CAPÍTULO III
TODO POR AMOR
SONGFIC APNEA
DE RICARDO ARJONA
POR YURIKO YOKINAWA
Mientras se desintegraban los sueños, se multiplicaban los fantasmas. La risa como cosa del pasado, el llanto como lluvia desbordada. Aprender a vivir en compañía fue a negarse a vivir en soledad. El aire se hace denso, los días se hacen largos, las noches son un infierno de insomnio y melancolía.
Tantos domingos, tantos diciembres, y solo queda una fecha cualquiera que marcó el principio de un final en pausa. Ese día, empezó lo que terminó. (R. Arjona)
Voy rumbo a nueva York, en la mayor parte del camino no dejo de pensar en lo que puede pasar en algunas horas, no dejo de divagar en ese momento en que Terry me reciba desde que baje del andén, ¿cómo lo hará? Debo de contener mis emociones, no es digno de una dama tener ese tipo de pensamientos, pero no puedo evitarlo, estoy enamorada.
En ocasiones abro la cajita de felicidad que mi querido Stear me regaló, me gustaría que midiera lo feliz que me siento, al menos sé que ahora sí no le ha fallado su invento, me reuniré con Terry después de mucho tiempo, demasiado para ser exacto, pero ni el tiempo, ni siquiera la distancia, han podido lograr que nos olvidemos, nuestros sentimientos continúan intactos, ¡no! más fuerte que nunca. Duermo un rato, sueño en ese reencuentro y de nuestra vida juntos, felices, con hijos, mirando siempre para adelante.
Nos han dicho que estamos entrando a la ciudad. Saco de mi bolso un frasquito de crema perfumado, unto un poco de ella en rostro, cuello y manos. Acomodo mis dos coletas para que no se vean tan caídas. Debo estar lo más presentable para él y que sienta el aroma a rosas cuando me abrace. Me pregunto si estará igual de ansioso que yo, incluso, si tiene el mismo deseo que yo de besarlo. Me recrimino por mis pecaminosos pensamientos, pero, realmente es lo que me gustaría que pasara. Nos hemos esforzado mucho en nuestra profesión, soy una enfermera titulada y él, un actor con uno de sus tantos protagónicos que tendrá a futuro. Estamos cerca de la estación. ¡Terry, estoy a nada de verte otra vez!
No sé si sentirme decepcionada o justificar la actitud de Terry. No es ni tantito lo más cercano de lo que imaginé. Debe ser la presión de los ensayos o es que ya se arrepintió de haberme invitado. Quizás Elisa tenga razón, pero no lo creeré hasta que él me lo diga de sus propios labios. Terry jamás guardaría un secreto así, nunca me ocultaría un romance solo para hacerse famoso… ¿y si realmente se ha enamorado de su coprotagonista y por eso me pidió que viniera para decírmelo de frente? Esa emoción por estar aquí se ha convertido en incertidumbre. En lo que Terry prepara el té me dirijo al afiche de Romeo y Julieta que está colgado en la pared y me dedico a cambiar el nombre de la actriz Susana Marlowe por el de Candy White. Aunque suene a inseguridad, no lo es, simplemente… los celos me invaden, pero no lo quiero demostrar… estoy dejando en claro que solo somos él y yo.
Estoy tan perturbada con mis pensamientos que no me di cuenta de que al caminar para darle un zape a ese engreído por hacerme rabiar por el significado de haber cambiado los nombres en el afiche tropecé con la pata de la mesa haciendo caer el té y mi cuerpo se posesionara sobre él. Estaba encima de él, nuestros ojos se encontraron e inmediatamente se dilataron por el deseo, al menos fue en mi caso porque segundos después él miró hacia otro lado e hice lo mismo para levantarnos posteriormente. Él me ama, pude verlo, iba a tocar mi rostro, pero se arrepintió. Me hubiera gustado que lo hiciera. Ni siquiera un abrazo, solo dijo que me veía linda. Terry, estás tan cerca de mí que te siento demasiado lejos, simplemente no estás conmigo. Ni las cartas que compartimos me hacen sentir así a pesar de que no le has dado seguimiento…
Apenas y pude conciliar el sueño. Terry fue a dejarme al hotel, debía asistir a los ensayos. En el camino lo veía tenso, perdido en sus pensamientos cómo cuando estuvimos en la cafetería, en el trayecto a su departamento. Todo el día ha estado así, dime, ¿por qué no confías en mí como yo lo hago contigo? Callo mis cuestionamientos, le sonrío antes de dar vuelta con un nudo en la garganta y entrar a la recepción. Doy mis datos, tenía una reservación para cinco días. Volteo hacia la calle y él seguía ahí, gritándome con su semblante que algo le sucedía y no podía contarme. Estos días que estaré aquí aprovecharé para preguntarle.
Hoy será el gran día, me hubiera gustado acompañarlo a los ensayos. Se lo sugerí, pero me dijo que sería a puerta cerrada y nadie ajeno a la compañía podría estar. Aprovecho la mañana para comprarle un regalo. En todos lados hay espectaculares y afiches para la obra de Romeo y Julieta. Terry se ve bien gallardo y su coprotagonista... Niego con la cabeza al recordar las palabras de Elisa: “Se dice que hay un romance entre ellos.” No debo ser negativa ni dudar de sus sentimientos, no hay mayor prueba de su amor que el haberme invitado a su primer estelar y hacerse cargo de todos los gastos. Solo es cuestión de paciencia para que me diga qué le sucede, si está en mis manos, podré ayudarle.
Regreso al hotel con un pequeño pero significativo obsequio, compré un medallón relicario de plata en forma circular con la imagen grabada de una huella de felino. En el interior coloqué una foto mía, luego, iremos a tomarnos una foto juntos para ponerlo en la otra cara del relicario, así podrá llevarme a todas partes y cada vez que lo abra sabrá cuánto lo amo. Ya quiero ver la expresión de su rostro cuando se lo dé. Imagino que me dirá que mi obsequio tiene doble intención. Aunque se lo voy a negar debo admitir que lo tiene.
No me importó los comentarios de Elisa y Neal, siempre han intrigado en nuestra contra, pero, no puedo hacer oídos sordos a los cuchicheos de los demás. En el intermedio de la obra me senté detrás de unas damas que cotilleaban sobre la presión que hacía la madre de Susana para casarla con Terry… Ahora comprendía su actitud y comportamiento. Lo que estaban haciendo era injusto y mezquino. No podía quedarme a ver lo que restaba de la función, debía hacer algo.
La esperanza que tenía para hacer recapacitar a Susana se había aventado por la ventana. La busqué por todos lados luego de leer la carta que dejó para su madre. No imaginé la magnitud de los acontecimientos hasta que evité que cometiera una tontería desde la azotea del hospital. Su amor por él era tan fuerte que le salvó su vida a costa de la suya. ¿Qué debía hacer ahora? Terry cargaba con la culpa y el dolor de lo sucedido. Si me lo hubiera dicho quizás… Ya era tarde para hacer suposiciones.
Quería decirle que se callara, no quería escuchar cuánto lo amaba ni del sacrificio de hacerse a un lado para que él y yo pudiéramos ser felices. Caminé hacia atrás en completo estado de shock. Los mil y un pensamientos me atacaban el alma y corazón. Ideas egoístas como lo correcto me carcomían. Susana no era mala pero sí caprichosa. Esta era su oportunidad para quedarse con Terry, pero ¿qué quería él? ¿qué quería yo? Necesitaba tomar una decisión por el bien de ella y el de Terry. Sentía un gran nudo en el estómago.
Los gritos de la señora Marlowe se hicieron presente. Fue hacia su hija para ver su estado físico. Atrás de ella iba Terry. El tiempo se detuvo. Con la mirada hacia abajo por la vergüenza y culpabilidad pasó al frente mío. Sus manos empuñadas denotaban que estaba entre el deber y el honor. La cargó con tanta facilidad que por un momento deseé estar en su lugar. Mientras ella le contaba que le había salvado la vida, pasó nuevamente sin mirarme. El cruel destino estaba escrito. Coloqué el puño de mi mano en la boca para ahogar un grito de impotencia. Mis lágrimas no pudieron más y salieron a raudales para desahogar el dolor de mi alma.
Estando más tranquila y serena, bajé, con la mejor sonrisa que pude darle le dije a Terry que cuidara de ella, que, estando en su lugar no lo habría salvado. Me despedí de Susana. Ya no le permití que me hablara de su amor por él, no podría resistir mi corazón. Le dejé mis buenos deseos de dicha y felicidad y salí de esa habitación que me asfixiaba. La parte difícil vino después. Decirnos adiós.
Terry y yo nos entendíamos bien porque éramos afines, así que no necesitamos de palabras para saber que lo nuestro había terminado. No podíamos ser felices a costa de la infelicidad de Susana. No, él y yo no éramos cómo ella, cómo Elisa, cómo aquellos que interponían sus deseos en contra de los deseos de los demás. Por eso lo amé, por ser quién es, por sus valores, creencias, por defender lo que es justo, porque en él impera su palabra y el honor.
Me pidió acompañarme a la estación, pero decliné su invitación, no quería hacer más difíciles las cosas. Aceleré el paso para bajar las escaleras, no quería dejar duda sobre nuestra decisión. Él me dio alcance, con sus fuertes brazos entrelazó mi cintura. Podía escuchar claramente el palpitar acelerado de su corazón, el calor de su cuerpo me quemaba, de pronto, sus lágrimas se conjugaban con las mías. El chico que me ama está llorando… Lentamente fue aflojando su agarre al tiempo que me pedía que fuera feliz, volteé y con una sonrisa se lo prometí a cambio de que él también lo fuera. Apoyándome del barandal de las escaleras bajé lo más rápido que pude, ya no tenía fuerzas suficientes para seguir ahí. Salí del hospital, no sentí el frío del inclemente clima, unos metros adelante me detuve porque la cajita de la felicidad de Stear comenzó a snar. Lo saqué de la bolsa de mi abrigo, lo abrí, había olvidado que ahí estaba guardado el relicario que le iba a obsequiar. Más lágrimas se hicieron presente. Seguí con mi camino. Sería un viaje muy largo. No sé qué me deparará el destino, pero lo único que deseo es que me quite este dolor que tengo porque siento que muero de amor.
Cabe un siglo en este domingo por la noche. He pasado por todas las emociones del que jamás pensé experimentar. A cada segundo revivo los acontecimientos de este gran día. Cedo mi lugar del tren a un matrimonio con su bebé que no deja de llorar y hago magia con la cajita de la felicidad de Stear. Al menos a alguien le sirvió ya que el bebé se tranquilizó y durmió. Se me ha hecho eterno el viaje de regreso, los fantasmas se hacen presente para recordarme una y otra vez esa escabrosa escena de la azotea. No tuve una oportunidad ante Susana para luchar por él, ni él por mí, teníamos una batalla perdida mucho antes de empezarla. ¡La vida es muy cruel para quien no debe merecerlo! ¡Terry, dueles más que el peor dolor que se inventó!
Despierto en casa de los Andrew, veo a mis amigos agobiados, una profunda tristeza los invade. Patty se acerca llorosa, le iba a decir que me encontraba bien, pero se me adelantó. Stear había partido a la guerra. ¿Qué más podía pasarme? Si mi corazón estaba partido en dos, ahora estaba hecho añicos. Con razón había ido a despedirse a la estación. Annie, Patty y yo llorábamos mientras Archie lo hacía en silencio hasta que la señora Elroy entró y me recordó que yo había renunciado al apellido. Tenía razón, no tenía ni un derecho de estar ahí. Se me resbaló toda su letanía, dijese lo que me dijese ya no me importó. Me fui y me refugié en mi amigo incondicional. Fue demasiado sensato, me dijo que él hubiera hecho lo mismo.
Desahogarme no me sirvió de mucho, el insomnio se quedó a vivir aquí. Me refugio en el hospital para mitigar el estado de ánimo que prevalece en mi alma. Todo me recuerda a él. No consigo respirar. He encontrado los diarios y revistas que Albert escondió para que no pudiera saber de él. “Una futura estrella ha caído.” “Se augura enlace matrimonial entre la exactriz Susana Marlowe y Terry Graham.” Esas y más notas leo en los encabezados. Mi vida está colapsando. Nuevamente caigo hasta el fondo del mar arañando la burbuja en que no estás. Me es imposible respirar, el oxígeno se fue de este lugar. Mi amigo ha llegado, con sus palabras de aliento intenta tranquilizarme, cuenta lentamente hasta diez para que relaje la respiración. Mi llanto impide que me calme, lo que le sucede a Terry me hace sentir culpable, por más que le pienso y le pienso no había otra salida a nuestro problema, ¡claro! Era nuestro problema y lo dejé sin las posibilidades de encontrar opciones. Ahora él está quien sabe en dónde faltando a la promesa hecha. Buscando a Albert en Rockstone me encontré a Terry en una carpa ambulante en unas condiciones que no deseo mencionar. Los espectadores se reían y burlaban de su actuación. Sufría igual o más que yo. Quería hablarle, salvarlo de sí mismo. Ja ja ja. Salvarlo, de qué o de quién si no podía ayudarme a sí misma. Además, su deber estaba con Susana. Lloraba por no poder hacer nada, porque me dolía verlo destrozado, entonces, sucedió un milagro, se recompuso y dio su mejor su actuación, él había vuelto. No había nada más que hacer. Regresé a Chicago no sin antes encontrarme con la señorita Baker. Tuve que disculparme con ella…
He aceptado trabajar cómo voluntaria en una empresa minera, necesitan médicos y enfermeras por un lapso definido. No lo pensé y me enlisté. Está de más mencionar las razones por lo cual lo hago. No estoy huyendo, solo necesito mantener la mente ocupada porque la soledad me aconseja mal, para no dejarme vencer, porque debo ser fuerte, cómo siempre lo he sido a pesar de las adversidades… Sé que no lo olvidaré, pero sí sé que dejaré de lamentarme y de culpar al destino e infortunio.
Estar en ese lugar tan recóndito en dónde todo el que está ahí vive su día a día me ha servido de mucho. Para empezar, en un mundo de hombres, el cual, no están acostumbrados a ser tratados por una mujer. Es por ello de que la doctora Kelly prestaba también servicio comunitario disfrazada de hombre. No me fue bien al principio, pero poco a poco me los fui ganando. La parte más difícil de mi estancia en ese lugar fueron los recuerdos, me siguen a todos lados, a veces, prefería morir que recordar, o dormir y no despertar hasta que él volviera por mí. Me levantaba de la cama para acercarme a la ventana y mirar el cielo despejado, si corría con suerte, le pedía el mismo deseo a las estrellas fugaces: Que retomaras nuevamente tu camino para que volvieras a ser feliz.
Regresé a Chicago más serena, pero, eso no significaba que estuviera bien anímicamente, poco me duró el gusto de esa aparente tranquilidad. Alistear había sido declarado muerto en combate. La tía abuela me echó la culpa de su deceso, Archie dejó de ser él mismo, su voz enmudeció, Patty estaba devastada, era tanto su dolor que tuvo la osadía de intentar lastimarse. Aunque he deseado lo mismo no he tenido el valor de ser cobarde. Tengo que demostrar que soy fuerte, dar lo mejor de mí, una sonrisa, ellos me necesitan más que nunca, no puedo darme el lujo de seguir autocompadeciéndome. Ahora todos estamos buscando el modo de aferrarnos a algo o a alguien y yo lo he hecho con la lección que me dio Terry en la fiesta de la flor de mayo… Cuándo él y yo nos separamos la primera vez me aferré a la idea de que mientras siguiéramos vivos teníamos la esperanza de encontrarnos, ahora, he comprendido que también hay sucesos que nos impide estar juntos, sin embargo, no me queda de otra más que seguir con mi camino y es al que ahora me mantiene ocupada: La enfermería, donde ayudo a quien me necesita y al que puedo darle consuelo, porque sé que hay personas que están pasando momentos más difíciles que los míos.
Patty se fue para luego volver y lo hizo por mí. Quién diría que en estos años me han pasado un mundo de cosas y qué a pesar de todo, sigo de pie. Los Leagan se encargaron de vetarme en todos los hospitales de Chicago. Albert cada día estaba más ausente de casa y algo extraño. Luego de un accidente que tuvo pude trabajar en la pequeña clínica donde lo atendieron. Logré una buena amistad con el doctor, parecía que mi vida volvía a tomar su rumbo, pero, la maldad encontró mi talón de Aquiles, sí, tiene nombre y apellido. Tontamente creí que Terry había venido por mí, que al fin mis deseos a las estrellas fugaces se harían realidad. Suena irónico, por un lado, deseo la felicidad de Susana, pero también deseo la mía. Egoístamente he pensado que debimos pensar mejor las cosas. Éramos demasiado jóvenes e ingenuos, pero analizando la realidad de los acontecimientos he concluido que Susana nos manipuló a su antojo y se aprovechó del momento y la situación. Tomando en cuenta mi análisis, creí que ese hombre me llevaría hacia con Terry y que sí él estaba ahí era porque pensaba lo mismo que yo. Mi amor por él no me dejó razonar que está criado con base a valores aristocráticos y que el honor se antepone a sus deseos, por lo tanto, no dejaría a Susana.
Luego, Albert se fue sin darme explicaciones, y, cómo burla del destino, sucedió lo que jamás me imaginé, el tío abuelo William ordenó casarme con Neal Leagan. Enclaustrada en la residencia Andrew la soledad comenzaba a aconsejarme mal, los fantasmas del pasado volvían hacerse presente, el espejo me lanzaba dardos de reproche por no poder hacer nada, por dejar que el ayer lo dejara todo para mañana. No debí permitir que me pisotearan y me consideraran cómo un objeto matrimonial. El insomnio volvió a vivir conmigo, la esperanza se tiró por la ventana… ¡No! Cuando llegue el mañana ya no estaré aquí.
Una de las mucamas se apiadó de mí y me dejó ir. Me dirigí al consorcio para buscar al hombre que me adoptó y reprocharle el pago que me exigía por tener su apellido. George desconocía tal aberración y por vez primera desobedeció una orden. Mi caballero de armadura blanca me llevó a Lakewood para que hablara directamente con él…
Públicamente se presentó en la fiesta de compromiso para cancelarlo. Después de tanto tiempo me sentí protegida y para sanar mi alma, me sugirió regresar al hogar de Pony . Ahora, por decisión propia permanecí en mi primer hogar tejiendo esperanzas vanas. Conté los días, semanas, meses, años. Albert buscó la forma de que esa esperanza no muriera, él sabía cuánto amaba a Terry. Intentó devolverme el diario que le confié como mi padre, pero no estaba lista para tenerlo nuevamente en mis manos, recuperó a César y Cleopatra y me dio una enseñanza del amor, ellos a pesar de vivir separados se reconocieron cuando se reencontraron, libros, invitaciones a viajes el cual decliné.
En el fondo de mi ser esperaba que él me encontrara en el lugar del que tanto le hablé. Sé que suena contradictorio, pero una cosa es el deseo y otra la realidad, pero mil veces preferí el deseo, la esperanza que comenzaba nuevamente a germinar. Jamás dejé de seguir a Terry, por los diarios me enteré de algunos chismes, sí, eso eran, chismes, él no era cómo lo describía Susana, cómo los medios lo pintaban. Sus convicciones son firmes, el honor su bandera, los valores su fortaleza y la integridad su propia alma. La supuesta pareja de Broadway estaba en su peor momento. No niego que me alegra saberlo. Susana no era la persona que decía ser. Hace años atrás recibí una carta de ella mostrándome su verdadero rostro. Bastó leerlo una vez para romperlo en mil pedazos y darme cuenta había cometido el peor error de mi vida: dejarlo a su lado para su salud, bienestar y felicidad. No le respondí, ella nunca lo amaría por las dos, ahora, ha terminado de sacar el cobre. ¡Cuánto amor decía tenerle! Ahora, no me queda más que seguir esperando, sé que tarde o temprano él volverá a mi lado, y cuando lo haga, juro que nada ni nadie se interpondrá entre nosotros. Dejo de llamarme Candy White Andrew si no cumplo con mi palabra.
La señorita Pony y la hermana María me han pedido que haga una diligencia a Nueva York. Si me lo hubiera pedido Albert es posible que me hubiera negado. Entran mis temores, mi alma ya está ahí, pero mi mente lo piensa dos veces, ¿y si nos cruzamos en el camino? Notan mi duda, la señorita Pony toma de mi mano y sabiamente me dice que debo enfrentarme al pasado, con suerte encontraré algo a la vuelta de la esquina. A mis dos madres jamás las he podido engañar, saben que aprendí a vivir en compañía para negarme a vivir en soledad. Me conocen demasiado bien, cerrando la puerta de mi habitación mis noches se convierten en un infierno de insomnio y melancolía. Está bien, les digo, mi corazón me pide que vaya. Iré a cumplir con el mandado de mis madres, y si nuestro destino es encontrarnos no te dejaré ir.
Albert le ha pedido a George que me acompañe en el viaje, me dice que estará al pendiente de lo que fuera a necesitar, además de tener carta abierta para hacer las compras pertinentes para el hogar y la clínica que el doctor Martin dirige en Illinois. Me pregunto si tendré tiempo para hacer tantas cosas. Conforme el tren se va acercando a la ciudad se incrementa la ansiedad, siento que me falta el aire, el pasado golpea mi presente. No consigo respirar. Caigo hasta el fondo del mar, arañando la burbuja en que no estás. “Tranquila señorita Candy, todo va a estar bien. Por favor, mientras cuento haga sus ejercicios de respiración.” Hago lo que me pide. Es más difícil de lo que creí, no era venir y encuéntralo, búscalo, el destino, las casualidades o las circunstancias. Creo que es tiempo de cerrar ciclos, no puedo estar así toda la vida, para bien o para mal debo hacerlo. “George, necesito que me haga un favor.”
Terry sigue viviendo donde mismo. De acuerdo con la información que recabó el señor Johnson, él viene todos los días a su departamento luego de la función, está un rato y en la madrugada se va. Eso significa que no todo lo que dicen los chismes de la farándula es verdad. George se las arregló para conseguirme una copia de la llave del departamento y por la hora en que yo iba a llegar con seguridad no encontraría a nadie por los pasillos del edificio. Acomodo las bolsas de víveres que compré y preparo un delicioso caldo de gallina con verduras, estoy segura de que tendrá tiempo que no come algo casero.
Termino de cocinar y comienzo a invadir su privacidad. Entré a su recámara, el lugar donde está el centro de su intimidad. Todo está en perfecto y completo orden. En la esquina hay un pequeño librero y a su lado un escritorio con una lámpara de luz blanca. Las yemas de mis dedos recorren los libros acomodados por géneros literarios. Dejo mi recorrido cuando visualizo lo que parece ser un diario. Lo tomo y comienzo a leer lo más que puedo, son varios de ellos y cada lomo de libro está fechado. Ahora, salto en el tiempo y vivo en carne propia el sufrimiento de Terry antes, durante y después de nuestra separación. Susana no hizo nada por ayudarlo, al contrario del amor que le decía tener parecía ser su carcelera, donde cada día lo hacía agonizar sin darle una muerte digna. Leo también las razones por las cuales de ha alejado de ella. Se ha cansado y su deseo es hacerla pagar, pero su gratitud se lo impide. Para él, lo mejor es guardar distancia, ya no dejarse ver juntos y estar lo menos posible en casa, aunque eso signifique que sea pleito seguro al día siguiente no le importa…
Lloro porque ambos hemos vivido en nuestros propios infiernos, pero, a diferencia de él, yo siempre he estado acompañada por la gente que me ama y que ha hecho que no caiga nuevamente en el abismo de la tristeza y soledad. El diario se me cae de las manos cuando escucho mi nombre. No lo escuché llegar. Lentamente me giro para estar frente a él. Necesito darle una explicación por leer sin su previo permiso. No podía pronunciar palabra. Creo que él está pasando por lo mismo. Lo veo tragar en seco y en tres zancadas me tiene bajo sus brazos y yo le correspondo. Lágrimas de alivio, felicidad y de perdón se van escurriendo de nuestras mejillas para humedecer nuestra piel. No sé cuánto tiempo estuvimos así. Mi corazón me decía que estaba en casa. Lo más curioso de todo es que mis temores se disiparon y mi ansiedad no hizo acto de presencia. Él me sigue amando, tal y cómo lo dice su diario.
“Te amo Terry.” Se lo digo mirando a sus ojos. Me pongo de puntillas, con mis dos manos tomo las solapas de su chaqueta para acercar sus labios a los míos. Probamos el sabor salado de nuestras lágrimas hasta que se secaron. Al fin nos liberábamos de la culpa, de aquel espejo que nos lanzaba dardos de reproche. Nos hemos perdonado. A partir de hoy empieza lo que ya se terminó. Lucharé por él, por nuestro amor, por nuestra felicidad. Tarde o temprano Susana comprenderá que la deuda de él está saldada y tendrá que dejarlo ir si es que realmente algún día lo amó y si no, tendré que convencerla sin importar los medios para hacerlo.
Los primeros rayos de sol perturban mi sueño. Tenía muchos años que no dormía tan plácidamente. La respiración acompasada de Terry me da la paz que había perdido. Levanto un poco la cabeza y observo que la sábana apenas y cubre nuestra desnudez. Él aprieta su abrazo cuando siente que me muevo, respondo del mismo modo y acerco mi rostro a su pecho para escuchar el palpitar de su corazón que me dice cuánto me ama. Sonrío victoriosa. Él siempre ha sido mío como yo de él, nos pertenecemos en cuerpo y alma. Cierro mis ojos y me dejo llevar por las caricias que me regala. Su tersa voz me manda a la gloria, sus labios me dirigen al paraíso, el tacto de sus manos me estremece provocando una serie de explosiones infinitas en mi interior que me hace desfallecer una y otra vez. ¡Es maravilloso amar y ser amado! ¡Es maravilloso estar vivos!
Mientras él está con los ensayos, funciones y casi nada con Susana realizo lo que mis madres me encargaron. George me ha ayudado con las negociaciones. Aprovecho para decirle directamente lo que ya sabe. Me aconseja que debo ser discreta, sobre todo, guardar mi distancia con Susana y la prensa. Eso ya lo había platicado con Terry. También, le pedí que enviara las compras a Illinois. Sí, he decidió permanecer más días en Nueva York, en lo que él termina la temporada alta y su suplente pueda cubrirlo nos iremos al hogar de Pony. Estoy muy contenta por ello. De mientras, seguiré disfrutando de mi luna de miel adelantado.
El poco tiempo que tenemos para estar juntos no nos alcanza para ponernos al corriente de todo lo que hemos hecho en todos estos años. Hay acontecimientos agradables y no agradables, pero en el lado de él, no hay mucho de bueno, más que la reconciliación con su madre. Ambos nos sentimos culpables por lo mal que lo pasamos y lo justificamos con que éramos muy jóvenes cómo para discernir el alcance de nuestra decisión, sobre todo, la de Susana y su chantaje del agradecimiento. Me siento muy sola cuando se va, no es mucho tiempo su ausencia, se va de madrugada y ya está temprano ese mismo día. Me acompaña a desayunar para luego irse al teatro. Todo lo que le preparo de comer lo hago con gusto, es más de lo que había soñado, es la vida real y no las fantasías rosas de un final feliz. No duró mucho nuestro idilio de amor. Susana se había puesto demasiado intensa con sus actitudes. Terry me advirtió que existía la posibilidad de que viniera al departamento, por lo tanto, me llevó a la residencia Baker, esos escasos días que estuve con ella me sirvió para saber más de él y para hablar sobre nuestra boda. Hemos decidido casarnos. No ahorita, esperaremos un año después de que lleguen a buenos términos de una separación y que se haga del conocimiento público, porque todos creen que ellos son amantes por el simple hecho de vivir juntos. Quiero confiar que Susana entenderá, es tiempo de que deje de ser codependiente.
Fue una aventura salir de Nueva York. La prensa estaba más que al pendiente de Terry. Susana no entendió las razones por la cual él ya no podía permanecer a su lado. Realmente se habían hecho mucho daño, es increíble que ni uno de los dos pensara en eso. Y si lo pensaron… solo estaban para ver quien se lastimaba más, eso era un circulo vicioso. ¿Será que por eso que Terry no me buscaba? Ahora no tuvo el corazón de dejarla ni de las reacciones de ella. Mis madres y Albert tenían razón sobre el hilo rojo del destino y de las almas gemelas. Terry me contó que Susana no lo había tomado a bien y luego que le aceptaba a su amante en turno para finalizar con el típico chantaje del suicidio. Ella no está bien, y por los años que llevan juntos, puedo decir que la deuda está saldada a pesar de no haber cumplido con su palabra de hacerlo feliz y amarlo por las dos. Jamás imaginé que fuera tan egoísta, mezquina y ruin, pero bueno, no toda la culpa es de ella, sino de su madre también. La señora Marlowe le alentó su capricho y por lo que le podía sacar para vivir cómodamente. Pero ahora esto se acabó, les dejará el coche, la casa y se hará cargo de los gastos que genere, pero no más. Se les acabó Terry Graham y su mina de oro.
Llegamos a la estación de trenes de Chicago y tal y cómo lo hicimos en la estación de Nueva York, lo hicimos por separado, pagamos camarotes cercanos, pero cuando tuvimos oportunidad él se pasó al mío. ¡Qué hermoso es estar en sus brazos y amanecer en ellos! George me recibe y me dirige al vehículo de la familia. Terry se va solo a la salida a tomar un taxi que dispuso Albert para luego transbordar en un sitio establecido por George. Pasamos la noche en Lakewood, cenamos con Albert, luego, sin importar nuestro cansancio por el viaje, estuvimos en su despacho platicando por un buen rato. Aceptó nuestra decisión de casarnos tal y cómo lo teníamos planeado, pero, mientras él resolvía sus asuntos yo debía permanecer en El hogar de Pony, si él quería verme, tendría que viajar con discreción a Chicago. Albert jamás permitiría que mi imagen ni reputación se dañara, sobre todo, que saliera lastimara una vez más por las tretas del destino. Ofreció su ayuda incondicional, incluso monetaria , por si deseaba darle a Susana indemnización. Ya casi amanecía cuando nos retiramos a descansar. Me levanto tarde, ¡qué vergüenza! Creo que seré una mala madre y esposa si voy a estar siempre así. Terry y Albert ya habían desayunado y se habían ido a montar a caballo. Ayudé un poco en la cocina y preparé jugo de naranja para cuando volvieran. Estuvimos con nuestro amigo para luego partir al siguiente día al lugar que me vio crecer.
Mis madres nos recibieron con los brazos abiertos y, al igual que con Albert, nos pusieron las cartas sobre la mesa. Cuando estuvimos a solas no me juzgaron, tenían conocimiento que estos dos meses estuvimos viviendo juntos, me aconsejaron cómo siempre y que las decisiones que tomara las respetarían. Las abracé. Ellas me entendían a la perfección. Sabía que estaba mal y no es que no me haya importado, pero lo hice todo por amor, solo quería robarle al tiempo un poco de felicidad y lo he conseguido.
Terry y yo vivimos en la casa de huéspedes que está a unos metros del orfanato y que Albert mandó a construir hace algunos años. Aunque no quisiera, tuve que reincorporarme a mis actividades, temprano iba a la clínica y regresaba a media tarde. Él iba a dejarme y buscar, me ayudaba a preparar la cena de los niños. Los ratitos que nos quedaba subíamos a la colina a mirar las puestas de sol y platicábamos sobre nuestro pasado en común. Poco a poco esos fantasmas habían tomado forma, era tiempo de deshacernos de ellos y hacerle frente.
La estancia de Terry había llegado a su fin, el tiempo se había ido cómo el agua. Nos despedimos, no sin antes de hacerme la promesa que volvería por mí para casarnos. No quería que se marchara, pero era inevitable, no podía dejar tirado el teatro nuevamente, además, debía poner en orden su vida nuevamente si queríamos hacer las cosas correctamente. Todos los días llamaba por teléfono desde la casa de la señorita Baker, ahí vivía, pensamos que ese era el último lugar en que lo buscaría, pero nos dimos cuenta de que no fue así. Un día, me llamó más temprano de la hora acordada. Me dijo que Susana había hecho un escándalo en casa de su madre… el chantaje de hacer público el amorío que tenía con ella entre otras cosas. Le pedí que no se preocupara, esa era su oportunidad para que pudieran hablar y llegar a un acuerdo, incluso monetario cómo Albert se lo sugirió, pero, desafortunadamente no se dejó convencer. Nuevamente me llamó Terry para contarme sobre el estado en que se encontraba Susana y que la visitaría al día siguiente en cuanto saliera del teatro esperando verla más serena. Traté de animarlo, le dije que todo estaría bien y me despedí.
Apreté la falda del vestido, trataba de aguantar la impotencia que sentía y no podía descargar. Esto no podía repetirse por una segunda vez, debía hacer algo y era ahora. Mis madres me vieron salir del despacho hecha una furia hacia mi habitación. Tomé una maleta de mano. Coloqué una muda de ropa, del cajón de la mesita de noche saqué un sobre con fotografías que Terry y yo nos tomamos en Lakewood y en el hogar, elegí las mejores y comprometedoras, las guardé en otro sobre y lo metí en la maleta. Me despedí de mis madres, les dije que volvería en dos días. Sí, era el tiempo suficiente para ir y regresar de Nueva York. Fui a la clínica del doctor Martín, revisé los medicamentos controlados, tomé una ampolleta para depresores del sistema nervioso central junto con la jeringa previamente esterilizada. Es todo lo que necesitaba para mi viaje.
Miré la hora, había llegado con mucha antelación a casa de Susana no había nadie en la calle que pudiera reconocerme y a cómo iba caracterizada, menos. Toqué la puerta y coloqué el sobre con las fotografías. Me hubiera gustado ver su rostro de sufrida e indignada, era un placer que disfrutaría más adelante si todo salía cómo esperaba, y cómo fue, tan impredecible que utilizó su último recurso para que Terry volviera a su lado. Esperé un rato, entré con la llave de emergencia escondida debajo de la maceta. Supe que estaba en su habitación porque se quejaba de dolor. Entré, estaba recostada en la cama, muchas emociones se manifestaron al ver cómo se encontraba el lugar. No cabía duda de que todo estaba perfectamente planeado, pero lo que más rabia me dio fue verla vestida de novia. Sus ojos se oscurecieron cuando me vio, sus labios con voz cortada me pedían que me marchara. La muy tonta cree que con la dosis que tomó va a morirse. Creo que tendré que darle una ayudadita, Preparé la inyección, le dije que eso calmaría su dolor. A pesar de que le hablé con fingida preocupación no me creyó. No tenía la fuerza para defenderse como debiera. Me coloqué sobre ella para someterla, tomé su brazo y le apliqué el contenido de la jeringa en su vena. Unos segundos bastaron para que su cuerpo se relajara. Para cuando Terry llegara ella ya estaría fría. El suicidio sería la causa de su muerte. Arreglé la cama y la acomodé, entre sus manos le coloqué el ramito de flores que estaba tirado entre los vidrios del espejo quebrado. Tomé la carta póstuma que había escrito y lo leí, no pude evitar reír a carcajadas. Lo dejé en su lugar. Verifiqué no haber dejado rastro de mi presencia en el lugar para luego marcharme a la estación de trenes y regresar al Hogar de Pony.
Mis madres no me preguntaron en dónde estuve ese par de días, solo me dijeron que Terry había llamado y que se encontraba preocupado, dijo que no le llamara, él lo haría más adelante. Entendí claramente su mensaje. Estuve al pendiente de la información que se desplegara en los diarios sobre la muerte de la exactriz. La policía determinó que la causa de su deceso había sido suicidio. Ahora, solo me quedaba esperar y no dar un paso en falso. Albert, mis madres y Annie al desconocer los acontecimientos, me decían que él hacía lo correcto en guardar un simbólico luto y así no se generara habladurías de un pronto matrimonio. Tenían razón, ya no había más Susanas en nuestro camino, ni siquiera Elisas, esa mujercita radicaba en Texas con su esposo petrolero y sus dos hijos.
Luego del sepelio de Susana Terry aceptó un contrato con la Company Royal de Londres. Terminó la temporada con la compañía Stratford y se tomó unos días para visitarme. Estaba feliz, pero él me miraba con ojos de amor y cierto reproche. Ya a solas sacó el sobre con las fotografías que le había dejado a Susana. Mi alma se salió de mi cuerpo, había olvidado por completo ese pequeño detalle en su casa y lo olvidé porque no estaba en la habitación. Apoyé mi brazo en el escritorio para no caer, pero él rápidamente me tomó en sus brazos. Me aferré a su cuerpo deseando transmitirle que todo fue por amor. Él respondió de la misma forma para luego decirme suavemente en el oído que en él nada había cambiado. Mis ojos estallaron en lágrimas liberadoras, temía que no lo fuera a comprender y no pudiera perdonarme. Esa noche hicimos el amor con mayor pasión e intensidad, al fin éramos libres. Ya no hubo palabras, sino hechos, me pidió formalmente matrimonio mientras lo hacíamos. Me quedé quieta por la sorpresa, no esperaba su proposición en estas condiciones. No fue una propuesta como en los cuentos de hadas ni sueños rosas, solo fue como Terry es: Espontáneo. Estiró su brazo, tomó su chaqueta y de ella sacó una pequeña caja de Tiffany con un hermoso anillo de compromiso. Inmediatamente le dije que sí. Me ayudó a sentarme sobre mis piernas para hacer él lo mismo. Tomó mi mano izquierda y con una promesa me colocó el anillo en el dedo anular. Nos casaríamos dentro de un año. Son seis meses más de lo que habíamos planificado, pero debía cumplir un contrato.
Les dimos las noticias a nuestros amigos e hicimos una pequeña fiesta de compromiso en Lakewood. Ellos fueron testigos de nuestro amor y felicidad. La despedida ya no fue dolorosa, esta separación tenía ahora una promesa de matrimonio, el cual, se cumplió tal y cómo se había establecido. Nuestras familias, amigos, el Padre y hasta el juez, nos dieron su bendición. Oficialmente soy la señora Granchester y me encuentro con mi esposo en la cubierta de un trasatlántico contemplando la puesta del sol mientras navega rumbo a mi nuevo hogar.