Hola chicas:
Cerrando ya la Guerra Florida vengo a dejarles el capitulo final de mi fic
Gracias a todas las que han seguido la historia.
Edité un video con los rebeldes pero se arruinó
cuando estaba terminando la edición,
así que les comparto sólo la canción con la que trabajé.
Un abrazo y gracias por leer
Cerrando ya la Guerra Florida vengo a dejarles el capitulo final de mi fic
Gracias a todas las que han seguido la historia.
Edité un video con los rebeldes pero se arruinó
cuando estaba terminando la edición,
así que les comparto sólo la canción con la que trabajé.
Un abrazo y gracias por leer
“Entre Líneas"
Capítulo 3
Capítulo 3
Ella es el sol que ilumina mis días, la luna que alumbra mis pasos, la estrella que guía mi camino, el fuego que arde en mi alma. Ella es luz y oscuridad, es fuego y es hielo, es dulzura y rabia, es comprensión y conciencia. Ella es risa y es llanto, es alegría y tristeza. Ella es amor, es ilusión, es ternura y es pasión, es mi luz. Es mi pasado, mi presente y mi futuro. Ella y sólo ella es la dueña de mi alma, la dueña de mis sueños, la dueña de mis pensamientos, la dueña de mis noches y mis días; la dueña absoluta de todo lo que soy y lo que aspiro a ser.
Estoy paralizado por la impresión, con un enorme nudo formándose en mi garganta y el corazón latiéndome como loco.
Estás parada frente a mí como un sueño del que no quiero despertar.
Tímida, nerviosa y sonrosada agachas el rostro para que no vea tus ojos llenándose de lágrimas.
Ni en mis más locas fantasías, cuando abrumado por el peso de mis decisiones, derramaba en mi diario las mil y una formas en las que imaginaba un encuentro entre nosotros, pude imaginar los sentimientos encontrados que me asolarían. Mi corazón retumba con tu cercanía, la piel se me eriza al sentir tu calidez al alcance de mi mano.
Alguna vez escribí en mis febriles fantasías que, de tenerte nuevamente frente a mí, me lanzaría como un sediento a beber de tus labios, que te abrazaría hasta que no supiera dónde terminaba yo y dónde empezabas tú.
Y aquí estoy, incapaz de moverme, con el miedo paralizante a que nuevamente sea una alucinación, el temor a que desaparezcas nuevamente me atenaza el pecho.
¿Es acaso que he evocado tu imagen de tanto escribirte y añorarte? ¿Estoy acaso dormido? ¿o sigo llenando con mi pluma mi diario, mudo testigo de mis pensamientos, esperanzas y sueños y estoy imaginando tu llegada?
El suave aroma de tu perfume me despierta de mi ensueño e incapaz de seguir parado sin atinar a formular una palabra te extiendo mi mano temblorosa.
Una corriente recorre mi cuerpo cuando tu pequeña mano también temblorosa se desliza entre la mía.
Sin mucha delicadeza debido a mis alterados sentimientos al tenerte por fin conmigo te introduzco en mi camerino cerrando casi de un portazo la puerta.
Aún tus ojos no me miran, sigues con la vista en el suelo, y tengo que inspirar profundamente antes de hablar para evitar que el tono de mi voz delate lo abrumado que me encuentro en este momento.
Me recreo un minuto más en tu figura enfundada en un elegante vestido de encaje rojo oscuro muy a la moda.
Fascinado me recreo en los cambios que se han operado en tu figura, no puedo evitar una mueca al darme cuenta que tu cabello también ha sufrido cambios para estar a la altura de tu nuevo look.
Te remueves inquieta ante mi intenso escrutinio y no puedo soportar que sigas sin poder mirarme.
Candy…. Candy yo– tengo que inspirar nuevamente para aclarar mi enronquecida voz - por favor pecosa, mírame
Terry – tengo que esconder mi sonrisa al verte respingar levantando el rostro ante mi forma particular de llamarte.
El furioso rubor que cubre tus mejillas cuando nuestros ojos se encuentran por fin, me desarma.
Candy, estás aquí – mi mano no deja de acariciar el dorso de tu mano que aún tengo prisionera
No sabía que responder -tengo que inclinarme un poco para entender tus palabras – tu carta, bueno, no sabía, no tenía ni idea de que escribir, no quería importunarte – empiezas a balbucear con tus hermosos ojos nuevamente anegados en lágrimas.
Sólo dime – levanto mi mano libre para tomar tu rostro y evitar que vuelvas a esconder tus hermosos ojos de mí, sorprendido siento tu mejilla apoyarse en mi palma con una suave caricia – sólo dime….sólo dime que en tu corazón, tampoco nada ha cambiado.
Terry…ohhh Terry
Candy – tu intempestivo llanto me toma por sorpresa tanto como tus brazos rodeando mi cintura – Candy – susurro tu nombre mientras te abrazo con todo el amor que tengo guardado para ti – no llores mi amor, por favor no llores.
Te he mojado – es lo primero que dices hablando entrecortadamente intentado limpiar mi chaqueta y no puedo evitar sonreír aun cuando mis ojos también están humedecidos, después de escucharte llorar desconsoladamente por varios minutos en los que me limite a sostenerte contra mí– soy un desastre
Un desastre muy hermoso – das un respingo, pero aún sigues con el rostro agachado – por favor mírame. Mírame Candy, no te ocultes más por favor – tomo nuevamente tu rostro con toda la delicadeza de la que soy posible dado lo vulnerable que te encuentras – No me escondas más tus hermosos ojos.
Por fin cedes a la suave presión que ejerzo sobre tu mejilla, apoyas el rostro contra mi mano y por fin puedo deleitarme al ver tu rostro.
La jovencita de mis recuerdos a dado paso a la hermosa mujer que tengo frente a mí, tus ojos siguen siendo tan verdes como los recuerdo, tus mejillas tersas, tu rostro en forma de corazón, tu pequeña nariz, tus labios, esos suaves labios que tanto añoro volver a probar y tus pecas, tus inolvidables pecas un poco atenuadas por los años siguen fascinándome.
Mi Candy….mi pecosa…- te sonrío a medias
Terry – tu voz es un suave reproche
Perdóname – suelto de improviso y das un respingo – no tienes idea de lo mucho que me he recriminado por herirte
Terry
Déjame hablar pecosa – te silencio poniendo un dedo sobre tus labios incapaz de detener el torrente de palabras que me queman los labios – nada, nada justifica el daño que te hice, no tienes idea de las muchas noches que me ha atormentado el recuerdo de tus ojos llenos de desolación, el recuerdo de tu cuerpo tembloroso, el recuerdo de tu suave y débil voz pidiéndome que sea feliz – tengo que tomarme un respiro para continuar mientras rodeo tu cintura con mi brazo libre y mi mano aun sostiene tu rostro para evitar que te ocultes nuevamente de mí – perdóname por no haber sido el hombre que te merecías, perdóname amor mío, perdóname por no haberte protegido, por no haber protegido tu corazón. Perdóname por haberme dejado vencer, por no ser el hombre que tú te mereces, por ser débil y hundirme en la desesperación, perdóname por correr al abismo en lugar de correr hacia ti.
Shhhh - posas con delicadeza tu mano sobre mis labios callándome – perdóname también a mí Terry, no supe luchar – el corazón se me estruja cuando veo temblar tus labios – te dejé, me fui sin mirar atrás, le hice una promesa a ella sin tomarte en cuenta. Perdóname mi amor, perdóname por no escuchar tus silencios, por no saber leer en tus ojos llenos de desesperación, por no saber leer entre líneas lo que no podías decirme con tu voz – tu suave y dulce mano acaricia mis mejillas y se me detiene el corazón al ver tus ojos llenos de amor – perdóname también tu a mi por herirte, por no cuidar tu corazón, perdóname por haberte dejado no una, sino dos veces. – no me dejas preguntarte a qué te refieres y continúas – tu madre…tu madre me dijo que tuviste una visión o alucinación sobre mí – asiento intuyendo lo que va a decirme – no lo era Terry – me miras con los ojos nuevamente llenos de lágrimas y continuas sollozante – no tuve valor para correr hacia ti….quería hacerlo…quería lanzarme a tus brazos y sacudirte… pero entonces te levantaste, tu voz se elevó y brillaste, y yo, yo no pude quedarme, perdóname por haberte dejado nuevamente…no podía Terry…quería…quería correr a ti, pero no pude…te dejé de nuevo…no pude..
No me dejaste Candy – te digo temblando, conteniendo mis emociones – no me dejaste, te quedaste conmigo, aquí – tomo tu mano y luego de besarla la pongo en mi pecho, sobre mi corazón – aquí, en este corazón que te pertenece desde siempre, te quedaste para guiar mis pasos, fuiste mi faro en medio de la oscuridad, estoy convencido, aunque no lo merezco, que tus oraciones me alcanzaron en mis noches más oscuras. Tu fe en mí, tu confianza en mi fortaleza me ha sostenido. Por favor di que me perdonas, dime que no estoy soñando despierto y que puedo aspirar no sólo a tu perdón sino también a tu corazón.
Sin darte tiempo a responder, doy un paso atrás alejándome de ti para ponerme de rodillas.
Te amo Candy, te amo más allá del tiempo, más allá de la vida – esta vez sé que tus lágrimas no son de tristeza por los recuerdos, porque tu sonrisa, aunque temblorosa es la más luminosa que he visto – quiero caminar lo que me resta de vida amándote, quiero cuidarte, engreírte, atesorar tu corazón por siempre. Sé que esto puede parecerte precipitado, pero te amo desde siempre, desde esa noche brumosa en el océano, desde nuestros días en el San Pablo, desde nuestras clases de piano, desde ese verano en Escocia, te amo desde que nos volvimos a ver, desde nuestras cartas compartidas, desde nuestros sueños destrozados, te amo desde nuestros luminosos días y nuestras oscuras noches. Te amo desde nuestra desesperación y nuestra agonía – hago una mueca al caer en cuenta de que lo que estoy diciendo parece no tener sentido – estoy enredando todo…yo…
Te perdono sólo si tú también me perdonas – no puedo reaccionar al verte ponerte de rodillas frente a mí y no puedo evitar pensar en que he arruinado las cosas, pero entonces me vuelves a sonreír y mi corazón comienza una loca carrera- yo también te amo Terry, desde siempre y para siempre y lo único que quiero es no volver a separarme de ti.
Envalentonado por tu confesión te arrastro a mis brazos y hundo mi nariz en tus pequeños y coquetos rizos que juguetean sobre tus hombros, siento tu cuerpo estremecerse con nuestra cercanía y reúno el valor para pedirte, para suplicarte, para rogarte lo que no pude hacer esa fría noche en la que nos separamos.
Cásate conmigo pecosa, cásate conmigo, hazme el honor de ser mi esposa – no tengo valor soltar el férreo abrazo en el que te tengo envuelta, pero te las arreglas para empujarme suavemente y no puedo sino obedecerte y me pierdo en el brillo esmeralda de tus cálidos ojos.
Si – es lo único que dices en un susurro y tu sonrisa ilumina y arrasa mi mundo.
Fin