LAS DIVINAS MISTICAS DE TERRY | La Rosa del Desierto Cap. 2 por Elby 8a | Reto de mi bella Deni TG y una servidora #retosdivinos
Hola bellezas, les traigo el capítulo dos por una de mis bella apasionada.. Elby 8a...
Te recomiendo un vaso de te frío o vino pues esto se pndrá bien bueno...
DESERT ROSE | Noche de boda por Elbyb 8a
Al abrir la puerta de sus aposentos nupciales fue rodeado por la fragancia que despedía, la única otra persona ahí presente. La figura de su ahora esposa le aguardaba pacientemente sentada en un taburete en medio de la habitación todavía cubierta por completo con su burka, los velos perfectamente acomodados a manera de una flor a su alrededor. El joven duque rio internamente ni siquiera le había visto el rostro a esa mujer desconocida con la que lo habían casado. Sin embargo había sido inevitable, tanto él como ella se debían a sus respectivos países y si él no había tenido nada que ver en la elección de este destino, ella como mujer mucho menos. Terrence soltó una profunda respiración resignándose a cumplir con su deber marital pasó su mano pesadamente por su rostro y cabellera sentándose por momentos en la cama observándola desde allí. La dama bajo el velo no perdía ninguno de sus movimientos.
Él comenzó a desabotonarse la chaqueta del uniforme oficial con todas las insignias correspondientes de su título y cargo militar, reconocimientos por su desempeño en las batallas en favor de la corona, responsabilidades que en esta ocasión le pesaban como nunca antes. Dejando a un lado el aplastante cargo que representaba esa chaqueta se puso de pie con paso lento, hasta estar frente a su esposa. Se inclinó un poco para quedar al nivel de sus ojos – ¿Puedo quitarte esto ahora?– preguntó algo tímido, no era la primera vez que estaba con una mujer, pero en esta ocasión se trataba de su esposa, una mujer a la que no conocía, mejor dicho, desconocía todo de ella su pensar sus costumbres, ni siquiera había escuchado el sonido de su voz excepto por el breve “Sí” con el que había aceptado unirse a él. – ¿Se me permite?, lo que menos quiero es iniciar nuestra vida marital ofendiéndote de manera irreparable por algo absurdo.–
La mujer se le quedó viendo sin decir palabra, entonces él empezó a cuestionarse cada uno de sus movimientos.– Solo deseo ver tu rostro, que podamos vernos realmente. – se vuelve a acercar a ella, queriendo tocarla pero Candice evita su mano con un movimiento de su hombro. La mano del joven se congela en el acto, regresándola a su costado – Mil disculpas mi Lady si he hecho algo indebido, le ruego me perdone.– le dice cuando reacciona haciéndole una reverencia a manera de reponer su falta. Levanta la mirada el sudor perlando su frente se siente inadecuado. – No pretendo lastimarte pero.. – empezó, sin embargo se detuvo a mitad de la oración, por algún extraño motivo sentía la boca seca. Se enderezó, y encontró salvación en una jarra dispuesta en una charola de plata sobre la mesa de té. Sirvió un vaso de agua bebiéndolo por completo
– Perdón, ¿gustas algo de beber? Seré honesto contigo, sabes..– tragó duro y volvió a servirse antes de continuar– ¿Si, sabes porqué estamos aquí verdad?– se limpia la frente con el dorso de su mano aún sosteniendo el vaso mientras cierra sus ojos intentando serenar sus pensamientos. Una sonrisa incrédula se posa en sus labios y deja escapar un bufido denotando la estupidez de su comentario para después depositar el vaso en la charola.
– Por supuesto que lo sabes, Eres tan diminuta, delicada, no quiero.. ¡Por dios!–dice dándose la vuelta para continuar con su monólogo. Tiene la imperiosa necesidad de externar lo inverosímil de la situación. – los dos hemos sido arrastrados a esto, ¿no te parece absurdo?– Estaba tan ensimismado en su discurso de auto convencimiento que no se percató de la pequeña figura posándose de rodillas frente a él. Terry se detuvo dándose la vuelta al casi chocar con ella quien inclinó levemente la cabeza. Se sobresaltó y la figura movió de nuevo la cabeza invitándolo a descubrirla. –¿Ya puedo?– y ella asintió. Era hora de conocer a la tan famosa rosa del desierto. Sin dificultad alguna le retiró el velo tomándolo entre sus dedos.
Una abundante rubia cabellera risada apareció ante él adornada con un exquisito tocado de flores de oro y esmeraldas. El aroma ya era atrayente, al ser liberado se tornó intoxicate, tentador sin poderlo evitar cerró los ojos permitiendo que le inundara por completo afectando sus sentidos. Nada lo podría haber preparado para lo que vio, la pequeña figura y entonces sucedió, ella elevo el rostro aun cubierto en la parte inferior por un velo blanco y le dirigió una mirada desafiante al tiempo que se ponía de pie.
Apenas le llegaba a la mitad del pecho pero Terrence retrocedió algunos pasos inconscientemente topando la parte posterior de sus piernas con la cama. Ahí estaba ella con postura perfecta, descalza, pies cubiertos por figuras de flores y símbolos delicadamente pintados en su piel, arte en henna que adornaba de igual manera sus manos. Su silueta bien proporcionada, el busto de tamaño perfecto apenas resguardado por la vaporosa tela de un rosa brillante, el cuello cubierto con un exótico collar de oro y joyas que colgaba hasta el vientre de manera exquisita. El torso y la diminuta cintura descubierta guiando el camino a las abundantes caderas ornamentadas con cadenas de piedras preciosas, impresionantes esmeraldas engarzadas que captaban el brillo de las velas encendidas, aunque ninguna tan espectacular como las de sus ojos enmarcados en delineador negro con pestañas perfectas, labios color rubí dibujándose bajo el velo de un rosa más tenue.
Candice elevó sus manos a la altura de sus ojos y comenzó a moverlas, inesperadamente empezó a girar primero sobre su eje, rozando con su atuendo de velos de chiffon de seda a su esposo provocándole caer sentado en la cama mientras se alejaba de él rodeada en el frenesí de telas haciéndole honor a su nombre Rosa del desierto. Se detuvo a penas un instante, suficiente para que al dar unos pasos rítmicos él pudiera apreciar las aberturas en la falda de telas translúcidas que caía desde sus caderas hasta los tobillos.
La iluminación proveniente de las velas dibujaba la exquisita silueta que se contoneaba al ritmo de la melodía inaudible para muchos, más no para él que cautivado observaba la figura danzante marcándose a fuego reflejándose en los cobaltos del hombre. Llevó sus manos hacia su cuello para de manera inconsciente desabotonar la parte superior de su camisa. La dama dibujaba un ocho con su figura de reloj de arena. La realeza de su cuna reflejada en la elegancia de sus movimientos.
Sus sinuosos desplazamientos realzaban la suntuosidad de la tela de su vestido. Su talle parecía más largo de lo que lo era en realidad y sus piernas imposiblemente largas cada vez que las elevaba acompañada de esos movimientos de cadera. A través de su baile contaba su historia, la esencia de su alma. Le robaba el aliento con la expresión corporal de su arte, eso era lo que estaba presenciando una muy inquietante muestra de arte en ese despliegue de sensualidad que su esposa le regalaba y del cual podía sentir sus efectos manifestándose en su entrepierna, en su respiración acelerada a la par de la de ella al subir y bajar de su pecho. Apenas podía contenerse estrujando la cobija entre sus manos mientras ella meneaba sus hombros y el larguísimo cabello le ondulaba poco más abajo de sus caderas.
Terminó el baile con un movimiento increíble poniéndose de espaldas a él mostrando el hipnótico contoneo de sus caderas y curvando su espalda mostrando la parte superior de sus pechos mientras su larga cabellera se iba esparciendo por el suelo sin dejar de oscilar sus brazos y manos hasta quedar así recostada sobre la alfombra recobrando el aliento.
Terrence se hincó ante ella ofreciéndole su mano para que se sentara. Ella la tomó sin dudarlo, era el primer contacto que tenían y ambos tenían ya los sentidos exacerbados, entonces ahí uno frente al otro el tomó el extremo de la última barrera retirando el pequeño velo. Percibió un pequeño temblor en ella, tan fiera en su danza y ahora vulnerable. Él quería corresponderle retribuir de alguna manera esa entrega que ella había tenido con él, lo había percibido, ella se daba toda de sí, sin dudarlo, sin saber como iba él a reaccionar, sin importarle si la entendía o no su derecho a elegir su destino. El mensaje era claro así era ella al fin develándose ante él quien era ya su esposo, se lo había expresado en su baile, su esencia rebelde, sensual y desafiante, valiente ante un hombre y un mundo desconocido.
CONTINURÁ...
Hola bellezas, les traigo el capítulo dos por una de mis bella apasionada.. Elby 8a...
Te recomiendo un vaso de te frío o vino pues esto se pndrá bien bueno...
DESERT ROSE | Noche de boda por Elbyb 8a
Al abrir la puerta de sus aposentos nupciales fue rodeado por la fragancia que despedía, la única otra persona ahí presente. La figura de su ahora esposa le aguardaba pacientemente sentada en un taburete en medio de la habitación todavía cubierta por completo con su burka, los velos perfectamente acomodados a manera de una flor a su alrededor. El joven duque rio internamente ni siquiera le había visto el rostro a esa mujer desconocida con la que lo habían casado. Sin embargo había sido inevitable, tanto él como ella se debían a sus respectivos países y si él no había tenido nada que ver en la elección de este destino, ella como mujer mucho menos. Terrence soltó una profunda respiración resignándose a cumplir con su deber marital pasó su mano pesadamente por su rostro y cabellera sentándose por momentos en la cama observándola desde allí. La dama bajo el velo no perdía ninguno de sus movimientos.
Él comenzó a desabotonarse la chaqueta del uniforme oficial con todas las insignias correspondientes de su título y cargo militar, reconocimientos por su desempeño en las batallas en favor de la corona, responsabilidades que en esta ocasión le pesaban como nunca antes. Dejando a un lado el aplastante cargo que representaba esa chaqueta se puso de pie con paso lento, hasta estar frente a su esposa. Se inclinó un poco para quedar al nivel de sus ojos – ¿Puedo quitarte esto ahora?– preguntó algo tímido, no era la primera vez que estaba con una mujer, pero en esta ocasión se trataba de su esposa, una mujer a la que no conocía, mejor dicho, desconocía todo de ella su pensar sus costumbres, ni siquiera había escuchado el sonido de su voz excepto por el breve “Sí” con el que había aceptado unirse a él. – ¿Se me permite?, lo que menos quiero es iniciar nuestra vida marital ofendiéndote de manera irreparable por algo absurdo.–
La mujer se le quedó viendo sin decir palabra, entonces él empezó a cuestionarse cada uno de sus movimientos.– Solo deseo ver tu rostro, que podamos vernos realmente. – se vuelve a acercar a ella, queriendo tocarla pero Candice evita su mano con un movimiento de su hombro. La mano del joven se congela en el acto, regresándola a su costado – Mil disculpas mi Lady si he hecho algo indebido, le ruego me perdone.– le dice cuando reacciona haciéndole una reverencia a manera de reponer su falta. Levanta la mirada el sudor perlando su frente se siente inadecuado. – No pretendo lastimarte pero.. – empezó, sin embargo se detuvo a mitad de la oración, por algún extraño motivo sentía la boca seca. Se enderezó, y encontró salvación en una jarra dispuesta en una charola de plata sobre la mesa de té. Sirvió un vaso de agua bebiéndolo por completo
– Perdón, ¿gustas algo de beber? Seré honesto contigo, sabes..– tragó duro y volvió a servirse antes de continuar– ¿Si, sabes porqué estamos aquí verdad?– se limpia la frente con el dorso de su mano aún sosteniendo el vaso mientras cierra sus ojos intentando serenar sus pensamientos. Una sonrisa incrédula se posa en sus labios y deja escapar un bufido denotando la estupidez de su comentario para después depositar el vaso en la charola.
– Por supuesto que lo sabes, Eres tan diminuta, delicada, no quiero.. ¡Por dios!–dice dándose la vuelta para continuar con su monólogo. Tiene la imperiosa necesidad de externar lo inverosímil de la situación. – los dos hemos sido arrastrados a esto, ¿no te parece absurdo?– Estaba tan ensimismado en su discurso de auto convencimiento que no se percató de la pequeña figura posándose de rodillas frente a él. Terry se detuvo dándose la vuelta al casi chocar con ella quien inclinó levemente la cabeza. Se sobresaltó y la figura movió de nuevo la cabeza invitándolo a descubrirla. –¿Ya puedo?– y ella asintió. Era hora de conocer a la tan famosa rosa del desierto. Sin dificultad alguna le retiró el velo tomándolo entre sus dedos.
Una abundante rubia cabellera risada apareció ante él adornada con un exquisito tocado de flores de oro y esmeraldas. El aroma ya era atrayente, al ser liberado se tornó intoxicate, tentador sin poderlo evitar cerró los ojos permitiendo que le inundara por completo afectando sus sentidos. Nada lo podría haber preparado para lo que vio, la pequeña figura y entonces sucedió, ella elevo el rostro aun cubierto en la parte inferior por un velo blanco y le dirigió una mirada desafiante al tiempo que se ponía de pie.
Apenas le llegaba a la mitad del pecho pero Terrence retrocedió algunos pasos inconscientemente topando la parte posterior de sus piernas con la cama. Ahí estaba ella con postura perfecta, descalza, pies cubiertos por figuras de flores y símbolos delicadamente pintados en su piel, arte en henna que adornaba de igual manera sus manos. Su silueta bien proporcionada, el busto de tamaño perfecto apenas resguardado por la vaporosa tela de un rosa brillante, el cuello cubierto con un exótico collar de oro y joyas que colgaba hasta el vientre de manera exquisita. El torso y la diminuta cintura descubierta guiando el camino a las abundantes caderas ornamentadas con cadenas de piedras preciosas, impresionantes esmeraldas engarzadas que captaban el brillo de las velas encendidas, aunque ninguna tan espectacular como las de sus ojos enmarcados en delineador negro con pestañas perfectas, labios color rubí dibujándose bajo el velo de un rosa más tenue.
Candice elevó sus manos a la altura de sus ojos y comenzó a moverlas, inesperadamente empezó a girar primero sobre su eje, rozando con su atuendo de velos de chiffon de seda a su esposo provocándole caer sentado en la cama mientras se alejaba de él rodeada en el frenesí de telas haciéndole honor a su nombre Rosa del desierto. Se detuvo a penas un instante, suficiente para que al dar unos pasos rítmicos él pudiera apreciar las aberturas en la falda de telas translúcidas que caía desde sus caderas hasta los tobillos.
La iluminación proveniente de las velas dibujaba la exquisita silueta que se contoneaba al ritmo de la melodía inaudible para muchos, más no para él que cautivado observaba la figura danzante marcándose a fuego reflejándose en los cobaltos del hombre. Llevó sus manos hacia su cuello para de manera inconsciente desabotonar la parte superior de su camisa. La dama dibujaba un ocho con su figura de reloj de arena. La realeza de su cuna reflejada en la elegancia de sus movimientos.
Sus sinuosos desplazamientos realzaban la suntuosidad de la tela de su vestido. Su talle parecía más largo de lo que lo era en realidad y sus piernas imposiblemente largas cada vez que las elevaba acompañada de esos movimientos de cadera. A través de su baile contaba su historia, la esencia de su alma. Le robaba el aliento con la expresión corporal de su arte, eso era lo que estaba presenciando una muy inquietante muestra de arte en ese despliegue de sensualidad que su esposa le regalaba y del cual podía sentir sus efectos manifestándose en su entrepierna, en su respiración acelerada a la par de la de ella al subir y bajar de su pecho. Apenas podía contenerse estrujando la cobija entre sus manos mientras ella meneaba sus hombros y el larguísimo cabello le ondulaba poco más abajo de sus caderas.
Terminó el baile con un movimiento increíble poniéndose de espaldas a él mostrando el hipnótico contoneo de sus caderas y curvando su espalda mostrando la parte superior de sus pechos mientras su larga cabellera se iba esparciendo por el suelo sin dejar de oscilar sus brazos y manos hasta quedar así recostada sobre la alfombra recobrando el aliento.
Terrence se hincó ante ella ofreciéndole su mano para que se sentara. Ella la tomó sin dudarlo, era el primer contacto que tenían y ambos tenían ya los sentidos exacerbados, entonces ahí uno frente al otro el tomó el extremo de la última barrera retirando el pequeño velo. Percibió un pequeño temblor en ella, tan fiera en su danza y ahora vulnerable. Él quería corresponderle retribuir de alguna manera esa entrega que ella había tenido con él, lo había percibido, ella se daba toda de sí, sin dudarlo, sin saber como iba él a reaccionar, sin importarle si la entendía o no su derecho a elegir su destino. El mensaje era claro así era ella al fin develándose ante él quien era ya su esposo, se lo había expresado en su baile, su esencia rebelde, sensual y desafiante, valiente ante un hombre y un mundo desconocido.
CONTINURÁ...