CAPÍTULO I
AÑORANZA
POR YURIKO YOKINAWA
Una joven mujer se ha sentado a mi lado, la miro recelosa, discretamente intento guardar la fotografía del hombre a quien pertenezco. Miro a ambos lados y observo que ya no hay bancas desocupadas, no me había dado cuenta de que ha llegado más gente al lugar, por lo tanto, nos estaremos haciendo compañía. –¿También es fan de Terence Graham?- Me pregunta mientras saca un cigarro de su pitillera. Le da una calada a su tabaco luego de encenderlo. Cómo no le respondí porque me desubiqué a su cuestionamiento, gira levemente su rostro para mirarme por el rabillo de su ojo y mostrar una sonrisa amarga. Libera de su boca unos aros de humo perfectamente sincronizados para luego continuar a lo que creo yo será una plática.
-He venido de muy lejos para conocerlo en persona. Desde que era pequeña, mis padres solían llevarme al teatro. Leer novelas y asistir a las obras hizo que germinara el gusto por escribir y la actuación, pero desafortunadamente, es gusto, pero no talento.- La chica le da otra calada a su cigarro, se le ve el rostro derrotado, cruza su pierna y recarga su cabeza en el respaldo de la banca para exhalar el humo como si fueran nubes arrastradas por una tormenta. -¿Quieres contarme?- Le digo. -No es bueno guardarse las emociones, platicar es saludable y un poco liberador.- Intento convencerla, quizá un consejo le sirva de algo.
-Mi novio y yo hemos terminado por “El actor de Broadway”. Así le llama Sander.- No esperaba esta revelación a pesar de que intuía que Terry tenía algo que ver por el comentario inicial que me hizo. Mi curiosidad e interés por saber se ha incrementado. -¡Es increíble que la persona que te dice amar y confiar duda de tus sentimientos! No entiende que admiro su trabajo. Es tan excelente actor que posee a sus personajes, y, ahora cómo escritor, lo vuelve una persona aún más enigmática.- Apaga su cigarrillo en el descansabrazos, coloca la colilla a su costado, de su bolso saca un afiche de su última obra y el libro que mi romeo escribió. -¿Qué trabajo le costaba acompañarme para que me autografiara su best seller? Mmm, ¿Sabe qué es lo peor?- Con un movimiento corporal le indico que no tengo idea. -¡Estoy embarazada y no lo sabe! No me mire así, se nota que usted no ha hecho nada por amor.- - ¡Te equivocas!- Le contesto de manera exaltada por su afirmación. Respiro hondo para calmar mis emociones. -Todos tenemos una historia que contar y muchas pruebas de amor, solo que le damos el valor y relevancia que merecen. Depende de nosotros si luchamos por ello o no.- Digo esto último en un susurro, pensando en que Annie me había dicho algo parecido.
-No quería afligirla, perdóneme, de repente siento que soy la única en el mundo que le invade el incierto por no saber qué hacer con un hijo y con muchos borradores teatrales.- La joven gira su cuerpo para hacer contacto visual. – Sander ha sido mi único amor y creo que será el último. No es mala persona, tiene su temperamento cómo todos, pero nadie lo pone tan mal cómo Terry, solo con él se pone celoso, ni siquiera en las audiciones a los que me acompañó mostró algún atisbo de inseguridad.- La escucho con atención, me invaden los recuerdos nuevamente. Terry tenía problemas existenciales hacia con Antony, ¡cómo no me di cuenta en su momento! Éramos muy jóvenes, temerosos, inexpertos, demasiado inocentes… éramos dos críos tan diferentes y parecidos a la vez, cómo el agua y el aceite, así empezó nuestra historia hasta que, él a su manera me demostró que me amaba mientras yo luchaba por negar mis sentimientos… fue tarde cuando acepté mi amor por él.
-Comprendo tu situación.- Le digo luego que terminara de platicarme la relación con su novio. -Quedarse callado no resolverá la distancia que ustedes mismos han interpuesto. Es evidente que se aman, solo que a tu novio no le agrada que le hablen de alguien que le puede robar tu corazón, aunque no se conozcan. Lo mismo sucedería contigo si él te hablara de una amiga. No lo concebirías. No estoy diciendo que se guarden secretos, pero tampoco se debe idealizar a alguien cómo para hacer sentir a la otra persona que te gustaría que fuera cuando trata de decirte sin palabras que solo quiere ser él mismo, sin imposiciones ni deseos superfluos. Él tiene que saber que lo amas por quien es, así como de ese hijo que viene en camino. Vas a ver que todo se resolverá, ten fe.- Con toda la convicción del mundo le auguro a mi interlocutora. Una sombra delgada se proyecta sobre nosotros.
-Katty- Un muchacho llama por su nombre a la mujer que se encuentra a mi lado. Tan enfrascada estaba en la conversación y en mis pensamientos que no me percaté que no nos habíamos presentado. -¡Sander!- le contesta con asombro. -¿Qué haces aquí?- -Yo, he venido acompañarte a la presentación del libro y al estreno de la obra de Terence Graham.- Katty se levanta dejando caer el bolso que minutos antes tenía sobre su regazo. Suelta el llanto y se avienta a sus brazos, él la recibe. Los dos se están disculpando, se dicen cuánto se aman mientras se reparten besos en el rostro. Son tan jóvenes, y a pesar de ello, tienen bien claro sus sentimientos… Bueno, su historia es muy diferente a la nuestra.
-¿Nos vamos? Debemos comprar mi entrada.- Katty se suelta de su abrazo, baja su rostro afligida para decirle: -Lo siento Sander, ni siquiera pude encontrar billete para mí, debió haberse adquirido con antelación.- La entrometida de mí no pudo evitar querer ayudarlos. -Chicos, yo tengo boletos extras, podría obsequiárselos para ambos eventos.- Las facciones de ambos cambiaron por alegría. Sander recibió las entradas con la condición de pagarlo. Tuve que aceptar, aunque en realidad, no me costaron. -Muchas gracias, señorita…- Agradece el joven sin saber de mí, así que me presento. -Señora, Señora Granchester. Lo digo con orgullo. Katty me abraza para despedirse, me dice en el oído que terminando la función le dirá que serán padres. Asiento con una sonrisa, toma de la mano a su novio, luego, me pregunta si mi esposo se siente celoso de saber que miro la imagen de Terry Graham. Me sonrojo, me muerdo el labio en lo que pienso qué debo contestarle… -“Mi esposo es celoso, pero los dos sabemos que nos pertenecemos”.-
En la distancia veo cómo se van enamorados sin miedo del mañana. Regreso a mi asiento. Quién diría que esta pareja me removería mis emociones al grado de regresarme a mi pasada juventud. Me pongo a reflexionar y noto que los tiempos está cambiando a pasos agigantados, esta generación puede decirse lo que sienten sin temor alguno. Un ligero aire de primavera desprende las hermosas flores de cerezo. Levanto con delicadeza algunas de ellas que ha caído cerca de mí, aspiro su aroma y me tomo el atrevimiento de decir que nuestro amor fue inocente, puro, noble de corazón, protector, qué, al ponerse a prueba con la trampa de Elisa, provocó que reconociera que lo amaba…
Al principio, Londres y el Colegio San Pablo era muy lejano, estaba muy triste por la partida de Antony, esa noche del 31 de diciembre me pareció verlo en la bruma que cubría la cubierta del barco, no era él, esa persona se veía triste, más, sin embargo, al notar mi presencia sus emociones cambiaron por el de un tipo creído y arrogante, me hizo pasar un mal rato, no dejaba de pensar en lo sucedido. Lo busqué cuando desembarcamos, nuestras miradas se cruzaron por una fracción de segundo, su semblante de tristeza la cambió por uno de dureza. Sentí pena por él, algo fuerte debía estar pasando como para comportarse de esa manera y no poder ayudarlo.
Jamás imaginé que parte de su vida estuviera recluido en el Colegio y que tuviera el poder de hacer lo que quisiera. Por más que intentaba comprenderlo, más me confundía, sacaba lo peor de mí, pero no podía dejar que se hiciera daño así mismo, ¡mi nobleza y labor altruista no lo permitiría! Claro, esa era la razón que le daba a mi corazón cuando definitivamente ya no podía dejar de pensar en él, la explicación y deseo de verlo, aunque sea de lejos. Él nunca fue un chico malo, su actitud y comportamiento rebelde era para proteger su lado vulnerable, el cual, poco a poco lo fue desvelando ante mí.
Las veces que casualmente coincidíamos en la segunda Colina de Pony… Lo expropié por el parecido a la colina de mi primer hogar. Ahora era de los dos, fue lo primero que compartimos, el lugar dónde muchas veces discutimos, veíamos las puestas de sol, donde platicábamos, intercambiábamos miradas furtivas, donde, me di cuenta de que me estaba convirtiendo en mujer al tener más cuidado en mis monerías cómo él le llamaba. La sombra de ese gran roble fue testigo de un naciente amor que guardamos hasta que él lo demostró a su manera y yo lo tomé a mal reafirmando que era un chico malo y que Antony jamás hubiera hecho algo así. Ni siquiera entendí que significaba ese beso, sí, el primer beso que jamás olvidaré.
¡Antony, Antony, Antony! Rio con fuerza de solo recordar cómo se ponía cuando inocentemente se lo mencionaba, no sabía que lo estaba comparando, inconscientemente lo lastimaba y su ego y orgullo salía a relucir, se iba enojado, hasta que un día me sacó de mi dolor, del sentimiento de culpa, de un pasado que jamás iba a cambiar. Comprendí que él estaría por siempre en mi corazón, y que Terry y yo seguíamos vivos en un presente con un futuro prometedor, debíamos mirar hacia adelante para seguir nuestros sueños. No quería admitirlo, pero me gustaba estar con él, me hacía sentir bien a su lado.
El verano en Escocia fue fascinante, inolvidable. La mayor parte del tiempo estuvimos juntos, incluso, creí que me volvería a besar, en el fondo lo deseaba, quizá también él, pero sabía que no era lo correcto. Cada oportunidad que tenía miraba su aristocrático perfil, sus azules ojos hacían bajar los míos por temor a delatar mis sentimientos cuando él me buscaba con la mirada, el nerviosismo que me provocó las veces que cabalgamos sobre Teodora y la corriente eléctrica generada de aquella ocasión que lo abracé por culpa de sus historias fantasmales de la villa, esa misma tarde de lluvia que compartimos sobre la fogata de la estancia, dónde, supe más de su vida, de sus sueños y deseos. Sí, fue en Escocia en el que Terry terminó por dejar caer lo que restaba de su armadura. Nuestros lazos se afianzaron, ya no peleábamos, más, sin embargo, nunca dejó de incordiarme y aunque fingía molestarme y defenderme, me gustaba. Ahora, puedo asegurar que para ese entonces ya lo amaba. Mi corazón dolía de solo pensarle, mi alma se llenaba de gozo con su risa, todo mi ser ahora le pertenecía, pero no podía decirlo.
Quién diría que Elisa actuaría de forma baja y ruin, no lo esperábamos. A pesar de lo que hizo, la he perdonado, a final de cuentas, nos obligó a tomar decisiones que para nuestra edad eran muy prematuras, pero hoy nos ha permitido ser lo que somos. Sentimos desconcierto cuando nos dimos cuenta de que todo era una vil trampa. Los hechos hablaban por sí mismo, por más que intentamos defendernos nadie nos creyó. Él me protegió colocándome detrás suyo, yo luchaba para que no me soltaran de su mano… Fue un momento de catarsis… ¡Gritaba su nombre para que me salvara de esa injusticia! ¡Gritaba su nombre para que no me alejaran de su lado! ¡Gritaba su nombre porque lo amaba!
Me preocupé por Terry al ver que las luces de su habitación seguían a oscuras, pensando en que algo no estaba bien fui a buscarlo sin importarme las consecuencias. Lo llamé un par de veces. Silencio. El miedo recorrió mi ser al ver el sobre que descansaba en su escritorio pidiendo que me lo hicieran llegar. Entonces, comprendí el por qué me habían levantado el castigo y su despedida la noche anterior tocando la armónica. ¡No! Terry no tenía que marcharse, no podía irse y dejarme sola, ¡debía alcanzarlo en el puerto!
El galope de los caballos me torturaba, el cochero parecía comprender mi dolor cuando le pedía que se apurara, fustigaba a esos seres para hacerlos casi volar. Los recuerdos con él se hacían presente hasta desvanecerse, por más que corría no lograba alcanzarlo. Raudales de lágrimas empapaba mis mejillas suplicando que no me dejara. El eterno viaje terminó, aunque para él, apenas empezaba… Su barco había zarpado… Si pudiera volver atrás no hubiera sido tan cobarde, pero no, ya era tarde, ahora que te habías ido quería estar contigo como ayer y decirte que te amo. ¡TERRYYYYYYYY! Grité con todas mis fuerzas. Un “TE QUIERO” lentamente fue muriendo conforme salía de mi alma.
La brisa de la madrugada fue secando mis lágrimas, el barco ya se había perdido en el horizonte, con la mirada extraviada recordaba lo que me pidió en su carta: “Dónde quiera que te encuentres quiero que seas feliz.” Mmmm “¿Tú crees que quedándome sola sería feliz?” Esas palabras me llegaron y me daba vueltas en la cabeza. Ahora que no estabas conmigo vi el vacío que hay en las personas que tienen todo pero que carecen de humildad, empatía y servicio. Eso no era para mí, esa no sería yo, debía buscar mi propio camino como él lo había hecho. Terry, me diste la fortaleza para no seguir llorando mi desventura, de ser un mejor humano, es por ello por lo que tomé la decisión de abandonar el Colegio, porque sabía que tarde o temprano algún día nos encontraríamos y es entonces que podría decirte sin temor alguno que eres todo lo que más quiero.
-Jamás dejarás de ser una llorona pequeña pecosa.- Me dice el hombre al que pertenezco. No me di cuenta de su presencia. Me levanto de inmediato y me arrojo a sus brazos.
Última edición por Yuriko Yokinawa el Vie Abr 30, 2021 2:26 am, editado 6 veces