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Pasillos del colegio San Pablo.
Mientras caminaba hacia sus habitaciones, Temperance se iba despojando del velo y la cofia de la cabeza, posteriormente se quitó las horquillas que sujetaban su ya no tan larga cabellera blanca, cuando al fin está quedó suelta, la Reina de oros comenzó a masajear su cuero cabelludo.
— ¡Maegalle! ¡Maegalle! ¿Dónde estás? ¡Necesito urgentemente un portal al siglo XXI! — Exclamó una vez dentro de lo que se suponía era su cuarto.
— ¡Por el Emperador! ¡¿Qué modos son esos Tempe?! — Preguntó la siempre glamorosa Lexie.
— ¡Quiero bañarme en una regadera con agua caliente! ¡Lavarme el cabello con shampoo! ¡Y hacer del baño! ¡En un baño! ¡No voy a aguantar Lexie! — Decía la de ojos dorados caminando de un lado a otro por el pequeño y frío lugar! — ¡Este hábito da calor! ¡Me pica! ¡Y ni qué decir de toda la ropa debajo! ¡Esto es la muerte! — Se quejaba la siempre paciente y tranquila Temperance.
— ¡No podemos hacer otra cosa! ¡Tenemos una misión!
— ¡Pero el año pasado teníamos la cafetería! !¡Desde ahí podíamos vigilar y estar pendientes!
— ¡Tú lo has dicho! ¡El año pasado! — Decía la morena al tiempo que se soplaba las uñas que acababa de pintarse.
— ¡Lexie! ¿Por qué tienes las uñas pintadas? ¿Por qué no traes ropa de esta época? ¡Lexie! ¿No te vas a camuflar de monja como yo?
— ¡Ni que estuviera loca! ¡A ti porque te encanta andar de maestra! ¡Pero yo! Me toca cuidar de los elegidos desde afuera.
— ¡No es justo! — Dijo la joven, al tiempo que se dejaba caer en la cama — ¡Al menos que me manden un colchón ortopédico! ¡Esta cosa parece piedra! ¡Prefiero ir a dormir al bosque y pasar la noche escuchando el aleteo de las hadas!
— ¡Pues te aguantas! Te tocó la paja más pequeña.
— ¡Te odio!
— Sabes que no es cierto, me quieres demasiado, por eso le quitaste un cachito a tu paja para que no me tocara a mi pasar por esto.
La chica no dijo nada, se dejó caer sobre las sábanas duras, con los brazos abiertos, cerró los ojos y enseguida sintió como su compañera, La Divina Lexie, Reina de Espadas la envolvía en su bruma lavanda, haciéndola sentir reconfortada.
Y es que este año, Las Divinas Místicas tenían la misión más importante de todas, ayudar a "Los elegidos", a los siguientes protectores del portal, los próximos a formar "La Sociedad Secreta del Narciso"
Second Chances
Capítulo 3
No todo lo que brilla es oro.
— Aquí tiene su orden joven — Dijo Candy al tiempo que dejaba sobre la mesa un plato con una hamburguesa y papas fritas.
— Gracias… ¿Candy? ¿Verdad? — Inquirió un muchacho rubio, de ojos azul claro y que portaba una chaqueta azul oscura con el logo de la universidad de Chicago.
— Si, a sus órdenes — Respondió tímida, dando la vuelta para retirarse.
— ¡Oye! — Llamó el chico al tiempo que jalaba el mandil blanco con olan rosa, haciendo detener a la camarera — Eres muy linda ¿Sabes?
Candy enrojeció por el halago, bajó la cabeza y negó.
— Pues lo eres, un día podríamos ir al cine o a tomar un helado — Dijo el muchacho dedicando una sonrisa radiante, mostrando su perfecta dentadura al tiempo que hacía un guiño coqueto.
La empleada no dijo nada pues la llamaron para entregar otro pedido.
— ¡Ay Anthony! ¿No me digas que te gusta la meserita? — Preguntó Johnny, riendo con burla hacia su compañero.
— Pues sí, me gusta — Afirmó el muchacho al tiempo que le daba una mordida a su comida.
— ¡Por favor! Parece de dieciséis años, además ya tienes novia, y con lo celosa que es Eliza… — Comentó el chico.
— Si tuviera dieciséis no trabajaría, además… si tú no le dices nada obviamente yo tampoco — Espetó el rubio.
Ambos estudiantes rieron cómplices y siguieron comiendo, hablando de tanto en tanto de la chica rubia que se movía de aquí para allá y que de vez en cuando, disimulando muy mal se le quedaba viendo a Anthony.
.
.
.
Tres años después… Nueva York.
Sintiendo como todos los huesos del cuerpo le dolían, y a pesar de eso, Candy se levantó de la cama, si no se apuraba le ganaría el tiempo y tenía muchas cosas que hacer.
Se fue directo al baño, se lavó la cara, se mojó un poco el cabello para poder peinarlo pues, aunque corto, sus rizos siempre se le alborotaban.
Una vez aseada se dirigió al pequeño armario de la habitación, buscó unos pantalones cortos de mezclilla los cuales se colocó inmediatamente tras quitarse el camisón de pijama, se combinó la prenda con una camiseta corta gris y salió de su cuarto, caminando despacio se fue hasta la cocina para prepararse una buena taza de café.
La rubia estaba degustando su bebida, sintiendo como la cafeína le inyectan energía y la hacen terminar de despertar, estaba asentando la taza sobre el fregadero cuando…
— ¡Mami! — Llamó la voz infantil de un niño y Candy dirigió su mirada hacia él con una gran sonrisa.
Con una cobija blanca con rayas de colores arrastrando, el pijama de superhéroe y el pelo rubio alborotado, el infante de aproximadamente dos años estaba de pie en la entrada de la pequeña cocina.
— ¡Parker! — Exclamó la chica al tiempo que iba hacia el para cargarlo — ¿Tienes hambre bebé? — Pregunta la joven mientras deposita besos en la mejilla sonrosada del niño.
— ¡Leche! — Responde el bebé entre risas pues su madre le hace cosquillas en cuello.
Un rato después, madre e hijo están sentados a la mesa, él, con un vaso de leche, fruta picada en trozos pequeños y ella con un vaso de jugo en un lado y un plato con pan tostado y mermelada en el otro.
Ambos comían tranquilos, de vez en vez Candy ayudaba a Parker a pinchar bien un trozo de manzana.
Candice estaba limpiando la boca del niño cuando el timbre sonó.
Extrañada, la rubia miró el reloj de pared, este marcaba las 7:30 de la mañana, ¿Quién podría ser tan temprano? ¿El casero? No, eran mediados de mes y ella había pagado la renta tan puntual como siempre, ¿Un vendedor? ¡Ella no estaba para comprar nada!
Ante la insistencia, la joven se puso de pie para ir hacia la puerta; antes de abrir observó por la mirilla, sorprendida, quitó los seguros y abrió la puerta.
— ¡Patty! ¿Qué haces aquí tan temprano? — Inquirió la rubia cediendo el paso a una linda castaña de anteojos.
— ¡Buen día Candy! — Saludó la joven al tiempo que extendía un plato cubierto con papel aluminio — Mi tía me mandó traerte el desayuno, dice que ayer vio tu refrigerador vacío y que seguramente hoy solo comerías pan con mermelada.
Mientras caminaban hacia la cocina, Candy quitó la cubierta y el olor a huevos revueltos y tocino inundó sus fosas nasales haciendo que sus papilas gustativas se hicieran agua.
— ¡No debió haberse molestado!
— No es molestia, ya la conoces, se preocupa por ti, trabajas mucho.
Candy suspiró pensando que no le quedaba de otra, sino trabajaba no podría pagar la renta y los gastos de Parker, sin nadie para ayudarle tenía dos empleos, en una cafetería de una a siete y en la lavandería de un hotel de ocho a doce.
— No sé qué haría sin ustedes — Declaró la rubia al tiempo que comenzaba a comer.
— Ayer conocimos un nuevo amigo ¿Verdad peque? — Expuso la chica para cambiar de tema, pues sabía bien lo que a su amiga le dolía estar sola y con un hijo.
— ¡A si! ¿En dónde?
— En el parque — Dijo la chica revolviendo los rizos de Parker — Lo llevamos un rato después que acabe mi tarea, el doctor le recomendó a mi tía caminar, aunque sea quince minutos al día y aprovechamos, pero nos encontramos con uno de esos raros especímenes masculinos que… — Patricia hizo un gesto como cuando se saborea un delicioso manjar.
— ¡Patty!
— ¿Qué quieres que te diga? Si lo hubieras visto opinarías lo mismo que yo, tiene un perro y Parker estuvo jugando con él un buen rato.
— Sabes lo que pienso de los hombres.
— No todos son como el desgraciado que se aprovechó de ti.
Candy bajó la cabeza, el recuerdo de Anthony y la forma que la engañó era una herida tan profunda que creía nunca iba a sanar.
— ¡Perdóname nena! ¡No quería…! — Patty comenzó a disculparse inmediatamente, de nuevo había metido la pata con su imprudente forma de hablar.
— Está bien Patty, no te preocupes, es agua pasada, además no todo fue malo — Mencionó la chica tomando la barbilla de su hijo.
La castaña se quedó en silencio por un momento, observando la ternura y el amor que esa chica rubia de aspecto tan frágil pero que era toda una guerrera, afrontando la vida sola y con un hijo, realmente la admiraba y respetaba por eso.
Un rato después, Patricia O'Brien bajaba por las escaleras del edificio, por andar platicando con Candy se le había hecho tarde para ir a la universidad.
En su prisa, tropezó y casi cae de bruces de no ser por unos brazos firmes y fuertes que la sujetaron de la cintura.
— ¡Con cuidado señorita! — Dijo el hombre al tiempo que la ayudaba a equilibrarse.
La chica se perdió momentáneamente en el azul profundo de esa mirada y el movimiento de los labios gruesos y sensuales.
Un ladrido también profundo sacó a la chica de su ensoñación.
— Hola Sam — Dijo aún en los brazos del hombre — ¿Te acuerdas de mí?
El can la miro curioso, moviendo la cabeza de un lado a otro, parando las orejas y sacando la lengua de tal manera que a Patty le pareció gracioso.
— Eres la chica del parque — Afirmó el hombre al tiempo que la iba soltando — La mamá del pecosito.
— ¡No es mi hijo! — Aclaró la chica de inmediato —Solo lo cuido mientras su mamá trabaja.
— ¡Ahhh! Disculpa.
— No hay problema, gracias por atraparme Terry ¿Así te llamas verdad?
— De nada, hasta luego señorita — Dijo el muchacho al tiempo que se disponía a seguir bajando.
— ¡Dime Patty por favor! — Pidió la castaña mientras lo veía partir, admirando su cadente andar y la espalda ancha.
Terry volteó un momento y alzó la mano en señal de despedida, si no se apuraba llegaría con el tiempo justo y a él le gustaba tomarse su tiempo para revisar la ambulancia que conducía.
Continuará…
Por: Temperance
Para: Guerra Florida 2021 y el grupo de Las Divinas Místicas de Terry.
En Sinergia… Cambiando el destino por Terry.
Gracias por leer.
Mientras caminaba hacia sus habitaciones, Temperance se iba despojando del velo y la cofia de la cabeza, posteriormente se quitó las horquillas que sujetaban su ya no tan larga cabellera blanca, cuando al fin está quedó suelta, la Reina de oros comenzó a masajear su cuero cabelludo.
— ¡Maegalle! ¡Maegalle! ¿Dónde estás? ¡Necesito urgentemente un portal al siglo XXI! — Exclamó una vez dentro de lo que se suponía era su cuarto.
— ¡Por el Emperador! ¡¿Qué modos son esos Tempe?! — Preguntó la siempre glamorosa Lexie.
— ¡Quiero bañarme en una regadera con agua caliente! ¡Lavarme el cabello con shampoo! ¡Y hacer del baño! ¡En un baño! ¡No voy a aguantar Lexie! — Decía la de ojos dorados caminando de un lado a otro por el pequeño y frío lugar! — ¡Este hábito da calor! ¡Me pica! ¡Y ni qué decir de toda la ropa debajo! ¡Esto es la muerte! — Se quejaba la siempre paciente y tranquila Temperance.
— ¡No podemos hacer otra cosa! ¡Tenemos una misión!
— ¡Pero el año pasado teníamos la cafetería! !¡Desde ahí podíamos vigilar y estar pendientes!
— ¡Tú lo has dicho! ¡El año pasado! — Decía la morena al tiempo que se soplaba las uñas que acababa de pintarse.
— ¡Lexie! ¿Por qué tienes las uñas pintadas? ¿Por qué no traes ropa de esta época? ¡Lexie! ¿No te vas a camuflar de monja como yo?
— ¡Ni que estuviera loca! ¡A ti porque te encanta andar de maestra! ¡Pero yo! Me toca cuidar de los elegidos desde afuera.
— ¡No es justo! — Dijo la joven, al tiempo que se dejaba caer en la cama — ¡Al menos que me manden un colchón ortopédico! ¡Esta cosa parece piedra! ¡Prefiero ir a dormir al bosque y pasar la noche escuchando el aleteo de las hadas!
— ¡Pues te aguantas! Te tocó la paja más pequeña.
— ¡Te odio!
— Sabes que no es cierto, me quieres demasiado, por eso le quitaste un cachito a tu paja para que no me tocara a mi pasar por esto.
La chica no dijo nada, se dejó caer sobre las sábanas duras, con los brazos abiertos, cerró los ojos y enseguida sintió como su compañera, La Divina Lexie, Reina de Espadas la envolvía en su bruma lavanda, haciéndola sentir reconfortada.
Y es que este año, Las Divinas Místicas tenían la misión más importante de todas, ayudar a "Los elegidos", a los siguientes protectores del portal, los próximos a formar "La Sociedad Secreta del Narciso"
Second Chances
Capítulo 3
No todo lo que brilla es oro.
— Aquí tiene su orden joven — Dijo Candy al tiempo que dejaba sobre la mesa un plato con una hamburguesa y papas fritas.
— Gracias… ¿Candy? ¿Verdad? — Inquirió un muchacho rubio, de ojos azul claro y que portaba una chaqueta azul oscura con el logo de la universidad de Chicago.
— Si, a sus órdenes — Respondió tímida, dando la vuelta para retirarse.
— ¡Oye! — Llamó el chico al tiempo que jalaba el mandil blanco con olan rosa, haciendo detener a la camarera — Eres muy linda ¿Sabes?
Candy enrojeció por el halago, bajó la cabeza y negó.
— Pues lo eres, un día podríamos ir al cine o a tomar un helado — Dijo el muchacho dedicando una sonrisa radiante, mostrando su perfecta dentadura al tiempo que hacía un guiño coqueto.
La empleada no dijo nada pues la llamaron para entregar otro pedido.
— ¡Ay Anthony! ¿No me digas que te gusta la meserita? — Preguntó Johnny, riendo con burla hacia su compañero.
— Pues sí, me gusta — Afirmó el muchacho al tiempo que le daba una mordida a su comida.
— ¡Por favor! Parece de dieciséis años, además ya tienes novia, y con lo celosa que es Eliza… — Comentó el chico.
— Si tuviera dieciséis no trabajaría, además… si tú no le dices nada obviamente yo tampoco — Espetó el rubio.
Ambos estudiantes rieron cómplices y siguieron comiendo, hablando de tanto en tanto de la chica rubia que se movía de aquí para allá y que de vez en cuando, disimulando muy mal se le quedaba viendo a Anthony.
.
.
.
Tres años después… Nueva York.
Sintiendo como todos los huesos del cuerpo le dolían, y a pesar de eso, Candy se levantó de la cama, si no se apuraba le ganaría el tiempo y tenía muchas cosas que hacer.
Se fue directo al baño, se lavó la cara, se mojó un poco el cabello para poder peinarlo pues, aunque corto, sus rizos siempre se le alborotaban.
Una vez aseada se dirigió al pequeño armario de la habitación, buscó unos pantalones cortos de mezclilla los cuales se colocó inmediatamente tras quitarse el camisón de pijama, se combinó la prenda con una camiseta corta gris y salió de su cuarto, caminando despacio se fue hasta la cocina para prepararse una buena taza de café.
La rubia estaba degustando su bebida, sintiendo como la cafeína le inyectan energía y la hacen terminar de despertar, estaba asentando la taza sobre el fregadero cuando…
— ¡Mami! — Llamó la voz infantil de un niño y Candy dirigió su mirada hacia él con una gran sonrisa.
Con una cobija blanca con rayas de colores arrastrando, el pijama de superhéroe y el pelo rubio alborotado, el infante de aproximadamente dos años estaba de pie en la entrada de la pequeña cocina.
— ¡Parker! — Exclamó la chica al tiempo que iba hacia el para cargarlo — ¿Tienes hambre bebé? — Pregunta la joven mientras deposita besos en la mejilla sonrosada del niño.
— ¡Leche! — Responde el bebé entre risas pues su madre le hace cosquillas en cuello.
Un rato después, madre e hijo están sentados a la mesa, él, con un vaso de leche, fruta picada en trozos pequeños y ella con un vaso de jugo en un lado y un plato con pan tostado y mermelada en el otro.
Ambos comían tranquilos, de vez en vez Candy ayudaba a Parker a pinchar bien un trozo de manzana.
Candice estaba limpiando la boca del niño cuando el timbre sonó.
Extrañada, la rubia miró el reloj de pared, este marcaba las 7:30 de la mañana, ¿Quién podría ser tan temprano? ¿El casero? No, eran mediados de mes y ella había pagado la renta tan puntual como siempre, ¿Un vendedor? ¡Ella no estaba para comprar nada!
Ante la insistencia, la joven se puso de pie para ir hacia la puerta; antes de abrir observó por la mirilla, sorprendida, quitó los seguros y abrió la puerta.
— ¡Patty! ¿Qué haces aquí tan temprano? — Inquirió la rubia cediendo el paso a una linda castaña de anteojos.
— ¡Buen día Candy! — Saludó la joven al tiempo que extendía un plato cubierto con papel aluminio — Mi tía me mandó traerte el desayuno, dice que ayer vio tu refrigerador vacío y que seguramente hoy solo comerías pan con mermelada.
Mientras caminaban hacia la cocina, Candy quitó la cubierta y el olor a huevos revueltos y tocino inundó sus fosas nasales haciendo que sus papilas gustativas se hicieran agua.
— ¡No debió haberse molestado!
— No es molestia, ya la conoces, se preocupa por ti, trabajas mucho.
Candy suspiró pensando que no le quedaba de otra, sino trabajaba no podría pagar la renta y los gastos de Parker, sin nadie para ayudarle tenía dos empleos, en una cafetería de una a siete y en la lavandería de un hotel de ocho a doce.
— No sé qué haría sin ustedes — Declaró la rubia al tiempo que comenzaba a comer.
— Ayer conocimos un nuevo amigo ¿Verdad peque? — Expuso la chica para cambiar de tema, pues sabía bien lo que a su amiga le dolía estar sola y con un hijo.
— ¡A si! ¿En dónde?
— En el parque — Dijo la chica revolviendo los rizos de Parker — Lo llevamos un rato después que acabe mi tarea, el doctor le recomendó a mi tía caminar, aunque sea quince minutos al día y aprovechamos, pero nos encontramos con uno de esos raros especímenes masculinos que… — Patricia hizo un gesto como cuando se saborea un delicioso manjar.
— ¡Patty!
— ¿Qué quieres que te diga? Si lo hubieras visto opinarías lo mismo que yo, tiene un perro y Parker estuvo jugando con él un buen rato.
— Sabes lo que pienso de los hombres.
— No todos son como el desgraciado que se aprovechó de ti.
Candy bajó la cabeza, el recuerdo de Anthony y la forma que la engañó era una herida tan profunda que creía nunca iba a sanar.
— ¡Perdóname nena! ¡No quería…! — Patty comenzó a disculparse inmediatamente, de nuevo había metido la pata con su imprudente forma de hablar.
— Está bien Patty, no te preocupes, es agua pasada, además no todo fue malo — Mencionó la chica tomando la barbilla de su hijo.
La castaña se quedó en silencio por un momento, observando la ternura y el amor que esa chica rubia de aspecto tan frágil pero que era toda una guerrera, afrontando la vida sola y con un hijo, realmente la admiraba y respetaba por eso.
Un rato después, Patricia O'Brien bajaba por las escaleras del edificio, por andar platicando con Candy se le había hecho tarde para ir a la universidad.
En su prisa, tropezó y casi cae de bruces de no ser por unos brazos firmes y fuertes que la sujetaron de la cintura.
— ¡Con cuidado señorita! — Dijo el hombre al tiempo que la ayudaba a equilibrarse.
La chica se perdió momentáneamente en el azul profundo de esa mirada y el movimiento de los labios gruesos y sensuales.
Un ladrido también profundo sacó a la chica de su ensoñación.
— Hola Sam — Dijo aún en los brazos del hombre — ¿Te acuerdas de mí?
El can la miro curioso, moviendo la cabeza de un lado a otro, parando las orejas y sacando la lengua de tal manera que a Patty le pareció gracioso.
— Eres la chica del parque — Afirmó el hombre al tiempo que la iba soltando — La mamá del pecosito.
— ¡No es mi hijo! — Aclaró la chica de inmediato —Solo lo cuido mientras su mamá trabaja.
— ¡Ahhh! Disculpa.
— No hay problema, gracias por atraparme Terry ¿Así te llamas verdad?
— De nada, hasta luego señorita — Dijo el muchacho al tiempo que se disponía a seguir bajando.
— ¡Dime Patty por favor! — Pidió la castaña mientras lo veía partir, admirando su cadente andar y la espalda ancha.
Terry volteó un momento y alzó la mano en señal de despedida, si no se apuraba llegaría con el tiempo justo y a él le gustaba tomarse su tiempo para revisar la ambulancia que conducía.
Continuará…
Por: Temperance
Para: Guerra Florida 2021 y el grupo de Las Divinas Místicas de Terry.
En Sinergia… Cambiando el destino por Terry.
Gracias por leer.
con que Anthony se aprovechó de Candy, míralo, con esa carita tan linda...y mi Terry ay Dios, casi le aviento el calzón cando dijo "pecosito" me morí de ternura
aprovechados y la tonta de candy q cayó redondita bueno veremos cómo se conocerán estos dos rebeldes
