Hola, aquí está mi humilde aporte a este evento, espero les agrade, aunque con lo que ya he leído, está difícil...no les llego a los talones, son todas unas inmensas escritoras.
QUINTO ANIVERSARIO.
El tren subterráneo estaba casi lleno, Candy se sentía con suerte pues había conseguido un asiento al poco tiempo de haber abordado, se dirigía al centro de la ciudad a comprar lo necesario para esa noche, sus recuerdos la embargaron. Cumplían 5 años de matrimonio y con Terry habían acordado celebrarlo de una manera diferente, las circunstancias lo ameritaban, habían superado su primera gran crisis, no eran una pareja que discutiera demasiado, pero el estrés acumulado les pasó la cuenta.
Un par de meses después de la boda, Candy y Terry habían dejado de usar anticonceptivos, no buscaban un embarazo pero tampoco les apetecía evitarlo, si se daba, sería bien recibido. El asunto fue que pasaron los meses, luego un año, al año y medio sin anticonceptivos ni embarazo decidieron consultar, desde ahí fueron montones de pruebas de laboratorio, anatómicamente todo estaba en orden, ninguno de los dos tenía impedimentos para concebir, siguieron tratamientos hormonales con varios procedimientos, control diario de temperatura, seguimiento ecográfico de la ovulación y tener relaciones sexuales cuando el equipo médico lo indicaba, todo aquello fue mermando la relación, hacer el amor se convirtió en una obligación, un malcomer. Pese a todos los esfuerzos no obtenían resultados positivos, a lo más algunos atrasos que los llenaban de ilusión para luego golpearlos con test negativos. Cada uno intentaba hacer sentir bien al otro, por ende no dejaban exteriorizar sus propios sentimientos, guardando para sí su pena.
La última vez Candy dejó pasar tres meses en los que no menstruó, esperó sin hacerse test caseros e hizo una cita con su médico, decidió ir sola, si esta vez estaba embarazada podría sorprender a Terry, pero si no, al menos podría llorar su frustración sola sin tener que preocuparse por la de él. Todo el camino hacia la consulta se fue rezando, sin embargo, nuevamente la realidad era otra, se trataba de un desajuste hormonal. Guardó ese episodio en secreto, no quería que Terry sufriera otra vez y por otro lado sentía miedo de que él pudiera culparla o reprocharle por no quedar embarazada; aunque ese temor era infundado, él jamás pensó algo parecido y se lo hacía saber a cada oportunidad. Un par de meses después sus períodos habían vuelto a ser regulares, pero su carácter se había vuelto de los mil demonios, estaba sensible e irritable, intolerante, le reclamaba a Terry por que si, porque no y por si acaso, él la amaba con toda su alma y por eso intentaba no caer en discusiones, su paciencia tenía límite, entonces para evitar peleas, salía muy temprano y volvía muy tarde del trabajo. Aquel fin de semana el ambiente en la casa era denso, no había donde esconderse ni cómo evitarse, una pequeña chispa y ardió troya. Ya no recordaba el por qué de la pelea inicial, pero se dijeron todo lo que tenían guardado por meses, toda la rabia, frustración, culpa, desilusión fue vomitada sin filtros. Cuando al fin sacaron todo, un silencio gélido se dejó caer entre ellos, él tomó su chaqueta, sus llaves y salió de la casa, ella se echó a llorar en la cama hasta que se quedó dormida. Horas después despertó con los ojos hinchados y rojos, revisó el celular a ver si tenía mensajes de Terry, nada, pensó en llamarlo pero el orgullo no la dejó. Entonces entró una llamada de Any, su mejor amiga, que a su vez estaba casada con Archie, el mejor amigo de Terry.
- Candy, ¿Estás bien?
- Supongo, ¿Cómo te enteraste?- rodó sus ojos al notar lo tonta de su pregunta- Terry está con Archie.
- Sí, salieron juntos, no sé detalles, pero por la cara de tu esposo supongo que la pelea fue grande.
La rubia le relató a grandes rasgos lo sucedido, Any la escuchó y contuvo como toda buena amiga. Ya desahogada, Candy tomó un baño, se puso unas pantaletas y una polera vieja como pijama, buscó algo que ver en la televisión, sacó un poco de helado de chocolate del refrigerador y se sentó a pensar en él, lo extrañaba, tenía que disculparse por todo lo que le dijo y también por lo que no le había dicho a tiempo y que fue acumulandose hasta hacerla explotar, eso no era bueno para nadie, menos para una relación de pareja.
Terry conducía de regreso a su casa, su conversación con Archie le había ayudado a ver las cosas desde diferentes ángulos, si en algo tenía razón su amigo era en que con Candy necesitaban mejorar la comunicación, era indispensable que hablaran claramente sobre lo que sentían y pensaban, no servía de nada guardarse por temor a herir al otro, porque al final todo saldrá a la luz y no de la mejor forma. Tenía que hablar con su pecosa, empezando por pedirle perdón por ser tan idiota. Estacionó el auto y rogó para que ella estuviera dispuesta a escucharlo.
El ruido del motor la hizo levantarse del sillón y correr hacia la puerta, el corazón le latía fuerte de saber que del otro lado se encontraba el amor de su vida, por un instante cruzó por su cabeza la idea de que él viniera a buscar sus cosas para irse otra vez, pero igual de rápido la eliminó, estaba segura de que el amor era más grande y fuerte que cualquier pelea, así que sin dudar abrió la puerta antes de que él pusiera la llave en la cerradura.
Ahí estaba su pecosa, la mujer de sus sueños, de pie en el umbral de la puerta, lo miraba con una sonrisa y amor en sus ojos. Le devolvió el gesto y la abrazó con fuerza transmitiendo lo arrepentido que estaba, ella se colgó de su cuello para besarlo, fue un beso lento y tierno, cargado de sentimientos; de pronto sintió el aire frío rozando su piel y recordó que estaba en la puerta de su casa en pantaletas y polera. Entraron a la casa con la intención de tener esa conversación pendiente.
La sala se dividía en living y comedor, estaba iluminada sólo por una pequeña lámpara de esquina, Terry se sentó en el sofá y puso algo de música mientras Candy se metía a la cocina a preparar café, puso a calentar el agua y se asomó por la puerta para hablarle a su esposo.
- Déjala ahí, me encanta esa canción.
El castaño levantó la vista encontrándose con la visión del cuerpo de su mujer que se insinuaba trasluciendo a través de la tela de la delgada polera que además dejaba ver parte de las pantaletas de encaje que llevaba puestas. Sintió como un calor lo invadió completamente, se levantó del sillón sin dejar de mirarla avanzó hacia ella y la acorraló contra la pared más cercana presionando para que ella sienta su sexo duro en su vientre y busco su boca. Ella le responde, su deseo ha despertado también, pero se debate internamente entre lo que le dicta la lujuria o la cordura.
- Terry- murmura entre besos- tenemos que hablar.
Él asiente pero no deja de besarla ni de presionar su erección contra ella mientras sus manos acarician los senos; comienza a bajar por su cuello y una mano entra en las pantaletas, pero Candy aprovechando su boca libre vuelve a insistir en hablar.
- Está bien, pero déjame hablar a mí primero- dijo el castaño sin alejarse demasiado- si algo he entendido el día de hoy es que tenemos que ser claros, precisos y oportunos en decirnos lo que sentimos, necesitamos y esperamos- Candy asentía-
Pecosa, en este preciso momento me siento muy excitado, te ves demasiado sensual, necesito hacerte el amor ahora mismo y espero que me correspondas, tengo perfectamente claro que tenemos que hablar pero necesito sentirte mía, espero hacerte ver las estrellas para luego conversar más tranquilos y felices ¿He sido claro?
Las palabras de Terry fueron bien recibidas dejando que en la lujuria ganase a la cordura.
- Muy claro, preciso y sobre todo oportuno, yo también te necesito, hazme el amor.
Sin esperar más se fundieron en un beso apasionado, estimulante que exacerbó cada terminación nerviosa, la piel les quemaba exigiendo el contacto de los cuerpos, ambos se desnudaron el torso para abrazarse con ansias besando, lamiendo, mordisqueando, la sensaciones eran exquisitas pero el deseo aumentaba empujandolos a buscar más piel. Candy lo guió hacia el sillón al mismo tiempo que empezaba a soltar la hebilla del cinturón de Terry para luego bajarle los pantalones hasta los tobillos y obligarlo a sentarse dejando expuesta toda la longitud de esa erección, sonrió y se mordió el labio viendo como esta se movía al ritmo de la agitada respiración de su esposo, dudo un poco decidiendo si se sentaba sobre él o lo tomaba con la boca primero, este último pensamiento causó un húmedo espasmo en su entrepierna y sin demora se agachó para lamerlo lenta y tortuosamente desde la base a la punta.
- Ca- Candy- gimió extasiado y ella lo cubrió por completo succionando despacio- Mi amor, me vas a…- Se arqueó y jadeó- No podré aguantar mucho si sigues así.
- Disfruta, ya tendrás tiempo de compensarme.
Terry echó su cabeza hacia atrás cerrando los ojos, concentrado en las sensaciones que la boca de su mujer le producían, la calidez y suavidad eran superadas sólo por la sensación que encontraba en su vagina, tan sólo de evocarla su pene se puso aún más duro y caliente, lo que fue percibido por Candy que comenzó a intensificar el ritmo y la succión, el final estaba cerca, muy cerca; entonces Terry la detuvo para acabar encima de los pechos de su esposa. Se besaron nuevamente y luego de terminar de quitarse los pantalones, la tomó por las caderas para acostarla sobre la mesa, le bajó lentamente las pantaletas y le separó las piernas para con pequeños besos húmedos ir marcando el camino hasta el monte de venus. Ese nombre si que estaba bien puesto, venus, porque las caricias de su esposo la llevaban tan alto que podía apreciar el sistema solar completo, lograba que su sangre se convirtiera en lava y sus orgasmos se sintieran como un nuevo big bang.
Sin lugar a dudas ellos conocían el real significado de hacer el amor, cada vez que lo hacían se consumían a sí mismos y se perdían en un abismo del que no importaba volver a salir porque ahí poseían al otro, donde se saciaban mutuamente en una mezcla perfecta.
Los dedos masculinos acariciaban rítmicamente el interior del sexo femenino y la boca no daba tregua rozando, lamiendo, succionando el hichado clítoris que se ergía entre los pliegues cubiertos de tibios fluidos en una muestra clara del enorme placer que sentía aquella rubia que se contorsionaba sobre la mesa del comedor presa de un orgasmo cósmico. Los jadeos entrecortados se mezclaban con una risa de éxtasis.
- Te gustó pecosa - fue la afirmación del castaño.
- Muchísimo, pero ven, te necesito dentro ya.
La tomó de las caderas para atraerla hacia él, dejándola a la altura perfecta para penetrar su vagina en un rápido y certero movimiento, sonrió de satisfacción tanto por sentir como su miembro era recibido por esas cálidas paredes como por el gemido gutural que salió de la boca de la mujer que tanto amaba. Se retiró lentamente sintiendo como su glande rozaba cada pliegue y que le apretaban como un delicioso masaje; sin salirse por completo volvió a embestirla con fuerza y ella respondía alzando sus caderas pidiendo, exigiendo más. Se besaban entre palabras de amor, jadeos y gemidos, mientras sentían como el placer los llenaba, la urgencia por alcanzar las estrellas se hizo presente y sin necesitar palabras Candy puso su piernas sobre los hombros de Terry y esta comenzó a hundirse cada vez más rápido y profundo en ella, golpeando con la presión perfecta aquel punto de placer.
- Sí, justo así... Terry no...no pares, por favor…
- Estás deliciosa, ya no aguanto.
- No te contengas...sigue, así...sí...
El clímax fue casi al unísono, ambos se entregaron por entero sin reservarse nada, se quedaron abrazados mientras recuperaban el aliento.
Sirvieron dos tazas de café y se sentaron en el sofá, seguían desnudos, pero qué mejor forma de tener una conversación a “calzón quitado”. Hablaron por horas, revisaron pausadamente su historia juntos, sin pensarlo se confesaron cosas que el otro ni siquiera había imaginado, no todas las revelaciones eran de cosas negativas, se asombraron y rieron recordando cómo se sintieron cuando comenzaron a gustarse, cuando hicieron el amor la primera vez, y muchas cosas más. Lloraron un poco al momento de sincerarse respecto a la infertilidad que los aquejaba, se prometieron seguir juntos pese a todo y quedaron de acuerdo en considerar la adopción en un futuro cercano. Hicieron planes para los próximos cincuenta años, comenzando por prometer una sorpresa mutua para su quinto aniversario dentro de un par de semanas.
Faltaban un par de estaciones para llegar a su destino cuando el tren se detuvo de forma brusca e inesperada, causando que los pasajeros que viajaban de pie cayeran despedidos hacia adelante unos sobre otros, algunos incluso cayeron sobre los que viajaban sentados, todo fue un caos de golpes y quejidos. El personal del metro abrió las puertas y comenzó las labores de evacuación del tren, la evaluación de los heridos y lesionados. Un hombre de lentes que viajaba de pie junto al asiento que Candy ocupaba, al intentar mantener el equilibrio durante el incidente, terminó estrellándose en un gran y fuerte cabezazo contra la rubia al tiempo que quedaba sentado sobre sus piernas. Pasado el aturdimiento inicial, se levantó rápidamente, disculpándose preocupado porque sus lentes habían hecho un pequeño corte sobre la ceja de la mujer; ella no le prestó mayor importancia, se ocupó de ayudar en lo que pudo mientras esperaba su turno para abandonar el vagón. Una vez en el andén se disponía a seguir su camino, cuando un rescatista la hizo sentarse para revisar la herida en su cabeza, luego le dijo que debía verla un médico y que la llevarían junto con otros heridos al hospital, Candy le agradeció pero creyó que era exagerado, ella se sentía perfectamente, quería seguir con sus planes por lo que pidió los papeles para firmar el rechazo a la atención médica, el rescatista fue a buscarlos y cuando venía con ellos de regreso, Candy se levantó para tomarlos. La adrenalina había abandonado su cuerpo haciendo que el dolor del golpe apareciera junto con un mareo que por poco la tira al suelo.
El rescatista alcanzó a evitar la caída y le dijo con severidad: Ud. va al hospital.
Ya en el box de examinación Candy era entrevistada y revisada por un médico.
- ¿Dolor? ¿Mareos? ¿Náuseas?
- No doctor, nada desde que llegué.
- ¿Qué día es hoy?
- Martes, 20 de julio- suspiró pensando en que si salía de ahí en una hora todavía alcanzaría a cumplir con sus planes, siguió respondiendo veloz las preguntas que el galeno le hacía.
- Bien señorita White, ¿Algún familiar a quien podamos contactar?
- ¿Es necesario? Me siento bien y tengo mucho que hacer.
- Tenemos que descartar la contusión cerebral y esguince cervical, debemos realizar algunos exámenes, avise a su familia, estará aquí hasta medianoche al menos.
- Llamaré a mi esposo, es nuestro aniversario y teníamos planes- Tomó su celular y marcó mientras el médico anotaba los exámenes que debían tomarle- Aló, amor…
- Señora, la fecha de su última regla.
- Espera un poco Terry- ella aleja el teléfono para responderle al doctor- 15 de junio...
El doctor salió del box y Candy terminó de explicarle a Terry todo lo ocurrido, él se preocupó mucho y salió de su trabajo volando al encontrarse con su pecosa en el hospital.
Llegó tan rápido como pudo, sólo se detuvo en la cafetería porque supuso que su chica no había comido y podría tener hambre. Entró al box guiado por una enfermera que le indicó que la paciente estaba en observación por tec y por eso no podía comer nada hasta descartar cualquier complicación.
- Hola hermosa, mira como quedaste- Dijo besando la frente de su esposa cerca del parche que cubría la herida.
- Hola- respondía ella al tiempo que escondía su rostro en el pecho de él apenada.
- ¿Qué pasa pequeña? ¿Te duele mucho? ¿Te sientes mal?
- No...no me duele nada, solo tengo hambre y quiero salir de aquí...iba camino a buscar tu sorpresa para esta noche.
- Bueno mi sorpresa puede esperar, saliendo de aquí te llevo a comer algo rico.
- Bonito quinto aniversario...aunque quizás podría comerte a ti mientras me dan el alta
- Golosa- le dijo besándola- De cualquier manera no puedes decir que esta no es una forma original de pasar un aniversario.
Siguieron hablando de todo un poco, planeando reprogramar su celebración para los próximos días, a ratos se dejaban llevar por el amor y se besaban o acariciaban discretamente, en eso estaban cuando un carraspeo los hizo separarse y avergonzados miraron al doctor.
- Buenas noches, el señor Granchester supongo- Le extendió la mano.
- Terrence Granchester, mucho gusto- Le dió la mano. ¿Ya tiene los resultados de mi esposa?
- Así es, bien, no hay lesiones en cerebro, cráneo o cuello, debe descansar un par de días y en caso de dolor tomar paracetamol. Aquí tiene los informes e indicaciones por escrito, léalas cuidadosamente, puede preguntar lo que desee.
- Mi amor, puedes ir a pagar la cuenta mientras reviso esto, así nos vamos pronto.
- Claro pecosa, ya regreso.
Candy recibió varios papeles y empezó a leer, hasta que uno en particular la hizo dar un grito que se escuchó hasta la recepción, asustando a Terry que apresuró el paso para volver al box donde se encontraba su mujer.
- Pecosa ¿Estás bien?- Miró a Candy y luego al doctor buscando respuestas.
- Ella está perfectamente, yo me retiro, por cierto, muchas felicidades-El médico salió y Candy lo miraba con una radiante sonrisa y sus ojos llenos de lágrimas.
- ¿Qué tienes amor? me estas asustando.
- Terry...esta hoja de papel- se la pasa- dice que tu y yo, seremos papás.
Le tomó unos segundos procesar la información, pero cuando lo hizo, saltó de alegría, tomó en brazos a su esposa y dio un par de vueltas con ella hasta que se acordó del golpe en la cabeza y algo asustado la dejó en la camilla.
- Gracias, muchas gracias por esto y por todo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, soy el hombre más feliz del universo por tenerte a mi lado. Te amo Candy.
- Yo también soy muy feliz contigo, tu hijo y yo te amamos con toda el alma.
- ¿Cuánto tiempo tienes? ¿Cuándo pasó?
- El examen dice 5 semanas, supongo que fue después de esa pelea…
- Quiere decir que el mito popular es cierto
- ¿Cuál mito?
- Que el mejor sexo es el de reconciliación...y esta reconciliación fue y será memorable, en los hechos y en la consecuencia.
- ¿Sabes? como que me falla la memoria, ya no recuerdo claramente que pasó aquella noche, necesito que me ayudes a recordar...
- ¿No será peligroso?
- Tranquilo, ya pregunté, tenemos autorización para celebrar... Feliz aniversario amor.
Salieron del hospital envueltos en una nube de amor, para celebrar su aniversario amándose como tan bien sabían hacer e imaginando juntos cómo sería su vida con el hijo que venía en camino.
FIN
El tren subterráneo estaba casi lleno, Candy se sentía con suerte pues había conseguido un asiento al poco tiempo de haber abordado, se dirigía al centro de la ciudad a comprar lo necesario para esa noche, sus recuerdos la embargaron. Cumplían 5 años de matrimonio y con Terry habían acordado celebrarlo de una manera diferente, las circunstancias lo ameritaban, habían superado su primera gran crisis, no eran una pareja que discutiera demasiado, pero el estrés acumulado les pasó la cuenta.
Un par de meses después de la boda, Candy y Terry habían dejado de usar anticonceptivos, no buscaban un embarazo pero tampoco les apetecía evitarlo, si se daba, sería bien recibido. El asunto fue que pasaron los meses, luego un año, al año y medio sin anticonceptivos ni embarazo decidieron consultar, desde ahí fueron montones de pruebas de laboratorio, anatómicamente todo estaba en orden, ninguno de los dos tenía impedimentos para concebir, siguieron tratamientos hormonales con varios procedimientos, control diario de temperatura, seguimiento ecográfico de la ovulación y tener relaciones sexuales cuando el equipo médico lo indicaba, todo aquello fue mermando la relación, hacer el amor se convirtió en una obligación, un malcomer. Pese a todos los esfuerzos no obtenían resultados positivos, a lo más algunos atrasos que los llenaban de ilusión para luego golpearlos con test negativos. Cada uno intentaba hacer sentir bien al otro, por ende no dejaban exteriorizar sus propios sentimientos, guardando para sí su pena.
La última vez Candy dejó pasar tres meses en los que no menstruó, esperó sin hacerse test caseros e hizo una cita con su médico, decidió ir sola, si esta vez estaba embarazada podría sorprender a Terry, pero si no, al menos podría llorar su frustración sola sin tener que preocuparse por la de él. Todo el camino hacia la consulta se fue rezando, sin embargo, nuevamente la realidad era otra, se trataba de un desajuste hormonal. Guardó ese episodio en secreto, no quería que Terry sufriera otra vez y por otro lado sentía miedo de que él pudiera culparla o reprocharle por no quedar embarazada; aunque ese temor era infundado, él jamás pensó algo parecido y se lo hacía saber a cada oportunidad. Un par de meses después sus períodos habían vuelto a ser regulares, pero su carácter se había vuelto de los mil demonios, estaba sensible e irritable, intolerante, le reclamaba a Terry por que si, porque no y por si acaso, él la amaba con toda su alma y por eso intentaba no caer en discusiones, su paciencia tenía límite, entonces para evitar peleas, salía muy temprano y volvía muy tarde del trabajo. Aquel fin de semana el ambiente en la casa era denso, no había donde esconderse ni cómo evitarse, una pequeña chispa y ardió troya. Ya no recordaba el por qué de la pelea inicial, pero se dijeron todo lo que tenían guardado por meses, toda la rabia, frustración, culpa, desilusión fue vomitada sin filtros. Cuando al fin sacaron todo, un silencio gélido se dejó caer entre ellos, él tomó su chaqueta, sus llaves y salió de la casa, ella se echó a llorar en la cama hasta que se quedó dormida. Horas después despertó con los ojos hinchados y rojos, revisó el celular a ver si tenía mensajes de Terry, nada, pensó en llamarlo pero el orgullo no la dejó. Entonces entró una llamada de Any, su mejor amiga, que a su vez estaba casada con Archie, el mejor amigo de Terry.
- Candy, ¿Estás bien?
- Supongo, ¿Cómo te enteraste?- rodó sus ojos al notar lo tonta de su pregunta- Terry está con Archie.
- Sí, salieron juntos, no sé detalles, pero por la cara de tu esposo supongo que la pelea fue grande.
La rubia le relató a grandes rasgos lo sucedido, Any la escuchó y contuvo como toda buena amiga. Ya desahogada, Candy tomó un baño, se puso unas pantaletas y una polera vieja como pijama, buscó algo que ver en la televisión, sacó un poco de helado de chocolate del refrigerador y se sentó a pensar en él, lo extrañaba, tenía que disculparse por todo lo que le dijo y también por lo que no le había dicho a tiempo y que fue acumulandose hasta hacerla explotar, eso no era bueno para nadie, menos para una relación de pareja.
Terry conducía de regreso a su casa, su conversación con Archie le había ayudado a ver las cosas desde diferentes ángulos, si en algo tenía razón su amigo era en que con Candy necesitaban mejorar la comunicación, era indispensable que hablaran claramente sobre lo que sentían y pensaban, no servía de nada guardarse por temor a herir al otro, porque al final todo saldrá a la luz y no de la mejor forma. Tenía que hablar con su pecosa, empezando por pedirle perdón por ser tan idiota. Estacionó el auto y rogó para que ella estuviera dispuesta a escucharlo.
El ruido del motor la hizo levantarse del sillón y correr hacia la puerta, el corazón le latía fuerte de saber que del otro lado se encontraba el amor de su vida, por un instante cruzó por su cabeza la idea de que él viniera a buscar sus cosas para irse otra vez, pero igual de rápido la eliminó, estaba segura de que el amor era más grande y fuerte que cualquier pelea, así que sin dudar abrió la puerta antes de que él pusiera la llave en la cerradura.
Ahí estaba su pecosa, la mujer de sus sueños, de pie en el umbral de la puerta, lo miraba con una sonrisa y amor en sus ojos. Le devolvió el gesto y la abrazó con fuerza transmitiendo lo arrepentido que estaba, ella se colgó de su cuello para besarlo, fue un beso lento y tierno, cargado de sentimientos; de pronto sintió el aire frío rozando su piel y recordó que estaba en la puerta de su casa en pantaletas y polera. Entraron a la casa con la intención de tener esa conversación pendiente.
La sala se dividía en living y comedor, estaba iluminada sólo por una pequeña lámpara de esquina, Terry se sentó en el sofá y puso algo de música mientras Candy se metía a la cocina a preparar café, puso a calentar el agua y se asomó por la puerta para hablarle a su esposo.
- Déjala ahí, me encanta esa canción.
El castaño levantó la vista encontrándose con la visión del cuerpo de su mujer que se insinuaba trasluciendo a través de la tela de la delgada polera que además dejaba ver parte de las pantaletas de encaje que llevaba puestas. Sintió como un calor lo invadió completamente, se levantó del sillón sin dejar de mirarla avanzó hacia ella y la acorraló contra la pared más cercana presionando para que ella sienta su sexo duro en su vientre y busco su boca. Ella le responde, su deseo ha despertado también, pero se debate internamente entre lo que le dicta la lujuria o la cordura.
- Terry- murmura entre besos- tenemos que hablar.
Él asiente pero no deja de besarla ni de presionar su erección contra ella mientras sus manos acarician los senos; comienza a bajar por su cuello y una mano entra en las pantaletas, pero Candy aprovechando su boca libre vuelve a insistir en hablar.
- Está bien, pero déjame hablar a mí primero- dijo el castaño sin alejarse demasiado- si algo he entendido el día de hoy es que tenemos que ser claros, precisos y oportunos en decirnos lo que sentimos, necesitamos y esperamos- Candy asentía-
Pecosa, en este preciso momento me siento muy excitado, te ves demasiado sensual, necesito hacerte el amor ahora mismo y espero que me correspondas, tengo perfectamente claro que tenemos que hablar pero necesito sentirte mía, espero hacerte ver las estrellas para luego conversar más tranquilos y felices ¿He sido claro?
Las palabras de Terry fueron bien recibidas dejando que en la lujuria ganase a la cordura.
- Muy claro, preciso y sobre todo oportuno, yo también te necesito, hazme el amor.
Sin esperar más se fundieron en un beso apasionado, estimulante que exacerbó cada terminación nerviosa, la piel les quemaba exigiendo el contacto de los cuerpos, ambos se desnudaron el torso para abrazarse con ansias besando, lamiendo, mordisqueando, la sensaciones eran exquisitas pero el deseo aumentaba empujandolos a buscar más piel. Candy lo guió hacia el sillón al mismo tiempo que empezaba a soltar la hebilla del cinturón de Terry para luego bajarle los pantalones hasta los tobillos y obligarlo a sentarse dejando expuesta toda la longitud de esa erección, sonrió y se mordió el labio viendo como esta se movía al ritmo de la agitada respiración de su esposo, dudo un poco decidiendo si se sentaba sobre él o lo tomaba con la boca primero, este último pensamiento causó un húmedo espasmo en su entrepierna y sin demora se agachó para lamerlo lenta y tortuosamente desde la base a la punta.
- Ca- Candy- gimió extasiado y ella lo cubrió por completo succionando despacio- Mi amor, me vas a…- Se arqueó y jadeó- No podré aguantar mucho si sigues así.
- Disfruta, ya tendrás tiempo de compensarme.
Terry echó su cabeza hacia atrás cerrando los ojos, concentrado en las sensaciones que la boca de su mujer le producían, la calidez y suavidad eran superadas sólo por la sensación que encontraba en su vagina, tan sólo de evocarla su pene se puso aún más duro y caliente, lo que fue percibido por Candy que comenzó a intensificar el ritmo y la succión, el final estaba cerca, muy cerca; entonces Terry la detuvo para acabar encima de los pechos de su esposa. Se besaron nuevamente y luego de terminar de quitarse los pantalones, la tomó por las caderas para acostarla sobre la mesa, le bajó lentamente las pantaletas y le separó las piernas para con pequeños besos húmedos ir marcando el camino hasta el monte de venus. Ese nombre si que estaba bien puesto, venus, porque las caricias de su esposo la llevaban tan alto que podía apreciar el sistema solar completo, lograba que su sangre se convirtiera en lava y sus orgasmos se sintieran como un nuevo big bang.
Sin lugar a dudas ellos conocían el real significado de hacer el amor, cada vez que lo hacían se consumían a sí mismos y se perdían en un abismo del que no importaba volver a salir porque ahí poseían al otro, donde se saciaban mutuamente en una mezcla perfecta.
Los dedos masculinos acariciaban rítmicamente el interior del sexo femenino y la boca no daba tregua rozando, lamiendo, succionando el hichado clítoris que se ergía entre los pliegues cubiertos de tibios fluidos en una muestra clara del enorme placer que sentía aquella rubia que se contorsionaba sobre la mesa del comedor presa de un orgasmo cósmico. Los jadeos entrecortados se mezclaban con una risa de éxtasis.
- Te gustó pecosa - fue la afirmación del castaño.
- Muchísimo, pero ven, te necesito dentro ya.
La tomó de las caderas para atraerla hacia él, dejándola a la altura perfecta para penetrar su vagina en un rápido y certero movimiento, sonrió de satisfacción tanto por sentir como su miembro era recibido por esas cálidas paredes como por el gemido gutural que salió de la boca de la mujer que tanto amaba. Se retiró lentamente sintiendo como su glande rozaba cada pliegue y que le apretaban como un delicioso masaje; sin salirse por completo volvió a embestirla con fuerza y ella respondía alzando sus caderas pidiendo, exigiendo más. Se besaban entre palabras de amor, jadeos y gemidos, mientras sentían como el placer los llenaba, la urgencia por alcanzar las estrellas se hizo presente y sin necesitar palabras Candy puso su piernas sobre los hombros de Terry y esta comenzó a hundirse cada vez más rápido y profundo en ella, golpeando con la presión perfecta aquel punto de placer.
- Sí, justo así... Terry no...no pares, por favor…
- Estás deliciosa, ya no aguanto.
- No te contengas...sigue, así...sí...
El clímax fue casi al unísono, ambos se entregaron por entero sin reservarse nada, se quedaron abrazados mientras recuperaban el aliento.
Sirvieron dos tazas de café y se sentaron en el sofá, seguían desnudos, pero qué mejor forma de tener una conversación a “calzón quitado”. Hablaron por horas, revisaron pausadamente su historia juntos, sin pensarlo se confesaron cosas que el otro ni siquiera había imaginado, no todas las revelaciones eran de cosas negativas, se asombraron y rieron recordando cómo se sintieron cuando comenzaron a gustarse, cuando hicieron el amor la primera vez, y muchas cosas más. Lloraron un poco al momento de sincerarse respecto a la infertilidad que los aquejaba, se prometieron seguir juntos pese a todo y quedaron de acuerdo en considerar la adopción en un futuro cercano. Hicieron planes para los próximos cincuenta años, comenzando por prometer una sorpresa mutua para su quinto aniversario dentro de un par de semanas.
Faltaban un par de estaciones para llegar a su destino cuando el tren se detuvo de forma brusca e inesperada, causando que los pasajeros que viajaban de pie cayeran despedidos hacia adelante unos sobre otros, algunos incluso cayeron sobre los que viajaban sentados, todo fue un caos de golpes y quejidos. El personal del metro abrió las puertas y comenzó las labores de evacuación del tren, la evaluación de los heridos y lesionados. Un hombre de lentes que viajaba de pie junto al asiento que Candy ocupaba, al intentar mantener el equilibrio durante el incidente, terminó estrellándose en un gran y fuerte cabezazo contra la rubia al tiempo que quedaba sentado sobre sus piernas. Pasado el aturdimiento inicial, se levantó rápidamente, disculpándose preocupado porque sus lentes habían hecho un pequeño corte sobre la ceja de la mujer; ella no le prestó mayor importancia, se ocupó de ayudar en lo que pudo mientras esperaba su turno para abandonar el vagón. Una vez en el andén se disponía a seguir su camino, cuando un rescatista la hizo sentarse para revisar la herida en su cabeza, luego le dijo que debía verla un médico y que la llevarían junto con otros heridos al hospital, Candy le agradeció pero creyó que era exagerado, ella se sentía perfectamente, quería seguir con sus planes por lo que pidió los papeles para firmar el rechazo a la atención médica, el rescatista fue a buscarlos y cuando venía con ellos de regreso, Candy se levantó para tomarlos. La adrenalina había abandonado su cuerpo haciendo que el dolor del golpe apareciera junto con un mareo que por poco la tira al suelo.
El rescatista alcanzó a evitar la caída y le dijo con severidad: Ud. va al hospital.
Ya en el box de examinación Candy era entrevistada y revisada por un médico.
- ¿Dolor? ¿Mareos? ¿Náuseas?
- No doctor, nada desde que llegué.
- ¿Qué día es hoy?
- Martes, 20 de julio- suspiró pensando en que si salía de ahí en una hora todavía alcanzaría a cumplir con sus planes, siguió respondiendo veloz las preguntas que el galeno le hacía.
- Bien señorita White, ¿Algún familiar a quien podamos contactar?
- ¿Es necesario? Me siento bien y tengo mucho que hacer.
- Tenemos que descartar la contusión cerebral y esguince cervical, debemos realizar algunos exámenes, avise a su familia, estará aquí hasta medianoche al menos.
- Llamaré a mi esposo, es nuestro aniversario y teníamos planes- Tomó su celular y marcó mientras el médico anotaba los exámenes que debían tomarle- Aló, amor…
- Señora, la fecha de su última regla.
- Espera un poco Terry- ella aleja el teléfono para responderle al doctor- 15 de junio...
El doctor salió del box y Candy terminó de explicarle a Terry todo lo ocurrido, él se preocupó mucho y salió de su trabajo volando al encontrarse con su pecosa en el hospital.
Llegó tan rápido como pudo, sólo se detuvo en la cafetería porque supuso que su chica no había comido y podría tener hambre. Entró al box guiado por una enfermera que le indicó que la paciente estaba en observación por tec y por eso no podía comer nada hasta descartar cualquier complicación.
- Hola hermosa, mira como quedaste- Dijo besando la frente de su esposa cerca del parche que cubría la herida.
- Hola- respondía ella al tiempo que escondía su rostro en el pecho de él apenada.
- ¿Qué pasa pequeña? ¿Te duele mucho? ¿Te sientes mal?
- No...no me duele nada, solo tengo hambre y quiero salir de aquí...iba camino a buscar tu sorpresa para esta noche.
- Bueno mi sorpresa puede esperar, saliendo de aquí te llevo a comer algo rico.
- Bonito quinto aniversario...aunque quizás podría comerte a ti mientras me dan el alta
- Golosa- le dijo besándola- De cualquier manera no puedes decir que esta no es una forma original de pasar un aniversario.
Siguieron hablando de todo un poco, planeando reprogramar su celebración para los próximos días, a ratos se dejaban llevar por el amor y se besaban o acariciaban discretamente, en eso estaban cuando un carraspeo los hizo separarse y avergonzados miraron al doctor.
- Buenas noches, el señor Granchester supongo- Le extendió la mano.
- Terrence Granchester, mucho gusto- Le dió la mano. ¿Ya tiene los resultados de mi esposa?
- Así es, bien, no hay lesiones en cerebro, cráneo o cuello, debe descansar un par de días y en caso de dolor tomar paracetamol. Aquí tiene los informes e indicaciones por escrito, léalas cuidadosamente, puede preguntar lo que desee.
- Mi amor, puedes ir a pagar la cuenta mientras reviso esto, así nos vamos pronto.
- Claro pecosa, ya regreso.
Candy recibió varios papeles y empezó a leer, hasta que uno en particular la hizo dar un grito que se escuchó hasta la recepción, asustando a Terry que apresuró el paso para volver al box donde se encontraba su mujer.
- Pecosa ¿Estás bien?- Miró a Candy y luego al doctor buscando respuestas.
- Ella está perfectamente, yo me retiro, por cierto, muchas felicidades-El médico salió y Candy lo miraba con una radiante sonrisa y sus ojos llenos de lágrimas.
- ¿Qué tienes amor? me estas asustando.
- Terry...esta hoja de papel- se la pasa- dice que tu y yo, seremos papás.
Le tomó unos segundos procesar la información, pero cuando lo hizo, saltó de alegría, tomó en brazos a su esposa y dio un par de vueltas con ella hasta que se acordó del golpe en la cabeza y algo asustado la dejó en la camilla.
- Gracias, muchas gracias por esto y por todo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, soy el hombre más feliz del universo por tenerte a mi lado. Te amo Candy.
- Yo también soy muy feliz contigo, tu hijo y yo te amamos con toda el alma.
- ¿Cuánto tiempo tienes? ¿Cuándo pasó?
- El examen dice 5 semanas, supongo que fue después de esa pelea…
- Quiere decir que el mito popular es cierto
- ¿Cuál mito?
- Que el mejor sexo es el de reconciliación...y esta reconciliación fue y será memorable, en los hechos y en la consecuencia.
- ¿Sabes? como que me falla la memoria, ya no recuerdo claramente que pasó aquella noche, necesito que me ayudes a recordar...
- ¿No será peligroso?
- Tranquilo, ya pregunté, tenemos autorización para celebrar... Feliz aniversario amor.
Salieron del hospital envueltos en una nube de amor, para celebrar su aniversario amándose como tan bien sabían hacer e imaginando juntos cómo sería su vida con el hijo que venía en camino.
FIN