La chica es ruda en verdad, pero la expresión de su rostro mientras veía la escena en ese cuarto, me mostró su vulnerabilidad, ella no sólo estaba asqueada, un gran odio, y miedo, estaba instalado en lo profundo de su ser. Me tomaría mi tiempo para descubrir lo que sucedía.
Esa tarde estaba muy movida, las nuevas chicas estaban siendo llevadas a los diferentes puntos, de eso se trataba el negocio, trata de blancas, pero algo me decía que no sólo era eso, había mucha oscuridad alrededor de Leagan y Eliza, quienes siempre se reunían para tener sus pláticas secretas, como hoy, dejándonos a todos fuera del alcance de las mismas.
Me dirigí al despacho de Alessia, por alguna razón quería ver y saber que estaba bien. Con mucho sigilo me acerqué a la puerta para oírla, pero no había ningún ruido. Con cuidado abrí levemente la puerta y me asomé por ella, si me descubría, diría que necesitaba el listado de lugares, ya lo tenía pensado, pero eso no ocurrió, porque ella no estaba ahí.
Ingresé al despacho y miré hacia el baño, la luz estaba apagada, me asomé a la ventana, pero no la vi por ningún lado... Fruncí el ceño imaginando dónde podría estar, de pronto una corazonada me hizo salir de ahí y caminar hacia el despacho del jefe. El pasillo estaba desierto, y la puerta cerrada. Las voces de Eliza y Leagan se oían amortiguadas, y no se escuchaba ningún participante más... ¿Dónde diablos estaba esta mujer? Elevé mi mirada al techo, y lo supe de inmediato....
Tomando el camino contrario al pasillo por el que había ido, entré a la biblioteca y me posicioné debajo de la rejilla de ventilación, la cuál parecía estar en su lugar, pero yo bien pude descubrir que no era así.
Era más que obvio que yo no entraba en ese hueco, seguramente me quedaría atorado desde los hombros, soy lo que llaman, un hombretón, pero una grácil y esbelta figura muy bien puede caber ahí. Cerré la puerta con llave y me escondí detrás de la oscura cortina que estaba instalada en esa habitación, esperando con impaciencia. Al cabo de unos 15 minutos, en los que espiaba y otra vez me escondía, oí ligeros ruidos en el conducto, instantes después, unas torneadas piernas, descendían del agujero.
–Todo bien. Sí, sin problemas. Hablamos cuando esté en casa. También te amo, ya lo sabes. Basta... Controla tus pensamientos cochinos. ¿Quieres excitarte? Entonces espera que llegue a casa, valdrá la pena...
Fueron sus palabras mientras salía de la habitación, sin percatarse de que la puerta estaba asegurada... ¿Amar, excitarse? Un reguero caliente de no sé qué, me golpeó el pecho, ni siquiera me interesó tanto que todo lo dijo en inglés y no en italiano, como debería de ser, pero probablemente su amante no tiene por qué ser de Italia... Y otra vez el maldito aguijón.
No era que me doliera, ni siquiera teníamos nada, es más, con trabajo nos mirábamos, era como si yo fuera un indeseado indigente, pese a ello no puedo evitar sentir, tal vez, un ligero golpe al ego, porque es la primera mujer que me ignora deliberadamente, cuando otras casi se me entregan en el acto, tampoco es que me importara, pero... Bueno, para qué seguir pensando en ello, lo realmente interesante es que estaba encaramada en ese conducto y que escuchó quién sabe qué. Salí de mi escondite y me fui a coordinar las actividades de ese día.
Cuando la noche llegó, Alessia salió del lugar, esta vez sin esperar la despedida de Leagan, y se marchó a su refugio, uno que pensaba descubrir esta noche, por lo que me fui siguiendo, a cierta distancia, la camioneta que siempre la llevaba y traía, pero, curiosamente, ésta se detuvo en un bar, y luego se fue.
Alessia entró y se acomodó en la barra, yo me escabullí en una mesa más oculta, mirando todo lo que hacía y con quién hablaba. Le sirvieron lo que me pareció un cocktel y se quedó ahí sin hacer nada. Los minutos pasaban y no noté nada raro, de pronto la vi ponerse en pie y tomar rumbo al sanitario, acción que imité porque realmente lo necesitaba.
Mientras estaba desfogando la vejiga en el mijitorio, oí entrar a alguien y cerrar la puerta, pero estaba disfrutando a placer vaciarme, así que no presté atención hasta que la oí.
–No sabía que obtenías placer orinando, qué raro eres Grandchester.
Sobresaltado como estaba, intenté terminar pronto y guardarme a mi fiel amigo, pero el pantalón no me colaboraba, y la mirada de Alessia sobre éste, tampoco.
–¿Qué haces aquí? –Pregunté exigente mientras lograba mi cometida y me lavaba las manos.
–La pregunta es, ¿qué haces tú aquí?–Inquirió ella sin dejar de mirar hacia mi bulto. Maldito ego, pero esa acción se sentía muy bien.
–Pues lo que hace todo el mundo, vine a tomar unos tragos.
–¿En serio? ¿Por qué eres tan patético Grandchester? ¿Para qué me seguiste? Eres tan obvio que hasta un niño de preescolar pudo notarte.
–No te seguí. Vine a tomar unas copas y eso es todo. –Dije intentando pasar a su lado, donde ella retuvo mi brazo y juro por Dios que sentí cómo la sangre se me volvió lava, y el corazón me martilleaba alocadamente, ¿estaría ella ovulando? Es la única explicación que encuentro para mí reacción. Ella acarició la longitud de mi brazo y llegó hasta mi hombro.
–¿Cómo sigue tu brazo? –Preguntó suavemente.
–Sobreviviendo, considerando que casi me lo arrancaste. –Respondí con sarcasmo.
–Lo lamento. –Volvió a hablar con dulzura pero esta vez se elevó hasta mi hombro y dejó un suave beso en él, arrancándome un gemido involuntario.
–Se... Será mejor irnos... Alguien más ocupará el baño y... –Me quedé a medias cuando sentí sus labios sobre los míos, suaves y húmedos, y entonces ya, el volcán no pudo detenerse.
La cargué hasta la barra del baño y la besé con desesperación, no sabía qué diablos le pasaba a mi cuerpo, pero necesitaba hacer esto. Ella aferró sus piernas a mis caderas, uniendo su caluroso sexo con mi abultado amigo, y comenzó a frotarse contra mí. Mi mano subió a su cadera, desfajando la blusa azul cielo de seda que traía, sentí su cuerpo estremecerse ante mi tacto.
Alessia comenzó a desabotonar mi camisa y me acarició, sus manos quemaron mi cuerpo, estaba hirviendo por ella, como por nadie jamás. La tomé del cuello y profundicé nuestro beso. Ella subió su falda hasta la cintura y, ¡Jesús! No traía braguitas... Se me hizo agua la boca.
Con manos hábiles comenzó a abrir mi pantalón, y a sacar mi duro falo, llevándolo a su entrada... Pude sentir sus pliegues húmedos y calientes en la punta de mi miembro, ¡Estaba chorreando por ella! Quería clavarme ya, de un golpe, y eso fue lo que precisamente evitó que mi sueño se hiciera realidad, los golpes en la puerta...
Antes si quiera de darme cuenta de lo que sucedía, Alessia estaba fuera de mis brazos y de mi polla erecta, saliendo por la puerta del baño, mientras un tipo gordo entraba con cara de pocos amigos.
–Guárdate eso, oye. No sea que por equivocación piques a alguien.
Me guardé a mi amigo, que en estos momentos estaba en calidad de firmes, y salí de ahí en busca de Alessia... No había rastro de ella en el lugar, la muy desgraciada era una calenta pollas... Seguramente acabaría con un severo caso de dolor de bolas... Eso me pasaba por estúpido... Evitaré una tercera vez con ella, porque, al paso que voy, seguramente acabaré muerto por su causa...
Ya verás Alessia, esto me lo cobraré muy a mi estilo...