Índice
Portal
Últimas imágenes
Buscar
Conectarse
Capítulo tres
― ¿Cómo puede tu hermano hacerme esto?, ―preguntaba una angustiada rubia, mientras metía el pedal hasta el fondo.
Con prisa armo unas pequeñas maletas con apenas lo necesario para ella y sus hijos, antes de tomar el coche y conducir ella misma hasta Escocia, ya que con los nervios no podría soportar ir en tren y esperar pacientemente, no, ella necesitaba un poco del control que le daba estar a cargo del viaje conduciendo.
Sus hijos solo la observaban sin emitir palabra, que podían decirle, estaban tan asombrados como ella, Rosemary estaba incluso más impresionada que el resto, se supone que ella y su hermano se contaban todo, pero de esto en cambio no supo nada.
Para colmo de males en el camino se tuvieron que detener para ceder el paso a unas carretas y unos de los niños que arriaban el ganado le gritaron unas gracias que descolocaron a la pobre rubia pecosa.
―muchas gracias abuela, tenga buen viaje.
―gracias doñita.
Si ya de por si se alarmaba cuando recién casada la llamaban “señora”, finalmente se acostumbró, comprendiendo que se trataba más de su título por su estado civil y no por su edad, pero que ahora le dijeran “abuela”, “doñita” fue el acabose.
―por todos los cielos si aún estoy joven, sean sinceros, acaso esos niños tenían razón, ¿tan vieja me veo?, ay no, ¿será que su hermano ya me quiere hacer abuela?, ¿es por eso que está haciendo todo esto?, se los digo, Anthony quiere acabar con mis nervios.
―mamá por favor mantén la calma, claro que no pareces mayor, el solo vio el pañuelo que llevas en el cabello y estaba contraluz, como podría el verte realmente, no mamita, no hagas caso a eso, en cuanto a Anthony, debemos esperar a llegar y preguntarle, pero no creo que sea eso, ―intercedía Vicent.
―eres la mujer más linda que hay mami, no hagas caso, ―repetía Benjamín.
Rosemary concordaba con sus hermanos, sabía que las inseguridades de su madre eran causadas por sus nervios, ya que su belleza estaba lejos de marchitarse, a sus treinta y cinco años Candy no tenía una sola arruga, más que las causadas por las sonrisas que siempre adornaban su rostro, mucho menos una sola cana en su rubia cabellera (si, yo sé, que envidia).
Al contrario, su belleza era admirada en todos lados, aunque esta ni cuenta se daba, ya que vivía solo para sus hijos y su trabajo en el dispensario.
―mira mami, ese parece ser el lugar, ―informó Vicent.
―es bastante lindo, parece un hostal de lujo, ―comentó Rosemary.
La rubia estacionó el coche, saliendo tan de prisa que no vio a tiempo a una persona que justo estaba frente a ella, dándose de bruces contra un firme pecho, casi rebota, pero fue sostenida por unos fuertes brazos, que la presionaron cerca evitando que cayera.
∞
―papi con la carrera que salimos no avistaste a los abuelos, entonces porque estas preguntando si el abu llegara primero, ―preguntaba Carmen con inocencia.
―tienes razón princesa, mi tesoro no crezcas, nunca tengas novios, son ladrones de princesas, mira nomas a este que está queriendo robarme a Ely, pero eso no lo voy a permitir, ―decía el castaño con los nervios al tope.
―vamos a impedirlo papá, ningún desconocido se llevará a Ely, ―concordaba Richard.
―sabrá qué clase de casanova será, es posible que vea en mi pequeña a una forma rápida de hacer dinero, pero ya verá, ya me imagino la clase de padres que tendrá ese hombre, si es que aún siguen vivos, si lo están es posible que sean un par de vejestorios aprovechados, ―decía molesto Terry, buscando una razón a semejante locura.
―te imaginas, seguro la madre del tal Anthony es una de esas suegras aprovechadas cazafortunas, como tantas que hemos conocido, ―aseguró Richard.
―bien las conoces hijo, a mí me van a oír, a mi princesa no se la va a robar un cazafortunas y su madre aprovechada, ―decía decidido el castaño.
El camino se la pasaron discutiendo la forma en que se desharían según ellos de la tanda de aprovechados que estaba robándose a Ely, Carmen incluso estaba pensando en la de pisotones que le daría a su supuesto cuñado y como lo haría sufrir.
Con esos pensamientos iban aplacando sus ansias, cuando fueron sobrepasados por otro coche, haciendo que Terry exclamara enojado acerca de los locos al volante que ya no respetaban los límites de velocidad.
Llegaron al hostal en que se suponía que estaba Ely, sorprendidos por la elegancia del mismo, ya que se habían hecho a la idea de que era una taberna de mala muerte, se bajaron del coche boquiabiertos de ver justo allí al vehículo que los había sobrepasado atrás, dispuesto a decirle unas cuantas cosas al conductor se acercó.
Lo que el castaño no esperaba era que del coche saliera una exuberante rubia pecosa, que a toda prisa se dirigía seguramente a la entrada del hostal, pero acabó chocando con su pecho, al ver que estaba a punto de caer la sostuvo por instinto, aunque luego por alguna razón ya no quería soltarla.
Candy se quedó hipnotizada por esos zafiros que la veían tan intensamente, un calor que nada tenía que ver con el clima se extendió por todo su cuerpo, como si este despertara de un largo sueño, de su letargo.
Terry no podía dejar de ver esas bellas esmeraldas, tan profundas y expresivas, que sentía podía sumergirse en ellas, que no había mujer que le despertara el más mínimo interés, ja, esta bella pecosa en sus brazos no contaba como una de ellas, que va, su cuerpo ya estaba en alerta listo para la acción.
―mamá, ¿estas bien?, ―la pregunta de Rosemary interrumpió ese explosivo encuentro.
―papi, ―también Carmen se acercó.
Castaño y pecosa se separaron con renuencia, sin dejar de observarse.
―lo lamento, creo que iba con tanta prisa que no me percaté de mi camino, ―se disculpó Candy.
―no se preocupe, ―ofreció Terry.
―iré a buscar a Anthony, ―informó Rosemary.
―conocen a Anthony, ¿eres acaso su hermana?, ―preguntó Terry a la pecosa, quien no tardo en sonrojarse por ser confundida con una hermana de su hijo.
―soy su madre, y ¿usted es?
―el padre de Ely.
―papi ella es la madre caza fortuna del casanova de Antho…, ―dijo con toda inocencia Carmen, causando que Richard le tapara la boca y se la llevara de inmediato dentro del hostal, diciendo unas torpes disculpas.
―voy con Rosemary, ―dijeron de inmediato Vicent y Benjamín, sabiendo que su madre de seguro estallaría en contra de ese hombre.
―conque cazafortunas, ¿no?, ―la rubia estaba furiosa, sus ojos eran fuego puro, pero al castaño en vez de preocuparle se sintió aún más atraído si era posible, las lindas pecas que adornaban su pequeña naricita parecían bailar.
―no dice nada, es un majadero, para que lo sepa nuestra familia tiene mucho dinero, Anthony a sus escasos dieciocho años goza de su propia fortuna, herencia de sus abuelos y su padre, además de estudiar trabaja en las empresas familiares.
―calma pecosa, no te sulfures, es obvio que es un malentendido.
― ¿me acabas de llamar pecosa?
―sí, porque lo eres y no te enojes más que se te van a notar más las pecas.
―pero, eres un maleducado y para que lo sepas a mí me gustan mucho mis pecas.
―me alegra, a mí también me gustan mucho tus pecas, ―susurró el castaño acercándose peligrosamente a la rubia pecosa.
La tensión entre ambos podía casi palparse, Terry sentía que su autocontrol estaba por desaparecer y terminaría besando a esa pequeña pecosa como si no hubiera mañana, no es que a ella le molestara, ya que estaba a punto de hacer lo mismo, cuando fueron interrumpidos.
―mamá, papá, ―saludaron Anthony y Ely, que salieron a recibirlos, alertados por sus hermanos de que estaban a punto de pelear.
―princesa, ―respondió Terry siendo abrazado por su hija.
―William Anthony Brown Andrew, quieres explicarme que significa esto, acaso quieres acabar con tu madre, ¿Cómo se te ocurre enviar semejante telegrama?, ―exclamó la rubia, sin dejar de abrazar a su primogénito.
―les parece si entramos, ―sugirió Ely, ―por cierto, mucho gusto en conocerla señora, soy Eleonor Grandchester.
―claro que si hija, mucho gusto, puedes llamarme Candy, que linda eres, eso explica un poco la prisa de mi hijo, pero esta no es la forma jovencito.
―señor Grandchester, soy William Anthony Brown Andrew, es un gusto conocerlo señor, Ely me ha hablado mucho de usted, por lo que le pediría que por favor primero nos escuche antes de dejarme sin dientes.
―oh el no sería capaz de hacer algo tan violento, no es así…
―Terrence, mi nombre es Terrence Grandchester, puedes decirme Terry, ―dijo el castaño muy cerca a la pecosa, luego volvió a ver a su yerno, ―ya veremos muchacho, ya veremos.
Ingresaron al hostal, el salón era acogedor, los jóvenes comenzaron explicando que se amaban y que deseaban casarse, ninguno veía la razón para esperar más tiempo para hacerlo, tomándolos como ejemplos a ellos mismos, sus padres, puesto que ambos se casaron bastante jóvenes.
―estas diciéndome que porque yo me case joven tú te sientes con el derecho de hacerlo, ―preguntó Candy a su hijo, luego volteo a ver a Terry, ―te casaste joven también eh.
―me habré casado joven, pero eso no significa que lo hice apenas y conocí a tu madre, ―respondió Terry a su hija.
―yo también conocí a tu padre mucho antes de casarnos y fuimos novios durante un tiempo, así que no me vengas con que sigues mi ejemplo William Anthony, porque no es así, ―recalcó Candy.
―mami, la amo, ¿porque esperar?
―para hacer las cosas de forma correcta, se están precipitando, ―respondió Terry.
―realmente nos estamos tardando, ―insistió Ely, ―papi, lo amo, no hay nada que nos haga cambiar de opinión, no nos precipitamos, nos hemos conocido por medio año, pero fue hasta hace poco que logramos estar juntos.
― ¿seis meses?, ¿Cuándo sucedió eso y nadie más lo supo?, ―quiso saber Terry.
―nos conocimos en una de las tantas reuniones del abuelo, a la que asistió Anthony junto a sus tíos, después hemos coincidido un par de veces más, hasta que intercambiamos un código postal en el que nos escribíamos casi a diario, también hemos hablado por teléfono, ―respondió soñadora Ely.
―pero ¿porque no dijeron nada?, ¿qué razón hay para ocultarlo?, ―Candy preguntó.
―no fue nuestra intención, es solo que surgió tan imprevisto, natural, que quisimos mantener la magia solo para nosotros, pero ahora que por fin estamos juntos no queremos esperar más, ―aseguró Anthony.
―no estoy de acuerdo, si tanto se quieren hagan las cosas como se deben, como están seguros de que…
―papi, nos amamos, ambos tenemos suficiente dinero para formar nuestra familia, aun así, queremos seguir estudiando y cumpliendo nuestras metas cuando ya estemos casados, además, los hemos invitado, pero si no quieren acompañarnos, es su decisión, así como es la nuestra casarnos con o sin su presencia, ya somos mayores de edad y no nos van a detener.
―nada de lo que digan nos a separar, así que decidan si quieren estar con nosotros o no, ―Anthony apoyo la postura de Ely.
―pero esto es una locura, ¿no piensan en la familia?
―de hecho, si mamá, pero en la que queremos formar.
―en la que posiblemente ya este creciendo, ―reveló Ely acariciando su vientre.
―yo lo mato, ―amenazó furioso Terry yendo contra Anthony, pero siendo detenido por Candy quien sin mayor esfuerzo le jaló la oreja y lo detuvo sorprendiéndolo.
Pero a Richard nadie lo vio llegar a darle un reverendo derechazo a Anthony, iniciando una pelea, consiguiendo los gritos desesperados de Ely, nuevamente Candy resolvió la situación sin siquiera titubear, se acercó a los jóvenes, tomando el cabello de ambos los hizo chocar con sus cabezas y luego los apartó.
―ya basta ustedes dos, acaso son unos críos, compórtense que están angustiando a Ely, ―regañó Candy, sorprendiendo a Richard, quien nunca imaginó que una pequeña mujer pudiera dominarlo así, claro el recordaba a su madre, pero él pensó que es porque era su mamá, pero esta rubia pecosa no tenía problema alguno en controlarlos a ambos.
―el comenzó, ―se quejó Anthony.
―asume tu culpa, ¿acaso no fuiste tu quien ha deshonrado a su hermana?, ¿Cómo esperabas que el reaccionara?, tu harías lo mismo si alguien hiciera eso con rose, ―regañó Candy.
―tienes razón, lo siento mamá.
―y tú, ni se te ocurra tocar a mi muchacho, aquí la única que reparte nalgadas soy yo, ―amenazó la rubia pecosa a Terry, que miraba a Anthony de forma amenazante.
―ya hablaremos tú y yo de esas nalgadas que quieres darme, ―susurró Terry a Candy, luego de acercarse a ella, para luego ver a la pareja de jóvenes enamorados, ―así que ustedes dos…
―lo amo papá, creo que ya te lo he dicho, lo lamento, no quise decepcionarte, pero son otros tiempos y nuestro plan siempre ha sido casarnos.
―y no pudieron esperar a estar casados para consumar la unión, ―reclamó Candy, ―los tiempos no tienen nada que ver, el amor también se demuestra esperando, pensé que te habíamos enseñado eso Anthony.
―mamá, por favor, no, tienes razón me has enseñado eso y más, pero no quisimos esperar, compréndenos.
―parece que esto va para largo, por favor que lleven las maletas a las habitaciones que nos han preparado, ―declaró Candy agotada.
―tan rápido te das por vencida, ―reclamó Terry.
―chicos por favor vallan todos a instalarse y de paso Anthony ve que coman sin excepción ―ordenó Candy a sus hijos y a los de Terry, los cuales cual tropa corrieron a cumplir las órdenes, ―tú y yo vamos a conversar largo y tendido, pero con una copa de vino de por medio, no sé tú, pero yo estoy agotada, tuve un día muy pesado en el dispensario, apenas estaba por descansar cuando recibí el telegrama y he salido casi corriendo después de eso, no doy más.
Terry se vio siguiendo a la rubia pecosa dócilmente hasta lo que parecía el comedor, allí ella pidió comida para ambos y una botella del mejor vino.
―salud, ―brindó Candy alzando su copa hacia Terry, quien la veía sorprendido.
―no veo razón para brindar, pero salud también a ti pecosa.
―no sé porque, pero creo que de joven eras un mocoso insolente, ya no eres un mocoso, pero lo insolente no se te ha quitado, deja de estar amargado y mejor relájate.
― ¿Cómo puedes pedirme eso?, ¿acaso no te importa lo que nuestros hijos quieren hacer?
Pese a que el castaño decía que no hay nada para celebrar, acompañaba a la rubia pecosa tomando vino, entre ambos las copas se llenaban una y otra vez.
―acéptalo Terry, no hay nada que podamos hacer, están decididos, tanto así que hasta es posible que nos hagan abuelos pronto, no luches contra la corriente, además no sé tú, pero yo no me quiero perder el poder estar con mi nieto, nieto, ―Candy comenzó a reír amargamente.
― ¿de qué te ríes?
―nuestros hijos nos harán abuelos, te parece poco, ahora si no podre negar que estoy poniéndome viejita como una pasa.
―ja ja ja ja
― ¿te ríes de mí?
―pues claro pecosa boba, como se te ocurre decir esas bobadas, estas joven y hermosa, demasiado para ser llamada abuela, al contrario, serás la envidia de las demás abuelas, ya que ninguna será tan joven y bella como tú.
―de verdad, eso piensas, eres un hombre muy dulce Terrence Grandchester, además de apuesto.
―solo he dicho la verdad Candy, así que dime, piensas que soy apuesto eh.
―talvez estoy un poco alegre con el vino y por eso mi lengua esta más suelta de lo normal, lo cual ya es mucho ja ja ja ja, pero no lo niego, eres guapo Terry, mucho.
―tú me estas distrayendo para que no valla a hacerle a tu hijo los reclamos que merece.
―no necesito distraerte, no podrías acercarte a él, aunque quisieras sin necesidad de decirte estas cosas.
―para que voy a negarlo, si me basta con que me mires con esos ojos gatunos tuyos.
―miren quien está distrayendo a quien ahora, ―respondió Candy, sonriendo ante los halagos del castaño.
Ninguno de los dos se reconocía, jamás en su vida habían actuado así, pero no podían ni querían medirse, era tan difícil controlar sus reacciones, estaban sorprendidos de sí mismos, se sentían como dos adolescentes, pero la atracción era tan intensa, arrolladora, como nunca antes sintieron.
Continuará…
de más y quién sabe dónde irán a parar. Los ame, tu historia hermosa 
