Warning
Esa mañana Eliza se había propuesto hacer como que nada había pasado, al fin y al cabo, el hombre, en esa ocasión, estaba tan borracho que a lo mejor ni se acordaba de ese episodio y solo ella sufría por algo que nunca debió suceder.
Se miró al espejo y se lanzó una advertencia que se repitió en todo el camino: ignoraría lo que sucedió con su primo hace tres noches.
Había ido hasta la mansión Andrew con el propósito de celebrar el cumpleaños de la tia abuela. Mientras su madre se ocupaba de que todo estuviera bien en la fiesta de la tia, ella se había internado en el gran jardín de la mansión Andrew con el único propósito de evitar encontrarse con Archivald. Por primera vez en la vida no se sentía segura de si misma. Ella, la altiva y orgullosa mujer, no estaba convencida de cumplir el propósito que se había marcado.
Por más que se empeñara en decirse así misma de que aquello había sido algo sin importancia, una travesura como tantas otras en la que había participado, porque no era la primera vez que besaba, su cuerpo y su mente le mostraba algo nuevo, algo que hacía que una agradable corriente la recorriera. La verdad es que el beso no le había desagrado para nada, lo que si provocaba aquella amarga sensación era la persona con la que había compartido aquel intimo encuentro, y lo que descubría cada vez que lo revivía.
—Pero tus ojos, jovencita, lucen como alejados del mundo. —Eliza escucho aquella voz y se quedó estática, sin la voluntad de voltear para constatar que en verdad era él o un producto de su imaginación siquiera, tampoco tenía la fuerza de huir de allí. —anda, cuenta tus bendiciones, y sedúceme…sedúceme—él se había acercado, y le susurraba aquellas palabras en la oreja, provocando que ella temblara como gelatina y cerrara los ojos y deseara que se lo dijera mientras la besaba.
—¿Archivald? ¿Qué haces aquí? —Una tonta pregunta, porque él vivía allí, tenía que estar allí por las mismas razones por la que ella había ido: el cumpleaños de la tía-abuela. —Digo, en este lugar tan alejados de los tuyos—corrigió sus palabras, así como su actitud, poniéndose esa mascara de seguridad.
—No sé, a lo mejor porque te vi dirigirte hasta aquí—plegó sus labios y subió sus manos en un gesto despreocupado.
—¿Y como por que me estarías siguiendo si nosotros no nos llevamos bien? Ni nos toleramos—mostraba un comportamiento indiferente, agradecida por esa facilidad que tenia de maquillar por breves momentos su nerviosismo.
—Tal vez porque quería constatar algo—Archivald, con sus manos en la espalda, movía el césped con uno de sus pies mientras una divertida sonrisa poblaba sus labios.
—¿Tú te sientes bien, Archie? —escuchar aquello la hizo detener y volverse a mirar a aquel irreverente joven. —¿De cuándo acá tanto interés hacia mi persona? Que yo recuerde, nunca he sido de tus personas favorita.
—Eso también pensaba, pero cambiaste todo. —dijo sin mirarla, muy concentrado en lo que hacia sus pies con el césped.
—¡¿perdón?!—boqueaba como si le faltara el aire. — Lo siento, Archie, pero no estoy para bromas. — se dignaba a retirarse cuando sintió como las manos de él sostenía sus brazos. Ella miró su gesto y luego se encontró con el brillo de su mirada—¡Suéltame! —exigía y sacudía su cuerpo para liberarse.
—No dejo de pensar en lo sucedido entre nosotros. —aquello fue una revelación para Eliza, tan grande que sus nervios hicieron que riera fuerte.
—¿No me digas que te acuerdas de «eso»?—pretendía en camuflar su sorpresa.
—¿Por qué no lo recordaría? Estaba borracho, no amnésico, prima. —advirtió
—¿Y que con ello?
—¿Qué con ello, me dices? ¡Que me ha gustado! ¡Qué ha despertado cosas en mi que pensé que no sentiría por nadie más! —él la haló tan fuerte que logró hacerla su prisionera.
—Estas confundiendo las cosas, yo no soy Candy, ¡ni se te ocurra compararme con esa huérfana maldita! —sus ojos le ardían, algo dentro de ella se había quebrado.
—No, jamás lo haría. Tu, querida prima, no tienes comparación. —le aclaró, pero eso a Eliza no le convencía y él pudo verlo, por lo que prosiguió con su discurso. —¿Qué esta tan mal con ser feliz, Eliza? Yo te gusto, tú me gustas, es evidente que sientes lo mismo que yo; entonces ¿Por qué rehuirle a esto que sentimos? ¿Cuándo aprenderemos? ¿Cuándo cambiaremos? —la liberó al ver que nada de lo que decía podía cambiar su pensamiento. Ni él lo creía por rato, pero luego venían los recuerdos de aquella noche, lo que sintió en aquel roce, ni cuando besó a Candy ese mismo día había sentido lo que nació cuando tuvo aquel encuentro con Eliza, y eso que solo había sido un mero beso; uno prolongado.
—Yo…—Eliza no supo que decir cuando se sintió huérfana del contacto de aquel hombre.
—Lo entiendo. —plegó sus labios. —Es mejor que volvamos a la fiesta…
—Si, será lo mejor.
—Yo me iré por aquí…—dijo algo desanimado señalando con su pulgal el camino a su espalda.
Ella asintió un poco nerviosa.
«Harán millones de libros…escrito de la manera que debieron ser escrito, más su historia se había vuelto un poco turbia, confusa»
Pensaba ella parada, mirando la espalda de aquel hombre que se alejaba, que se perdía entre los arbustos de aquel opulento jardín, mismo que, con un beso había jodido todo.
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Gracias por leer