Hola queridas lectoras, seguimos compartiendo capítulos de La reina, para su deleite de quienes gustan de esta historia llena de intrigas y magia. Lady Ardlay y yo, Carmín seguímos escribiendo para ustedes. Gracias por sus bonitos comentarios.
CAPÍTULO 21: LA MUJER DE LA CASCADA
El rubio se acercaba con pasos lentos, impresionado por la belleza de la joven que tenía enfrente. Ella lo miraba asustada, parecía que en cualquier momento iba a salir corriendo o desaparecería.
—¿Eres de estas tierras? ¿Cómo te llamas? —Anthony indagaba a la joven que usaba una batola de seda, de las que pertenecieron a la madre de Terry, y él le obsequió.
Esta delineaba su bella figura, y dejaba sus brazos al aire, ya que era verano. Candy tenía un camisón en las manos, aprovechaba a lavar mientras tomaba el sol. Al ser interrumpida tan abruptamente se estremeció.
El joven, que la había visto por largo rato cantar y juguetear con el agua, sintió algo en su pecho, una sensación cálida y confortable. Le recordó a la pintura de su madre que tenían en el salón real, uno más pequeño adornaba su habitación. Estaba impactado, Candy lo miró perpleja, sus ojos verdes se clavaron en los celestes que brillaban con los rayos del sol, haciendo que se vieran más claros de lo que eran. Anthony le sonrió y se deleitó con el bello rostro pecoso de la aparición que tenía ante él.
El fuego en su interior se acrecentó y extendió su mano para acariciar el bonito y delicado rostro de Candy. Al sentir el roce, ella salió de su estupor y se lanzó al agua, dejando a Anthony con la mano extendida.
—No. Espera, no te vayas. ¿Dime quién eres? —Anthony intentó seguirla en el agua sin entrar, esperó a que saliera al otro lado para ver a dónde se dirigía, pero ella nunca salió. Al pasar algunos minutos, Anthony se asustó, pensando que la chica al lanzarse se golpeó con alguna piedra y estaba herida en el fondo de la cascada. Intentó mirar en la profundidad, pero no tuvo éxito, invadido por el miedo, se lanzó a mirar si encontraba a la bella ninfa.
Candy nadó en dirección a la caída de la cascada por un lugar donde el agua no golpeaba con fuerza y se introdujo detrás de la cortina líquida, mientras veía cómo Anthony miraba a través del agua buscándola y luego se lanzó. Candy aprovechó y corrió la puerta falsa e ingresó, aun temblando por confiarse y dejarse ver. Ella no salía en el día, pero estaba tan contenta que al despedir a Terry decidió tomar los primeros rayos del sol y a su vez lavar algunas prendas.
Anthony se sumergió una y otra vez en el agua, buscando a la chica sin encontrarla. Miró hacia abajo, pero no vio nada, no había rastro de que la joven hubiera salido del agua. Derrotado salió y se sentó justo donde la vio.
"Una aparición tal vez" —Pensó, pero su mirada cayó en la prenda que seguía sobre la piedra, la que la joven estaba lavando y se convenció de que lo que acababa de pasar era real. Tomó la prenda y la olió, su aroma era cautivante. Era como el aroma que sintió en aquel cuarto, recordó que allí fue donde lo sintió por primera vez, esto lo dejó pensando, ya que Eliza le dijo que solo eran las rosas de su madre, pero no era así, él estuvo muchas veces cerca de ellas y su aroma era diferente.
Su primera impresión fue que era el espíritu de su madre, pero al mirar de cerca a la chica vio que no se parecía a Rose. Tenía ojos verdes como los de su madre, pero su rostro era diferente y su cabello más crespo, Anthony se quedó ahí por largo rato contemplando la prenda y el agua, recordando a su dueña y en cómo el estar cerca de ella lo descolocó en sobre manera. Así estuvo por varios minutos, hasta que vio el ave por el cual había ido; el halcón se posó en la piedra del día anterior.
El joven príncipe se puso en pie, dispuesto a atraparla. Fue por el arco con la flecha sin mucho filo, la que dejó preparada antes de ver a Candy, la volvió a impregnar con el líquido para solo lastimar el ave y cuando cayera la tomaría, sin embargo, al agarrar el arma vio cómo el ave se introdujo en la cascada y ya no salió. Esto intrigó a Anthony, cómo pudo el ave desaparecer.
Llegó hasta la caída de agua, pero no vio nada, solo agua, rocas y un pequeño espacio entre estos, pero nada más. Anthony estuvo ahí hasta el mediodía, pero ni la chica ni el halcón aparecieron de nuevo. Derrotado y con la prueba en su mano de que la mujer era real, la cual guardó y se montó en su caballo blanco marchando rumbo al castillo.
Circe miró a su hija que estaba sentada en una silla, pensativa.
—El hijo del rey está afuera. Anthony —mencionó Circe.
—¿Anthony, el hijo del rey? ¿El hermano de Terry? —inquirió Candy— Madre, ¿crees qué nos descubrió? —se puso en pie paseándose de un lado a otro.
—No lo sé, hija. Ese muchacho juega a ser Caín —Candy la miró desconcertada.
—¿Caín? Por qué lo dices, madre. Acaso… —Candy se llevó las manos al pecho, acongojada solo de pensar en que algo le pasara a Terry.
—La antigua reina sembró una semilla de maldad en él, es un buen muchacho, pero creció escuchando que lo que por derecho es de Terry, el primogénito del rey, en realidad le pertenece a él y eso le amargó su corazón. Siempre escuchó a su madrastra decirle que Terry le robó todo, la corona, el reino y… —Circe calló por un momento— Su esposa, Anthony cree que él es quien debería ocupar la cama de la princesa Eliza y no su hermano. Él siente que el trono le fue robado, tal vez si su madre no hubiese sido asesinada, él hubiera tenido un corazón diferente. No estaría ennegrecido por la sombra de la envidia, la frustración y la venganza, que fueron los sentimientos de esa mala mujer que le inyectó a él —explicó el ave con la mirada perdida en el fuego.
—Madre, ¿cómo sabes eso? —Candy se acercó curiosa.
—Hija, en los ojos de las personas puedes indagar su alma. Los ojos son el puente a tu ser, al interior y si aprendes a leerlos no verás la apariencia, verás la esencia de las personas —el ave volteó y miró a su hija con sus ojos penetrantes—. Debes cuidarte, descansar y dormir bien. Todo gira como debe ser, pronto mi misión terminará y mi alma descansará.
Candy abrazó a su madre con fuerza, sabía que en algún momento la esencia de Circe dejaría el ave y ella quedaría sola de nuevo.
—No quiero perderte —se lamentó Candy comenzando a llorar.
—No te dejaré jamás, siempre estaré para ti. No importa el tiempo, lugar o vida —así la consoló, extendiendo las alas, deseando abrazar una vez más a su amada hija.
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Anthony ingresó y entregó su caballo a uno de los guardias. Tenía cierto malestar y molestia. Vio que su padre y Terry estaban reunidos, teniendo una charla, pero no le importó, ya que esta vez quería estar solo y pensar en lo acontecido esa mañana; así que se dirigió a su cuarto. Entró y dio un largo suspiro, pero unas manos lo tomaron por la ancha espalda.
—Mi amor, ¿dónde estabas? —era la voz de Eliza, que estaba detrás de él. Iniciando su sensual juego, besaba la mejilla del rubio, buscando sus labios con deseo.
—Eliza, ¿qué haces aquí? Es muy arriesgado, ¿te has vuelto loca? Acaso quieres que nos cuelguen a ambos —Anthony se soltó de su agarre tomando distancia. No tenía ánimos de ver a nadie, ni discutir, mucho menos con Eliza.
—Te extrañaba, no fuiste ayer a mi dormitorio, ni diste señales de vida y hoy no estabas. Moría de ganas de verte, abrazarte y hacer el amor —Eliza se acercó a besar sus labios, pero Anthony se alejó, Eliza sintió el rechazo como un balde de agua helada.
—¿Qué pasa? —preguntó con voz temblorosa—¿estás arrepentido? —Eliza lo miró con los ojos inundados de lágrimas.
—Creo que nos precipitamos. Y es arriesgado, en especial para ti —terminó Anthony volteando la cara para no verla llorar, se concentró en quitarse la indumentaria que llevaba.
—No lo puedo creer —añadió adolorida Eliza— ¿Es verdad lo que me dices? —su voz se debilitó, pero ante la actitud fría del rubio, Eliza volteó con brusquedad sintiendo la sangre caliente correr por sus venas— ¡Arriesgué todo por ti! ¿Por qué me haces esto? —Eliza tenía los ojos repletos de lágrimas y su respiración se agitaba —¡Yo te amo! —soltó junto con sus lágrimas.
Anthony se quedó callado, desconcertado por la confesión de la princesa. Siempre supo que había una atracción entre los dos, pero no creyó que ella le amara.
—¿No dices nada? ¿Acaso no me amas tú también? —indagó la pelirroja.
—Tienes esposo, Eliza, a él es a quien debes amar. Yo algún día también me casaré y a mi esposa será a quien deba amar —dijo con resolución Anthony, recordando la verde mirada en el bello rostro de la ninfa de la cascada.
Eliza sintió como se rompían sus ilusiones y su corazón.
—¿Qué pasó con las palabras y besos dulces que me diste al hacerme el amor? En dónde quedó el "juntos hasta la muerte" —replicó ella desesperada.
—Era un momento en el que se dicen muchas cosas. Pero… —Anthony no sabía qué ocurría en su interior, ya no la veía igual.
Era como si un velo cayera de sus ojos y en su lugar solo sintiera culpa y reconociera que se había precipitado por la pasión y lujuria. Y que todo fue un error. Se reprochó internamente, sintió que no solo ofendió a su hermano, también a su padre, al reino de Inglaterra y el de España. Pensó en Neal y lo que pasaría si lo supiera, sacudió su cabeza apartando esos pensamientos.
—Debes irte, nadie debe relacionarnos o estarás en graves problemas —añadió llevándola a la puerta para sacarla con discreción— Estaremos —corrigió, sintiéndose miserable al ver el estado de Eliza.
—Si pensaste que te burlarías de mí, estás muy equivocado —contraatacó ella—. Le diré a mi esposo y a mi hermano que me tomaste a la fuerza y estarás en serios problemas.
Anthony vio a la verdadera Eliza, recordó que su hermano sabía de su atracción por ella y Neil se había percatado de cómo la miraba. Se reprendió por su flaqueza con la esposa de su hermano, mientras Eliza lo miraba maliciosamente. Tomó su rostro y se acercó a sus labios, pero sin respuesta, acto que le traspasó el pecho, pero no demostró su dolor, en su lugar se llenó de rabia y le dejó una advertencia.
—Juntos hasta la muerte, amorcito —los ojos de Eliza brillaron triunfantes al ver la palidez del príncipe, ella le dirigió una sonrisa malvada y Anthony conocio el verdadero rostro de la que creyó alguna vez era su verdadero amor— Te espero en la noche amor. Y ya verás cómo te saco todas las dudas en la cama.
Eliza puso su mano en su entrepierna de la forma más descarada, mientras le lanzaba un beso, luego salió con cuidado de no ser vista. Anthony aventó lejos él cinturón de cuero que se quitó, mientras lo veía caer lejos comprendió su grave error.
En la gran sala del castillo, Terry sostenía una conversación con su padre.
—Padre, estoy enterado de la anulación del matrimonio con Eliza —Terry hablaba de forma tranquila, el rey se notaba incómodo con el tema que su hijo tocó, cuando le pidió hablar con él, no le cruzó por la cabeza que sería ese asunto.
—Lo he considerado —respondió con frialdad—, porque tu matrimonio no parece tener la bendición de Dios. Lo haría por el bien del pueblo —Richard quería sonar objetivo frente a su hijo.
—Estoy de acuerdo en que esta boda nunca debió ser —dijo Terry ante la mirada extrañada de su padre.
—Entonces, ¿tú también quieres que se acabe el matrimonio? —el semblante de Richard fue de gusto, alegre por el apoyo de su hijo, agregó—. Lo medité mucho, no es una decisión a la ligera y créeme, la princesa Germánica será mejor para ti y el reino —añadió, pensando que Terry había quedado prendado por la joven—Además, no es tan altiva como la española y se nota que está dispuesta a complacerte y darte un heredero muy pronto, eso es justo lo que necesitamos. El nuevo heredero de Inglaterra —terminó satisfecho Richard, dándole una cálida sonrisa a su primogénito.
—Padre, no es con la Princesa Susana con la que quiero casarme —pronunció ante el sorprendido rey.
—¿Qué quieres decir? —el rostro de Richard se tensó— ¿Acaso tienes una mejor candidata que la princesa Germánica? —cuestionó, el envejecido rostro era implacable de nuevo.
—Padre, ¿alguna vez amó de verdad? —Terry miró a su padre, quien se quedó helado frente al cuestionamiento.
—Somos monarcas, primero está el deber con nuestro reino. El amor no es necesario y tampoco está en nuestras prioridades.
—¿Entonces no amaste a mi madre o a la madre de Anthony? —inquirió viendo como se le descomponía el rostro a su progenitor— Sé muy bien que la reina Isabel no fue un amor en tu vida. Pero y a ellas… ¿Las amaste? —Terry clavó sus fríos ojos en el monarca.
—No responderé a eso —Richard se veía perturbado.
—Está bien —dijo resignado el castaño, lo observó en silencio. Pasado unos minutos de incómodo silencio, continuó—. Padre, te propongo algo, yo firmaré y convenceré a Eliza para que firme la anulación del matrimonio, diremos que no se consumó, para que ella quede libre sin dañar su reputación.
Richard se acomodó en el trono, Terry era muy inteligente, eso era algo de lo que se enorgullecía, pero también había aprendido a ser cauteloso con él, su hijo era un hombre astuto, por algo había ganado infinidad de batallas.
—¿Y los testigos? —inquirió ansioso por escuchar la respuesta de su primogénito.
—Haré que atestigüen ante el concilio que mintieron con la esperanza de que fuese consumado después. Tendrán un castigo leve por su Santidad, y nosotros los recompensaremos por su cooperación, eso déjamelo a mí —habló con seguridad el heredero.
—Bien. Iniciaré los preparativos, llamaré al obispo Martín —respondió Richard, se sentía feliz de tener a Terry de su lado, aunque le intrigaba quién era la mujer que había quebrantado la coraza de rectitud de su hijo y sin duda se había alojado en su corazón, ya que de otra manera jamás hubiera aceptado sus planes.
—Déjalo padre, yo hablaré con él —Terry se dispuso a salir.
—¿Y Neil? —se apresuró a decir el rey, al recordar al príncipe español— Él no se quedará con los brazos cruzados ante la afrenta hecha a su hermana.
—Padre, —Terry, dudó en continuar— hay una solución. Anthony —concluyó.
—¿Tu hermano? ¿Y él por qué? Qué tiene que ver tu hermano en esto —Richard miró a su hijo que se puso en pie.
—Bueno, ya que la princesa Eliza afirmará que el matrimonio nunca se consumó, porque yo fui incapaz de cumplir con los deberes de un esposo y además, para no dejar en vergüenza a la princesa de intachable comportamiento, seguirá siendo parte de esta familia, siendo esposa del príncipe Anthony, claro está.
—¿Qué? ¿Pero qué dices Terry? —Richard se puso de pie, su mirada gélida no amedrentó a su hijo.
—Lo que oyes, padre. Esa es la única condición para que yo acepte anular el contrato matrimonial.
Richard caminaba pensativo. Analizando los pros y contras de esa propuesta.
—¿Y accederás al compromiso con la princesa Germánica? —preguntó parándose frente a su hijo.
—De eso hablaremos después, primero tenemos que resolver esto —Terry salió dejando a un pensativo padre sobre si estaba haciendo lo correcto.
Mientras Terry caminaba por el largo pasillo hacia la capilla, pensaba en cómo convencería al obispo de anular su matrimonio pronto y más aún cómo convencerlo de casarlo en secreto con Candy, para cuando su padre quisiera llevar a cabo su boda con Susana, estuviera legítimamente casado con Candy.
Terry interrumpió al obispo que daba sus rezos de la tarde.
—Padre, vengo a confesarme —Los ojos del obispo se abrieron con sorpresa, ya que Terry no gustaba de hacer dicho sacramento.
Continuará…
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Última edición por Carmín Castle el Mar Mayo 02, 2023 7:06 pm, editado 1 vez