Tony volvió a casa de sus padres para el periodo de verano.
Algunos amigos de la universidad le habían invitado a pasar las vacaciones en las casas de sus familias en la costa este, pero Tony les había rechazado educadamente, el chico sabía que de aceptar le rompería el corazón a su madre que lo extrañaba tanto.
Y es que Annie era una madre muy sentimental, solía mandarle cartas a su hijo cada semana y le llamaba al campus de su universidad al menos una vez al mes.
Tony las recibía y eventualmente contestaba, aun cuando algunos compañeros le hacían bulla por ser un hijo de mamá, el muchacho no tenía corazón para ignorarle o peor aún, pedirle que dejara de molestarle.
Durante toda su infancia Anthony Cornwell había sido extremadamente sobre protegido, principalmente por su madre que le relataba con tristeza los decesos prematuros en la familia por parte de su padre, principalmente de los seres más cercanos a él.
Annie le había contado a su hijo sobre su tío Stear y el primo de su padre: el tío Anthony y la madre de este, todos fallecidos muy jóvenes. Justo antes de que el naciera también había muerto la tía abuela de su padre, madame Elroy, una mujer muy estricta y que había cuidado de Archie desde que era un niño, pero que al igual que la propia Annie, vivía temerosa de más muertes en la familia.
Tal vez esta era una de las razones por las que decidiera estudiar lejos de casa.
De niño jamás le habían permitido explorar demasiado los alrededores, tampoco había podido subirse a los botes si no era con la supervisión de un adulto, la equitación estaba fuera de discusión, apenas el año pasado cuando Tony por fin cumplía dieciocho años, con todo aquel lio de la guerra de Vietnam, el muchacho había tenido la maravillosa idea de expresar sus deseos de enrolarse mientras cenaban pavo en navidad con toda la familia.
En un segundo su padre se había puesto a gritar como loco, poco más y le daba un infarto, su madre estaba que no paraba de llorar y sus hermanas con sus esposos trataban de calmarles, fue entonces que la vieja tía Candy tuvo una breve charla con el joven y le hizo jurar al chico no volver a mencionar tal asunto.
— ¡Tony! —Chillo su madre al verle bajar del del tren.
Annie se veía esplendida con un vestido verde pistache de estampados florales hasta la rodilla y cinturón a juego, unas zapatillas de ante de tacón bajo, el pelo corto hasta los hombros perfectamente arreglado con laca para no perder volumen y jamás, pero jamás olvidaba llevar las perlas que su madre le había regalado el día de su boda.
—¡Mamá! — dijo el muchacho al tener a su madre abrazándole y llenándole de besos al igual que cuando era un niño y pintándole las mejillas de barra de labios color carmín, de inmediato pudo oler el perfume Chanel n.º 5 mientras invadía sus fosas nasales como antaño cada vez que la abrazaba, el favorito de su madre.
Algo indiferente a la escena familiar, el chofer tomo el veliz del muchacho y los tres salieron de la estación de trenes mientras la madre interrogaba a su hijo sobre su alimentación y este la trataba de convencer de que en efecto si se alimentaba bien.
Cuando llegaron a casa, Betty, el ama de llaves los recibió y Tony beso las regordetas mejillas de la vieja mujer, después el joven se excusó con su madre y Betty y se fue a su habitación a descansar un poco.
Sus pasos se escuchaban presurosos cuando subió la escalera alfombrada y agarraba fuertemente el barandal de madera, en la segunda planta, Tony torció hacia el ala izquierda donde su habitación era la primera puerta a la vista, giro la perilla y ya adentro tiro su valija sobre el suelo de madera, su alcoba estaba igual que como la había dejado en las últimas vacaciones de navidad.
Su librero con sus antiguos manuales de física y sus preciosos tomos de la enciclopedia británica estaban todos sin polvo, al igual que sus otros libros, lo que le hacía pensar que probablemente Betty había pasado su plumero por ahí, el muchacho cogió su copia de astronomía y la hojeo con cuidado, las paginas estaban algo amarillentas y crujían de lo viejas que eran, a diferencia de todos sus otros libros este destacaba por su estado descuidado y antiguo, en realidad ese libro lo había robado del ático cuando era niño, sabía que había pertenecido a su tío Stear, pues al igual que Tony, el tío Stear también fue un ratón de librería.
Había temido no encontrarle, la última vez que dejo su casa Tony juraba haberlo llevado consigo, lo que le hizo pensar que probablemente ya estaba perdido porque nunca lo pudo encontrar en su dormitorio del campus.
Era su libro favorito.
A Tony siempre le había agradado el tío Stear aun sin nunca conocerle, pero cuando le pedía a su padre que le contara un poco de él, este se ponía muy serio y decía que no quería hablar del tema.
Entre sus páginas había una fotografía: era su padre y el tío Stear con la tía Candy cuando todos eran muy jóvenes.
Al reverso tenía la fecha de 1913.
«Los tres eran casi unos niños», pensó Tony mirando sus expresiones alegres y las ropas que vestían en aquel entonces: la tía Candy con sus famosas coletas que solo se quitó hasta dejar la adolescencia y el vestido largo de cuello alto, el tío Stear con su boina y su traje tweed y por ultimo su padre, el más elegante de todos y el más emperifollado.
Tony sonrió sintiendo como lo embargaba la nostalgia sin si quiera haber vivido en aquella época, también encontró otra fotografía enterrada entre las hojas amarillas, curiosamente era una foto de la tía Candy cuando estaban en el colegio, su madre le había dicho que el tío Stear había tenido una novia, pero era claro que siempre le había gustado más la tía Candy…
— Los dos estaban colados por Candy— dijo la voz de su madre a sus espaldas. — O más bien debería decir todos los Ardlay.
Tony miro la fotografía de la tía Candy, de joven parecía una muchacha muy picara, no la más bonita, pero tenía ese algo, esa coquetería y esa expresión amistosa que gustaba a cualquier hombre.
No culpaba a los Ardlay.
— ¿Porque crees que el tío Stear se fue a la guerra?
Annie le miro sorprendida, no se había esperado la pregunta, pero después se puso a pensar.
— No lo sé… Supongo que creyó que tenía una responsabilidad y ya no volvió.
Por la noche un Buick gris aparco en la propiedad, del asiento conductor salió el señor Cornwell con un portafolio de piel y en una mano y en la otra un sombrero negro de terciopelo y cinta.
Archie se masajeaba la cien y una de las sirvientas le abría la puerta.
— ¿Ya llego Tony? — fue lo primero que preguntó al entrar en casa y mirar de reojo por si acaso su hijo se aparecía.
— Creo que sigue en su alcoba, su madre está con él. — dijo la empleada llevándose el maletín del señor Cornwell.
Archie subió las escaleras y se dirigió a la habitación de su hijo, cuando abrió la puerta les encontró riendo mientras sacaban cosas de una sucia caja de cartón.
En el piso se encontraban un montón de artefactos obsoletos que había inventado su hermano Stear.
El rostro de Archie se endureció borrando en un segundo la sonrisa incipiente, de inmediato cerró la puerta sin decir nada, alejándose.
Annie se disculpó y fue detrás de su esposo, dejando a su hijo con la pistola lanza confeti y otros inventos regados en su piso. Tal vez mejor debía preguntarle a la tía Candy.
Si. Era una mejor idea.
Más tarde Tony se encuentra sentado en el salón de dibujo con sus padres, les ha traído un disco de Duke Ellington que ha puesto en el tocadisco.
Les ve pararse y ponerse a bailar juntos, su padre siempre ha sido muy galante con su madre, eso es algo que le agrada ver, pero lo que más le gusta es como todavía parecen divertirse como dos jóvenes enamorados.
La puerta de vidrio que da al jardín está abierta, y además de la música, también puede escuchar el sonido de los grillos afuera brincando en el pasto, si fuera un niño nada le gustaría más que salir al jardín en plena oscuridad e inventarse algún juego, pero ahora se conforma con ver a la pareja danzar mientras ríen.
Con maestría, Archie hace que Annie de unas vueltas sobre sí misma, Tony les aplaude como su único público presente, de pronto sus padres parecen sacar sus mejores pasos pues es claro que los tres se están divirtiendo en la habitación, cuando de pronto se ven interrumpidos por el teléfono que comienza a sonar.
Son casi las doce de la mañana, el mismo Tony se sorprende de que alguien llame a la casa de sus padres a tan altas horas de la noche.
— Tony — le llama su padre aun sujetando a su mujer por la cintura. — baila con tu madre, ¿quieres?
Archie sale de la habitación para contestar en el recibidor, el muchacho se pone de pie y empieza la siguiente pieza que bailara con su madre, eventualmente Annie comienza a enseñarle algunos pasos, Tony es un terrible bailarín, al final de la noche su hijo habrá estropeado las zapatillas de ante de su madre.
Madre e hijo bailan una, dos, tres, el número de melodías ya no importa, cuando vuelve Archie la música termina, se le nota algo raro, pero nadie dice nada, como siempre.
Frio y distante, por un momento Annie se pregunta quien le ha robado toda la animosidad, podría creer que tal vez le está engañando con otra mujer, no hará sus deducciones a tan altas horas de la noche, pero no puede evitar sentirse herida.
La pequeña reunión familiar termina ahí: el hijo sube a su habitación y el matrimonio a la suya, afuera los grillos siguen cantando, pero el ambiente ha cambiado.
En la madrugada mientras todos duermen, Tony cree escuchar el teléfono sonar, pero el viaje a casa le ha cansado tanto que probablemente está soñando.
¿Quién puede llamar a casa tan tarde?
Algunos amigos de la universidad le habían invitado a pasar las vacaciones en las casas de sus familias en la costa este, pero Tony les había rechazado educadamente, el chico sabía que de aceptar le rompería el corazón a su madre que lo extrañaba tanto.
Y es que Annie era una madre muy sentimental, solía mandarle cartas a su hijo cada semana y le llamaba al campus de su universidad al menos una vez al mes.
Tony las recibía y eventualmente contestaba, aun cuando algunos compañeros le hacían bulla por ser un hijo de mamá, el muchacho no tenía corazón para ignorarle o peor aún, pedirle que dejara de molestarle.
Durante toda su infancia Anthony Cornwell había sido extremadamente sobre protegido, principalmente por su madre que le relataba con tristeza los decesos prematuros en la familia por parte de su padre, principalmente de los seres más cercanos a él.
Annie le había contado a su hijo sobre su tío Stear y el primo de su padre: el tío Anthony y la madre de este, todos fallecidos muy jóvenes. Justo antes de que el naciera también había muerto la tía abuela de su padre, madame Elroy, una mujer muy estricta y que había cuidado de Archie desde que era un niño, pero que al igual que la propia Annie, vivía temerosa de más muertes en la familia.
Tal vez esta era una de las razones por las que decidiera estudiar lejos de casa.
De niño jamás le habían permitido explorar demasiado los alrededores, tampoco había podido subirse a los botes si no era con la supervisión de un adulto, la equitación estaba fuera de discusión, apenas el año pasado cuando Tony por fin cumplía dieciocho años, con todo aquel lio de la guerra de Vietnam, el muchacho había tenido la maravillosa idea de expresar sus deseos de enrolarse mientras cenaban pavo en navidad con toda la familia.
En un segundo su padre se había puesto a gritar como loco, poco más y le daba un infarto, su madre estaba que no paraba de llorar y sus hermanas con sus esposos trataban de calmarles, fue entonces que la vieja tía Candy tuvo una breve charla con el joven y le hizo jurar al chico no volver a mencionar tal asunto.
— ¡Tony! —Chillo su madre al verle bajar del del tren.
Annie se veía esplendida con un vestido verde pistache de estampados florales hasta la rodilla y cinturón a juego, unas zapatillas de ante de tacón bajo, el pelo corto hasta los hombros perfectamente arreglado con laca para no perder volumen y jamás, pero jamás olvidaba llevar las perlas que su madre le había regalado el día de su boda.
—¡Mamá! — dijo el muchacho al tener a su madre abrazándole y llenándole de besos al igual que cuando era un niño y pintándole las mejillas de barra de labios color carmín, de inmediato pudo oler el perfume Chanel n.º 5 mientras invadía sus fosas nasales como antaño cada vez que la abrazaba, el favorito de su madre.
Algo indiferente a la escena familiar, el chofer tomo el veliz del muchacho y los tres salieron de la estación de trenes mientras la madre interrogaba a su hijo sobre su alimentación y este la trataba de convencer de que en efecto si se alimentaba bien.
Cuando llegaron a casa, Betty, el ama de llaves los recibió y Tony beso las regordetas mejillas de la vieja mujer, después el joven se excusó con su madre y Betty y se fue a su habitación a descansar un poco.
Sus pasos se escuchaban presurosos cuando subió la escalera alfombrada y agarraba fuertemente el barandal de madera, en la segunda planta, Tony torció hacia el ala izquierda donde su habitación era la primera puerta a la vista, giro la perilla y ya adentro tiro su valija sobre el suelo de madera, su alcoba estaba igual que como la había dejado en las últimas vacaciones de navidad.
Su librero con sus antiguos manuales de física y sus preciosos tomos de la enciclopedia británica estaban todos sin polvo, al igual que sus otros libros, lo que le hacía pensar que probablemente Betty había pasado su plumero por ahí, el muchacho cogió su copia de astronomía y la hojeo con cuidado, las paginas estaban algo amarillentas y crujían de lo viejas que eran, a diferencia de todos sus otros libros este destacaba por su estado descuidado y antiguo, en realidad ese libro lo había robado del ático cuando era niño, sabía que había pertenecido a su tío Stear, pues al igual que Tony, el tío Stear también fue un ratón de librería.
Había temido no encontrarle, la última vez que dejo su casa Tony juraba haberlo llevado consigo, lo que le hizo pensar que probablemente ya estaba perdido porque nunca lo pudo encontrar en su dormitorio del campus.
Era su libro favorito.
A Tony siempre le había agradado el tío Stear aun sin nunca conocerle, pero cuando le pedía a su padre que le contara un poco de él, este se ponía muy serio y decía que no quería hablar del tema.
Entre sus páginas había una fotografía: era su padre y el tío Stear con la tía Candy cuando todos eran muy jóvenes.
Al reverso tenía la fecha de 1913.
«Los tres eran casi unos niños», pensó Tony mirando sus expresiones alegres y las ropas que vestían en aquel entonces: la tía Candy con sus famosas coletas que solo se quitó hasta dejar la adolescencia y el vestido largo de cuello alto, el tío Stear con su boina y su traje tweed y por ultimo su padre, el más elegante de todos y el más emperifollado.
Tony sonrió sintiendo como lo embargaba la nostalgia sin si quiera haber vivido en aquella época, también encontró otra fotografía enterrada entre las hojas amarillas, curiosamente era una foto de la tía Candy cuando estaban en el colegio, su madre le había dicho que el tío Stear había tenido una novia, pero era claro que siempre le había gustado más la tía Candy…
— Los dos estaban colados por Candy— dijo la voz de su madre a sus espaldas. — O más bien debería decir todos los Ardlay.
Tony miro la fotografía de la tía Candy, de joven parecía una muchacha muy picara, no la más bonita, pero tenía ese algo, esa coquetería y esa expresión amistosa que gustaba a cualquier hombre.
No culpaba a los Ardlay.
— ¿Porque crees que el tío Stear se fue a la guerra?
Annie le miro sorprendida, no se había esperado la pregunta, pero después se puso a pensar.
— No lo sé… Supongo que creyó que tenía una responsabilidad y ya no volvió.
Por la noche un Buick gris aparco en la propiedad, del asiento conductor salió el señor Cornwell con un portafolio de piel y en una mano y en la otra un sombrero negro de terciopelo y cinta.
Archie se masajeaba la cien y una de las sirvientas le abría la puerta.
— ¿Ya llego Tony? — fue lo primero que preguntó al entrar en casa y mirar de reojo por si acaso su hijo se aparecía.
— Creo que sigue en su alcoba, su madre está con él. — dijo la empleada llevándose el maletín del señor Cornwell.
Archie subió las escaleras y se dirigió a la habitación de su hijo, cuando abrió la puerta les encontró riendo mientras sacaban cosas de una sucia caja de cartón.
En el piso se encontraban un montón de artefactos obsoletos que había inventado su hermano Stear.
El rostro de Archie se endureció borrando en un segundo la sonrisa incipiente, de inmediato cerró la puerta sin decir nada, alejándose.
Annie se disculpó y fue detrás de su esposo, dejando a su hijo con la pistola lanza confeti y otros inventos regados en su piso. Tal vez mejor debía preguntarle a la tía Candy.
Si. Era una mejor idea.
Más tarde Tony se encuentra sentado en el salón de dibujo con sus padres, les ha traído un disco de Duke Ellington que ha puesto en el tocadisco.
Les ve pararse y ponerse a bailar juntos, su padre siempre ha sido muy galante con su madre, eso es algo que le agrada ver, pero lo que más le gusta es como todavía parecen divertirse como dos jóvenes enamorados.
La puerta de vidrio que da al jardín está abierta, y además de la música, también puede escuchar el sonido de los grillos afuera brincando en el pasto, si fuera un niño nada le gustaría más que salir al jardín en plena oscuridad e inventarse algún juego, pero ahora se conforma con ver a la pareja danzar mientras ríen.
Con maestría, Archie hace que Annie de unas vueltas sobre sí misma, Tony les aplaude como su único público presente, de pronto sus padres parecen sacar sus mejores pasos pues es claro que los tres se están divirtiendo en la habitación, cuando de pronto se ven interrumpidos por el teléfono que comienza a sonar.
Son casi las doce de la mañana, el mismo Tony se sorprende de que alguien llame a la casa de sus padres a tan altas horas de la noche.
— Tony — le llama su padre aun sujetando a su mujer por la cintura. — baila con tu madre, ¿quieres?
Archie sale de la habitación para contestar en el recibidor, el muchacho se pone de pie y empieza la siguiente pieza que bailara con su madre, eventualmente Annie comienza a enseñarle algunos pasos, Tony es un terrible bailarín, al final de la noche su hijo habrá estropeado las zapatillas de ante de su madre.
Madre e hijo bailan una, dos, tres, el número de melodías ya no importa, cuando vuelve Archie la música termina, se le nota algo raro, pero nadie dice nada, como siempre.
Frio y distante, por un momento Annie se pregunta quien le ha robado toda la animosidad, podría creer que tal vez le está engañando con otra mujer, no hará sus deducciones a tan altas horas de la noche, pero no puede evitar sentirse herida.
La pequeña reunión familiar termina ahí: el hijo sube a su habitación y el matrimonio a la suya, afuera los grillos siguen cantando, pero el ambiente ha cambiado.
En la madrugada mientras todos duermen, Tony cree escuchar el teléfono sonar, pero el viaje a casa le ha cansado tanto que probablemente está soñando.
¿Quién puede llamar a casa tan tarde?