El esta sonriendo como un tonto.
Es la primera emoción que le produce Candy.
Le maravilla, le inquieta y le vuelve loco.
Tia Elroy no es ignorante a los sentimientos de su sobrino, pero no los aprueba, esa chiquilla apenas ha cumplido quince años y William tiene casi treinta.
Con una prometida que ignora de una manera tan sutil que ni su propia futura esposa se da cuenta. Pero así es William, no tiene tiempo para ninguna mujer, ni siquiera para su próxima esposa, o las otras señoritas de buenas familias que le miran con ojos de anhelo, toda su atención se la lleva Candice con sus historias infantiles y sus maneras torpes, sus torneos de nado y ese gusto peligroso por trepar arboles muy impropio de una dama.
Ni hablar de las medias rasgadas y el barro en sus vestidos, esa muchacha es un demonio. Sus primos la adoran, de verdad que no puede entenderlo, los tres la miran con adoración, a Elroy le preocupa que esa adoración les lleve a cosas terribles.
Incluso Neil no es inmune y es que es para perturbarse el saber los sentimientos que levanta Candy en esos chicos, peor aun en William.
Que no es ningún crío, su sobrino esta bastante versado en las artes amatorias y tal pareciera que quisiera instruir a Candy.
Por ahora les mira desde el porche.
William apenas ha llegado de Boston cuando la chiquilla atolondrada corre a su encuentro y le brinca encima, es demasiado bochornoso pensar en el que diría la gente si viera los gestos voluntariosos de la muchacha.
Aun no les ha dicho, pero, Elroy ha inscrito a Candy a un campamento de chicas para el verano, quiere tener algo de paz por unos meses y con sus sobrinos fuera del colegio y Candy revoloteando sabe que no habra nada de eso.
Candy no lleva coletas esa tarde, le ha pedido a Dorothy que le sujete el cabello y la peine como a una mujer, quiere lucir mas adulta y menos como una niña que es lo que es.
Quiere gustarle mas a Albert y que olvide a su prometida, quiere que le proponga que huyan juntos y que el mundo se encienda en llamas.
Candy lleva carmesí en los labios y el cabello suelto, ha decidido que los peinados de las mujeres adultas son demasiado incomodos, viste un vestido rosa que le regalo Albert en su cumpleaños, la jovencita ha estado mirando por la ventana toda la mañana, esperando por Albert, quiere apropiarse de todo su tiempo por lo que queda del día.
La tia Elroy la ha estado retando todo el día, pero Candy no hace caso.
Apenas y ve el auto negro estacionarse afuera de la mansión, Candy sale corriendo y tumbando a quien se le atraviese, quiere ser la primera en darle la bienvenida a Albert.
Albert parece conversar con George mientras salen del auto, se le ve algo cansado y molesto, pero cuando Candy se arroja a sus brazos, el rostro del joven se transforma, George carraspea e incomodo entra a la casa dejándoles solos.
Se abrazan sin pudor alguno ignorando que los ojos de la matriarca les observan.
Cuando se rompe el abrazo William le besa el dorso de la mano y la hace girar sobre si para admirarle, después Candy ríe como boba y le acaricia el mentón, es tanta la desfachatez en su casa que Elroy no sabe que hacer.
Elroy ha cambiado de parecer, no la enviara a ningún campamento de señoritas para el verano, la dejara disfrutar de las vacaciones con la familia. En vez de ello la mandara a un internado mixto en Londres.
Unos años lejos y se olvidaran el uno del otro.
Es la primera emoción que le produce Candy.
Le maravilla, le inquieta y le vuelve loco.
Tia Elroy no es ignorante a los sentimientos de su sobrino, pero no los aprueba, esa chiquilla apenas ha cumplido quince años y William tiene casi treinta.
Con una prometida que ignora de una manera tan sutil que ni su propia futura esposa se da cuenta. Pero así es William, no tiene tiempo para ninguna mujer, ni siquiera para su próxima esposa, o las otras señoritas de buenas familias que le miran con ojos de anhelo, toda su atención se la lleva Candice con sus historias infantiles y sus maneras torpes, sus torneos de nado y ese gusto peligroso por trepar arboles muy impropio de una dama.
Ni hablar de las medias rasgadas y el barro en sus vestidos, esa muchacha es un demonio. Sus primos la adoran, de verdad que no puede entenderlo, los tres la miran con adoración, a Elroy le preocupa que esa adoración les lleve a cosas terribles.
Incluso Neil no es inmune y es que es para perturbarse el saber los sentimientos que levanta Candy en esos chicos, peor aun en William.
Que no es ningún crío, su sobrino esta bastante versado en las artes amatorias y tal pareciera que quisiera instruir a Candy.
Por ahora les mira desde el porche.
William apenas ha llegado de Boston cuando la chiquilla atolondrada corre a su encuentro y le brinca encima, es demasiado bochornoso pensar en el que diría la gente si viera los gestos voluntariosos de la muchacha.
Aun no les ha dicho, pero, Elroy ha inscrito a Candy a un campamento de chicas para el verano, quiere tener algo de paz por unos meses y con sus sobrinos fuera del colegio y Candy revoloteando sabe que no habra nada de eso.
Candy no lleva coletas esa tarde, le ha pedido a Dorothy que le sujete el cabello y la peine como a una mujer, quiere lucir mas adulta y menos como una niña que es lo que es.
Quiere gustarle mas a Albert y que olvide a su prometida, quiere que le proponga que huyan juntos y que el mundo se encienda en llamas.
Candy lleva carmesí en los labios y el cabello suelto, ha decidido que los peinados de las mujeres adultas son demasiado incomodos, viste un vestido rosa que le regalo Albert en su cumpleaños, la jovencita ha estado mirando por la ventana toda la mañana, esperando por Albert, quiere apropiarse de todo su tiempo por lo que queda del día.
La tia Elroy la ha estado retando todo el día, pero Candy no hace caso.
Apenas y ve el auto negro estacionarse afuera de la mansión, Candy sale corriendo y tumbando a quien se le atraviese, quiere ser la primera en darle la bienvenida a Albert.
Albert parece conversar con George mientras salen del auto, se le ve algo cansado y molesto, pero cuando Candy se arroja a sus brazos, el rostro del joven se transforma, George carraspea e incomodo entra a la casa dejándoles solos.
Se abrazan sin pudor alguno ignorando que los ojos de la matriarca les observan.
Cuando se rompe el abrazo William le besa el dorso de la mano y la hace girar sobre si para admirarle, después Candy ríe como boba y le acaricia el mentón, es tanta la desfachatez en su casa que Elroy no sabe que hacer.
Elroy ha cambiado de parecer, no la enviara a ningún campamento de señoritas para el verano, la dejara disfrutar de las vacaciones con la familia. En vez de ello la mandara a un internado mixto en Londres.
Unos años lejos y se olvidaran el uno del otro.