RETO: PAREJAS IMPOSIBLES
RETO: SONFIC CON LA CANCIÓN "VIVIR ASÍ ES MORIR DE AMOR
El vuelo de su hermoso vestido color malva no la dejaba correr tan rápido como ella quería. Necesitaba esconder su llanto de alguna manera sin que nadie la viera, mucho peor oyera sus sollozos. Entró a toda prisa en una de las habitaciones que estaba más alejada del salón principal; una de esas a las que nadie iba porque según la leyenda solo había fantasmas de los antepasados.
Sin importar que la habitación estuviese polvorienta y con vestigios de telarañas ingresó en la misma para luego echarle el cerrojo. Arrimó su delicada figura a la puerta y se desplomó.
–¿Por qué? ¿¡por qué!? Es que el destino no puede estar haciendo esto conmigo. Es que él no puede ser el mismo a quien tanto he anhelado en silencio.
[llanto] [silencio]
El hermoso y elaborado peinado que había sido realizado para esa ocasión terminó por desbaratarse y toda su bella melena caoba caía cual cascada sobre sus hombros temblorosos.
Luego de largos suspiros recobró la calma; ya no lloraba pero se sentía traicionada por la vida, por ella misma. Su corazón le había jugado una mala pasada y su alma lloraba. Aquella pequeña ilusión que se había permitido vivir le estaba pasando una cruel factura. Ahora ya era tarde para dar marcha atrás, ella estaba enamorada de alguien a quien ni siquiera podía mirar directamente a sus celestes ojos.
–Sus ojos celestes, [suspiro] fueron tus ojos celestes los que me desarmaron y terminaron por robar mi cordura. Yo… la imponente señora, la altiva dama de sociedad había caído rendida ante el encanto de unos ojos celestes. [suspiro]
Mientras se perdía en sus recuerdos una chillona voz a lo lejos la trajo a su cruel realidad.
–¡Mamá! ¡Mamá! ¿Estás por aquí? ¡Demonios, mamá! En el gran salón todo es un caos y tu te desapareces como si nada pasara ¿dónde estás mamá? ¡Ahg! ¡No puede ser que te desaparezcas así! Neal está llorando por esa bastarda y tú solo desapareces.
Sara Lagan no decía una sola palabra, solo quería que su impertinente hija se callara de una buena vez. Escuchó ese zapateo que Eliza daba con coraje y luego la escuchó marcharse por el mismo corredor por donde antes ella había huido despavorida.
Estaba cansada, ya no podía seguir así «vivir así es morir de amor» se decía para sí misma. «por amor tengo el alma herida» su vida era una eterna melancolía.
Melancolía, ese era su estado habitual después de que lo dejara de ver… a él. Un día ya no lo volvió a ver más y supo que solo ella se había enamorado. «¿por qué me tengo que enamorar de quien de mi no se enamora» se había dicho en aquella ocasión. Se había resignado a vivir de los recuerdos de los escasos momentos compartidos. Aquellos momentos que fueron como agua de manantial para su sedienta alma carente de amor.
***flashback****
–Desea algo más mi estimada señora
–No gracias– Dijo sin tan siquiera prestar atención al camarero.
–Le puedo recomendar el postre del día. ¿Sabe algo? ¡Estoy muy feliz! Hoy me acaban de ascender de lavaplatos a camarero y por lo tanto necesito que la clientela del lugar esté a gusto con lo que aquí ofrecemos.
¡Por dios! Cómo le chocaba que esa clase de gente le dirigiera la palabra más de lo que la etiqueta pedía. Iba a espetar de manera altanera que a ella poco o nada le importaba que gente de esa clase estuviera feliz, pero cuando sus bellos ojos miel se toparon con sus celestes pupilas, su mundo se paralizó
–Eh.. yo… claro joven. Puede traerme un poco de ese postre que me recomienda.
–Enseguida mi bella dama, le aseguro que no se arrepentirá.
El camarero era un hombre muy atractivo, alto, rubio, de facciones varoniles y una sonrisa que robaba los suspiros de las damas ahí presentes. Las señoritas batían sus pestañas para lograr ser atendidas por ese guapo hombre; sin embargo él había estado más que servicial con la hermosa señora de ojos color miel y rostro de porcelana.
Sin saber el motivo exacto, ella continuó visitando aquella cafetería y siempre atendida por el mismo camarero. Sin que se dieran cuenta comenzaron a compartir miradas y sonrisas traviesas que hacían que su corazón volviera a la vida. Él no paraba en prodigarle atenciones, hasta que una tarde se atrevió a rozar su delicada mano para dejar una pequeña nota entre sus dedos.
Con el alma en hilo ella leyó aquel diminuto papel. Su delicado cutis cambiaba de tono como si fuera una veleta. Pasó del blanco marfil al púrpura en segundos, mientras que el guapo hombre miraba desde el mostrador todo aquel espectáculo. La mujer le había fascinado y quería conocerla. Sabía que eran de mundos diferentes, pero sus continuas miradas le habías hecho saber que no le era totalmente indiferente.
«La espero a las 6:00 en el parque de la esquina. No faltes, te lo ruego»
****fin del flashback****
–Error– Fue la palabra que se repetía una y otra vez para que su mente volviera al presente. Y es que ella había aceptado ir a ese encuentro y fue el mayor error de su vida, pues luego de ese día no pudo dejar de tener encuentros fortuitos con aquel desconocido del cual sabía solo su nombre. –Albert–
Cada tarde ella iba al encuentro con aquel hombre que hacía que su piel vibrara y su corazón se prendiera en llamas. Fueron encuentros clandestinos que terminaron en una pequeña habitación donde él le hacía el amor con pasión y ella se dejaba amar.
Toda esa pequeña aventura la tenía en otro mundo, hasta que una tarde su castillo de naipes se derrumbó.
–Disculpe, aquí me suele atender un camarero en especial. Es un joven alto y rubio. Él ya sabe de mis preferencias, así que por favor le pediría que fuera él quien me atendiera.
–¡Oh, mi señora! mil disculpas. me imagino que se refiere a Albert. Él ya no trabaja aquí. Ayer en la tarde le dio un fuerte dolor de cabeza y se desmayó.
–¡Se desmayó! y… ¿Se encuentra bien?¿qué le pasó?
–Bueno, creemos que se encuentra bien. Hoy en la mañana vino una jovencita a indicarnos que él ya no podrá seguir viniendo.
–¿Está enfermo?
–La muchacha nos dijo que no nos preocupáramos, que ella lo atendería personalmente porque es enfermera. Ellos viven juntos; me imagino que es su novia o algo por el estilo.
–Oh… gracias.
La mujer no dijo nada más, solo pidió una taza de té y se quedó pensando en lo ridícula que se había visto. Ella, toda ilusionada y ese hombre había tenido una muchachita viviendo con él.
–¡Ya no puedo más! –Gritó. –Siempre se repite la misma historia–
Es que no era la primera vez que Sara Lagan pasaba por algo así. Siendo una bella y tierna jovencita se había enamorado perdidamente de un apuesto caballero, pero él solo había jugado con sus sueños de niña enamorada. Estaba harta de vivir así.
–Vivir así, es morir de amor. Por amor tengo el alma herida. Por amor no quiero más vida… que su vida.
Y es que ella ya se había hecho al dolor. Ella ya había asimilado que nunca más lo volvería a ver y se resignó a vivir del recuerdo de esos bellos momentos. Hasta que en esa tarde donde se supone que se celebraría el compromiso de su hijo con la “huérfana” esa, la hija adoptiva del tío abuelo William, toda su burbuja explotó.
De los largos pasillos apareció él. Estaba enfundado en un hermoso traje sastre que lo hacía ver imponente. Su cabello estaba pulcramente peinado y cortado en un estilo que lo hacía ver mucho más guapo de lo que ya era. Su voz grave y fuerte resonó en la estancia haciendo que el festejo parara en el acto.
–Yo no autorizo este compromiso
–¡William! ¿Qué haces aquí?
–Candy es mi hija adoptiva y yo no autorizo este compromiso.
El alboroto fue enorme; sin embargo ella estaba estática y sin habla. Aunque sus miradas se habían cruzado por breves segundos, ella se sintió desfallecer al darse cuenta que aquel extraño en su vida no era otro más que William Albert Ardlay. Su hijo lloraba desconsoladamente por el rechazo público del que fue objeto, pero ella no podía más que temblar ante su presencia. Presa de la angustia solo atinó a correr y perderse por los enormes pasillos de la mansión.
De aquel alboroto ya habían pasado algunas horas; sin embargo, ella seguía oculta en aquella habitación. Se arregló sus ropas y limpió su cara con un fino pañuelo de seda. Sabía que no tenía la mejor de las apariencias, pero ella era la altiva señora Lagan y nadie la vería derrotada, ni siquiera el mismísimo William Albert Ardlay.
Estaba por salir de aquel lúgubre sitio hasta que una nota se deslizó por debajo de la puerta. Sus ojos se sorprendieron al leer lo que en la misma se decía.
«La espero a las 8:00 en el invernadero . No faltes, te lo ruego»
Sus manos comenzaron a temblar; su rostro no salía del asombro y su corazón volvía a latir desbocado como la primera vez que recibió una nota similar. ¿Qué le depararía el futuro? No lo sabía, pero estaba más que dispuesta a averiguarlo.
FIN
Si quieres saber qué pasó después, te dejo el enlace de la segunda parte
EL SECRETO DE ALBERT
Última edición por SHALOVA el Jue Abr 28, 2022 8:44 am, editado 1 vez