TEAM RETOS
Reto 1
Lauren
La pequeña Lauren eligió la habitación más alejada de aquella mansión para instalarse a jugar. Llevaba a su muñeca favorita, esa que le había regalado su papá cuando regresó de trabajar de Europa y que ella había bautizado como Gigi. También llevaba a Teddy, un oso de felpa que le había regalado su abuelo, ella no lograba entender en cómo su abuelo Bert era casi tan joven como sus papás y prefería decirle tío. Sus primos y su hermano mayor jugaban en el gran jardín, pero ella no era muy fanática de estar rodeada de tanta gente y prefería jugar a solas.
La habitación estaba casi vacía, sólo tenía un sillón y un espejo, ambos cubiertos con sábanas. El gran ventanal estaba resguardado por una cortina pesada que sólo dejaba entrar un pequeño hilo de luz, cualquier otra niña estaría asustada, pero ella era como su mamá: muy valiente, y sabía que los fantasmas y las brujas sólo existían en los cuentos que su papá le contaba por las noches.
Lauren llevaba su cabello castaño claro y rizado suelto, su mamá a veces insistía en peinarla de dos coletas, pero ella se negaba rotundamente, por Dios, ¿quién usa semejante peinado tan cursi? También le gustaba llevar hermosos vestidos y su papá a veces quería enseñarla a trepar árboles como a Terry, su hermano mayor, pero ¿qué era ella? ¿Acaso un mono? “¡Papá! ¡Se va a ensuciar mi vestido!” a veces sentía que sólo la abuela Eleonor la entendía, su mundo eran los libros, sus muñecas y estar lo suficientemente alejada de los niños fastidiosos, en especial de su hermano.
Cuando su mamá la veía sentada en las piernas de su papá solo decía “idénticos de carácter” y sonreía.
Lauren mantenía una divertida plática entre Gigi y Teddy cuando sintió una fría corriente de aire. No le dio mucha importancia, pensó que en una casa antigua habrían desperfectos escondidos y el aire se colarían por ahí, sólo siguió jugando. Pero por el rabillo del ojo vio una figura blanca cruzar por el pasillo, no logró distinguirla porque el pasillo estaba obscuro y la puerta entreabierta. Sus grandes ojos azules como el mar se abrieron y comenzó a sentir una inquietud que nunca antes había sentido. Se levantó del piso en donde había estado jugando por un buen rato, caminó lentamente hacia la puerta escuchando el sonido de sus zapatos y el crujir de la madera debajo de ellos y una vez que llegó a la puerta se asomó, no había nada ni nadie, sólo esa fría corriente de aire. La niña supuso que su imaginación le estaba haciendo una mala jugada y regresó al mismo sitio en el piso de aquella habitación en donde había estado jugando. Continuó con Teddy y Gigi, ellos se estaban declarando su amor cuando escucho una risa muy queda, o ¿era acaso llanto?
Lauren se petrificó de miedo, era verdad en que estaba segura de que los fantasmas no existían, pero su mente infantil ya había hecho decenas de escenarios en donde algo o alguien le podrían hacer daño. Pasó un buen rato sin escucharse ni verse nada, Lauren olvidó su miedo y siguió jugando. Teddy se iba a casar con Gigi y dormirían como sus papás en una habitación que a veces estaba cerrada con llave. Lauren estaba absorta tratando de averiguar cómo quitarle la ropa a Gigi para que tuviera hijitos con Teddy cuando sintió la presencia de alguien detrás de ella. Por instinto tomó a Teddy y a Gigi y los abrazó con todas sus fuerzas, volteó rápidamente para ver quién era esa persona a sus espaldas, cuando vió la delgada y pálida figura vestida de blanco soltó una de esas palabrotas que decía su papá enojado
−¡Puta madre!
Y salió corriendo despavorida gritándole a su mamá
−¡Mamá! ¡mamá!!! ¡La loca de la tía Annie se salió de su cuarto y otra vez anda espantando con su traje de novia!—gritaba mientras bajaba corriendo por las escaleras de la mansión de los Andlay en Chicago.
−Lauren ¿Qué te dije de andar curioseando por la casa? ¿Por qué no estás jugando con tu hermano y tus primos en el jardín? —cuestionaba una embarazada Candy.
−Me cae mal la gente—respondió Lauren haciendo que su padre la levantara en brazos.
−Par de malcriados, idénticos de carácter—Candy se acercaba a besar a su hija y a su esposo.
−Lauren no tiene la culpa de ser introvertida como yo, y menos tiene la culpa de que la “llorona” ande vagando por la mansión Andley espantando gente con su traje de novia desde que Archie la dejara plantada en su boda para escaparse con un cantante de ópera italiano.
−Cállate Terry, no se habla de eso en esta casa.
−Siempre que venimos es “cállate Terry, no se habla de Archie volviéndose gay, tampoco de Annie la loca, menos de Elisa la cabaretera y mucho menos de Neil casándose con la prostituta que se gastó toda su fortuna”
Candy besó a su esposo para de una vez hacerlo callar, Lauren hizo un gesto de asco porque estaba demasiado cerca de las caras de sus padres. Lo cierto es que en cuanto viera a su abuelo o tío Bert, le pediría permiso para estar en su biblioteca lejos de toda esa gente ruidosa, ahí no iría la tía Annie a espantarla.
FIN