He llegado desde la madriguera del conejo para presentar mis servicios en la Guerra Florida 2021 en defensa de Terry Grandchester.
Hola, mi nombre es Arlaed y presento mi primer aporte en este espacio, espero les agrade.
Jardín de luna
Capítulo 1
Aquella mañana era tan fresca, nada más se asomó a la ventana y pudo olfatear el dulce olor de las rosas del jardín, era la primera vez que se topaba con un lugar como ése, era de ensueño, todas aquellas flores inundaban el terreno de tal manera que apenas y se podía percibir el césped que asomaba tímidamente entre las jardineras. Al centro del jardín se alcanza a percibir una fuente con la imagen de la diosa de la luna, Diana, la cual portaba con orgullo su arco y flechas, a sus pies se podían percibir sus perros, tan fieles como en los mitos griegos.
De pronto, el trance de la chica se vio interrumpido por chillante voz de Eliza, su prima y de quien fungía como dama de compañía.
-Candy, ¿qué haces ahí parada? Te estoy pidiendo que prepares mi vestido, el duque llegará en cualquier momento.
-Perdone, señorita –Dijo Candy con una pequeña reverencia –Es solo que este jardín es una maravilla y no pude evitar…
-¡Deja de parlotear tanto y haz lo que te dije! –Interrumpió la pelirroja con brusquedad.
Fue así como Candy comenzó a preparar el traje que la condesa Eliza utilizaría aquella tarde para tomar el té con el duque de Grandchester, el soltero más codiciado de la región, hacia unos cuantos meses que había heredado el título de duque y desde entonces no dejaron de llegar propuestas de matrimonio a su palacio, evidentemente era la oportunidad de muchas jovencitas casaderas para convertirse en duquesas y ser parte de la nobleza inglesa.
Eliza en ese momento se sentía tan afortunada, pues el duque había accedido a un encuentro con ella, todo esto gracias a su tía abuela, lady Ardlay. Ésta última parecía ser aficionada a los acuerdos matrimoniales, pues había logrado matrimonios ventajosos para sus sobrinas y algunas de sus sobrinas nietas, en ese sentido Eliza no podía ser una excepción.
El encuentro quedó acordado en la villa de los Ardlay en Escocia, cerca de un enorme lago, lo cual fue celebrado por Candy, pues al menos podría sentir el aire fresco de la naturaleza cerca de ella y esto le ayudaría a relajarse cada vez que su prima intentase hacerle la vida complicada.
Después de preparar a Eliza, Candy quedó completamente exhausta, mientras las otras damas continuaban preparando a la condesa, decidió escabullirse un momento para poder ver el jardín más de cerca, pues nunca había visitado aquella villa.
-¡Esto es hermoso! –Exclamó la joven -¡Quisiera estar en un lugar así para siempre!
La joven caminó a través de las flores hasta un enorme árbol ubicado en uno de los extremos del lugar y sin dudar un poco, comenzó a trepar de un salto para ver mejor el lugar.
-Aquí se está mejor, más cerca del cielo y menos de la tierra –Dijo Candy mientras estiba los brazos y los colocaba detrás de su cabeza para recostarse en la rama más grande del inmenso árbol.
-Nada como la cima de un árbol para relajarse, ¿verdad? –preguntó una voz sobre su cabeza
Candy abrió los ojos de par en par completamente perpleja, una rama más arriba yacía sentado un chico de cabello castaño. La chica se incorporó completamente avergonzada y tratando de cubrir parte de sus tobillos que asomaban por debajo de la falda.
-¿Qué pasa? ¿No me digas que te he asustado? –Rio él
-Claro que no –Respondió Candy con un puchero –lo que pasa que solo estaba buscando un momento de paz y tranquilidad
-¡Qué coincidencia! ¡Yo también! –Agregó él –Pero veo que te incomoda compartirlo conmigo, pequeña pecosa.
-¡¿Cómo te atreves?! –Reclamó Candy mientras se incorporaba en la rama abruptamente, haciendo que esta se resbalará repentinamente.
Antes de que la chica callera del árbol, el joven se apresuró a sostenerla con la mano, quedando la chica colgando entre las ramas. Con fuerza, le ayudo a subir a la rama en la que él se encontraba, ella estaba totalmente temblorosa ante el susto que acababa de recibir. De pronto se topó con los ojos del muchacho, eran de un azul tan intenso que podía sentir como se clavaban en su rostro.
-¿Qué ocurrió? Cuando te vi trepar el árbol lo hacías con tanta agilidad, no pensé que fueras a resbalar así.
-¿Qué dices? –Se sorprendió Candy con la cara completamente roja por el enojo –Para empezar tú me llamaste “pequeña pecosa”, si no me hubieras fastidiado no hubiera caído.
-Tienes razón –Le miró él con seriedad –Mil perdones señorita.
En ese momento el joven besó la mano de la chica con delicadeza, un acto completamente inesperado para Candy, su corazón empezó a latir muy rápido ante ese gesto, era la primera vez que alguien hacía eso. Cual acto reflejo, la muchacha aparto la mano rápidamente.
-¿Te molestó? –preguntó él
-¡No! Es solo que debo irme ya, sí, tengo que volver al trabajo.
-¿Trabajas en este lugar? En ese caso permíteme acompañarte…
-¡No! –Gritó Candy completamente ruborizada –Yo no quiero causar molestias, además ya se me hizo un poco tarde y tengo que correr, no tendría tiempo para esperarte.
Candy descendió del árbol sin esperar respuesta de su interlocutor, seguramente se había comportado mal ante él, pero ese gesto le exaltó bastante, desde su punto de vista un beso en la mano era algo que solo los príncipes hacían. Al bajar ni siquiera miro hacia arriba, tampoco miró hacia atrás cuando comenzó a correr hacía la casa.
Poco tiempo después Eliza llamó a Candy para que asistiera con ella al encuentro con el duque de Grandchester, quien supuestamente ya estaba en la villa.
-¿Puedo saber porque quieres que vaya yo?
-Porque de todas mis damas eres la más fea, así que no opacarás
Candy bajó la cabeza un tanto molesta y triste ante las palabras de su prima, desde que eran niñas siempre se había burlado de su rostro salpicado de pecas, tal vez por eso las palabras del muchacho del jardín le enfurecieron tanto.
Las puertas del salón se abrieron de par en par para dejar ver en el interior, Candy se quedó boquiabierta al notar que el joven que aguardaba la llegada de Eliza era el mismo que había conocido en la cima de aquel árbol. Un hombre al lado del muchacho se puso en pie y dijo:
-Condesa, le presentó a Terrence Graham, Duque de Grandchester
-¿Tú eras el duque? –Murmuró Candy sin acabar de creerlo.
Continuará…
Hola, mi nombre es Arlaed y presento mi primer aporte en este espacio, espero les agrade.
Jardín de luna
Capítulo 1
Aquella mañana era tan fresca, nada más se asomó a la ventana y pudo olfatear el dulce olor de las rosas del jardín, era la primera vez que se topaba con un lugar como ése, era de ensueño, todas aquellas flores inundaban el terreno de tal manera que apenas y se podía percibir el césped que asomaba tímidamente entre las jardineras. Al centro del jardín se alcanza a percibir una fuente con la imagen de la diosa de la luna, Diana, la cual portaba con orgullo su arco y flechas, a sus pies se podían percibir sus perros, tan fieles como en los mitos griegos.
De pronto, el trance de la chica se vio interrumpido por chillante voz de Eliza, su prima y de quien fungía como dama de compañía.
-Candy, ¿qué haces ahí parada? Te estoy pidiendo que prepares mi vestido, el duque llegará en cualquier momento.
-Perdone, señorita –Dijo Candy con una pequeña reverencia –Es solo que este jardín es una maravilla y no pude evitar…
-¡Deja de parlotear tanto y haz lo que te dije! –Interrumpió la pelirroja con brusquedad.
Fue así como Candy comenzó a preparar el traje que la condesa Eliza utilizaría aquella tarde para tomar el té con el duque de Grandchester, el soltero más codiciado de la región, hacia unos cuantos meses que había heredado el título de duque y desde entonces no dejaron de llegar propuestas de matrimonio a su palacio, evidentemente era la oportunidad de muchas jovencitas casaderas para convertirse en duquesas y ser parte de la nobleza inglesa.
Eliza en ese momento se sentía tan afortunada, pues el duque había accedido a un encuentro con ella, todo esto gracias a su tía abuela, lady Ardlay. Ésta última parecía ser aficionada a los acuerdos matrimoniales, pues había logrado matrimonios ventajosos para sus sobrinas y algunas de sus sobrinas nietas, en ese sentido Eliza no podía ser una excepción.
El encuentro quedó acordado en la villa de los Ardlay en Escocia, cerca de un enorme lago, lo cual fue celebrado por Candy, pues al menos podría sentir el aire fresco de la naturaleza cerca de ella y esto le ayudaría a relajarse cada vez que su prima intentase hacerle la vida complicada.
Después de preparar a Eliza, Candy quedó completamente exhausta, mientras las otras damas continuaban preparando a la condesa, decidió escabullirse un momento para poder ver el jardín más de cerca, pues nunca había visitado aquella villa.
-¡Esto es hermoso! –Exclamó la joven -¡Quisiera estar en un lugar así para siempre!
La joven caminó a través de las flores hasta un enorme árbol ubicado en uno de los extremos del lugar y sin dudar un poco, comenzó a trepar de un salto para ver mejor el lugar.
-Aquí se está mejor, más cerca del cielo y menos de la tierra –Dijo Candy mientras estiba los brazos y los colocaba detrás de su cabeza para recostarse en la rama más grande del inmenso árbol.
-Nada como la cima de un árbol para relajarse, ¿verdad? –preguntó una voz sobre su cabeza
Candy abrió los ojos de par en par completamente perpleja, una rama más arriba yacía sentado un chico de cabello castaño. La chica se incorporó completamente avergonzada y tratando de cubrir parte de sus tobillos que asomaban por debajo de la falda.
-¿Qué pasa? ¿No me digas que te he asustado? –Rio él
-Claro que no –Respondió Candy con un puchero –lo que pasa que solo estaba buscando un momento de paz y tranquilidad
-¡Qué coincidencia! ¡Yo también! –Agregó él –Pero veo que te incomoda compartirlo conmigo, pequeña pecosa.
-¡¿Cómo te atreves?! –Reclamó Candy mientras se incorporaba en la rama abruptamente, haciendo que esta se resbalará repentinamente.
Antes de que la chica callera del árbol, el joven se apresuró a sostenerla con la mano, quedando la chica colgando entre las ramas. Con fuerza, le ayudo a subir a la rama en la que él se encontraba, ella estaba totalmente temblorosa ante el susto que acababa de recibir. De pronto se topó con los ojos del muchacho, eran de un azul tan intenso que podía sentir como se clavaban en su rostro.
-¿Qué ocurrió? Cuando te vi trepar el árbol lo hacías con tanta agilidad, no pensé que fueras a resbalar así.
-¿Qué dices? –Se sorprendió Candy con la cara completamente roja por el enojo –Para empezar tú me llamaste “pequeña pecosa”, si no me hubieras fastidiado no hubiera caído.
-Tienes razón –Le miró él con seriedad –Mil perdones señorita.
En ese momento el joven besó la mano de la chica con delicadeza, un acto completamente inesperado para Candy, su corazón empezó a latir muy rápido ante ese gesto, era la primera vez que alguien hacía eso. Cual acto reflejo, la muchacha aparto la mano rápidamente.
-¿Te molestó? –preguntó él
-¡No! Es solo que debo irme ya, sí, tengo que volver al trabajo.
-¿Trabajas en este lugar? En ese caso permíteme acompañarte…
-¡No! –Gritó Candy completamente ruborizada –Yo no quiero causar molestias, además ya se me hizo un poco tarde y tengo que correr, no tendría tiempo para esperarte.
Candy descendió del árbol sin esperar respuesta de su interlocutor, seguramente se había comportado mal ante él, pero ese gesto le exaltó bastante, desde su punto de vista un beso en la mano era algo que solo los príncipes hacían. Al bajar ni siquiera miro hacia arriba, tampoco miró hacia atrás cuando comenzó a correr hacía la casa.
Poco tiempo después Eliza llamó a Candy para que asistiera con ella al encuentro con el duque de Grandchester, quien supuestamente ya estaba en la villa.
-¿Puedo saber porque quieres que vaya yo?
-Porque de todas mis damas eres la más fea, así que no opacarás
Candy bajó la cabeza un tanto molesta y triste ante las palabras de su prima, desde que eran niñas siempre se había burlado de su rostro salpicado de pecas, tal vez por eso las palabras del muchacho del jardín le enfurecieron tanto.
Las puertas del salón se abrieron de par en par para dejar ver en el interior, Candy se quedó boquiabierta al notar que el joven que aguardaba la llegada de Eliza era el mismo que había conocido en la cima de aquel árbol. Un hombre al lado del muchacho se puso en pie y dijo:
-Condesa, le presentó a Terrence Graham, Duque de Grandchester
-¿Tú eras el duque? –Murmuró Candy sin acabar de creerlo.
Continuará…