¡¡Si!! Este es un nuevo proyecto que realizaremos juntas, estoy inmensamente emocionada, porque sé, que juntas, lograremos muchas cosas.
Esperamos que sea de su agrado tanto o más que lo esta siendo El último aliento.
Nuestro agradecimiento a la talentosa Magnolia Mon por la belleza de portada que acompañará esta historia.
Capítulo 1
Él hubiera, no existe
Candice White caminaba con parsimonia hacia su casa ubicada en la calle green del barrio de Enfield en Inglaterra.
Por azares del destino, la rubia había ido a parar al lugar menos esperado.
La joven mujer, trabajaba como enfermera en el Chase Farm Hospital, vivía sola, no tenía amigos cercanos, solamente las compañeras del hospital, a sus veintiséis años parecía más una anciana solterona que una joven de su edad, los vecinos pensaban que era una joven viuda que después de tantas penurias no le quedaban motivos para sonreír.
Al llegar a su casa encendió la chimenea, pues el clima londinense era bastante frío en esa época del año.
Una vez hecha la tarea comenzó su ritual diario, cambiarse el uniforme blanco por un sencillo vestido, prepararse la cena y después sentarse en el sillón a leer algún libro mientras llegaba la hora de dormir, era su rutina diaria, de la chica alegre y traviesa no quedaba nada, sus ojos verdes antes brillantes ahora estaban opacos, proyectaban tanta tristeza, que era únicamente apagada cuando se encontraba en el hospital atendiendo a sus pacientes, en su casa, sola, recordaba los fatídicos sucesos que la llevaron ahí, si le hubieran dicho las consecuencias que acarrearía las decisiones que tomó, y lo que sucedería, posiblemente su vida sería otra, sentada en el sofá, cerca del fuego, veía las llamas, hipnotizada con su danza.
La mujer suspiró y se perdió en sus recuerdos, en los sucesos acaecidos años atrás.
Estaba tan ensimismada que no escuchó el llamado en la puerta hasta que ésta sonó fuerte. Cubriéndose bien con su bata de felpa rosa, dejó su cómodo sillón para ir a abrir, no esperaba visitas, pero la vecina de enfrente solía ir a menudo a pedirle o a llevarle algo.
— ¡Ya voy! — Habló fuerte pues la persona al otro lado de la puerta era muy insistente.
Después de quitar los seguros Candice abrió la puerta, al hacerlo, grande fue su sorpresa al ver quién era.
Parado cuan alto era, envuelto en una capa oscura, y con la mirada reflejando la turbulencia interna estaba Terrence Graham Grandchester.
— Necesito hablar contigo — Habló el hombre en tono exigente, ese que no admitiría un no por respuesta.
— No tenemos nada de qué hablar, creo que todo ha quedado claro entre nosotros desde hace años, te encargaste de ello — Espetó la rubia levantando la cabeza para mirarlo a los ojos.
— No todo Candice, no todo.
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Nueva York en diciembre de 1914, varios años atrás ...
Cuando Candy llegó a Nueva York para estar con Terry en su primer protagónico, nunca imaginó la serie de eventos desafortunados que se avecinaba a partir de ese día, al recibir la invitación y un boleto sólo de ida, su cabeza se llenó de ilusiones, de sueños de un futuro junto a él, se miraba a sí misma preparando el desayuno, despidiéndose en la puerta de su hogar deseándole un buen día mientras Terry se iba a trabajar, podía verse con claridad formado una familia, pero la vida da tantas vueltas y los sueños no siempre se hacen realidad, eso lo supo cruelmente “aquella noche” la noche del estreno de Romeo y Julieta.
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El viento frío le calaba los huesos, la nieve humedece su ropa, y, aun así, ella seguía caminando.
Se abrazaba a sí misma aferrándose a su abrigo, sentía los ojos arderle de tanto llorar, tenía el corazón hecho pedazos, el alma le dolía, acababa de dejar a Terry ahí, en las escaleras de ese hospital, no lo miró, ni quiso, ni pudo hacerlo, si lo hubiera hecho no estaría ahí, sola, caminado entre la nieve, se habría aferrado a su abrazo como lo haría un náufrago a una tabla en medio del mar y no lo dejaría ir por nada ni por nadie, pero no había opción, tenía que dejarlo, así lo dictaba su conciencia, aquella chica le salvó la vida a Terry, y con eso la de ella también, aunque a partir de ese momento, su corazón había dejado de latir.
Llego al hotel que la recibió un día antes llena de ilusiones y sueños de un futuro con él, subió a su habitación y sin cambiarse la ropa, recogió las pocas pertenencias que llevó consigo, metió en la bolsa de su abrigo rojo la cajita de música que Stear le regaló, bajo a devolver la llave en la recepción y salió de nuevo al frío y nevado clima de Nueva York rumbo a la estación de trenes.
Compró un boleto para regresar a Chicago, no le importo que fuera de segunda clase, no tenía caso seguir en esa ciudad, ya no había nada ahí para ella, subió al tren que a esa hora de la noche estaba lleno, ocupó un lugar vacío, miro por la ventana y lo único que pudo ver fue oscuridad, solo oscuridad, sacó la cajita para escuchar la dulce melodía reclamando internamente a su primo porque no funciono como le había dicho.
En el tren, en medio de tanta gente, recordaba como él lloraba, cómo sintió sus cálidas lágrimas sobre su nuca y lo único que quería era abrazarlo y secárselas con sus besos, pero era imposible, se habían prometido ser felices, pero ¿Cómo?, ¿cómo podría ella ser feliz sin él? Sobre todo, después de tantos sueños, de tantos planes.
Sin poder seguir ahí sentada se levantó, caminó a la puerta del vagón y sintió el frío viento en todo el cuerpo clavándose como mil agujas y luego… oscuridad.
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El sonido de una caja de música llega con su dulce melodía a sus oídos, el olor a rosas… ¡Anthony!, ¡Stear!, no sabía en donde estaba, solo escuchaba aquella voz llamándola…
— ¡Candy!, ¡Candy despierta!
— Terry… — Susurraba con la voz entrecortada por el llanto — ¡Terry! No te podré ver más — Lágrimas de dolor recorrían sus mejillas mientras de nuevo escuchaba esa voz llamándola.
— ¡Candy! Despierta, estoy aquí Candy, despierta.
Poco a poco abrió los ojos, tenía la vista nublada, no reconocía el lugar, sintió unos dedos tibios limpiándole la mejilla, escucho de nuevo esa voz dulce tan familiar… era…
— Estoy aquí princesa, no iré a ningún lado, ¿Me escuchas? Estoy aquí, despierta.
— ¿Albert? — Inquirió abriendo los ojos con dificultad — ¿En dónde estoy? — Volvió a preguntar todavía confundida.
— Estás en casa pequeña.
Sintiéndose reconfortada Candy volvió a dormirse, aunque esta escena se repitió una y otra vez durante un par de meses sin que Albert pudiera hacer nada más que consolarla.
Continuará…
Por: Lexie Graham y Temperance (Primrose)
Para: Guerra Florida 2021 y el grupo de Las Divinas Místicas de Terry.
Portada: Magnolia Mon
En Sinergía, Cambiando el destino por Terry.