Albert se despertó limpiándose las lágrimas, cuántas veces más tendría que soñar lo mismo se preguntó. Se colocó una bata y salió a caminar por la mansión.
Últimamente, noche tras noche soñaba con ella, una linda enfermera de rubios y rizados cabellos, ojos verdes, pecosa y risueña. Sin embargo, el uniforme que ella llevaba parecía de la época de la primera guerra mundial. En su sueño ellos eran muy cercanos, soñaba que ella moría en sus brazos a causa de la epidemia mientras que en sus manos estaba sosteniendo un broche de los Andrew.
Llevaba dos semanas así, suponía que el encierro por la actual epidemia ya lo estaba afectando, aún así tenía la inquietud de si se trataba de algún recuerdo de alguna vida pasada aunque no creía en eso pero el sueño se sentía tan real. Sus pasos lo llevaron hacia la biblioteca de la mansión una vez más, ya casi amanecía y estaba por demás tratar de dormir, llevaba una semana revisando los libros de historia sobre la familia Andrew y ya casi había terminado de revisarlos todos sin encontrar nada. Se levantó frustrado cuando vio un libro mal acomodado, al tratar de tomarlo se cayó y una papel salió de él. Atrás tenía escrito 1915, al darle vuelta vió que se trataba de una foto antigua que lo hizo palidecer, ahí estaba la enfermera y a diferencia de sus sueños tenía puestas unas gafas redondas que se veían como si no fueran de ella, a su lado un joven alto de cabello corto negro con los rasgos característicos de los Andrew, la foto había sido tomada en la mansión de Chicago junto a un pequeño avión.
Inmediatamente fue a los registros de esos años pero sólo encontró al chico, Alistair Cornwell quien había muerto en la primera guerra mundial. Él utilizaba lentes por otras fotos que encontró, seguramente para esa foto se los había prestado a la chica, sin embargo, sobre ella no había registro alguno lo que significaba que sólo había sido amiga de la familia.
Aún así, tenía que saber, quería saber y al día siguiente se encontraba llegando a Chicago. Inmediatamente se puso a investigar pero tampoco encontró nada.
Había mucho movimiento en la mansión, esa noche era Halloween y los Andrew habían organizado una fiesta de disfraces. No tenía ganas de asistir, sin embargo, su secretario George fue demasiado insistente.
Decidió simplemente utilizar su cabello suelto el cual le llegaba a los hombros, unos jeans, botas y chaqueta café junto con un jersey negro de cuello alto y se colocó una gafas oscuras. Se sentía como si estuviera listo a salir a recorrer el mundo, sólo le hacía falta una mochila al hombro, se sentía realmente cómodo.
En el salón justo estaba por tomar un bocadillo cuando alguien chocó contra él.
– D-disculpe, me empujaron.
Al voltear ahí estaba ella, igual que en sus sueños, con ese uniforme antiguo.
– ¡Candy! – de dónde vino ese nombre se preguntó.
– Uh, ¿nos conocemos?
– C-creo que no, déjame presentarme, me llamo William.
– ¿William? Pensé que tu nombre sería Albert – ella sonrió – Soy Candice White, pero puedes decirme Candy.
– Me llamo William Albert pero puedes decirme Albert. Hay demasiada gente, ¿quieres ir afuera? – Candy asintió.
***************
– Entonces William, soñabas con ella desde hace semanas, crees que compartieron una vida pasada juntos y que la perdiste a causa de la epidemia, ayer de alguna forma ambos sabían sus nombres, se pasaron toda la noche platicando pero... ¡no le pediste su número ni nada! ¿cómo la encontrarás?
– Estoy seguro que la encontraré George, detente. Este es un lugar donde también la he soñado.
Mientras él bajaba del auto Candy salía del edificio Magnolia con su actual uniforme de enfermera, al ver a Albert lo saludó agitando su mano junto con una brillante sonrisa. Albert la alcanzó para acompañarla al hospital, tal vez, el beso que habían compartido la noche anterior sería el inicio de la continuación de lo que al parecer un siglo atrás se interrumpió.
Últimamente, noche tras noche soñaba con ella, una linda enfermera de rubios y rizados cabellos, ojos verdes, pecosa y risueña. Sin embargo, el uniforme que ella llevaba parecía de la época de la primera guerra mundial. En su sueño ellos eran muy cercanos, soñaba que ella moría en sus brazos a causa de la epidemia mientras que en sus manos estaba sosteniendo un broche de los Andrew.
Llevaba dos semanas así, suponía que el encierro por la actual epidemia ya lo estaba afectando, aún así tenía la inquietud de si se trataba de algún recuerdo de alguna vida pasada aunque no creía en eso pero el sueño se sentía tan real. Sus pasos lo llevaron hacia la biblioteca de la mansión una vez más, ya casi amanecía y estaba por demás tratar de dormir, llevaba una semana revisando los libros de historia sobre la familia Andrew y ya casi había terminado de revisarlos todos sin encontrar nada. Se levantó frustrado cuando vio un libro mal acomodado, al tratar de tomarlo se cayó y una papel salió de él. Atrás tenía escrito 1915, al darle vuelta vió que se trataba de una foto antigua que lo hizo palidecer, ahí estaba la enfermera y a diferencia de sus sueños tenía puestas unas gafas redondas que se veían como si no fueran de ella, a su lado un joven alto de cabello corto negro con los rasgos característicos de los Andrew, la foto había sido tomada en la mansión de Chicago junto a un pequeño avión.
Inmediatamente fue a los registros de esos años pero sólo encontró al chico, Alistair Cornwell quien había muerto en la primera guerra mundial. Él utilizaba lentes por otras fotos que encontró, seguramente para esa foto se los había prestado a la chica, sin embargo, sobre ella no había registro alguno lo que significaba que sólo había sido amiga de la familia.
Aún así, tenía que saber, quería saber y al día siguiente se encontraba llegando a Chicago. Inmediatamente se puso a investigar pero tampoco encontró nada.
Había mucho movimiento en la mansión, esa noche era Halloween y los Andrew habían organizado una fiesta de disfraces. No tenía ganas de asistir, sin embargo, su secretario George fue demasiado insistente.
Decidió simplemente utilizar su cabello suelto el cual le llegaba a los hombros, unos jeans, botas y chaqueta café junto con un jersey negro de cuello alto y se colocó una gafas oscuras. Se sentía como si estuviera listo a salir a recorrer el mundo, sólo le hacía falta una mochila al hombro, se sentía realmente cómodo.
En el salón justo estaba por tomar un bocadillo cuando alguien chocó contra él.
– D-disculpe, me empujaron.
Al voltear ahí estaba ella, igual que en sus sueños, con ese uniforme antiguo.
– ¡Candy! – de dónde vino ese nombre se preguntó.
– Uh, ¿nos conocemos?
– C-creo que no, déjame presentarme, me llamo William.
– ¿William? Pensé que tu nombre sería Albert – ella sonrió – Soy Candice White, pero puedes decirme Candy.
– Me llamo William Albert pero puedes decirme Albert. Hay demasiada gente, ¿quieres ir afuera? – Candy asintió.
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– Entonces William, soñabas con ella desde hace semanas, crees que compartieron una vida pasada juntos y que la perdiste a causa de la epidemia, ayer de alguna forma ambos sabían sus nombres, se pasaron toda la noche platicando pero... ¡no le pediste su número ni nada! ¿cómo la encontrarás?
– Estoy seguro que la encontraré George, detente. Este es un lugar donde también la he soñado.
Mientras él bajaba del auto Candy salía del edificio Magnolia con su actual uniforme de enfermera, al ver a Albert lo saludó agitando su mano junto con una brillante sonrisa. Albert la alcanzó para acompañarla al hospital, tal vez, el beso que habían compartido la noche anterior sería el inicio de la continuación de lo que al parecer un siglo atrás se interrumpió.