Hola a todos, aquí estamos con otro capítulo de La reina, estaremos subiendo, Carmín y yo, capítulos dobles los diías que nos correspondan. Esto con la finalidad de tratar de terminar la historia dentro de la GF, pero si no la terminamos en el mes de abril, no se preocupen, nosotras la seguiremos subiendo al foro. Saludos y buenas noches
LA REINA
CAPÍTULO 4
REVELACIONES
—No sé de qué me hablas, pequeña Paty, parece que los años lejos de tu hogar han hecho que no me recuerdes, yo soy la misma —Candy al sentirse descubierta trató de poner su voz un poco más grave.
Ella aún no había estado cerca de personas que conocían muy bien a su madre, excepto Skrael y ahora Paty, pero Skrael sabía que en realidad era Candy y cuidaba de ella, pero Paty no. Y por su bien era mejor que no lo supiese, no sabía que tanto había cambiado y ya no tenía a sus protectores cerca para que cuidasen de ella, estaba sola y si no sabía engañarlos estaría perdida. A pesar de que en el pasado fueron mejores amigas, habían pasado casi quince años y su corazón pudo haber cambiado, no podría confiar en ella, no aún.
—Descubre tu rostro, Circe o Candy —repitió Paty de nuevo con seguridad.
—Tú no me darás órdenes muchacha, hasta que no llegue la próxima luna de sangre no lo haré, es mi pacto —dijo retomando su atención en los libros que tenía en la cama.
—Pero… ¿Por qué? —Paty se notó desconcertada.
La joven hubiera jurado que era Candy la que se escondía debajo de ese velo, se sentía tan confundida. Recordaba la voz tierna y dulce de su amiga, sin embargo, la de la mujer que estaba delante de ella era arisca y envejecida. Enterarse que había muerto le había desatado una ola de recuerdos de su infancia con Candy, en el fondo se negaba a creer que no la volvería a ver, a pesar de que no se habían visto en años, el cariño que sentía seguía intacto.
—Es un trato con Muki, la transportadora de almas del bosque, mi antepasado para que guiara a mi hija en su nueva vida en paz —suspiró con tristeza Circe—. Hija, tal vez me encuentras diferente, porque hace muchas lunas que no me ves, pero te aseguro que soy la misma mujer que le ayudó a tu madre a traerte a este mundo —terminó poniéndose frente a ella, pero sin quitarse el velo.
—Lo lamento, Circe, solo que tu olor me recordó al de mi dulce amiga. Y su altura, no lo sé, solo que sentí que eras ella —concluyó Paty, escudriñando a Circe.
—Tal vez en el fondo de tu alma, la extrañas —Candy puso su mano en el hombro de Paty, queriendo decirle la verdad, pero aún no estaba lista.
—Te recordaba un poco más alta. Por eso me confundí, creo —la joven se notó triste.
—Hija, los años no pasan en vano. Y es normal que esté un poco más baja, no sabes cuantas lunas han pasado por mi cabeza, ya son demasiadas —dijo alejándose de ella.
—Es verdad, Circe, ya han pasado muchos años. Bien, aquí están sus alimentos —concluyó Paty algo derrotada y desilusionada—. La futura reina la visitará después de la cena con el rey y sus invitados, le dirá para qué la requiere —terminó la joven retomando sus obligaciones.
—De acuerdo, —le recibió la comida y la dejó en la mesa con sus pócimas, mientras Paty esperaba que comiera.
—Come en paz. Créeme, nadie sabe que estás aquí, la reina no te quiere muerta mucho menos yo —dijo Paty con una sonrisa conciliadora—. Eras mi segunda madre —las palabras de la castaña sonaron sinceras.
—Comeré a solas si no te importa —dijo Circe.
Eliza tras el desplante de su familia y al sentirse humillada, por ser la burla en el banquete gracias a ese par de intrusas que llegaron a perturbar su paz, fingió un desmayo. Tras un par de minutos de falsamente despertar, pidió disculpas por no acompañarlos, ya que deseaba descansar, a lo que Luisa y algunos sirvientes más la ayudaron a retirarse del salón.
—¡Retírense! —ordenó Eliza a sus acompañantes al llegar a su habitación.
—Alteza, no es conveniente dejarla sola —objetó Luisa que siempre quiso el papel y los privilegios que Paty tenía en el reino.
—¡Es una orden! Retírense —gritó la princesa.
Las mujeres dejaron el cuarto con desconcierto y en medio de murmullos. Eliza se puso en pie de inmediato y aseguró la puerta.
—Tomaré un descanso, no me molesten. Ya les avisaré si requiero algo —Eliza llegó a la puerta secreta y la abrió bajo la mirada del halcón que parecía escudriñarle el alma, Eliza miraba fijamente el interior del pasadizo.
—Está bien, la dejaré a solas —Paty se dirigía a salir para volver al cuarto de la princesa cuando la puerta se abrió precipitadamente— Majestad —Paty se inclinó ante Eliza.
—Al fin estás aquí. Ahora más que nunca necesito de tu ayuda —Eliza se notaba molesta y preocupada, podría decirse qué desesperada.
—Usted dirá, majestad. Para eso me trajo, para hacer su voluntad —dijo Circe, reverenciadora.
—Alteza, ¿puedo tocarla? —Eliza se notó algo incómoda por la petición de la extraña mujer, mirando a Paty la cual asintió.
—¿Es necesario? —a Eliza no le agradaba la idea de estar tan cerca de esta mujer, la inquietaba un poco.
—Majestad, la lengua es un órgano difícil de manejar, en ocasiones dice los caprichos del corazón o los razonamientos de la cabeza, pero es incapaz de expresar el lenguaje del alma. Nuestro verdadero ser y el único que sabe exactamente que necesitamos y como conseguirlo, es nuestra propia alma, debo saber qué dice.
La princesa extendió su mano con temor, no sabía que esperar, pero en esos momentos se acordó de los nuevos invitados del castillo y extendió su mano. Circe, o mejor dicho Candy, cerró los ojos y tomó a la mujer del brazo. Por su cabeza comenzaron a pasar imágenes de una pequeña educada en las artes del piano, dibujo y danza, con los más exigentes protocolos de sus institutrices, alejada de cualquier contacto masculino por órdenes de sus padres, viendo a estos en escasas ocasiones, teniendo a lo largo de su vida solo un vínculo real, su hermano. El cual fue educado de una forma más severa que ella, era el único que conocía su sufrimiento y soledad y lo compartía, ya que él al ser el futuro heredero estaba condenado a vivir para un reino.
Luego vio como Eliza fue llevada a ser la esposa de uno de los herederos de los reinos más poderosos de la tierra. No sabía ni quién ni cómo sería, solo era un objeto más al servicio del reino de España. Al principio lloró por marchar sola a estas tierras desconocidas con una lengua diferente, afortunadamente ella la hablaba.
Era la princesa más codiciada de los reinos por su belleza y por ser una mujer con grandes conocimientos. Candy veía casi con pena la triste vida de la mujer y sintió que debía ayudarla.
Luego, en la visión que se le presentó, Eliza se veía feliz al conocer a un joven rubio de bella sonrisa, como de su edad que la recibía. Sintió como su corazón palpitó con fuerza y los ojos celestes del joven príncipe brillaban con intensidad. Eliza se vio feliz en su nuevo destino, pero su alegría se rompió de golpe al conocer al rey que le informó que el príncipe Anthony, era su hijo menor, no era el futuro rey de Inglaterra, sino Terry, su hijo mayor.
Eliza al darse cuenta de que aquel rubio de ojos dulces, que le impactó, no sería su esposo, lloró a solas en su cuarto. Creía que nadie podría remplazarlo, se sentía enamorada de él desde el primer momento que lo vio. El inclemente tiempo pasó y ella y su cuñado afianzaban su vínculo, pero un día su prometido finalmente llegó.
Eliza esperó a su prometido en el salón de bienvenida, las puertas se abrieron y vio entrar a un castaño de armadura con ojos azules y fríos, llegó hasta donde ella estaba y poso sus dagas filosas en la atemorizada princesa. El estupor de Eliza fue tan intenso que sintió que sus piernas no le responderían cuando el rey le pidió que se acercara a él y a su hijo Terry.
Candy podía ver como Eliza con paso lento se dirigía a la visión que tenía enfrente. Tragó en seco y al estar frente a él, no notó ningún tipo de emoción, ni un solo brillo en su mirada, fue inevitable recordar a su hermano menor, la sonrisa cálida y el brillo en sus ojos cuando vio a Eliza. Jamás pensó que un hombre podría atraerle más que Anthony, pero evidentemente se equivocó.
Las gotas de sudor corrían en la frente de Candy, su respiración estaba agitándose, vio la boda y la consumación de esta. Quería parar este hecho, pero ya no podía, solo hasta que los recuerdos de Eliza parasen ella estaría en trance.
Candy observó como el futuro rey tomó a la princesa sin el más mínimo cariño, solo lo hizo por cumplir con su noche de bodas, notando lujuria en él, pero sin siquiera mirarla, no hubo caricias ni palabras de consuelo, mucho menos de amor.
Vio llorar a Eliza luego del acto y cómo el príncipe se marchó de inmediato sin dirigirle ni una sola palabra o una mirada. Saliendo de a poco los testigos que tras las cortinas esperaban que aquel hecho diera fe y validez del matrimonio.
Esa noche Eliza lloró amargamente, se sintió vacía, usada, dañada. Lo que ilusamente imaginó sería algo diferente con su apuesto esposo, resultó ser algo denigrante, solo fue un espectáculo para complacer a quienes estaban detrás de las cortinas.
Después de eso veía poco a su esposo, solo en algunos eventos especiales y unas pocas ocasiones que la visitó para copular, ya que su padre le insistía que pasara más tiempo con su esposa para embarazarla. Luego se marchó a la guerra y ahora era peor la ausencia del príncipe en el castillo.
Candy vio la decisión y planes del rey, pero después un torbellino de imágenes le llenaron la cabeza, era una mezcla de recuerdos suyos y de los que vio momentos atrás. El lobo, la calidez de los celestes ojos, los zafiros que parecían mirarla y luego la imagen del halcón volando frente a ella, que le decía:
—Es tu destino, Candy.
Candy logró soltar la mano de Eliza y agarró con fuerza su cabeza. La mujer que parecía estar en trance también abrió los ojos de inmediato, casi cae, pero Patty la detuvo.
Circe estaba de rodillas tomando su cabeza fuertemente.
—Es… estás bien, Circe —escuchó las titubeantes palabras de Patty, que ayudaba a sentarse en una silla a una débil Eliza.
Patty intentó levantar a Candy, que habló tras un par de minutos rechazando con brusquedad la mano de la joven.
—No me toques. Estoy bien, ya pasó —Candy se levantaba con lentitud, tambaleante y débil—. Usted necesita un hijo, un heredero —concluyó con voz cansada.
—Sí, es correcto —Eliza asintió—. El rey quiere casarlo con alguien más y anular mi matrimonio.
—Lo sé, ya lo vi —dijo aturdida—. El rey se enamorará de alguien más, ¿aun así quiere darle un hijo? Así sus noches sean frías y en soledad —le advirtió, pero Eliza la ignoró, su interés estaba puesto en lo primero que escuchó.
—¿Enamorarse? ¿De quién? ¿Acaso de la Germánica? —la extraña mujer sacudió su cabeza haciendo una negativa.
—No, es alguien más, pero no pude verlo, todo se puso borroso. Alteza, él no la amará — concluyó Circe.
—¡Tonta!, como dices eso —Eliza se puso en pie con molestia.
—Alteza, si quiere que la ayude, no puedo engañarla y debo hablarle con la verdad. ¿Solo quiero saber si aún quiere ese heredero? —preguntó de nuevo.
—Claro que lo quiero. Ahora más que nunca, si no se queda a mi lado por amor —Eliza sonrió con malicia— lo ataré a mí y luego me vengaré de él, y tú estarás ahí para ayudarme.
La conversación se vio interrumpida por el aleteo del ave en el cuarto.
—Por qué estás aquí, estabas en tu jaula —el animal movía sus alas, ya sano, lo que consternó a Patty y Eliza.
Eliza se dirigió a tomarlo, pero esté voló hasta una viga alta del techo.
—¡Patty, trae un par de guardias, que lo bajen como sea! —ordenó.
Candy se inclinó poniéndose frente a Eliza y dijo:
—Majestad, ya estoy aquí y haré todo lo que usted me ordene, pero deje que el ave se quede conmigo —suplicó.
—Majestad, ¿no cree que es una mala decisión? Los guardias cuidan las afueras de la entrada secreta, pero no saben de la existencia de la puerta, si los hacemos ingresar, por dinero podrían hablar. Sería muy arriesgado —dijo contrariada Patty.
—De acuerdo, te dejaré conservarlo, pero al primer error que tengas lo mataré —sentenció Eliza y Candy solo asintió.
—En cuanto su esposo esté aquí me lo hace saber, por ahora tomé estos amuletos y cárguelos siempre consigo —Circe lo colocó en sus manos.
—¿Qué es? —Eliza observó con intriga los extraños objetos.
—La protegerán de la maldad que llegó con la joven, hasta aquí la puedo sentir. Y créame, vino a matarla. —Eliza palideció— Tranquila, lleve esto contra su piel y que nadie lo vea y nada le pasará.
—Está bien —Eliza apretó ambos objetos y salió del lugar y detrás de ella una consternada Patty.
Candy se dejó caer al piso, bajando el ave de inmediato y posándose en sus piernas.
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—¿Por qué no viaja contigo? —dijo el rubio a Terry mientras estaban en el campamento, no se habían dirigido la palabra en todo el camino.
—No es tu problema —Terry estaba agachado en el arroyo lavándose la cara—. No se dé qué me hablas —dijo poniéndose de pie, quedando de espaldas a su hermano.
—Sabes de quién hablo. La cuentacuentos, el entretenimiento de los soldados —Terry se giró y lo tomó de la capa, mirándolo con furia.
—¡Retráctate! —dijo sin soltarlo y Anthony le sonrió burlón.
—¿Qué hermanito, acaso tienes celos de que otros disfruten de sus talentos? En el escenario, claro —fue el sarcasmo en sus palabras.
—No vale la pena y no te daré explicaciones, no eres más que un niño mimado por tu madre, al igual que tu hermana.
Terry intentó pasar a lado de Anthony, estaba cansado por el viaje y no tenía ánimos de discutir. Sin embargo, el comentario mordaz enfureció al rubio, que no soportaba que su indeseable hermano siempre le dijera lo mismo; Anthony reconocía que siempre fue muy apegado a su madre y está lo trataba amorosamente, pero él ya no era un niño y lo demostraba en el campo de batalla. Terry se tragaría sus palabras, buscó las palabras adecuadas para devolverle la ofensa, algo que al heredero le dolería más que sus puños.
—¡Maldito! ¡retira lo dicho! —Anthony no lo dejo pasar —mi madre, la reina, jamás llegaría al nivel de tu madre. Una cualquiera como Karen —el rostro de Anthony fue sacudido por el puño de Terry.
Al escuchar el altercado, los soldados se pusieron alerta y cuando los golpes empezaron, Tom y Michael corrieron a separarlos. Todos presenciaron el incómodo momento de los hermanos.
Stear no tardó en llegar con John.
—Esto es una vergüenza, ¿qué acaso no son hermanos? —John los reprendió— Dios, parece Caín y Abel, deberían estar avergonzados.
Anthony se limpiaba la sangre de su nariz, mientras era levantado por Michael.
—No, en eso te equivocas primo —Terry tomó su espada— Caín y Abel tenían la misma madre —dijo esto con furia, pasando por el lado donde estaban todos— Vamos, levanten el campamento, quiero llegar lo antes posible —gritó sin volverse.
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Eliza comenzó a asistir a los banquetes, bajo las miradas de odio de las visitantes y las dagas que le enviaban, aprendió a devolverlas. No les dejaría el camino fácil. Amelia pasó por su lado y le dijo al oído:
—Sé que te estás protegiendo de mí, pero no importa, ya descubriré el amuleto y haré que tu propia pócima sea tu veneno —le sonrió y siguió caminando con inocencia hacia el rey, que parecía estar muy a gusto en su compañía.
—Majestad —fue la voz fuerte de Charly, el encargado de sala, que se escuchó en medio del salón—. Los príncipes han llegado.
Richard y Annie sonrieron complacidos, las Marlowe y Archie, también, mirándose con expectativa. Eliza apretó su vestido y tragó en seco.
Continuará...
Sigue leyendo el cap. 5 acontinuación...
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Capítulo 2
Capítulo 3
Última edición por Lady Ardlay el Jue Mayo 04, 2023 1:29 pm, editado 2 veces