Combatientes, llego la hora de mi quinto ataque, esto cada vez se pondra mejorrr, muchoooooo mejor.
INDICE.
CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
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CAPITULO 5.
LAS MAGNOLIAS.
Mi llegada a la ciudad no había sido lo que yo imaginaba, nunca pensé que me pasarían tantas cosas a la vez. Llegué tarde a la cita con la directora de la academia, así que tuve que esperar por más de una hora hasta que me diera tiempo de que me atendieran, no contando con el hambre que tenía y que mis ojos estaban tan hinchados de tanto llorar y lo peor de todo es que cuándo hui de aquél apuesto joven, olvidé la maceta que tía Mary me regaló. Hundí los codos en mis rodillas y luego me llevé las manos al rostro para frotarlo, estaba muy preocupada por la cuestión con el tema del dinero – si tan solo hubiera dejado que tía Paulette hubiera depositado en la casa de huéspedes, sería una carga menos el pensar dónde dormiría esta noche, pensé en preguntar a la directora sí había alguna especie de residencia para los estudiantes que vienen de otros estados, hasta este momento era mi única opción. En ese momento salió de la dirección una mujer elegante pero bastante seria.
- ¿Candice White? – preguntó con frialdad, yo la miré y le sonreí, pero lo único que obtuve fue un gesto de hastió, era muy evidente que yo le desagradaba, traté de no prestarle atención así que caminé a la dirección, al mirar bien a la dama me percaté que era la misma que estuvo en la audición – adelante – me hizo pasar y cerró la puerta detrás de mí, ella ya no entró. Mi atención se fijó en la amplia oficina, estaba pintada en blanco a excepción de la pared detrás del escritorio, esta era grisácea y tenía pintadas flores en diferentes tonos morados, en la parte izquierda había un gran ventanal que iluminaba el lugar de manera natural, del otro lado, un sofá gris con cojines lilas, el escritorio era también gris y el sillón era blanco al igual que las sillas, me daba la espalda, también había algunas repisas con varios libros, la mayoría de música, incluso unas piezas de teatro probablemente de alguna obra que fue adaptada a un musical.
- Tome asiento por favor – habló una voz detrás del escritorio, sin dudarlo me senté, el sillón giró para que yo pudiera ver de frente a mí entrevistadora.
- ¡Buenos días! – saludé cortés, como me lo habían enseñado mis tías desde que era niña, mis ojos se sorprendieron al ver la dama. Era una mujer hermosa, de entre cuarenta y cuarenta y cinco años, su piel era tan tersa como un durazno, su cabello rubio resplandecía con la luz que entraba por la ventana, tenía una belleza muy peculiar, como de una muñeca de porcelana, pero lo que hacía resaltar su sensualidad era ese lunar que tenía junto al labio superior del lado izquierdo.
- Teníamos una cita a las nueve – me recordó al tiempo que cruzaba su pierna.
- Lo siento – bajé la mirada, ella guardó silencio cómo esperando una explicación, me habría encantado contarle mi terrible experiencia en mí llegada a la ciudad, pero no quería conmiserarme y que me tuvieran lástima así que mentí – al autobús se le ponchó una llanta en Baltimore – me mordí el labio esperando que ella me creyera.
- ¿Baltimore? – la dama se sorprendió al escuchar el nombre de ese lugar, me pregunto ¿qué estará pensando? – bueno, los nuevos estudiantes ya fueron presentados en sus clases – me recordó que yo no era la única que había ingresado a la academia ese día – tendrá que presentarse usted sola – me dijo mientras extendía una hoja, la cual tomé enseguida – por ahora ya perdió un par de clases – me hizo saber – esta academia es un muy estricta y demandante – añadió – pero es de aquí que han salido grandes artistas en muchos ámbitos, no por nada somos la mejor academia de música del país – al escucharla hablar se percibía su pasión por la música – aproveche está oportunidad que se le ha dado – me miró con esos ojos aguamarina – no me haga pensar que nos equivocamos al seleccionarla – más que asustada estaba impactada por su manera de hablar, con tanta seguridad, sin titubeos, ni un solo atisbo de soberbia.
- No se arrepentirá – le aseguré con la misma seguridad con la que ella me habló.
- Puede retirarse – me ordenó con voz apacible y amable, me levanté y me dirigí a la puerta, antes de salir me volví para darle un último vistazo a la mujer. Salí del edificio donde estaban las oficinas, en el campus se miraban bastantes alumnos, muchos con instrumentos en sus respectivos estuches, era un ambiente tan nuevo para mí – ojalá y me topara con mí “ángel” – suspiré al recordarlo, “los nuevos estudiantes ya fueron presentados en sus clases”, recordé lo que dijo, probablemente existía una mínimo posibilidad de que él estuviera aquí – ¿por qué no apareces con una hamburguesa y un refresco? – oré por ello, mientras entraba a la cafetería atraída por el olor de la comida, no pensaba comprar nada, pero necesitaba sentarme y al menos llenar el estómago con los aromas que embargaban el lugar. No sé por qué, pero siento que me están mirando, en ese momento presté atención a mí alrededor, había muchos ojos sobre mí, caí en cuentas de que era de los pocos estudiantes nuevos y que había sido la única en llegar tarde a la presentación – ¡qué momento tan incómodo! – pensé para mis adentros, nunca me gustó ser el centro de atención, pero de alguna siempre terminaba siéndolo, aunque esto era demasiado para mí, traté de no bajar la mirada, no quería que me vieran como una chica insegura y que se deja intimidar tan fácilmente, aunque por dentro estaba que temblaba de nervios, comencé a observar los detalles, el piso de loseta daba la impresión de que era madera, las paredes de vinilo estilo Brown Stone hacían juego, mesas y sillas de madera con acabados en metal y lámparas colgantes, en el fondo una barra igualmente de madera, bastante lujo para ser una cafetería de escuela. Mis ojos llegaron a una mesa que estaba junto al ventanal, ahí había dos chicos que no dejaban de mirarme, uno de ellos de cabello castaño claro y semi largo, el otro de cabello castaño oscuro y corto, el llevaba anteojos - ¿Quiénes serán? – me cuestioné, ya que su aspecto me llamo su atención, tal vez buscaba nuevos amigos, me urgía tenerlos o no sé dónde pasaría la noche.
- ¡Hola! – una delicada voz me saco de mis pensamientos, frente a mí estaba una chica delgada, de piel muy blanca que contrastaba con su negra cabellera y sus pequeños ojos azules.
- ¿Podemos sentarnos? – se le unió otra chica, de estatura más baja, cabello castaño y corto, ojos cafés oscuro, también tenía anteojos.
- ¡Claro! – parecía que dios había escuchado mis suplicas.
- Mi nombre es Annie Britter- se presentó la joven de cabello negro.
- Y yo soy Paty – me sonrió con timidez la chica castaña.
- Yo soy Candice White Lane – les regresé la sonrisa, ambas tenían una apariencia muy sencilla, como decirlo… se veían normales.
- Vienes de Chicago, ¿cierto? – Paty no tardó en preguntar, traté de aprenderme sus nombres de manera inmediata.
- No exactamente – expliqué – de una villa llamada Lakewood está a una hora de la ciudad – añadí, me sentí cómoda con su compañía, en ese momento me percaté de que habían dejado sus charolas de comida sobre la mesa, frente a mí, una pobre chica hambrienta, eso era cruel.
- Gusta una papa – me ofreció Annie al ver que miraba su charola de comida.
- Gracias – “en serio, solo una papa”, me las comería todas, dije en mis pensamientos, tomé una papa y la llevé a la boca, tal vez sería el único alimento que probaría en el día, así que traté de disfrutarla.
- Stear y Archie no dejaban de voltear hacia aquí – susurró Paty y Annie.
- ¿Quiénes? – no puede evitar preguntar, ellas voltearon discretamente a ver a los chicos de la mesa junto al ventanal - ¡ah! – ahora entendía la situación, ellas gustaban de esos chicos y cómo no dejaban de mirarme aprovecharon la ocasión para llamar su atención – me han utilizado – pensé y entorné los ojos, pero dentro de todo me agradaban, se veían buenas personas, aun así, les regresé su cordialidad - ¡hola! – dije en alta al tiempo que levantaba la mano para llamar su atención, ¡bingo, dio resultado!, ambos me respondieron el saludo.
- ¿Qué haces? – Annie bajó mi mano y me recriminó, sus mejillas estaban rojas como un tomate y Paty ni se diga, hundió la cabeza entre los hombros.
- Solo era cordial – me reí un poco – me pueden decir ¿quiénes son ellos? – casi les exigí saber.
- Son los hermanos Cornwall – me explicó Annie y se mordió el labio – Stear es el de anteojos y el otro es Archivald – se encogió de hombros.
- Stear toca la batería – me explicó Paty.
- Y Archie la guitarra - añadió Annie.
- Y ese grupo de allá ¿quiénes son? – en otras mesas había un grupo de chicas más refinadas en sus vestimentas y su arreglo personal, coquetas y a mí parecer algo altivas.
- Esas son las magnolias – Susurró Paty y torció el gesto.
- ¿Las magnolias? – levanté la ceja interrogante – ¿eso qué es?, ¡un grupo musical! – me reí un poco.
- Es una fraternidad – Annie comenzó a explicarme – solo chicas talentosas están ahí – parecía tener un poco de envidia.
- ¡Vaya! – expresé en tono de desagrado, en ese momento “las magnolias comenzaron a cuchichear, algunas de ellas se arreglaron el cabello y unas más acomodaron sus atributos personales debajo de sus blusas, me sorprendió mucho eso, todas se movían como títeres guiadas por un mismo hilo, sus movimientos eran casi los mismos, sus miradas se clavaron en la entrada de la cafetería, yo me quedé observando el objeto de su atención cuando se abrió la puerta mis ojos se quedaron pasmados al ver quien hacia acto de presencia, incluso mi boca se quedó abierta al ver que el joven “héroe-diablo” que rescató mi violín entraba a la cafetería, había cambiado su vestimenta por unos jeans azules, rasgados, una playera negra, llevaba puestas unas gafas de sol tipo aviador, su cabello se miraba húmedo, como si estuviera casi recién bañado, caminaba con tanta seguridad y altivez, que nadie ahí podía dejar de mirarlo.
- ¡Cierra la boca Candy! – Annie me hizo salir de mí trance, no aun así deje de observarlo, al pasar frente a “al club magnolias” todas parecían babear por él, el joven se sentó a unas mesas de dónde yo estaba, quedando frente a mí, traté de evitar que me viera, en ese momento me di cuenta de que llevaba en su mano la maceta con las violetas que me regaló tía Mary.
- ¡Ese tipo! – mascullé molesta.
- ¿Qué dijiste? – Paty me cuestionó curiosa.
- Ese tipo, ¿quién es? – pregunté tratando de esconderme detrás de mí mochila, la cual ya había puesto en la mesa.
- Él es… Terry Grandchester – Annie suspiró, el hombre más guapo y sexy que hay en la escuela – se río, creo que hubo un tiempo en el que gustó de él.
- Es el Adonis de la SSMA – Paty sonrió traviesa, está en el tercer año de la carrera y además de ser tan guapo, tiene un talento sorprendente para tocar la guitarra – también suspiró – ojalá algún día pudiera producirle un disco – expresó una visión de un futuro incierto, no pude evitar levantar el rostro, podía entender a las chicas presentes, el tipo tenía un magnetismo para que lo voltearan a ver y yo no fui la excepción, él parecía estar sumido en sus pensamientos, así que no sentí peligro de que me descubriera observándolo, la realidad, es que, lo único que yo deseaba hacer en se instante era ir y quitarle mis violetas, miré la maceta, él puso su mano junto a esta y movió el dedo índice en señal de negativa, fue que levanté la vista, él se había dado cuenta de que yo estaba ahí, sentí cómo clavó su mirada en mí, luego sonrío malicioso al tiempo que bajaba un poco las gafas para descubrir sus ojos y clavar su penetrante mirada en mí. Sentí que el diablo este me estaba retando a que fuera y le quitara mi planta, si no fuera porque no quiero empeorar mi día, pero su mirada era tan desafiante, que sin pensarlo me puse de pie ante la mirada de Annie y Paty, estaba por dar el primer paso cuando escuché como si un libro hubiera golpeado la mesa, en ese momento reaccioné.
- ¿Tú? – había una chica parada frente a mí, su mirada era dura y fría – ¿eres Candice White? – me cuestionó con cierta altivez.
- Sí, soy yo – dejé de mirar al Adonis y presté atención a la chica peli-roja.
- Tienes que estar a las ocho en la fraternidad – sonrió maliciosa y miró a Annie y Paty por debajo del hombro – será tú bienvenida – me extendió el pequeño libro que anteriormente había azotado en la mesa – este es el reglamento de “Las Magnolias” – hizo énfasis en el nombre – al unirte a “Las Magnolias” gozarás de muchos privilegios, tendrás un lugar dónde hospedarte durante toda tú estadía en la SSMA, no te faltará comida y acceso a todo lo que necesites para tus estudios.
- ¿En verdad? – yo estaba sorprendida de tan grata bienvenida, miré de reojo a Paty y Annie, miraban al suelo, también vi a los chicos llamados Stear y Archie, incluso a Terry y demás presentes que me observaban con atención – ¡gracias! – me dieron ganas de abrazar a esa chica, me estaba salvando la vida o eso era lo que yo pensaba.
- Otra cosa – miró de nuevo a Paty y Annie como si fueran bichos raros – aléjate de las flores marchitas – dio la vuelta y se alejó.
- Espera – le hablé para que se detuviera – ¿por quién debo de preguntar? – respondí un poco nerviosa.
- Por Eliza Leagan – respondió altiva y sin más, salió de la cafetería.
- No puedo creerlo – me sentí feliz de que alguien me diera tan cálida bienvenida, cuando volví mi mirada a las chicas, estás parecían tener una expresión de decepción, si no es que de lástima - ¿sucede algo? – pregunté al sentir la tensa atmósfera que había en el ambiente.
- Se me hace tarde para mí clase – Annie tomó sus cosas y se levantó – vienes Paty – ahora parecía ignorarme.
- Sí – también tomó su bolso – suerte con “Las Magnolias”– me deseó, para luego alejarse de mí. No entendí ese cambio tan drástico de actitud, ¿acaso no era bueno que alguien se te acercara y te ofreciera un poco de ayuda?, y era una ayuda que yo necesitaba, me di cuenta de que la cafetería estaba casi vacía, incluso Stear y Archie ya no estaban, el joven llamado Terry me miraba desde su lugar y movió la cabeza en señal de negativa, se puso de pie y salió llevándose mis violetas, ¿qué había hecho mal?, me pregunté mientras tomaba mi mochila, en ese momento vi la charola con la bolsita de papel dónde venían las papas, la tomé con discreción al igual que la botella de agua intacta que había dejado Paty. Me presente en mí salón de clases, las miradas interrogantes y recriminatorias se postraron en mí, ahí estaba Paty que me seguía mirando con decepción. La clase de historia de la música universal me pareció tediosa, no lo estaba disfrutando en absoluto, y así pasaron las demás clases, sentía que me ahogaba, necesitaba salir de ahí pero ya, en cuanto terminaron las clases decidí perderme en el campus, lejos de todas ojos que sentía me juzgaban, esperé a que dieran las ocho para ir la fraternidad de “Las Violetas”, casi no había gente por el campus, eran muy pocos los alumnos del turno vespertino y no me conocían, pregunté a un guardia por la ubicación de las fraternidad de “Las Magnolias”, muy amable me indicó el camino. Cuando llegué mis ojos se quedaron admirados, la fachada del edificio era antigua, estilo artdeco, con una hermosa puerta de fina madera y sobresalía en relieve un escudo de magnolias, se escuchaba música y risas, sabía que me estaban esperando, aunque en el fondo yo presentía que algo no estaba bien, me quedé parada frente a la puerta - ¿Qué hago tía Mary? – me sentía a corralada, por un lado, estaba la propuesta tan tentadora de no pasar preocupaciones, pero por el otro sentía que había algo mal – ayúdame por favor – miré el cielo y suspiré, tomé la perilla de la puerta y comencé a girarla con lentitud, esperando que la decisión que tomara esta noche, no afectara mi estancia en un futuro dentro de la academia.
CONTINUARÁ...