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Hola de nuevo, les dejo el capítulo 3 de La reina por Carmín Castle y Lady Ardlay
LA REINA
CAPÍTULO 3
LLEGADA INESPERADA
—Majestad, tenemos a la mujer aquí, ordene —Fue la voz del soldado, ingresando a la sala donde Eliza contemplaba al ave que la miraba fijamente, sin el más mínimo miedo a su captora, estaba en compañía de la fiel sirvienta Paty.
—Bien, saben que hacer, nadie debe saber de su presencia. Paty, ya sabes donde instalarla, anda, ve —ordenó Eliza y Paty salió de inmediato.
El carruaje se detuvo antes de llegar a las caballerizas, bajó cuando los guardias se aseguraron de que no hubiese fisgones. Circe iba envuelta con su capa y resguardando su rostro con un velo negro, Paty llegó y saludó, después le indicó que la siguiera, Circe respondió con un leve movimiento de cabeza.
La mujer fue llevada por un pasadizo oscuro. Caminaban en silencio y con pasos rápidos, por el que parecía un camino interminable con prolongadas curvas, ingresaron por un enramado que llevaba a un cuarto, algo pequeño, el cual parecía clausurado, con una ventana que apenas y dejaba entrar algo de luz por lo espeso de la naturaleza en el muro. —El refugio de alguien— pensó Circe al mirar a todos lados. Y no se equivocaba, Anthony, al saber que la princesa Eliza ocuparía la que fue su habitación de pequeño, le enseñó ese cuarto secreto que él usaba para escapar de la presión de la corte y de los entrenamientos con su tío.
Al principio, Anthony y Eliza, pasaban mucho tiempo juntos, por lo que el joven un día le dijo que lo siguiera, enseñándole un secreto más, se trataba de un pasadizo que daba a una salida del castillo. La princesa apreció esta revelación, ya que solo él y su fallecida madre conocían el pasadizo. Era el lugar especial de Anthony, por el hecho de que la reina desde pequeña lo habitó también.
Y esté fue el regalo personal de Anthony para Eliza, en secreto de todos. ¿Con qué intención? Eso nunca quedo claro entre ellos dos, ya que Richard, al ver la cercanía de Eliza y su hijo menor, aceleró el matrimonio de Terry y la princesa; mandando a Anthony con su tío para que aprendiera el arte de la guerra. Así puso distancia entre ambos jóvenes, y aquel oculto lugar se convirtió no solo en un refugio, sino también en una salida para Eliza de su pesadilla y a la libertad.
Pero ahora ese misterioso y oculto lugar sería el hogar de su invitada que, por su propio bien nadie debía saber de su existencia en el castillo o estaría en problemas. Por alguna razón Circe no podía ser nombrada en ese lugar, el rey la odiaba a muerte, pero jamás se atrevió a dañarla; Eliza supo por Paty, su mano derecha, que Georges tenía trato con ella, intuyó que fue ella quien le curó y mutiló su gangrenada pierna y le hizo la prótesis.
Paty, la mujer que acompañó desde que llegó Eliza al palacio y educada desde sus escasos ocho años en el castillo, tras ser llevada del bosque un día por órdenes del propio rey, levantando los rumores de una hija ilegítima, ya que gozaba de privilegios y protección del mismo rey de Inglaterra. Fue la persona asignada a ser la dama de compañía y sombra de Eliza, puesto que el rey tenía plena confianza en la lealtad de Paty.
Patricia gozaba de algunos privilegios que no tenían otros sirvientes. Como tener una buena alimentación, vestidos lujosos, ser parte de la corte siendo una simple criada y ser la mano derecha de la futura reina de Inglaterra.
Paty recorrió sigilosamente y con cuidado de no ser descubierta, el pasillo que daba al nuevo cuarto de Circe y al de la futura reina consorte, llegó a su destino y solo ahí pudo controlar su cuerpo tembloroso por el miedo de que alguien la siguiera.
—Majestad, la mujer se está instalando —habló Paty, a la mujer que estaba con el ave en la ventana. Eliza observaba la jaula, su mente parecía estar en otro mundo. Al escuchar la voz de su dama, salió de su ensimismamiento.
—Bien, iré a hablar con ella ahora mismo —Eliza se dispuso a salir por la puerta secreta.
Un fuerte golpe se escuchó en las puertas principales. Paty cerró de inmediato el pasadizo y abrió la puerta.
—Mi señora está descansando, tiene un fuerte dolor de cabeza —dijo Paty excusando a su ama.
—Lo lamento, pero el rey requiere a la princesa en el salón real —fue la voz autoritaria del hombre tras la puerta.
Paty observó a su ama con miedo, Eliza tragó en seco y levantó el mentón descargando el ave que no dejaba de mirarla.
—Claro, dígale a su majestad que en un momento estaré en su presencia —concluyó.
Paty y Eliza escucharon tras la puerta como el hombre se retiraba.
—Majestad, usted cree que… —habló una asustadiza Paty.
—¡Calla! —gritó Eliza, la mujer obedeció y bajó la cabeza— No. Es muy pronto para que ya tenga la anulación, debo ganar tiempo —se dijo, dándose la vuelta para que Paty le desatara las cintas del vestido—. Vamos, ayúdame a cambiarme, el rey debe ver lo hermosa y poderosa que soy, que soy la indicada para ser la reina de Inglaterra, incluso de España. Circe puede esperar. Diles a los guardias que la tengan vigilada, ya tendré tiempo de hablar con ella, —se dirigió al espejo— Qué esperas, trae mi vestido dorado.
Paty obedeció y Eliza se puso frente al tocador para ver qué peinado y joyas usaría. Una hora más tarde, Eliza y Paty, se dirigían al salón real con Luisa, su dama de compañía de confianza.
Los guardias anunciaron su llegada al salón, donde estaba el rey y algunos miembros de la corte y el obispo Martín. Todos dejaron su charla al ver ingresar a la hermosa pelirroja que llevaba un vestido dorado que hacía resaltar sus atributos, la hacía brillar resaltando su cabello rojo con solo la decoración de su corona, dejando ver la hermosura de su cabellera, que contrastaba con su blanquecina piel que ya era clara, pero la había maquillado con plomo para que se viera más blanca y tersa.
—Majestad —Eliza se inclinó con gracia y delicadeza, mostrando su hermosura y respeto ante los presentes.
—Vaya, ahora entiendo tu tardanza —dijo el rey con una mirada indescifrable, lo que no pasó desapercibido para el obispo y algunos presentes, incluso la misma Eliza, que sonrío para sí.
—Cómo me presentaría ante el rey más admirable de todos, de forma inadecuada. Sería una afrenta al hombre más poderoso que he visto alguna vez —dijo Eliza con voz tierna y dulce, casi obediente y sumisa ante el monarca—. Estoy a su entera disposición —terminó con una inclinación en total sumisión a Richard, el cual estaba mudo y desarmado ante la mujer que tenía en frente.
—¡Papá! —fue la suave voz que se oyó en las puertas del salón, haciendo que Richard saliera de su estupor.
—Annie, mi pequeña —el rostro severo, luego deslumbrado del rey, cambio a uno de alegría y ternura ante la joven de dieciséis años, de cabellos oscuros y ojos azules como los de él. Era su pequeña princesa y la amaba más que a nada.
Annie pasó al lado de Eliza que apenas y se ponía en pie. Le asintió con su rostro dulce y fue al lado de su padre, que le sonrió y le pidió que se sentara a su lado.
—Padre, ¿Puedo saber por qué nos reuniste? —Annie rompió el incómodo silencio.
—Bien. Antes que nada, les informo que mi hijo Terry y su hermano Anthony, llegarán en los próximos días.
Los murmullos no se hicieron esperar. Eliza aun de pie sonrió, pero también tuvo temor.
—¡Padre! Qué alegría tener a mis hermanos de nuevo en casa —el rostro de Annie se iluminó.
—Majestad, yo comparto el mismo regocijo que la princesa Annie al tener a mi esposo de vuelta. Y a su hermano, claro —terminó Eliza, con un semblante de alegría.
Richard retomó su atención en ella, pero en esos momentos un general ingresó, se acercó a él con su consentimiento y le habló al oído. Richard solo asintió.
—Por esa razón los he reunido —continuó—, hoy tenemos una visita muy especial. —El reino de Inglaterra estará de fiesta —sonrió.
—Que pasen —dijo Richard con alegría en sus ojos.
Al salón ingresaron dos mujeres rubias, una joven de unos veinte años y una mayor, acompañadas por un bello hombre de cabellos castaños, claro y muy elegante. Las mujeres bellamente vestidas y el refinado hombre se inclinaron ante el rey. Dejando a una muy confundida Eliza que aún estaba en la mitad de la sala.
—Majestad, Amelia Marlowe, reina consorte viuda, de las tierras Germánicas, la princesa Susana Marlowe y el rey de las tierras Germánicas, Archibald Cornwell, su primo —dijo la fuerte voz del encargado de sala, ante la consternación y sorpresa de todos, en especial de Eliza y el inmenso placer de Richard.
Annie de inmediato clavo sus ojos en el apuesto rey de Germania. Todos se inclinaron ante la llegada de los monarcas de tierras lejanas, menos Richard, Annie y… Eliza, que se quedó ahí de pie ante los tres visitantes.
Richard se puso en pie y se acercó para dar la bienvenida a sus invitados. Annie corrió tras él y al ver que su padre reverenciaba a las mujeres y daba una calurosa bienvenida al recién coronado rey de Germania, le hizo una reverencia al monarca Germánico y le sonrió con gracia al joven que no dudó en reverenciarla.
Eliza solo los observaba sin pronunciar palabra. Richard, que trató de alivianar el momento, dijo.
—Les presento a la princesa de España, Eliza Leagan —señaló a la pelirroja. Que con altivez saludó.
—Un gusto, soy Eliza Leagan, princesa de España, esposa de Terry, heredero al trono de Inglaterra, futura reina consorte de Inglaterra —dijo sin inclinarse, con el mentón en alto.
Susana la miró de arriba abajo, mirando al rey.
—Oh, Eliza Leagan. Creo que aún solo sustentas el título de princesa de España. Ya que el rey está aquí presente —Susana señaló al rey y sonrió con ironía— ¿Y tu esposo? —preguntó Susana de forma sarcástica.
—En camino —respondió Eliza, observándola con furia.
—Claro, ya sabe de nuestra visita, ¿no es así, majestad? —Susana miró al rey que a pesar de su autoridad, sentía que estaba en medio de dos fieras.
—Sí. Él llegará en los próximos días, tenemos muchos negocios que cerrar y alianzas por hacer.
—Ya lo creo, Richard. No creo que este viaje tan largo sea en vano —intervino Amelia.
La guerra de miradas de ambas mujeres era incómoda para todos.
—Tienes linda figura para tener hijos, dos tal vez —Susana le sonrió a Eliza.
—No tengo hijos, aún —Eliza respondió derrotada.
—¡Vaya! ¿Recién casados entonces? — Susana se giró hacia la dirección de su progenitora— Madre, creía que habían contraído nupcias hace cuatro años —dijo esto llevándose la mano al pecho con inocencia y sorpresa, mientras miraba a su madre.
—En efecto, hija, su boda fue hace cuatro años. No te equivocas, tal vez Dios no les ha dado un heredero por alguna razón —la reina sonrió con malicia.
Esas palabras golpeaban el orgullo de Eliza, provocándole sensaciones amargas al sentirse burlada por ese par de arpías. La princesa no era ninguna ingenua y comprendió las intenciones que el rey Richard tenía con sus desagradables invitadas. Levantó con más altivez su cara y las miró desafiantes, esa rubia pálida no tenía comparación con ella, mucho menos significaba un peligro, sonrió con supremacía.
Annie le sonreía a Archie ignorando el incómodo momento que pasaba su padre y su cuñada. Al igual que Archie que miraba a Annie, pero estaba al tanto de la extraña conversación de las damas, que le parecía divertida. La verdad odiaba a su tía y prima. Eran dos arpías, pero al ser coronado como heredero de su tío, no tenía otro remedio que vivir con ellas, al menos mientras su prima se casaba y tal vez con suerte se llevara a su madre con ella. Por eso aceptó ese acuerdo con el rey de Inglaterra. Le urgía comenzar a reinar sin esas dos brujas.
—Pero… no entiendo —insistió—. ¿Qué acaso el matrimonio no debe ser bendecido con los hijos? —Los ojos de Susana se abrieron con fingida inocencia y tristeza.
—Vendrán —afirmó Eliza, con la mandíbula apretada—. Mi esposo ha pasado un largo tiempo en la guerra, pero les aseguro que ahora que esté aquí les daré la sorpresa del nuevo príncipe y heredero al trono de Inglaterra —Susana palideció ante las palabras decididas y la seguridad que desplegaba Eliza con sus movimientos, dirigiendo la mirada a su suegro y sintiendo satisfacción ante la reacción de las Marlowe.
—Bueno, estos temas no son para recibir a nuestros invitados —intervino Richard, cansado del duelo de palabras de las mujeres— Charly —Habló Richard, retomando el control—¿El banquete está listo? —preguntó al encargado de sala.
—Lo está señor, disponga usted —concluyó Charly.
—Pasen —extendió la mano señalando el comedor— Sean bienvenidos —. Todos de a poco fueron pasando, en un incómodo silencio.
Mientras tanto, en un lugar apartado del castillo.
La mujer del servicio de la princesa había pasado largas horas de incertidumbre, a primera vista no se dio cuenta, pero fue al siguiente día que pudo escudriñar mejor y ver la verdad que se negó a creer, era una locura, pero eso era algo que siempre la había caracterizado.
La puerta del cuarto se abrió de a poco.
—Circe, traje tu cena o ¿debo decirte Candy? —dijo Paty ingresando al cuarto con una charola en su mano para la extraña mujer.
Circe, que estaba de espaldas, se enderezó, quedando estupefacta al escuchar a Paty. Cerró los ojos y empuñó con fuerza una parte de su vestido.
Continuará…
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
Última edición por Lady Ardlay el Dom Abr 09, 2023 8:17 pm, editado 2 veces
. ....
pero dándose sus buenas patadas verbales "con tubo" 
, déjenlas que se maten!!!! 
vaya que me intrigan tantas cosas!!
