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Este escrito contiene escenas "Yuri" (mujer & mujer) sino te gusta este género... ¡Bueno! ¡Ya saben! 
pasen de largo.
pasen de largo.
Rojo Canela
Por: Kitri y Temperance
El roce de sus labios le estremecía… cada caricia encendía sus terminales nerviosas, arqueaba la espalda, los pies, se agarraba a los hilos de la hamaca que, pendida en el pórtico trasero de la cabaña, sostenía su cuerpo tenso mientras su amante bebía de su parte más íntima…
— ¡Si! ¡Si! ¡Oh sí! — Decía entre gemidos cuando la lengua ávida encontró su centro de placer.
Se soltó solamente para aferrarse ahora a los cabellos castaños entre sus piernas… quería mirar ¡Necesitaba mirar!
Sus ojos del color de la canela chocaron con los carbones refulgentes de Karen Klaise, que en ese momento proporcionaba una mordida que la hizo explotar de tal manera, que su cuerpo convulsionó.
Casi sin respiración, se fue dejando caer. Karen, extasiada con el cuerpo suave de la mujer acostada en la hamaca, iba dejando un rastro de besos por las interminables piernas, esperando a que se recuperara un poco, para luego seguir amándola a placer, toda la noche.
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El día fue más largo de lo que esperaba, y para esa hora de la tarde, Esmeralda Graham estaba un poco aburrida, asistir sola a la boda de aquel par de empalagosos que eran sus amigos, no había sido lo más inteligente, pero ¿Qué podía hacer? No podría dejar de asistir, a menos que el infierno se congelara o que la boda se cancelara, lo primero más probable que lo segundo: Terry era su amigo más cercano, y no podía fallarle, aunque después de que ella tuvo que romper meses antes con una relación estable de más de cinco años, pasar sola en absoluta agonía aquel fracaso sentimental, y ver cómo esos dos infames y desvergonzados azucarados comían pan enfrente del hambriento, le habían puesto los nervios de punta, eso sin contar con esa sexy castaña calienta bragas que había pasado toda la infame noche coqueteando con ella, al mismo tiempo que coqueteaba con el marido de la amiga de Candy…maldita fuera. Tenía acumulados bastantes meses de sequía, y por lo visto, esa noche no cambiaría el panorama, sobre todo después de que aquella hermosa bipolar o bisexual, lo que sea que ella fuere, simplemente desapareció sus esperanzas de ligar se fueron al garete.
La sexi dueña del bar "La Cueva", paseo su mirada por todo el lugar, buscando a los novios, Patricia Cornwell, quien pasaba por ahí, le dijo que ella tampoco los veía por ninguna parte, y que deducía que habían ido a cambiarse para ya salir rumbo a su luna de miel.
Esmeralda dudaba que fuera eso, por lo que sonrió con algo de cinismo ante el comentario de la joven abogada.
Media hora después, decidida a retirarse, fue primero al tocador de damas.
Dentro del amplio baño de aquel espectacular lugar donde se celebró el banquete de boda de Candy y Terry, dando el último retoque a su apariencia, revisando por última vez su labial, se dispuso a salir del tocador. Ya estaba encaminada hacia la salida, cuando aquella deliciosa castaña, que se la pasó torturándole la tarde entera, salió de improviso de uno de los privados con aquel traje entero desacomodado y enredado en la cintura, intentando, sin conseguirlo, cubrir sus desnudos y voluptuosos pechos con sus manos. Al abrir intempestivamente el privado, la puerta se azotó y aquellos ruidosos tacones de aguja masacraron en una carrera atropellada el piso de piedra natural del recinto, haciendo rebotar esos deliciosos pechos al ritmo de su alocada carrera.
— ¡Espera! ¡Espera! ¡No te vayas! ¡Necesito tu ayuda!— vociferó de forma escandalosa al mismo tiempo que corría.
— ¿Me hablas a mí?— respondió Esmeralda incrédula.
— No, en realidad le hablo a la Reina Isabel— espetó la otra mujer cáustica— ¿ves a alguien más? ¡Claro que te hablo a tí! Necesito que me ayudes a subir este estúpido cierre.
La castaña dejó de intentar cubrir sus pechos, y caminó hacia los lavabos con espejos lanzando una ardiente mirada a Esmeralda.
—¿Te gusta lo que ves?—acarició y pellizcó de forma insinuante sus pezones, obligándolos a erguirse— Me llamo Karen y me parece que no me has quitado los ojos de encima desde que empezó la fiesta— ella ahora jugueteaba con un mechón de cabello que había escapado de su peinado, seguía mostrando sin pudor su desnudo torso.
— Cariño, me encanta lo que veo, pero me parece que a tí te gusta jugar con fuego, y yo ya estoy en una edad en la que he dejado de disfrutar de los incendios descontrolados, soy Esmeralda— Se presentó sin dejarse intimidar por la pesada mirada de Karen, se aproximó a ella por detrás, pegó su pelvis al redondo y firme trasero de la mujer, y con manos ágiles, tomó la parte frontal de aquella sedosa tela, para cubrir los preciosos pechos ayudándole a la castaña a meter los brazos dentro de los tirantes, acercando su nariz a la nuca de ésta, aspirando ese caro y penetrante perfume, haciendo que, con solo su aliento, la castaña cerrara extasiada los ojos reprimiendo un gemido. Después, con una de sus manos, delicadamente delineó por delante, uno de los muslos de ella, subiendo y apenas rozando su abdomen, recorriendo y acariciando con extasiante lujuria hacia arriba, retirando delicadamente su mano antes de llegar hasta uno de sus senos.
— Cariño, no empieces nada que no tengas intención de acabar— le susurró en el oído la de ojos canela antes de pasarle su lengua caliente por el cuello saboreando su perfume mezclado con la sal de su sudor.
Karen se había quedado repentinamente muda, solo jadeando de caliente y oscuro deseo, aferrada al mueble del lavabo mientras Esmeralda le acariciaba la espalda con una exasperante calma, disfrutando de su respiración agitada, aún con el cierre abajo decidió dejar uno a uno insinuantes y húmedos besos a lo largo de su columna vertebral. Empezando un poco más arriba del final de su espalda, subiendo lentamente hasta acabar en su nuca, justo debajo de ese desordenado chongo, subiendo el cierre de su traje después de haber besado aquella bronceada espalda.
—Ya he subido tu cierre niña, tal como tú lo pediste, si quieres que pase algo real ve a mi cabaña, si quieres seguir jugando a calentarme para después desaparecer por favor, simplemente abstente de hacerlo y mejor esfúmate de mi vista— le advirtió antes de darle una buena nalgada y besar sus labios rojo sangre, un beso que sabía a tequila, menta y a caliente y desesperado deseo.
La hermosa bartender regresó a la fiesta, dejando salir un silbido de alivio al estar fuera del baño, dando gracias al creador de que, afortunadamente, ninguna incauta había ido ahí mientras le chupaba el cuello a aquella loca, no es que le importara el qué dirán, pero tampoco le gustaba ser descubierta en algo que ella consideraba como íntimo y privado, y bueno, Karen había vuelto a desaparecer. Estaba resignada a que lo único intoxicante que probaría su boca esa noche serían aquellos maravillosos mojitos de tequila, que de ninguna manera eran mejores que los que preparaba ella en su bar, pero no podía quejarse.
….
La castaña transitó una hora más entre los invitados de aquella boda de ensueño.
Estaba agotada, pero feliz, ver a aquel par que consideraba sus mejores amigos irse de luna de miel (Por un momento pensó que consumarían su matrimonio justo en medio de la pista de baile) y verlos intercambiando miradas de absoluta adoración, le hacía recuperar un poco la fe en el amor, quizás algún día ella lograría encontrar algo así.
Con todo el aplomo del que era poseedora, Esmeralda caminó hasta la zona de hospedaje de la enorme hacienda.
Al entrar a su cabaña y cerrar tras de ella, lo único que quería era quitarse esas endemoniadas zapatillas, darse un baño y dormir.
El calzado simplemente salió volando cayendo en un lugar al que no le importaba buscar si no hasta el día siguiente, se deshizo de aquel precioso vestido que la misma Candy le había ayudado a escoger, entró a la ducha y después de un baño rápido, se arropó en aquella fina bata de ochocientos mil hilos para disponerse a descansar. Después de humectar su piel, aún con el cabello húmedo, escuchó que tocaban a su puerta. No esperaba a nadie y tampoco había pedido ningún servicio de alimentos o bebidas. Sin muchos ánimos caminó descalza a la puerta para alejar a quién fuera que estuviera perturbando su hora de ir a la cama. Al abrirla, la última persona que esperaba encontrar se encontraba ahí: Karen, la dulce, caliente y sensual Karen enfundada en un diminuto camisón de seda, también con el cabello húmedo y con una botella sudorosa de champagne, estaba a la entrada de su cabaña. Al encontrarse frente a frente ambas, se quedaron inmóviles, mirándose una a la otra, Esmeralda incrédula y Karen divertida, la última sin esperar a ser invitada a pasar, entró y cerró la puerta tras de sí, dejando la botella en la mesita del vestíbulo y lanzándose a los brazos de la habitante de la choza número cinco. Sus labios se unieron en un profundo y sensual beso que buscaba saciar aquella sed que empezó desde que se vieron en la ceremonia religiosa.
—¿Quieres..?
— Absolutamente sí …
Aquellas construcciones a primera vista tenían una exótica mezcla de elementos rústicos con objetos de verdadero lujo. En un patio trasero había una deliciosa hamaca para relajarse, pero ese ardiente par de amantes, lo último que harían ahí sería relajarse. Entre besos ahogados y breves gemidos de placer lograron caminar hasta la hamaca. Esmeralda se sentó primero, cuidando de no acabar de culo en el piso por hacerlo mal y resbalar. Karen quedó de pie justo enfrente de ella, ambas solo se veían deleitándose con su respiración agitada, la de ojos canela dio el primer paso, tomándola de la cintura la acercó hacia ella haciendo que Karen se colocara encima de ella a horcajadas, causando que ese pequeño camisón se subiera casi hasta la cintura descubriendo los suaves y bien formados muslos dejando casi libre el delicioso trasero de la castaña.
Esmeralda acarició con codicia esas nalgas, subiendo lentamente por la espalda en una caricia lenta, sensual, hasta llegar a la nuca de Karen y obligarla a que se acercara a ella para seguir besándola, a la amiga de Candy aún la cubría su diminuto camisón y Esmeralda todavía llevaba su bata. Karen lentamente iba desatando el nudo de la cinta que protegía la desnudez de la mujer, una vez deshecho el nudo, al mismo tiempo que ellas seguían comiéndose a besos, Karen metió ambas manos por debajo de la bata por encima de los hombros de su amante logrando descubrir sus pechos. Esmeralda acariciaba la retaguardia de Karen, protegido por una casi invisible tanga metiendo las manos debajo aquel estorbos camisón para subirlo, ansiosa de sentir más piel, obligando a su amante a subir los brazos para por fin deshacerse de ese pedazo de tela, Karen estaba casi desnuda y ella también se había deshecho de su bata, ambas dejaron sus besos para admirar el cuerpo de la otra.
— Eres tan hermosa, toda la noche me he roto el seso tratando de imaginarte así, justo así— Decía acariciando el cabello de Karen y al mismo tiempo que restregaba sus senos desnudos contra los de ella dejándola sin habla, limitándose a jadear mientras seguía besando aquellos labios carnosos y acariciaba la espalda de la bartender.
Esmeralda dejó la boca de Karen para beber de esos deliciosos pechos que ella le había mostrado sin pudor horas antes, dejándola completamente mojada y con su sexo palpitante. Se acercó dejando cientos de besos en su camino. Su boca se acercó a uno de ellos, antes de meterlo y saborearlo, delineó con la punta de su lengua ese maravilloso pezón haciendo que se pusiera duro y excitado, después lo chupó, succionando en un ritmo perfecto mientras acariciaba el otro con su mano, ya tenía a Karen gritando de puro placer, su sexo justo encima de su pelvis, lo sentía caliente y húmedo por encima de la pequeña tanga que aún portaba, su propia intimidad estaba caliente y excitada. Incrementó y profundizó el ritmo de las chupadas y las caricias a esos increíbles senos, Karen nunca había estado así con ninguna mujer, pero Esmeralda no era cualquier mujer. Cuando Karen pensó que no podía estar más excitada, sintió la mano experta de la mujer que la estaba haciendo enloquecer enterrándose en su húmeda intimidad haciendo que escapara de su garganta un grito de total y absoluto placer. Esa boca y sus maravillosos dedos la estaban llevando al filo del placer hasta que no pudo más, abrazándose al cuerpo curvilíneo, Karen se dejó llevar por un torrente de chorreante y abrazador éxtasis, haciendo que derramara lágrimas de puro placer.
Karen no esperó a recuperarse de su clímax cuando se levantó con cuidado de esa hamaca, colocándose de rodillas en el piso con su pareja sexual frente a ella aún recostada en aquella hamaca, solo atinó a separarle las piernas empezando por besar sus muslos y después sumergir su boca en aquel exquisito delta femenino, saboreando su esencia, haciendo que su compañera se desbaratara en gritos de estremecedor placer con cada caricia que le brindaba su boca haciendo que su sexo clamara por más de esa dulce y prodigiosa boca.
— ¡Ahh sí…! ¡Ahí! ¡Ahí cariño! ¡Dale¡¡Dale! — Clamaba, retorciéndose, agarrándose a los hilos de aquella hamaca con desespero, su pelvis empujandose involuntariamente contra aquel hermoso rostro que le propinaba un espectacular placer, estaba a punto de llegar a ese maravilloso y exquisito punto de quiebre, sus manos temblorosas de puro goce soltaron los hilos que estrujaba sin piedad para agarrarse de la húmeda cabellera de Karen, sintiendo como caía en una espiral sin retorno, llegando a ese ansiado lugar con la cabeza de aquella belleza entre sus piernas comiéndose su sexo.
La noche no terminaría ahí para la recién pareja de amantes, continuaría después en la enorme y cómoda cama de la lujosa cabaña hasta muy entrada la madrugada.
Los rayos del sol se colaban con malevolencia por entre las cortinas de encaje beige.
Las mujeres que yacían desnudas en la cama cubierta con sábanas de satén en tonos ocres se removieron cuál gato, perezosas, estirando las extremidades magreadas después de una noche de sexo ardiente.
La primera en abrir los ojos fue Graham. Su vista se oscureció apenas sintió la piel fresca de su compañera de cama.
La tenía abrazada por la espalda, con las nalgas pegadas a su pelvis. Aspiró el aroma a hierbas exóticas que desprendía el cabello de hebras chocolate. Hundió su rostro libre de maquillaje en la mata sedosa pegando sus senos en la espalda de Karen comenzando a pasear la yema de sus dedos por las caderas, subiendo poco a poco hasta las axilas, el punto más erógeno descubierto durante los últimos dos encuentros antes de quedarse dormidas.
Klaise abrió los ojos inmediatamente. Sus pies doblándose ante las sensaciones placenteras que la hicieron humedecer. Se soltó de prisa, giró sobre sí misma para quedar de frente a su acompañante.
— ¿Qué estamos haciendo? — Inquirió al tiempo que acariciaba la mejilla de Esmeralda.
— Ahora nada pero espero que pronto sí — Le sonrió de forma sensual.
— ¿Sabes? No suelo ir por la vida buscando con quién tener un faje, solo que…
— Yo tampoco lo hago, de hecho, hace un par de meses terminé con una relación larga, muy pasional, pero sumamente estresante en los últimos tiempos, sin embargo tú…
— Me calentaste con solo mirarme — Finalizó Karen depositando un breve beso en la comisura de los labios de la otra mujer.
Ambas rieron ante el comentario.
— ¿Qué pasará después? — Cuestionó de nuevo la joven Klaise.
— Sinceramente no lo sé, pero no tengo miedo a arriesgarme.
— Yo tampoco, pero…
— Disfrutemos el hoy cariño, mañana… mañana ya veremos.
Y tal como Esmeralda dijo, las dos disfrutaron como nunca la una de la otra.
Eso de la reina de Inglaterra fue muy gracioso, oigan luego me dan el teléfono del Contratista que colocó esa hamaca, fue probado lo bueno de su trabajo, y si,luego hacen la continueishon... es que quiero saber que pasó después de la boda con los rebeldes, jajajaja...no, no es cierto... quiero saber que más pasó con las chicas, sin duda, se la pasaron más que bien!!! 
. Muy interesante one shot. Gracias 
