El joven duque se estremecía revolviendo las cobijas en su cama dentro de la habitación especial del Real colegio San Pablo.
—Cada vez se pone más inquieto.— decía la reina Temperance mientras observaba a Maegalle posar sus manos para irradiar la energía de la ensoñación del rayo de luna sobre el cuerpo de su emperador.
—Es lógico, su mente intenta llenar los huecos de su memoria perdida.—Les contestaba Fedra.
—No debería recordar su realidad eso le haría mucho daño— reflexionaba Maegalle.
—Nosotras no podemos controlar eso, tan solo podemos seguirlo irradiando para que no le provoque un shock.— aclaraba Lexie quien vigilaba atenta los alrededores a través de las puertas abiertas del balcón.
El joven comenzó a convulsionar de manera violenta en ese momento. Las reinas consternadas se acercaron al lecho pronunciando un conjuro que lograra sosegar a su atribulado jerarca.
—¡CANDY!— gritó a todo pulmón despertándose de inmediato, pasó su mano por su larga cabellera humedecida por su transpiración, tomó profundas bocanadas de aire ante la imperiosa necesidad de calmar la congoja en su pecho, talló sus ojos para ajustarlos a la solitaria oscuridad de su habitacion. Las Divinas Reinas Místicas quienes no eran visibles para él en ese momento, se voltearon a ver atónitas desde un inicio sabían que “esa” sería la memoria más difícil de reprimir.
CICATRICES DE UN ALMA REBELDE
CH. 12.1
“Descubriendo El Paraíso”
Por La Divina Fedra Fénix \ Elby 8a
Capítulo 11
Estaban dementes si pensaban que podrían sepárala de James, Candy solo había fingido tomarse el calmante, simplemente esperó a que la casa quedara en silencio para escabullirse a la habitación en donde se encontraba el que sabía era el amor de su vida su Terry-James. Solo estando junto a él, en la misma cama acariciando su rostro, aparentemente apacible, fue que logró conciliar el sueño. Cuando volvió a abrir los ojos, ya rayaban los primeros colores del alba que pintaban enmarcando una silueta en la ventana.
De momento no entendía en donde se encontraba, pero al ir tomando consciencia del nuevo día se sentó de repente abriendo los ojos muy grandes.
—James, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? —Dijo acercándose con algo de precaución. El joven no había respondido, pareciera que no la había escuchado. Tan solo se limitó a tocarse la quemadura de su mano. Era la primera vez que Candy lo veía sin su guante protector. Sintió un escalofrío recorrerla al ver la piel correosa, grumosa, dispareja extenderse por toda la mano hasta un poco más arriba de la muñeca.
—¿Qué ocurre? ¿Estás pensando en tu madre? —Candy necesitaba escucharlo para saber en qué estado se encontraba. Albert ya le había explicado parte de la teoría del doctor Hoffman y ella podía corroborar que efectivamente aquello que había reprimido los recuerdos de James por tanto tiempo se había estado derrumbando paulatinamente.
Extendió su mano hacia él, pero el joven la rechazó. El alma se le fue al piso cuando recordó que así se había comportado de pequeño en sus primeros días en el Hogar de Pony.
La joven se animó a acercarse un poco más al muchacho que no daba muestras de quererle dirigir la palabra. Al sentir su cercanía él finalmente se dio la vuelta, pero la miraba sin verla.
—James, amor me estas asustando por favor contéstame ¡dime algo!
Ante sus palabras James ladeo la cabeza en un movimiento antinatural, pareciera que intentara reconocerla.
—¿No sé quién soy o quién se supone que deba ser? Me llamas James pero otro nombre viene a mi mente ¿Cómo es que dices amarme si ni siquiera me reconozco a mí mismo? Estoy fragmentado, no puedo controlar lo que me sucede tengo miles de imágenes en mi cabeza que no sé lo que son. No sé si en realidad sucedieron o son alucinaciones mías. —Le dijo al fin mientras se observaba la cicatriz de su mano fijamente sabiendo que de alguna manera en esta se encontraban las respuestas a la mayoría de sus interrogantes. El tono de su voz era distante, aparentemente carente de emoción. Candy por el contrario luchaba para controlar el temblor de su labio inferior, buscando en lo profundo de su corazón las palabras que pudieran hacer contacto con su James para lograr traerlo de vuelta. Al final dejo de luchar y sus jades lagunas se desbordaban por su rostro mientras le permitía a su alma expresarse libremente.
—Terry o James, tú eres ambos. Puedes ser quien tu elijas ser y yo de todas formas te seguiré amando. Porque yo amo tu esencia, tu alma sin importar las cicatrices que tengas, es más, quiero besar cada una de ellas porque las respeto, porque son parte de tu camino parte de lo que has recorrido y también parte de lo que te trajo a mí y por eso estaré infinitamente agradecida.— Levantó su pequeña mano extendiéndola hacia él para dejarle evidentes sus intenciones. Terry, frunció el ceño, pero no se movió permitiéndole a la pecosa tomar su mano y llevarla a su mejilla para acariciarla con infinita ternura bañándola con la humedad de sus ojos.
Al contacto con esta, el joven alejó su mano en un movimiento algo tosco al tiempo que gritó
—¡CANDY! — La tomó por los hombros y la atrajo hacia él cayendo de rodillas al suelo, cubriéndola con sus brazos mientras la chica sollozaba en su pecho, también podía sentir el cuello de su pijama empaparse por las lágrimas provenientes de los cobaltos que tanto amaba.
—¡Oh James pensé que te había perdido!
—¡Candy, eso jamás! No importa en que recoveco de mi mente me encuentre siempre lograré regresar a ti —Le dijo hincándose para abrasarse a su cintura. Ella de igual forma se hincó frente a él y comenzó a besarle las lágrimas, después tomó su mano llena de cicatrices y pretendió besarla, pero él la separó—. Pecosa, no hagas eso, es… ¿en dónde está mi guante? —dijo con algo de desesperación—. Allá en el campo dijiste que me querías besar toda, yo también te quiero besar completo.— Las heridas habían secado obviamente ya no causaban dolor al tacto pero el rostro del joven reflejaba todo lo contrario mientras Candy le besaba el dorso de la mano. —¡Agh! —soltó un gruñido no siendo capaz de poder seguir tolerando esa caricia. Ella le tomó los labios de manera intempestiva introduciendo su lengua y se dio cuenta que eso era lo que necesitaba, no pensar, estaba agotado mentalmente, el dolor de los recuerdos recién recuperados amenazaba con absorberlo de nueva cuenta alejándolo de su realidad, Candy era su ancla a la vida a la cual deseaba aferrarse. Necesitaba llenarse de ella su sabor lograba calmarlo su aroma nublaba cualquier rastro de pena y lo hacía sentirse como lo que era, tan solo un joven de 17 años y no el Salvador que pretendía cargar al mundo en sus hombros.
Candy hundía sus pequeños dedos en el cabello de James dándole a saber que lo anhelaba, la tensión acumulada por esas largas horas desde el incendio, lo que había sucedido con Archie en el baile, el descontrol brutal de los golpes dados, la huida al Hogar y... RECORDAR, sobre todo eso, los recuerdos que acechaban con separarlos. Recordar el miedo que había sido evadido durante tantos años y que había dejado huellas que podían ser rastreadas a través de las cicatrices que portaba. Sus vidas se habían cruzado de manera inevitable; se besaban con toda la fuerza de la que eran capaces de reunir haciéndole una conjunta declaración al destino que no permitirían más intervenciones desfavorables.
Sus cuerpos entregándose en ese febril intercambio de sus lenguas, las masculinas manos recorriendo la espalda, bajando sobre las caderas apretándolas contra su entrepierna estrujándose desesperadamente ante la imperativa necesidad de más. Las rebeldes manos viajaron por debajo del camisón hasta el muslo interno de Candy dentro de sus bragas buscando su miel, que ya la inundaba. Ella por su parte intentaba desesperadamente arrancarle la blanca camiseta que cubría su torso, pero al sentir el travieso dedo dentro de ella no pudo evitar que un ansioso gemido saliera de su boca, James la acalló con sus labios, la fue recostando y se quitó la bendita prenda permitiéndole a su chica admirar por primera vez la desnudez de su torso esos abdominales bien marcados que ya había acariciado, pero nunca tan libremente como en ese momento, le hacían sentir una palpitación en el vórtice de de sus piernas, con sus manos le tocó ahí en el surco en medio de su músculos abdominales pensó que se incendiaría al sentirlo estremecerse bajo su toque.
—Si continuas haciendo eso, no me podré contener —Su voz ocasionaba que le hormigueara la piel. —Pero si todavía no llego a mi objetivo —Le contestó pícara sintiéndose valiente después de la experiencia compartida tras los arbustos. Sin dejar de verlo introdujo su mano dentro del pantalón donde el calor traspasaba la tela y el tamaño del bulto incrementó considerablemente tomó la piel suave, firme y caliente que se desplegaba en su mano —¡Por favor, detente! —Le dijo soltando un gemido de súplica tomándola por la muñeca haciéndola retroceder, en un movimiento le bajó el tirante del camisón y bebió de su pecho, acariciando el dulce pezón con labios y lengua. La rubia cabellera esparcida sobre la alfombra, la mano cubriendo con el dorso la delatora boca. James se detuvo separándose y se deshizo del pijama, quedando desnudo, después removió el camisón, sus hambrientos labios se fueron entonces al otro pecho para dejarlos en igualdad de circunstancias. La pecosa encorvaba la espalda, su prenda intima le estorbaba quería sentir más, todo de él, así que empezó a tirar de sus bragas para bajarlas, el joven le ayudó a deslizarlas por sus piernas acariciándola con la yema de sus dedos.
—Hazlo —La respiración entrecortada, las manos entrelazadas las pieles sensibilizadas y los rostros enrojecidos. —James, amor deja de dudar te amo y te deseo —Le dijo dándole la seguridad que necesitaba para continuar, bajó una mano para de nueva cuenta acariciar ese punto que la volvía loca enviando sensaciones deliciosas que le provocaban palpitaciones en sus entrañas y después sintió la gruesa cabeza en su entrada y empezó a perderse entre sus pliegues acercándolos cada vez más. —Pecosa te amo, jamás te dejaré —James se sentía delirante, rodeado por la estreches de su chica que lo acogía en su centro húmedo y palpitante en el cual se hundió un poco más rompiendo al fin la virginal barrera. Ella clavó sus uñas en su espalda y a él le preció apenas justo la fiereza con la que lo hizo quería detenerse, ver si ella estaba bien pero no podía algo dentro de él se lo impedía era la desesperación de la necesidad que tenía de soltarse, olvidarse del mundo fuera de ellos dos, perderse en el frenesí que le ocasionaba el paraíso recién encontrado entre los muslos de su Candy.
Allí era donde quería pasar el resto de sus días, así que se enterraba mientras escondía su rostro hundiéndolo en su rubio cabello. Ella, reconoció la necesidad que él tenía pues era la misma que la invadía a ella y ya pasado el malestar inicial comenzó a mover sus caderas al ritmo de ese baile tan íntimo; entrelazó sus piernas con las de él, meneándose al compás de la melodía que componían sus respiraciones aceleradas, sus gemidos ahora incontrolables y los sinuosos movimientos de sus cuerpos, ella se permitió el atrevimiento de bajar sus manos y apretar el firme y redondo trasero para deleitarse mientras le seguía el paso. Por dios que su Terry-James, se sabía mover, giraba sus caderas de una manera que la llevaban a un tempo desquiciante y suculento. —Can-dy, -a-mor- ya? — Le preguntaba con desespero haciendo un esfuerzo sobrehumano por no terminar antes que ella pues la delicia de estar dentro de ella no se podía comparar con nada de lo que habría podido imaginar antes, su sexo lo elevaba, le abría las puertas del cielo. Ella no dijo nada, pero su cuerpo habló de manera contundente, la convulsión que se apoderó de ella de manera violenta provocándole espasmos en su intimidad atenazándolo lo cual se transmitió a través del impúdico grito que abandonó la garganta de su Inglés.
Ella logró ver el rostro sudoroso los ojos lagrimosos y se enterneció ante la vulnerabilidad que le presentaba, le acarició la mejilla y él se acercó para que le acunara el rostro cerrando sus ojos húmedos. —Debería ser al revés— se reprendía mentalmente, pero simplemente en ese instante no tenía fuerzas para seguir siendo el poderoso Inglés que todo lo resolvía. Candy, lo entendía y lo abrazó atrayéndolo a su pecho brindándole la fortaleza que a él le faltaba en esos momentos. James, dejó caer las lágrimas sobre la piel de su chica alimentándose del calor que emanaba de la pequeña criatura debajo de él. Estuvieron así por unos instantes de reconfortante paz, él en silencioso desahogo y ella estando ahí para él. James, empezó a beber sus lágrimas derramadas sobre los pecosos senos intentando desaparecer la evidencia de su vulnerabilidad que le costaba trabajo aceptar. Sus caricias despertaron de nueva cuenta los virginales pechos y Candy ya se encontraba jadeando rindiéndose —¿Dime qué le haz hecho a mi cuerpo que me pide estar contigo? ¿dime que le haz hecho a mis labios que solo quieren beber de los tuyos? Es una fuerza que me debilita—. La chica fue incapaz de seguir pues el rastro de besos con el cual su querido James marcaba su cuerpo se fue dirigiendo al sur hasta perderse entre sus muslos.
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Habían terminado acurrucados sobre la alfombra jalando las cobijas para cubrirse. La desparpajada mata de rubios tirabuzones cubriéndole el pecho mientras la tibia respiración de Candy era el único sonido en la habitación. James, no había sido capaz de retomar el sueño. Después de lo ocurrido con Candy, era imperioso que buscara la manera de darle un nuevo sentido a su vida. En su mente repasó como siempre una lista de cosas por hacer, lo más importante era buscar a su madre y a Jimmy sacarlos de la casa de Al, ya Paty y su familia en varias ocasiones les habían ofrecido su ayuda y prefería mil veces aceptarla que seguir siendo parte del proyecto de caridad del jefe de la familia Andrey.
Aunque no quisiera ser injusto al no reconocer lo mucho que Al les había ayudado, le dolía admitirlo, pero ya no podía ser igual que antes, era momento de salir de debajo de su ala protectora. Candy respingo inquieta, él apretó su brazo derecho alrededor de su cuerpo a manera protectora y con la mano izquierda acaricio su pequeña naricita con su índice a lo cual ella sonrió en sus sueños —Terry —dijo ella acurrucándose más. James sintió una punzada en su estómago y tuvo que recordarse que ese también era él o había sido, ya que de nada servía saber su nombre si todo ese tiempo había vivido como “El Inglés” aprendiz de mecánico, bailarín de corazón y delincuente juvenil por azares del destino. —Terry —repitió el nombre, él no sabía quién era ese Terry o la vida que habría tenido siendo él, su madre había muerto salvándole la vida al aventarlo del auto, un auto con chofer que había sido expulsado del vehículo con el impacto del tren según recordaba.
Elevó su mano observando la rugosa textura de su dorso y la imagen de su pequeña mano aferrándose tercamente a la de su madre, vino una vez más a su mente. Él, reconocía ese rasgo como propio, al menos ese Terry y él tenían algo en común, el amor por sus madres ya que harían hasta lo imposible por ponerlas a salvo. Soltó un fuerte suspiro, no sabía qué hacer con esa información ahora esas cicatrices que por tanto tiempo había odiado, incluso repudiado, tomaban otro significado. Solo había una persona que conocía su pasado y aunque esperaba no volver a verlo en su vida, sabía que si quería desenmarañar el intrincado laberinto que representaba su origen debía hacerse a la idea de que así sería. Se le revolvía el estómago de solo pensar en ese maldito, bueno por lo pronto no era algo que debía preocuparle ya vería si realmente valía la pena. Seguramente todo lo que saldría de la boca de ese tipo serían mentiras.
Escuchó algunos ruidos fuera de su alcoba y recordó en donde estaba y la comprometedora situación en la que se encontraba con Candy. —Pecas, despierta —Le dijo haciéndole de nuevo mimos a su nariz, pero ella solo hacía chistosas muecas arrugándola. —Necesitas volver a tu cuarto —Le insistió quitando un rizo de su rostro. —Segunda puerta a la derecha —le contestó entre balbuceos y recordó que se había tomado el calmante que le habían dado. James no podía evitar sonreír al admirar con ternura ese pecoso rostro de la mujercita que amaba. Ella le había salvado la vida en más de una ocasión, primero de pequeños al sentirse perdido y solo en el hogar de Pony y después al arrojarse sobre él para no ser arrollado por el tren, cuando la crisis de la incertidumbre que sentía por no recordar su origen había llevado a su atribulada mente a que cometiera ese acto de violencia incontrolable en el cual no se había reconocido.
Su mundo seguía siendo un caos y tal vez lo que acababa de hacer con Candy solo complicaría más su situación, sin embargo, nunca se había sentido tan seguro de los pasos que debía dar para estar a la altura de su mujer, porque ella era ahora suya. La tomó entre sus brazos recostándola sobre la cama mientras él, entraba al baño por algunos enseres para limpiar la prueba de la virtud que había quedado en la alfombra. Después se vistió y salió a verificar que Candy le había dado instrucciones correctas sobre como llegar a su habitación. No se iba a pasear por la mansión con una pecosa desnuda y recién desflorada. El pasillo que debía atravesar quedaba expuesto a la mitad del camino por la estancia donde se encontraban las escaleras dobles no había nadie a la vista así que cruzó sin problemas. Abrió la puerta y respiró aliviado al entrar en la que evidentemente era la alcoba de Candy. Dejó la puerta entreabierta para no tener problemas y al intentar cruzar otra vez por el espacio abierto de las escaleras tuvo que agacharse para no ser visto por Albert y George, su hombre de confianza a quien había conocido el día anterior. Había una oportunidad para cruzar sin ser visto ya que al parecer los hombres estaban muy enfrascados en su plática, pero de repente un nombre captó su atención.
—Frank Larson, fue visto por última vez sobre la carretera a las afueras de la ciudad. Según el cajero de la gasolinera compró unas botellas, cigarrillos y un par de panecillos—. El hombre de mediana edad dudó un poco antes de continuar—. También compró estopa y llenó dos bidones de gasolina. William, él no iba solo, Larson le hizo señas a alguien que esperaba por él en la camioneta para que le ayudara con las compras. El intendente describió a un chico alto, delgado de cabello negro que a pesar del calor llevaba puesta una chamarra de cuero que le quedaba grande.
—Maldito desgraciado y ¿qué hay de Lilly saben algo de ella? —el tono empleado denotaba consternación apenas contenida.
—Nada excepto que el tipo entro en una discusión con el muchacho al mencionar a su madre, él se le quiso abalanzar a Frank y terminó en el suelo siendo pateado por Larson, este se detuvo ante la amenaza del encargado de llamar a la policía. Larson descaradamente lo retó a que lo hiciera, al parecer el tipo está muy seguro de sus conexiones.
— ¿Y entonces? Ya Sabemos su exacta ubicación —La voz le temblaba mientras se paseaba por la estancia con la mano en la frente.
— No, lo siento William —El rubio tenía el rostro enrojecido —¡No es posible George! ¡Hay que incrementar al personal éste maldito es de peligro! —dijo golpeando fuertemente la mesa del recibidor—. Debe haber alguna desviación con la que no hemos dado, porque nuestra gente le volvió a perder la pista después de que ya lo habían ubicado, seguramente se filtró información de alguno de sus conocidos en la policía.
—No quiero ni imaginarme, lo que es capaz de hacerle a Lilly, ¡Dios! —Lagrimas salían de sus ojos azules —Hay algo más —El hombre tomó una respiración profunda antes de continuar —Después de que se fueron encontró está nota que el chico había deslizado a un lado de la manguera de la gasolina.
“¡AYUDA! mi nombre es Jimmy Larson, mi madre y yo hemos sido secuestrados, mama está enferma.”
James, no pudo leer lo que decía la nota, pero lo adivinaba al ver la palidez en el rostro desencajado de Al y la manera como estrujaba el trozo de papel contra su pecho. Observo que George, apoyaba su mano en el hombro del de menor edad. Después de eso afortunadamente los hombres habían pasado al despacho para continuar su plática y James pudo atravesar sin ser visto.
Regresó a la habitación que ocupaba anteriormente, tomó a su pecosa envolviéndola en una cobija, la llevo hasta su cama se detuvo un momento para deleitarse respirando el mismo aliento de su amada y le beso los labios que había humedecido sin darse cuenta con las afligidas lagrimas que brotaban de sus ojos. Una congoja comprimía su corazón, no habría querido que fuera de esa manera. Si por él hubiera sido le habría hecho el amor de nueva cuenta esa y todas las mañanas y todas las noches de su vida. El tiempo apremiaba y jamás se perdonaría si algo sucedía por no haber hecho todo lo que estuviera en sus manos para proteger a Lilly y a Jimmy.
Todavía era temprano, debía aprovechar el silencio de la casa para bajar a la sala donde se había enfrentado con el imbécil de Neil. Se agachó y ahí debajo del amplio sillón de cuatro personas encontró lo que buscaba. Lo guardó en la parte posterior de su pantalón y se dirigió en busca de Teodora.
James, montó su Harley y salió como alma que llevaba el diablo no era posible que se había apartado solo un par de días y el imbécil había regresado él sabía en dónde buscarlo. Un elegante vehículo, un Bentley portando la orgullosa insignia de la B con alas en la punta iba llegando a la mansión, alcanzó a ver a un hombre maduro con canas en las sienes y porte gallardo que se bajaba de este, el distinguido caballero lo observaba de manera insistente, en otro momento quizás se habría detenido para averiguar por qué le resultaba familiar pero ahora su familia verdadera estaba en peligro y solo él tenía el deber de ayudarles.
Apretó el acelerador y se perdió en la distancia zigzagueando entre las calles a toda velocidad, rápidamente el escenario fue cambiando al dejar atrás las mansiones de la gente acomodada y llegar al barrio bajo que lo había visto crecer, quienes le conocían reconocieron de inmediato el potente motor de Teodora mientras recorría la calle principal en donde se encontraba el taller de Al, ellos seguían con sus rutinas pensándolo tranquilo y a salvo en la mansión Andrey así que se sorprendieron al ver pasar a James sin siquiera detenerse a saludar, pero más se sorprendieron al ver minutos después un hermoso Bentley haciendo total despliegue de la potente máquina bajo el cofre al parecer tratando de dar alcance al Inglés.
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“El Inglés” empezó a sentir su cuerpo pesado al acercarse a su destino, se llenaba de ideas angustiantes. Años atrás en su nocturno deambular su fragmentada memoria le había llevado a ese lugar pero en su momento no había entendido el motivo del pavor que le provocara el asqueroso lugar, su cuerpo había reaccionado con violentas arcadas, después rápidamente había dado media vuelta alejándose con la intención de nunca regresar. Esta vez se forzaba a seguir avanzando a pesar de que sus viseras se contraían al recordar las heridas latentes por las memorias recobradas cada herida socavaba, profundizaba más pronunciada en la piel del alma hasta dejarla en carne viva. Aun así, ante la posibilidad de desmoronarse James -Terry siguió adelante dispuesto a enfrentar sus más grandes miedos.
Debía desmontar lejos para no ser escuchado apagó a Teodora y siguió a pie guiándola en silencio hasta dejarla oculta a un lado del camino.
Se asomó por entre los tablones de la endeble estructura, Jimmy estaba inconsciente en una esquina se llenó de ira al recordarse a sí mismo años atrás justamente ahí en ese inmundo cuartucho. Lilly, tenía la ropa desgarrada, el cabello revuelto y su pecho hacía un ruido extraño al respirar en su regazo sostenía la cabeza sangrante de su pequeño.
No lograba ver a Frank por ningún lado hasta que sintió el cañón en sien.
—Maldito escuincle nos volvemos a ver—
Continuará...
Capitulo reliazado por La Divina Fedra Fénix\ Elby 8a
Edición de portda por La Divina Kitri\ Dení T.G.
Fic Realizado en conjunto por Las Divinas Místicas de Terry.
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