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Hola a todas nuevamente, soy yo, Carmín Castle, ahora Lady Ardlay y yo las dejamos en las manos de nuestros personajes favoritos en este nuevo capítulo de la historia, estamos muy emocionadas, así que queremos darles lo mejor en cada ocasión, ahora nos despedimos por el día de hoy y las dejamos que se introduzcan nuevamente en nuestras ideas plasmadas en letras. Feliz noche.
CAPÍTULO 13
Pasiones bajas, secretos revelados
—¡Circe! Fue la fuerte y molesta voz de Eliza tras puerta. El halcón bajó de la viga y silbo a Candy, que parecía despertar de un trance.
—Ven, te esconderé —dijo Candy, poniéndose en pie.
—No. Es hora de que Eliza me expliqué por qué te tiene prisionera — Candy palideció, ante la negativa de Terry. Un enfrentamiento no era conveniente en esos momentos, la más perjudicada sería ella y su madre.
—No, por favor. Confía en mí —los ojos de Candy fueron suficientes para calmar la ira que corría por la sangre del heredero.
—Mi madre… El halcón te esconderá.— Terry miró el ave que batía las alas como con prisa.
—¿Tu madre? ¿Circe está aquí? —preguntó confundido, buscando con la mirada a Circe, por toda la habitación.
—Es largo de explicar, te prometo que cuando tu esposa se vaya te lo contaré todo. Ahora tienes que esconderte, por favor —los ojos de Candy eran de miedo y súplica.
—Está bien —dijo por fin Terry, emitiendo un largo suspiro— ¿qué hago entonces? —Candy lo haló y lo puso detrás de un viejo armario.
—¡Circe! ¿Qué te pasa? Abre ya —Eliza golpeo con fuerza la puerta.
—Lo… lamento majestad —Candy abrió nerviosa la puerta, con su velo y capa ya puestos, mientras Eliza la empujaba e ingresaba enfurecida.
—¡Bruja traída de los infiernos!, ¿por qué no habrías la puerta? —Eliza entró mirando a todos lados— ¿Qué estabas haciendo? —la pelirroja sentía algo raro en el ambiente, pero no sabía que era— ¡CONTESTA! —gritó.
—Alteza, hacía mis rezos y no debo interrumpirlos, por ningún motivo. Mi mente entra a un estado de calma, uno donde no puedo escuchar nada que no sea mi propia voz — Fue la voz grave que usaba Candy, cuando fingía ser Circe.
—Vieja loca —murmuró Eliza, calmando un poco su enojo. Mirando al ave ahí inmóvil frente al viejo armario— ¿Qué le pasa al ave? ¿Por qué está ahí como escondido?
—Solo es un ave y está un poco asustado con tanto alborotó en las afueras —respondió Candy con tranquilidad.
—Bueno, eso no tiene importancia. No estoy aquí para averiguar los hábitos de ese animal, mejor dime, por qué mi esposo no me ha visitado. Esa pócima que me diste no ha funcionado y quiero saber por qué. Me prometiste algo y no he visto resultados, donde está el gran poder que decías tener —reclamó la pelirroja.
—No me ha traído lo que le pedí —respondió Candy tratando de sonar tranquila.
—No es fácil si no viene a mi cuarto. Un iceberg no es tan frío como mi esposo —Eliza aún tenía el efecto de las gotas. —¿Qué es lo que me diste a tomar? Y por qué esos tengo sueños… —Eliza calló, pensando si debería contarle.
—Solo es un relajante para que esté tranquila. ¿Acaso los sueños la atormentan? —pregunto con inocencia Candy.
—Sí, bueno, al principio no; eran hermosos, me sentí feliz —esbozó una sonrisa al cerrar los ojos, Candy la veía rara, Eliza abrió sus ojos y habló con determinación—quiero más —puso el pequeño frasco vacío en la mesa donde Candy fingía trabajar.
—¿Lo terminó? —Candy preguntó extrañada e incómoda, ya que Terry estaba ahí tras el armario, pero con Circe cubriéndolo con su hechizó. Temió que saliera y le reclamara por drogar a su esposa y ahora si tendría problemas— Solo era para que descansara mejor —le recordó.
—Me hizo soñar con el verdadero amor —los ojos de Eliza eran de ilusión, después arrugó el entrecejo— y luego que me mataban por adulterio.
Candy se paralizó por la confesión de la futura reina y el rostro de Terry fue de confusión.
—¿Muerta por adulterio? —preguntó desconcertada, desconocía que la española no amaba a Terry— ¿Acaso los sueños no fueron con su esposo? —se animó a preguntar.
—No y tú tienes que pararlo. Tienes que hacer que me enamoré de mi esposo y él de mí, tenemos que concebir un hijo —Eliza volvió a mirar a todos lados, sintiéndose observada.
—Majestad… —volvió a hablar Candy, con voz temblorosa— ¿con quién soñó? —puso toda su atención en ella.
—Con él, soñé que estaba aquí en este cuarto, con él —repitió con una nota de alegría en su voz— Y de pronto llegaba Terry y el padre de ambos… y me llevaban a morir —habló con desesperación, las lágrimas empezaban a surcar su cara—. Ni Terry ni Anthony lo impidieron a pesar de uno ser mi esposo y el otro… —Eliza dejó de hablar, un sollozo emergió de su garganta y su mirada se quedó fija en una pared.
—¿Quién es el otro? —Candy veía bastante perdida a Eliza.
—Claro, por esa razón me enseñó este cuarto. Él quería que nos viéramos aquí, en secreto. Qué tonta, como no lo entendí antes —dijo para sí misma, como si Candy no estuviera ahí.
—¿De quién habla, majestad? —Candy continuaba preguntándole, queriendo entender lo que pasaba con Eliza.
—Pero… ¿Por qué no huele a él, sino a Terry, su hermano? —miro a Candy, que estaba perpleja al igual que Terry, que no daba crédito a lo que escuchaba— ¡Tienes que solucionarlo! Pero por ahora dame más —dijo señalando el frasco.
—Le daré más, pero esta noche no. Con la tragedia sucedida, no es conveniente que esté en ese estado —Candy tomó el frasco y lo guardó.
—¿Tragedia? ¿De qué tragedia hablas? —Eliza se notaba azorada.
—La reina Isabel —mencionó Candy.
—¿Qué pasa con ella? —cuestionó la española.
—Acaba de morir —agregó la rubia, Eliza palideció y se sostuvo de la mesa.
—¿Está bien majestad? —Candy la sintió fría.
—Debo irme, Terry me necesita —dijo Eliza, pero luego pareció reaccionar y sobresaltarse— ¡Anthony! —añadió cubriendo su boca con una mano, salió con prisa del lugar sin cerrar la puerta. Candy fue tras ella, la vio irse y cerró la puerta dando un suspiro de alivio.
El halcón finalmente se movió dejando a mover a Terry, el cual salió de inmediato.
—Tienes mucho que explicar —se dirigió a Candy con una mirada severa— ¿Y por qué me impediste moverme? —Terry estaba molesto.
—Perdóname, no fui yo y lo que le di a tomar a tu esposa solo fueron tranquilizantes, la primera vez que vino a verme estaba muy alterada, tanto o más que hoy —Candy trato de explicar lo ocurrido—. No la dañaría, —dijo con sinceridad y continuo—recuerdas que te dije que mi madre está aquí —trato de sonar conciliadora.
—Es verdad, ¿Qué ocultas? —inquirió Terry, inquieto.
—Nada. Tú has sido la persona con la cuál he sido más sincera en los últimos días —confesó— y… Skarel —terminó ella.
—¿Quién es Skarel? —Terry preguntó con molestia.
—Solo es alguien que cuidó de mí al estar sola, pero eso no importa.
—A mí sí me importa. ¿Quién es él? —repuso dando una zancada para quedar frente a ella.
—Es como mi hermano mayor —Terry se sorprendió, ya que dijo lo primero que salió de su corazón hacia Skarel, y recordó la visión de Terry y el encuentro con este—. Te contaré de mi madre —Candy trato de cambiar el tema de su extraño amigo.
—Ah, sí, tu madre —Terry tenía deseos de preguntar más de Skrael, pero no quería presionarla más.
—Mi madre está ahí —Candy señalo al halcón que estaba tras un Terry que lo veía perplejo.
—¿Tu madre…? ¿El halcón es tu madre? —Termino con extrañeza.
—Sí, bueno, su espíritu está en el ave. Este halcón ha estado en mi casa desde los últimos años de vida de mi madre y al morir ella, me sentía muy sola, siempre fuimos muy unidas, era insoportable no verla ni escuchar su voz, la extrañaba y al llegar la noche inevitablemente terminaba llorando, un día en medio de mi tristeza mi madre me habló a través del ave.
—¿Estás segura de que es tu madre? —Terry se notó escéptico ante lo dicho por Candy. Ella le dio una dulce sonrisa.
—Tranquilo, al principio yo también dudé, pero ella es quien ha hecho toda la magia —Candy extendió su mano y el halcón se posó en su brazo, después de acariciar con ternura el plumaje de sus alas, se acunclilló y dejó al ave en el suelo.
El ave caminó hacia Terry y colocó su ala en su mano y le mostró la visión de cómo se conocieron.
—Soy yo muchacho, tranquilo, vine aquí para cuidar de ti y de mi hija. Y asegurarme de que se cumpla el destino trazado —Terry escuchó la voz su la cabeza, abrió los ojos mirando al ave con sorpresa.
—¿Ahora me crees? —le preguntó Candy.
—Sí, te creó —respondió él, mirando al halcón. Al momento recordó como conoció a Candy y que el ave estaba ahí y se sonrojó— Yo… no sé qué decir, todo es muy extraño para mí.
—Creo que debo irme y ver como está todo afuera —Candy solo lo miro— Saldré por la salida del castillo. No puedo volver por el cuarto de Eliza o me descubrirá.
—Mi madre irá contigo, ella se encargará de que nadie te vea —él asintió.
—Cuídate mucho Candy y si estás en peligro, que tu madre busque la forma de informarme —dijo esto mirándola con dulzura a lo que Candy le respondió el gesto.
Terry caminaba por el oscuro pasadizo siguiendo al ave. Al llegar a la entrada el ave lo miró. El destino por más que queramos cambiarlo ya está escrito. Todo llega a su lugar por más que se quiera turbar.
—¿Qué quiere decir? —cuestionó Terry, ofuscado.
—A su debido tiempo lo entenderás, solo te diré qué tú debes cuidar de mi hija. Mientras yo aún esté aquí, la cuidaré. Terry, cuídate de las Germánicas, en especial de la madre. Es malvada y huele a muerte.
—Lo… haré —Terry estaba inquieto de la charla con el halcón o Circe.
—Es hora de que la sangre pura llegué al trono —concluyó Circe.
—¿Qué? —Terry abrió los ojos con sorpresa, se veía aún más confundido.
—Ve, tu esposa va rumbo a los funerales de la reina fallecida, con tu familia y las Germánicas y si no intervienes habrá una tragedia —Terry partió tan rápido como sus piernas se lo permitían.
Eliza se dirigía con prontitud al salón real, donde todos estaban reunidos, esperando que el cuerpo de la difunta reina estuviera listo para comenzar los rezos.
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—Alteza, seré severamente reprendida por mi ausencia —decía Luisa a Neil, mientras se vestía a prisa— Además, algo grave pasó y no sé qué explicación dar —Luisa se volteó a Neil que aún estaba tendido en la cama a medio vestir. Usted debe ayudarme, ya que usted me impidió irme —dijo ella en tono acusatorio.
—¡¿Me das órdenes a mí?! Mugrosa ramera. Deberías estar agradecida de tener el honor de que te toque. Será lo mejor que tendrás en toda tu triste y patética vida —Neil le dio una mirada despectiva.
—Lo lamento. Usted tiene toda la razón —Luisa se inclinó para disculparse, temiendo más al hombre que tenía en frente que en su propia suerte al salir del lugar.
No había nadie que no supiera de la fama cruel del príncipe español, la humilde sirvienta sabía que entrar en el lecho de tan despiadado hombre no era bueno, pero tampoco hubiera sido buena idea rechazarle, él de todas maneras la hubiera tomado y no hubiera sido una experiencia agradable ser violada.
—Además, mi llegada no tuvo el recibimiento que merecía —Neil se quedó por un momento pensativo—. Parece que muchos no me esperaban, incluso mi hermana parecía en otro mundo; ella me preocupa, está muy delgada —decía Neil mientras se acomodaba sus ropajes, se acercó a la muchacha cómo un león a su presa—¿Tú, sabes algo? ¿Sabes por qué mi hermana me pidió venir a verla lo antes posible? ¿Acaso está en peligro? —Neil miraba fijamente a Luisa.
—No sé nada, Alteza —el temor en el rostro de la sirvienta de Eliza era innegable.
—Sabes que si me mientes o me ocultas algo —Neil tomó su espada— introduciré mi espada en donde yo estuve hasta no se hace mucho —Los ojos de Neil tenían un brillo de maldad mientras sonreía.
—¡Alteza, yo jamás lo engañaría! —Luisa temblaba frente a Neil.
—Eso creí. Empecemos de nuevo, dime, ¿sabes por qué están aquí los Germánicos? ¿Con qué propósito y por qué a mi hermana la están drogando? Richard palideció al verme, al igual que Terry. El único que demostró alegría al verme fue Anthony. Qué planean el rey y su… —Neil hizo una pausa y sonrió de medio lado— Su heredero al trono. Claro, si yo lo permito —hizo una pausa y luego regreso su atención a Luisa— Si me cuentas todo lo que sabes y te vuelves en mi espía, te aseguro que nadie te dañara y te daré algunas atenciones como las de momentos atrás. —Neil acarició la mejilla de la muchacha— Serías mi protegida, mi mano derecha y te llevaría conmigo cuando todo esto acabe —los ojos de Luisa se iluminaron y Neil beso la comisura de sus labios.
—Bueno, creo que el rey o su hijo planean concluir el matrimonio con su hermana o eso se rumora —Neil puso un semblante serio.
—¿Quién Richard o Terry? —preguntó con los ojos inyectados de ira.
—No lo sé, Alteza. Tal vez sean ambos —el rostro de Neil era de molestia absoluta.
—Ambos… eso explica muchas cosas —se dijo.
—Su Alteza, los rumores dicen que su hermana no puede darle un hijo —Luisa retorno su confianza en él.
—¿Un hijo, ese es el problema? —Neil miró a Luisa por encima del hombro.
—Eso es lo que se comenta entre los sirvientes y que la princesa Germánica, Susana, está aquí para ser la nueva esposa del príncipe Terry —Neil sonrió con malicia.
—¿Ah sí? Ja ja ja. Eso lo veremos —Neil guardo su espada—. Me tendrás informado de todo lo que escuches. ¿Entendiste?
—¿Del rey y su cuñado? —preguntó Luisa.
—De todos, incluyendo a mi hermana.
—Señor, la verdad es que para que su hermana quede en cinta no están fácil, su esposo rara vez visita sus aposentos. No toda la culpa es de la princesa —la mujer quiso contarle de la indiferencia de Terry, pero se limitó a excusar a su ama.
—Bien, mantenlos vigilados, yo tengo un plan —Neil sonrió y sintió las manos de Luisa que lo abrazaba por la espalda.
—Haré lo que me pidas amor mío, me siento protegida a tu lado.
Neil miró de reojo a la mujer, con fastidio y molestia.
—Debo irme, haz tu trabajo. Ya sabes que te puede ir muy bien o muy mal, de ti depende si quieres conocer la gloria o el infierno. Tú decides —dijo estas palabras mientras salía del cuarto.
Así que Susana será tu nueva esposa, Terry. Ya lo veremos, ya lo veremos —Se decía mientras se dirigía en busca de su hermana.
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—¡Vaya, hasta que al fin la española nos da el honor de su compañía! —exclamó Richard que notaba algo extraño en la recién llegada.
—¿Acaso la muerte de tu reina no es razón suficiente para interrumpir tu sueño de belleza? —dijo Amelia con sarcasmo.
—Ni para interrumpir el mío. Así somos los españoles —Neil miró con odio a Richard— Conocemos muy bien la muerte y no nos asusta como a muchos —Neil habló con voz fuerte para que todos lo escucharan, en respuesta al ataque que presencio hacia su hermana, dejando a todos sorprendidos.
CAPÍTULO 12
Última edición por Carmín Castle el Mar Abr 18, 2023 4:34 pm, editado 1 vez (Razón : Modifique la letra y agregue la imagen de portada que no olvidé colocar)
quien es el papá de Candy?
«sangre pura» dijo Circe. Me puso a pensar que el tío de Terry, es conocido como un gran guerrero legendario. Y Candy dijo que sólo sabía de su padre, que fue un gran guerrero mmm 
