Hola hermosas guerreras, vengo a dejar la segunda entrega de esta historia, espero dar una buena batalla por nuestro Bombon ingles, nuestro amado Terry, que corra la sangre.
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CAPITULO 2
TUS OJOS DESDE EL CIELO.
No soy de las que siempre sienten miedo, pero ahora lo tenía, me atormentaba que las cosas no fueran a salir como yo pensaba. La SSMA se encontraba en la ciudad de Nueva York y yo no tenía un gran presupuesto como para viajar hasta allí para hacer el casting, por fortuna me puse a investigar y vi que una de las audiciones sería en Chicago, tenía un poco de dinero ahorrado de lo que trabajaba en la cafetería, no le comenté nada a mis tías solo les dije que tenía que viajar a la ciudad para un asunto importante, estoy segura de que no me creyeron, pero no me hicieron pregunta alguna, solo me pidieron que me cuidara, así que aún de madrugada tomé el autobús y heme aquí después de una hora quince minutos de viaje en la gran ciudad, caminé por un rato para llegar hasta la dirección donde sería el casting, ahora estoy formada a las afueras del Lyric Opera de Chicago, esperando mi turno por una oportunidad de entrar a la Sun Scale Music Academy, todavía me parecía algo imposible, pero había algo dentro de mí que me estaba empujando hasta este lugar, no sé si eran las palabras de mí tía Mary, o las palabras de aquel ángel en el cementerio. Saqué del bolsillo de mí chamarra la propaganda que me había dado aquél apuesto joven, después de nuestro encuentro aquél día, cuando regresé a casa me puse a pensar cómo era posible que ese chico llevara exactamente este papel esa tarde, sin duda lo consideraba un milagro – ojalá pudiera verlo otra vez - musité al tiempo que lancé un suspiro, en ese momento la fila comenzó a avanzar, guardé el papel en mí bolsillo y caminé abrazando mi violín, había muchos jóvenes formados, la mayoría hombres, algunos más jóvenes y otros mayores, en medio de tantas personas yo me sentí pequeña, siempre que audicionaba para conseguir una beca en alguna academia no pasábamos de doscientas personas, pero esto era una locura, ¿cuántos éramos?, casi mil, y pensar que solo el dos por ciento de los que nos presentemos será aceptado, sentí como si me hubiera hecho un nudo en el estómago, y me dieron ganas de vomitar, creo que incluso me puse pálida y me dio un mareo, traté de encontrar la pared más cercana, lo único que hallé para sostenerme fue el hombro de algún pobre, al cual le di un fuerte apretón.
- Señorita, ¿está usted bien? – me dijo una voz masculina, no sabía quién era porque todo lo vía negro – creo que no – afirmo, sentí como me ayudó a sostenerme y me llevó a uno de los sillones rojos que se encontraban en el vestíbulo – siéntese – me pidió de modo amable – iré por un poco de agua – yo no respondí solo recargué la cabeza en el respaldo del sillón y cerré los ojos por un instante, tomé un poco de aire, creo que debí comerme el sándwich que me dieron en el autobús, pero no quería gastar mi única porción de alimento que comería ese día, para mí mala fortuna olvidé el dinero que tenía destinado para comer – tenga, beba un poco – me ordenó aquella voz, yo abrí los ojos despacio, no quería marearme otra vez – despegué mis parpados con lentitud, frente a mí estaba una botella de agua, sostenida por una mano, con los ojos entre abiertos traté de ver quién me había auxiliado, mis parpados se abrieron de golpe al ver que frente a mí estaba el mismo joven que me había topado en el cementerio – vaya susto – añadió y me regaló una tierna sonrisa.
- ¡Ah! – casi grité al verlo, quise ponerme de pie solo que seguía aturdida, ahora por la impresión
- Tenga cuidado – me volvió a ayudar al ver que me tambaleé – creo que es la segunda vez que la asusto – expresó un poco apenado.
- No, no es eso – traté de cobrar la compostura – solo estoy sorprendida de verlo aquí – me mordí el labio inferior por los nervios.
- Me alegra que se haya animado a audicionar – se sentó junto a mí – tome – me volvió a ofrecer la botella de agua, yo la acepté, la abrí y di un gran trago, no sé sí eran los nervios por la audición o por el hecho de volverme a encontrar con este joven, pero tenía la boca bastante seca.
- Gracias – cerré la botella y se la devolví, él sonrió.
- Puede quedársela – dijo conteniendo la risa, la sangre se me subió al rostro al darme cuenta del bochornoso momento, Candy ¿cómo puedes devolverle la botella si ya la llenaste con tú saliva?
- Lo… siento – tartamudeé tratando de disculparme – ¿usted también audicionará? – le cuestioné tratando de salir de la incómoda situación en la que me puse.
- Bueno yo… - estaba por responderme cuando en ese instante alguien habló, no presté atención porque estaba mirando a mí acompañante – creo que le hablan señorita – me dijo.
- Participante doscientos treinta y uno – gritó un hombre alto y robusto.
- ¡Dios!, esa soy yo – me puse de pie en un brinco, tomé el estuche del violín – mucho gusto de verlo de nuevo – y caminé hacia donde me llamaban – soy yo – le di la hoja de datos que me dieron a llenar, el hombre me guio por el vestíbulo, de pronto recordé algo – espere un momento por favor – me detuve y me volví hacia el sofá donde había estado con ese joven, caí en cuenta de que era la segunda vez que lo veía y no le había preguntado su nombre, mis ojos se llenaron de decepción cuando me percaté de que ya se había ido.
- Señorita – me habló el hombre, pude ver su nombre en su gafete, se llamaba Ralph – no tenemos tiempo – estaba serio y con razón, ¿quién era yo para hacerle perder el tiempo? Cuando entramos, había más de diez filas llenas de personas, toda la arquitectura es preciosa, al estilo art Decó, pero lo más imponente es el escenario, jamás había estado en un lugar así, las piernas comenzaron a temblarme al grado que trastabillé cuando llegué a la fila donde estaba mi lugar, “una Lane jamás se rinde”, me repetí una y otra vez, tratando de no dejarme intimidar, cuando me senté me percaté de que la primera fila solo estaba ocupada por algunas cuantas personas, eran contadas, tal vez diez o quince, no lo sé, una dama de aspecto elegante y sofisticado, habló por el micrófono, era la ceremonia de presentación de la academia, luego vinieron la presentación del jurado y el cierre. El primer participante fue llamado al escenario era un joven que se miraba lleno de seguridad, pero a la hora de tocar la guitarra lo hizo fatal, los murmullos no se hicieron esperar, era evidente que los nervios le hicieron una mala jugada, y así comenzaron a pasar los demás, algunos ni siquiera los dejaron terminar su presentación, les cortaban de tajo la audición, mientras seguían y seguían, pude darme cuenta de que algunos de los que estaban detrás de mí abandonaban sus asientos, ante la presión y exigencia del jurado, pero yo… yo seguía ahí, esperando, tratando de hacer de mis nervios acero puro, habían pasado un par de horas, y eso hizo que empezara a distraerme un poco al grado de no darme cuenta que solo faltaba un turno para que yo pasará.
- Señorita, acérquese – me dijo el hombre, quién me indicó el camino para subir al escenario, bajaba las escaleras cuando mis ojos se encontraron con los de aquel joven que estaba sentado en una de las butacas del lado izquierdo, me sonrió y me guiñó el ojo, suspiré mientras sentía como me iba a cercando al escenario, subí los escalones que había a un costado, mis ojos buscaron de nuevo al chico, esperando no se hubiera esfumado como las otras veces, incluso llegué a pensar que ese joven era solo producto de mí imaginación y que nadie más podía verlo ahí, más que yo, pasé detrás de las cortinas rojas que colgaban del techo, saqué el violín del estuche y me preparé para mí presentación.
- Participante doscientos treinta y uno – me llamó la mujer que fungió como presentadora, yo camine al centro del escenario con mí violín en mano, lo apretaba con fuerza, estaba muy nerviosa y sentía como si el corazón se me fuera a salir del pecho.
- Preséntese – dijo la mujer sin siquiera mirarme, por un instante sentí que había perdido la voz – lo hará o pasamos con el siguiente – expresó de manera fría.
- Mi nombre es Candice – al fin las palabras salieron de mí boca, creo que alcé mucho la voz, pues la mujer volteó a mirarme, mis ojos se postraron en el joven rubio quien tenía su vista fija en mí – tengo diecisiete años y he venido a mostrar mi talento, la melodía que tocare es de mí autoría y se llama “Tus ojos desde el cielo” – fue lo último que dije, tomé la postura de siempre, sujeté mi violín y comencé a tocar. Mientras lo hacía traté de no cerrar los ojos ni apartar la mirada del joven, pero llego un punto donde ya no pude mantenerlos abiertos, con forme salían las notas y resonaban en todo el lugar iban llenando cada rincón, fue como si tuviera una conversación con el chico que estaba frente a mí, el corazón se aceleró y de repente mis piernas comenzaron a moverse de manera involuntaria en sintonía con música, en mis otros castings nunca lo hacía por miedo a lo que pensarían, “una violinista bailando”, eso era una aberración, solo un demente lo intentaría, pero ahora había algo muy dentro de mí que me estaba arrastrando a hacerlo, era como si la melodía fuese una especie de imán que me atrajera, me dejé llevar por lo que sentía y no me importó en absoluto lo que pasaría, sabía que era casi imposible ser aceptado en la SSMA, así que no perdía nada si dejaba seguir mis impulsos, me sentía flotar sobre el agua cristalina del mar, dejándome llevar por el viento. Al terminar la melodía me quedé quieta y saqué el aire que había guardado no sé por cuánto tiempo, mis ojos se volvieron a donde las butacas izquierdas, pero para mí mayor sorpresa o temor el joven desapareció. Los aplausos resonaron en mis oídos, me hicieron regresar a la realidad, todo el jurado estaba de pie, bueno casi todo, a excepción de la mujer que había sido la presentadora.
- Puede retirarse – me dijo sin siquiera mirarme, estaba más entretenida rayando las hojas de papel que tenía en las manos – en caso de ser seleccionada, nosotros nos pondremos en contacto con usted en unas semanas – su tono de voz fue duro y frío.
- Gracias – mordí mi labio al ver la frialdad con la que me trataba, escuché que llamó al siguiente participante, me di la vuelta, tomé el estuche del violín y lo guardé, bajé las escaleras por las que había subido, Ralph ya me esperaba ahí, había muchas miradas de asombro clavadas en mí, pero ninguna era la que me interesaba, me dirigí a mí butaca.
- Señorita, tiene que retirarse – me hizo saber Ralph señalándome la salida, yo como no queriendo tome mis cosas y salí, no sin antes mirar de nuevo el lugar que había ocupado aquel ángel de ojos azules. Cuando salí de la sala y caminaba por el pasillo que me llevaría al vestíbulo, escuché que me llamaron por mí nombre.
- ¡Candy White! – volteé de inmediato, con la esperanza de que fuera el “ángel”, la desilusión me invadió cuando una jovencita de mí edad con uniforme de camera se acercó a mí –
- Sí, soy yo – respondí con amabilidad y una sonrisa.
- Me pidieron que le entregara esto cuando saliera de la sala – extendió una bolsa de papel, como vio que yo no reaccionaba, puso la bolsa en mí mano desocupada –que disfrute su comida – me sonrió y se dio la vuelta – y no se preocupe por la propina, ya está todo incluido en el servicio – la chica se alejó antes de que yo pudiera hablar.
- ¿Qué es esto? – moví la cabeza, me sentía confundida, el éxtasis de la presentación aun me envolvía, la desaparición del muchacho me desconcertaba y ahora me regalaban comida, quién sabe quién, ¡esto es de locos!, pensé para mis adentros, salí del teatro con un extraño sentimiento en el pecho, además con mucha hambre, pensé en buscar un parque para ir a comer ese refrigerio que estaba en la bolsa, pero no lo creí prudente ya que era demasiado tarde, ya casi oscurecía y yo tenía que abordar el autobús de regreso a Lakewood ya que la última corrida era a las ocho de la noche, apenas y me daría tiempo de ir a comprar mi boleto, en fin la comida tendrá que esperar, no es la primera vez que hago un ayuno tan largo. Iba a medio camino de regreso a mí hogar, tendría que explicarles a mis tías porque demoré tanto, la verdad no me molestaba contarles mi experiencia en esta audición, mi tía Paulette se preocuparía por mí estado de ánimo si fuese rechazada y mi tía Mary brincaría de gusto al saber que no me rendí y que lo había intentado, ¡mis dos madres!, sonreí de pensar en ellas, en ese momento escuché gruñir mis intestinos, creo que era hora de romper el ayuno, así que saqué la bolsa con la comida - ¡qué bien huele! – aspiré un poco el aroma que salía de la bolsa, a pesar de que ya estaba frío olía muy rico – veamos qué tenemos aquí – metí la mano, por la forma del empaque me percaté de que se trataba de una hamburguesa o tal vez un club sándwich – ¡oh una hamburguesa y con doble queso! – se me hizo agua la boca, en verdad tenía mucha, pero mucha hambre – un refresco de manzana en lata, ¡wow!, una rebanada de pastel de chocolate – saqué el domo de plástico donde venía el postre – ¡que delicia!, aunque es mucho dulce – me quedé pensando – pero lo necesito después de la tensión de este día – metí el domo en la bolsa, tomé la hamburguesa bajé la envoltura y le di un mordisco, luego me puse los audífonos de diadema con orejas de gato y me dispuse a disfrutar de buena música mientras degustaba mi comida. Oh, era muy chica la hamburguesa o yo tenía mucha hambre porque después de pocos minutos ya no había nada en el papel, al igual que en la lata de refresco, solo me quedaba la porción de pastel, metía la mano para sacarlo, fue entonces que me di cuenta de que había algo más, desconcertada saqué una hoja de papel doblada en cuatro - ¿y esto? – dejé la bolsa en mí regazo, desdoblé la hoja y comencé a leer, mis ojos se abrieron como platos conforme avanza la lectura, sentí como el corazón casi se me salía del pecho, quise ponerme de pie y pedirle al chofer que volviera, pero ya estábamos muy lejos de Chicago, contuve mis ganas y me reclamé varias veces mientras mecía mi cuerpo, volteé hacia la ventana como queriendo retroceder el tiempo, cerré mis ojos y traté de encontrar una razón coherente al por qué de esta burla del destino. Mis ojos verdes volvieron a leer la nota que me habría gustado encontrar antes de partir de la ciudad y no perder esta oportunidad de saber quién es el “ángel”.
Señorita Candice White:
Me tomé el atrevimiento de ordenar comida para usted, espero pueda disculparme, pero me quedé preocupado por su estado de salud, su semblante no era el mejor, lamento mucho haber salido así de la sala, tuve que atender una llamada urgente, pero si usted gusta y está dispuesta, me encantaría presentarme ante usted del modo correcto, la estaré esperando en el Parque Grant, frente a la fuente de Buckingham.
CONTINUARÁ…