no vida.
--Claro que sí, ohhh ya sé, quizá deseabas seguirla teniendo sobre tu escultural cuerpo ¿no?
Quise sonreír por esa abierta demostración de celos, pero sabía que no era lo oportuno, a menos si deseaba salir ileso de esto y no castrado.
--Ya estábamos de pie para cuando tú llegaste princesa.
--Y luego, encima de todo, te besó, y tú como un vil idiota la dejaste hacer.
Suspiré. Esto no iba para fácil.
--No me dejé hacer Candy, me tomó por sorpresa y no pude evitarlo.
--¿No pudiste o no quisiste? Andas repartiendo besos a diestra y siniestra cuando a mí, a mí que soy tu novia me los has negado, por Dios, ni porque te he insinuado dar un paso más, reaccionas, pero claro, ya vi que, al igual que todos los demás, te gustan las facilotas y encima, lo haces en mi cara, eres un sinvergüenza Terrence… S.I.N.V.E.R.G.Ü.E.N.Z.A –Recalcó ella, pero de todo lo que dijo sólo me interesó una cosa, y de ello pedía mi limosna.
--¿Quieres que te bese Candy?
Ella me miró con sus ojos asesinos y dijo:
--¿Es posible que de todo lo que dije sólo eso hayas escuchado? Si serás arrogante y engreído… Tenías que ser inglés, un estirado y petulan…
Y mientras decía su diatriba, tomé su rostro en mis manos y la besé… ¡¡¡Dios!!! Su beso me supo a gloria, fue agua en el desierto, juro por Dios que me quise comportar como un caballero, pero con semejante chica a mi lado, cualquiera perdería la cordura.
El beso que deseaba iniciar suave, de ninguna manera pudo continuar así. La acorralé contra la pared del campus y nos besamos ardientemente. Candy no estaba pasiva, su beso fue salvaje, me agarró bruscamente del cabello para cercarme a ella y todo rastro de razón desapareció de mí.
La apretujé contra mi erección que, para ese momento, ya estaba presente. Candy enrolló sus piernas en mi cadera y yo empujé contra su feminidad mientras ella se frotaba contra mí. Con desesperación besé y mordí su cuello, haciéndola gemir… Ella se arqueó hacia mí, y no desaproveché esa oportunidad. Bajé mis labios hasta el nacimiento de sus hermosos senos e introduje la lengua entre ellos… Sabía deliciosamente a sal y a tentación. Sintiéndome intrépido, subí su ajustada camiseta dejando a la vista sus bellísimas montañas cubiertas por el sostén de encaje azul, desde donde podía ver sus rosados pezones. Los lamí por encima de la tela y Candy apretó mi cabeza y cabello entre sus manos para acercarme más a ellos. Sosteniéndola en una mano, desabroché su sujetador para tener mayor acceso a ellos y los bebí en mi boca, los veneré con besos largos y profundos, me sentía sediento de ellos.
Mi chica empezó a moverse frenéticamente contra mí y sentí que se estremecía; sin dejar de besar sus montículos, la bajé de mi cadera y metí mi mano por arriba de su falda-short hasta tocar su lugar íntimo y privado. Deslicé un dedo por encima de su ropa interior y la sentí totalmente húmeda. Froté 2 dedos para provocarla aún más… Entonces, sin pensarlo ni querer hacerlo, hice a un lado la fina prenda y la acaricié en medio de sus mojados pliegues. Candy jadeó fuertemente y se sostuvo de mis hombros. Verla fue placer puro para mí. Sus ojos cerrados, su rostro sonrojado, sus labios entreabiertos e hinchados por los besos compartidos, y su expresión de completo éxtasis… Encontré su perla escondida y la acaricié cada vez más fuerte. Candy jadeaba fuertemente, así que la besé para acallar sus calientes sonidos. Intensifiqué los movimientos de mis dedos hasta que la oí gritar mi nombre y sus flujos mojaron, empaparon mi mano.
Su respiración era agitada y su mirada, cuando me miró, intensa. Hizo amago de acercarse a mi abultada erección, cuando de pronto oímos que gritaban su nombre. Respiré profundo, dejé un suave beso en sus labios y la ayudé a abrocharse el sostén. Tenía una marca en el cuello, pero eso no había cómo arreglarlo.
Sabía que mi protuberancia no la podría bajar de un momento a otro, así que dije:
--Deberías acercarte a tu amiga, yo te sigo después.
--Terry tú… --Estaré bien. -- Le dije con una sonrisa tranquilizadora.
Mi bella novia dio unos pasos para salir de detrás del edificio, cuando su amiga Annie la alcanzó casi al salir a la esquina.
--¡¡¡Candy!!! –Dijo jadeando. —Te he estado buscando. –Y como si hubiera reparado en algo, miró fijamente a su amiga y luego se inclinó para ver hacia donde yo estaba, y sonrió con picardía. --¿Qué estabas haciendo amiga?
--¡Annie!—Dijo con voz presurosa Candy. --¿Para qué me buscabas?
--Oh sí, casi lo olvido. Dirección te mandó a llamar.
Desde lejos, pude ver envararse a mi novia. Parecía que los problemas nos seguían, cuales quiera que fueran.
Linda tarde hermosas!!!
