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Dear Terry
Nosotros en la Tempestad
Capítulo 11
Nosotros en la Tempestad
Capítulo 11
Después de su encuentro con Candy el cual significó un verdadero solaz para su angustia, Henry pasó varias horas trabajando y leyendo sus recientes adquisiciones literarias, fueron los sonetos de Shakespeare los que concentraron más su atención. La lectura le ayudó a mantener la calma y disipar su desesperante espera y hacer más llevadero el transcurrir de las horas. Finalmente eran las tres de la tarde, faltaba poco menos de una hora para que Evelyn estuviese de regreso a Stratford. Así que sin perder más tiempo se fue hasta el cuarto de baño, se aseo, se peinó y se colocó colonia. Tomo el libro y salió de la habitación rumbo al Memorial, la esperaría en los jardines. En pocos minutos estuvo sentado en una de las bancas, tratando de leer un poco para aplacar su ansiedad.
Las emociones de Evelyn no eran distintas, había pasado todo el día viendo el reloj, viendo como las horas se escurrían de forma lenta ese día como en ningún otro. Apenas probó bocado en el almuerzo y menos tenía paciencia para sobrellevar el eviterno parloteo de Madalaine y Charlotte, que en otras circunstancias le divertiría por más que fuese cualquier cosa ridícula, su mente y su agitado corazón estaban con el apuesto y caballeroso Henry y en sus muchas otras cualidades amables. No hubo momento libre de la jornada en la que no repasó la carta que le había entregado. El corazón latiendo muy fuerte con cada palabra con cada sonrojo, con la experiencia de sentirse amada.
Él en la banca del parque no se sentía distinto, sólo anhelaba el momento en que ella bajara del autobús y le sonriera. Esa noble sonrisa que lo hacía estremecer de gozo, los resplandecientes ojos cerúleos, grandes y brillantes, su sonrisa. Henry invadido por estos pensamientos comenzó a negar con la cabeza, y se reía de sí mismo, se vio después de mucho tiempo como un adolescente enamorado.
De un segundo a otro un ruido sobre su cabeza lo hizo abandonar sus cavilaciones y mirar al cielo, con su mano se protegió de los rayos del sol y observó detalladamente, lo que escuchaba era el rumor de aviones, pero no lograba atisbar a alguno, miro al norte y luego girando sobre sí mismo al sur, de pronto tres aeronaves pasaban raudas sobre el cielo de Stratford. Sorprendido se preguntaba si acaso no había escuchado las alarmas. Pasmado no dejaba de mirar como una nueva columna se acercaba. Cuando menos lo esperó Oliver había llegado hasta él, alarmado por el ruido, otros actores también estaban fuera del teatro mirando al cielo. Lugo, una nueva columna de naves surcó una vez más el cielo. Tres formaciones de aeronaves, una tras otra.
—No son enemigos —dijo Oliver son Spitfires, es la RAF, quizás sólo estén patrullando —agregó con una orgullosa sonrisa.
—¡Oh, Dios! Pensé por un momento que no había escuchado las sirenas... Pero algo debe estar ocurriendo para una movilización así —dijo Henry mientras seguía con sus ojos puestos en el cielo.
—Quizá se dirigen al canal — especuló el actor —sí, tienes razón, ahora que lo pienso mejor no debe tratarse sólo de un patrullaje de rutina, algo debe estar ocurriendo en el canal. Quizá en las islas.
—Esta pesadilla está muy lejos de terminar amigo, me temo que esto será tan largo como la Gran Guerra, esto apenas está comenzando, Hitler no descansará hasta someter a Inglaterra e invadirnos, pero no podemos permitir que lo logre...
—Es por eso que hay que luchar contra esos malditos bastardos, dar la pelea, no someternos. No veo la hora de presentarme —afirmó Oliver.
Henry podía empatizar con el sentimiento de Oliver, con sus deseos de luchar, él también había encontrado la forma de hacerlo y aunque de una forma distinta pero igual de arriesgada.
—¿Esperas a Ev? —continuó preguntando Ollie.
—Sí, quedamos en vernos esta tarde. Me marcharé mañana, por razones de trabajo regresaré a Londres mañana muy temprano.
—Será mejor que las lleves a casa.
Henry miró su reloj y comprobó que muy pronto el autobús llegaría, la tensión por lo sucedido no pudo empañar su ansiedad por verla. Los últimos minutos antes que la máquina roja se acercara, creyó habían sido los más lentos en transcurrir aquella tarde. La imagen de Evelyn descendiendo se convirtió en una visión casi onírica para él, la muchacha se acercó y no dudó en abrazarlo, él la sostuvo entre sus brazos con ardor.
—Siento que llevo la eternidad esperando para verte de nuevo... —le dijo mientras permanecían abrazados.
Evelyn guardó silencio, estaba abrumada y trató de calmar su turbación descansando su rostro en el tibio pecho de Henry, aspirando el olor de su agua de colonia, esforzándose en memorizarlo. Atesorarlo para que se quedara con ella cuando él ya no estuviese a su lado. Largos segundos sumergida en el más suave contacto de sus cuerpos. Se separó de él cuando recordó a Anne, la había olvidado por completo.
—¿A dónde está Anne? — dijo mirando a su alrededor, no había rastros de la pequeña.
Henry pasó su brazo sobre el hombro de Evelyn y miraron en dirección al teatro.
—Debió entrar al teatro, vamos a buscarla, tu hermano me pidió que las llevara a casa. Acaso viste los aviones desde el autobús —le preguntó.
—Sí, me llevé un buen susto, pensé que sería un bombardeo, el chofer se detuvo y luego nos tranquilizó, dijo que eran aviones de la RAF. Mejor entremos, busquemos a Anne —Evelyn se sentía intranquila.
Y mientras caminaban con las manos entrelazadas continuaron charlando sobre el incidente de los aviones. Entraron al teatro por la zona de empleados, y recorrieron los pasillos hasta las oficinas, no había allí rastros de Anne, ni de su padre, ni de Oliver. Evelyn supuso entonces que debían encontrarse en la sala de ensayos, o en el auditorio principal, Henry se dejó conducir por ella, que conocía el lugar como la palma de su mano. Con osadía él aprovechó que los pasillos estaban desiertos para tomarla con suavidad por la cintura y besarla. Un beso tímido, pero un beso lleno de toda su ternura. Evelyn, temblaba en sus brazos, primero porque le deseaba tanto como él, y luego por la descarga de adrenalina, estaban en medio de un pasillo, en un territorio que le pertenecía a su padre.
—Pueden vernos —le susurró apenas se separó de Henry.
—Es cierto...vamos —él la tomó de nuevo de la mano y siguieron caminando.
Recorrieron unos pasillos más y después de atravesar una pesada cortina llegaron a la sala. El ensayo se llevaba a cabo sobre el escenario, y desde una de las butacas cerca del proscenio Terry observaba con Anne sentada a su lado. Evelyn se sintió aliviada a ver a la pequeña al lado de su padre, y le recomendó a Henry que permanecieran en silencio. Continuaron adentrándose en la sala, mientras que Henry maravillado no perdía detalle del lugar. Evelyn se acercó a él para murmurarle.
—Es Romeo y Julieta, Ollie es Mercucio y papá es Capuleto, el padre de Julieta.
—Los amantes desventurados — comentó Henry. —Me gustaría ver ¿podemos?
—Sí, pero primero vayamos a saludar a Papá.
Terry miró de soslayo para sonreírle a Ev, ella se acercó desde atrás, lo abrazó y besó en la mejilla repetidas veces, como solía hacerlo, y al oído le susurró.
—Hola papito, vine con Henry —que se había quedado apartado, dos filas atrás. —¿Te molesta que veamos el ensayo?
—Hola mona pecosa —le susurró él de vuelta —no me molesta, siéntate y guarden silencio.
Evelyn le hizo un guiño a Henry y volvió con él, se sentaron varias filas detrás de Terry y Anne. Él no soltaba su mano mientras disfrutaban del ensayo, unas cuantas veces se la llevó a los labios para besar su dorso con adoración. Durante unos cuarenta minutos, prestaron toda su atención al ensayo y a la actuación de Oliver. Mientras se miraban complacidos por la compañía mutua. Él además se sentía muy feliz de poder tener el privilegio de poder ver el ensayo.
—Tu hermano es muy bueno, tiene mucho talento —le comentó en voz baja.
—Además trabaja muy duro, y se ha esforzado en aprender todo cuanto puede de papá y de la abuela —Evelyn dijo esto de forma descuidada.
—¿Hablas de Eleanor Baker, cierto? —le sorprendió Henry al preguntarle.
Evelyn abrió muchos los ojos dándose cuenta de lo imprudente que había sido ese comentario, sin embargo, después de meditarlo por unos segundos también fue consciente de que era un hecho que no podría ocultar a Henry por más tiempo siendo que estaban en una relación. Pero antes de confirmarle que ciertamente se refería a la actriz, quiso indagar, cuánto sabía Henry sobre ello.
—¿Cómo sabes de ella?
—Lo leí en uno de los periódicos de archivo, cuando investigaba sobre tu padre. Una columna de la época refería que el hijo actor de Eleanor Baker era el mayor secreto a voces de Broadway, pero nunca fue confirmado. Yo tuve la certeza de que era cierto el día que fui a tu casa para entrevistarlo. Vi una fotografía en el estudio, ella está rodeada por lo que creo son todos ustedes cuando eran niños, tu, Oliver y William unos adolescentes. Luego está tu parecido con ella, tus ojos, los ojos de William. Anne también tiene sus ojos. Tienen un gran parecido con ella.
—Es cierto, Eleanor Baker es mi abuela, es la verdadera madre de papá. Es un tema del que no hablamos públicamente, sólo el círculo más íntimo de nuestra familia lo sabe. Papá siempre nos ha dicho que, aunque nos puedan ver con ella en público es algo de lo que no debemos hablar. No sé, si me lo preguntas es un tema en el que no pensamos, fue muy natural crecer con la idea de que ella era nuestra abuela, y la duquesa, la duquesa. Tengo una buena relación con la duquesa, todos nosotros. Papá suele ser distante con ella, no lo entiendo muy bien, y nunca lo preguntamos. Creo que siempre han tenido temor a un gran escándalo con respecto a ese tema —Evelyn permaneció en silencio unos segundos —Henry, por qué si estabas tan seguro no lo publicaste.
—Porque no vine a Stratford a confirmar chismes del pasado, tu padre es un gran artista y vine a conocer al gran actor que es y el director en el que se ha convertido. No me siento con el derecho de violentar su privacidad, no tiene sentido remover secretos del pasado, rumores. No es la clase de periodismo que hago. Sí, sé que trabajo para un conglomerado de tabloides, aun así, no me interesa escribir sobre la vida privada de las personas, quiero escribir sobre temas más transcendentes, no estaré para siempre en el conglomerado, tengo otras aspiraciones. Además de eso, estabas tú.
—¿Yo? qué quieres decir.
—Qué sería un tonto si hubiese traicionado la confianza de tu padre de esa forma, siendo que me gustaste desde el primer momento en que te vi...
—Qué tiene que ver...
—Verás, esa mañana entraste al estudio y te veías deslumbrante... Yo no podía... Ev tu amas y admiras a tu padre de una forma tan profunda que sentí que podría decepcionarte. Luego nos encontramos en Londres y ¡Dios! estabas tan hermosa, te acercaste a mí de forma tan dulce, ya no eras la chica ruda que había conocido en Stratford, yo estaba tan nervioso... ¿Acaso no te diste cuenta de que no podía dejar de mirarte mientras estuvimos allí? Yo quería acercarme de nuevo a ti, decirte todo lo que sentía, pero me dio mucha vergüenza, tu estabas con el duque de Granchester. Después de verte allí, para mi estuvo muy claro que me había enamorado de ti Ev. Supe que lo correcto era olvidar ese tema tan privado. Yo no podía hacer nada que me alejara de ti. Esa misma tarde terminé el artículo y lo envié a Nueva York, y decidí venir a verte, con la cara en alto, para saber si había una posibilidad para nosotros.
—Tienes razón, me hubiese decepcionado de ti —respondió ella mirándolo a los ojos —gracias, es cierto, amo mucho a mi padre, y jamás te hubiera perdonado que hubieses revelado su secreto con la información que obtuviste de tu visita a nuestra casa. También me alivia no tener que ocultarlo contigo. Adoro a mi abuela Eleanor. Es tan hermosa, sofisticada, y dulce con todos nosotros, la amamos y extrañamos mucho. Me gustaría que la conozcas, es maravillosa.
Mientras conversaban Terry había ordenado a los actores que hicieran un receso y se acercó a ellos con Anne tomada de la mano para pedirle a Evelyn que llevara a su hermana a casa. Saludó a Henry con cortesía, sin embargo, seguía llamándolo señor Dedlock, a pesar de las peticiones de este para que lo llamara simplemente por su nombre de pila. Henry también se vio en aprietos al no estar seguro de cómo debía llamarlo... Si señor Graham porque estaban en el teatro o señor Granchester. Así que después de titubear de forma bochornosa decidió guardar silencio.
—Dedlock, puede por favor llevarlas a casa —le pidió amablemente Terry.
—Sí señor.
—Me preocupa no saber que está ocurriendo, pero no es difícil presentir que algo ocurre en el canal —confesó Terry —vivimos en una permanente incertidumbre, no le parece.
—Estoy de acuerdo. Es posible que los alemanes hayan hecho una incursión en el canal, quizás en las islas.
Los tres se dispusieron a marcharse, Terry le advirtió antes a Evelyn que trabajarían hasta quizá hasta la hora de la cena, así que le pidió que se lo comunicará a Candy.
Caminaron en dirección a la casa tan lento como les permitió la conversación que llevaban los tres, sobre todo Anne y Henry. La pequeña se empeñó en que él le diera todas sus impresiones sobre la obra y el desempeño de Oliver. Expresiva Anne le contó cuanto le gustaban las obras de teatro, y cuanto más le gustaba ver a su padre actuar, insistiendo además que él debía volver a Stratford para ver el espectáculo, junto a ellos. Llegaron finalmente, y Anne se separó de la pareja apenas atravesaron la verja y se adentraron al jardín delantero, corrió por la pequeña vereda que flanqueaba la casa hasta el patio trasero, para ingresar por la estancia. Ellos la siguieron a su ritmo, y en un recodo y viéndose a solas, Henry audazmente empujó a Evelyn contra la madre selva que trepaba los muros, y la abrazó con ternura. Allí colmó los deseos anhelantes de su corazón dándole el beso que esperaba ansioso darle desde que la vio tres horas antes. El ardoroso temperamento de Evelyn se doblegaba por esos instantes que le arrebataban el aliento, su espíritu altivo se transformaba en uno apasionado. Henry se subyugaba con adoración y saboreaba su boca a plenitud y ella le daba todo el acceso que él le demandaba. Cuando se separaron después de largos segundos, los ojos de ella brillaban cristalizados por tímidas lágrimas.
—No hay nada aquí que pueda compensar tu ausencia, qué haré sin ti —dijo ella con lánguida voz.
Henry se sintió tan desesperado por esos breves segundos, y al verla tan frágil, también sintió ganas de llorar, el pecho le ardía por las emociones contenidas, ella lo era todo.
—Créeme querida, nada tampoco podrá compensar no verte en estos meses —le dijo limpiando las lágrimas que cayeron de los azules ojos de Ev con sus besos.
—¿Me escribirás? —preguntó ella también invadida por la angustia de la separación.
—Todos los días, pero no sé si pueda enviarte mis cartas. Prometo traerlas todas cuando regrese. Quieres hacerlo tú también. Pero trataré de llamar tanto como me sea posible ¿eso te complace?
—Mucho, y yo también te escribiré todos los días, y guardaré mis cartas para cuando nos volvamos a ver.
La voz de Martha acercándose y llamando a Evelyn, hizo que recobraran la compostura. Antes de que la Nana llegara hasta ellos, Evelyn respondió que iría pronto. Se miraron dulcemente y antes de continuar él besó su frente. Al verlos juntos la Nana sonrió avergonzada por haberlos interrumpido.
La buena mujer había puesto la tetera para ellos apenas Anne entró a la casa y manifestó estar hambrienta.
—Ah mi niña, hice té para ustedes. Buenas tardes, señor Dedlock —agregó.
—Buenas tardes, señora Farrel.
Caminaron hasta entrar a la casa mirándose complicemente. Pero Ev cambio esa alegre expresión por una más adusta cuando entró a la estancia y encontraron allí a todos sus hermanos menores, aún rencorosa por los bochornosos sucesos de la mañana. Mientras que a Henry le seguía pareciendo todo muy divertido.
— Te esperamos para el té —dijo un conciliador Albert a la vez que se acercaba para saludarla con un beso en la mejilla y dándole a continuación un apretón de manos a Henry.
—Nos quedamos en el teatro viendo el ensayo.
—¿Ev viste los aviones? ¿Los vieron? —intervino muy expresivo Duncan, caminando hacia ellos.
—Sí, los vi desde el autobús —le aclaró secamente la muchacha.
—Tú los vistes Henry, eran Spitfires...seguro iban a un combate con los nazis.
—Sí amigo los vi —respondió él revolviéndole los cabellos castaños al chico.
En segundos todo se volvió un bullicio, Richard también entró en la conversación y desarrolló tantas hipótesis como pudo imaginar sobre lo que ocurría posiblemente en el canal, y la batalla aérea que podría estar ocurriendo en las costas de Inglaterra.
—Tomemos el té en la cocina con Anne, así tendremos algo de paz —le tomó de la mano y prácticamente lo arrastró hasta el desayunador. —Tomaremos el té aquí Nana —dijo a Martha y volvió a dirigirse a Henry —siéntate iré a buscar una manta para ir después al río. Vendré enseguida...
Y luego de dejarlo acomodado en la mesa al lado de Anne salió disparada de nuevo hasta la estancia y desde ahí por las escaleras al segundo piso. Bajo tan rápido como había subido y ocupó una silla frente a su novio. Apartó la mirada sobre él atraída por el perfecto trozo de tarta de manzana que frente a ella colocó Martha junto a la humeante taza de té. Cerró los ojos y aspiró el aroma de canela y manzana que expedía el postre.
—Es una delicia —dijo deslizando cada palabra.
—Si Henry, te gustará —agregó Anne.
Mientras el joven periodista cortaba un trozo y se lo llevaba a la boca, y las dos chicas esperaban expectantes el veredicto. Segundos después de saborearlo, Henry confirmó que era sin duda la mejor tarta que había probado en mucho tiempo. Todos rieron, incluyendo Martha que adelantaba la cena, y se llevaba todos los cumplidos. Los enamorados no dejaban de mirarse con una sonrisa. Y al mismo tiempo trataban de seguir una conversación con Anne. Apenas terminaron, Evelyn apresurada levantó la mesa y le ofreció su mano a Henry, tomaron la manta y salieron atravesando el extenso jardín trasero de la casa hasta los sauces a orillas del río, bajo su sombra extendieron la manta y se acomodaron sobre ella. Él la observaba con tal intensidad que provocó el sonrojo de las mejillas de Evelyn.
—No me mires así — le pidió ella al tiempo que se acercaba a él para tomarle el rostro con las manos y propiciar un beso.
De rodillas sobre la manta, se besaron una y otra vez. Henry seguía experimentando cierta turbación, y para calmarse se tumbó sobre las piernas de Evelyn, ella comenzó a acariciarle el cabello.
—¿Te sucede algo?
—No cariño, es que quisiera más tiempo para estar aquí contigo... Es hermoso este lugar me da mucha paz, más si estoy a tu lado —confesó Henry.
—Sabes que te estaré esperando el tiempo que sea necesario, no pienso moverme de Stratford —le aseguró ella besándolo en los labios fugazmente.
—Lo sé...
—¿Terminaste tu trabajo? sobre qué escribías.
—Antes de venir aquí, el día que nos vimos en Londres, entrevisté al presidente de la Francia Libre, a Charles de Gaulle. Él lidera la resistencia en el exilio. Está naciendo una resistencia también dentro de Francia, en la zona no ocupada. Hablamos de eso y muchos temas más.
—¿Y qué pueden hacer?
—Militarmente nada, no todavía. Inglaterra lucha sola contra el nazismo. Hasta que no haya una alianza internacional armada no es mucho lo que se puede hacer. Pero la resistencia puede levantar la moral del pueblo francés, frente al sometimiento, librar pequeños combates, no una gran batalla, pero se puede luchar de diversas formas.
—¿Henry estas convencido de que ir a Francia es una buena idea? ¿En verdad tienes qué hacerlo?
—Sí cariño, estoy convencido. Lyon es la ciudad de mi madre, pase varios veranos ahí, visitábamos la casa de mis abuelos, también a unos tíos en Marsella. Ellos todavía siguen allí. Pasé las mejores vacaciones de mi infancia en las playas del sur de Francia. Todavía mis padres estaban juntos y yo creía tener a una familia feliz, como la tuya. Él tenía un buen trabajo en la Bolsa de Nueva York, ella daba sus clases de piano en una escuela privada de música, y éramos felices o al menos eso era lo que yo creía. Todo se derrumbó de un momento a otro. Papá regresó a Londres y nos dejó por un tiempo. No lo vi por uno o dos años, fue una dura época para mí. Francia significa mucho para mi Ev.
—¿Todavía viven tus abuelos?
—No, murieron hace varios años ya. Estoy seguro de que él no habría soportado ver a Francia invadida por los nazis.
En verdad la belleza del lugar a su alrededor, la dulce compañía de Evelyn lo libraba de la batalla mental a la que estaba sometido, y lo libraba de algo parecido a la tristeza que sentía al verse at portas de alejarse de ella y emprender un proyecto del que estaba muy seguro pero que le era incierto. Estos constantes pensamientos lo hacían parecer a ratos ausente y Evelyn no lo ignoraba. Hubiese deseado demorar su viaje un día, pero le era imposible, sus compromisos eran de un talante muy alto, y no podía a esas alturas deshonrarse a sí mismo, y a la memoria de su abuelo renunciando a ellos. Al contrario, su amor por ella alimentaba su interés por llevar adelante la lucha que decidió emprender.
—¿Cómo estuvo tu día hoy? —le preguntó genuinamente interesado en escucharla.
—Fue un día normal, ya sabes... Tuve clases todo el día, será muy aburrido para ti —dijo de pronto negándose a continuar con el relato. —Acabas de escribir sobre el hombre que lidera la resistencia en Francia, yo obtuve una A en gramática ¿habrá cosas más disimiles? ¿algo más insignificante?
—Nada que esté relacionado contigo es insignificante.
Henry se reincorporó sobre la manta y le tomó el rostro.
—Soy tan afortunado...
Y volvió a besarla con ternura y demanda. La miró luego a los ojos, después de besarla y besarla por minutos. De los ojos de Evelyn se había borrado, quizá para siempre esa mirada sarcástica que lo había impactado a primera vista. Ahora su mirada era cálida, dulce, siempre expectante, y debía admitirlo tampoco quedaban rastros de la natural arrogancia en el trato de la muchacha. Aquella era sin duda la verdadera Evelyn y él comenzaba a conocerla en profundidad y con ello el amor se iba acentuando. Volvió a tumbarse en su regazo y le rogó lo que deseaba escuchar. Ella entornó los ojos y se rindió.
—Está bien... A ver por dónde comienzo, que puede ser menos aburrido para el señor reportero.
Él sonrió y se elevó para volver a besarla. Luego Evelyn comenzó un relato que él escuchó atentamente, y que se extendió lo suficiente como para que comenzara a caer la tarde y el cielo comenzara a teñirse de pinceladas rojizas y naranjas. Una bandada de patos llegó de pronto reposando sobre el río frente a ellos como solía ocurrir a esa hora. Evelyn se levantó y se acercó a la ribera, él la siguió y la abrazó por la espalda, descansó su rostro sobre el hombro de ella.
—Haré todo lo que esté a mi alcance para venir al estreno, deseo ver a Oliver, y claro a tu padre, a quien no le simpatizó.
—No te preocupes por papá, es sólo que es un poco aprensivo, ya tendrá tiempo de conocerte mejor. ¿Prometes que vendrás a la obra?
—Prometo hacer lo posible. No quiero engañarte, no sé lo que me espera en Escocia. Pero si está en mis manos venir, lo haré.
Como estaban de espaldas a la casa, y al pequeño sendero que separaba esta del río, no pudieron ver que a ellos se acercaba Terry. La voz del actor se esparció como un trueno, en verdad estaban tan absortos que fue fácil que se exaltaran por la sorpresa.
—Ev, es hora de cenar, tu madre te espera.
Absolutamente sonrojada Evelyn le hizo frente a su padre, sosteniendo la mano de un muy abochornado Henry.
—Creo que es mejor que me vaya Ev —él dijo únicamente audible para ella.
—Dedlock quédese a cenar con nosotros si gusta, mi esposa espera que lo haga. Ahora vayamos adentro —pronunció Terry mirando al cielo.
Henry no pudo más que aceptar, en primera instancia porque era incapaz de desairar a la amable señora Granchester, y porque quedarse le daba más tiempo con Evelyn, permanecer a su lado unas cuantas horas más, que era exactamente lo único que esperaba de esa noche. Pero nada detiene el tiempo, y este fue veloz y escurridizo para el pesar de los enamorados. Después de una amena comida, y el estimulante rato del café. Henry vio oportuno marcharse. Disimulando el desasosiego que comenzaba a nacer en él, recibió los afectuosos parabienes de todos, especialmente los dulces deseos de Candy, para que su viaje a Londres fuera tranquilo, recalcando que esperaba su pronto regreso una vez cumplido sus compromisos para luego abrazarlo maternalmente. Terry no fue menos cortés y tras un estrechón de manos, le deseo suerte, y finalmente Oliver y Anne, lo despidieron como a un hermano.
Conmovido salió de la casa, apretando con fuerza la mano de Evelyn, queriendo que sus pasos no lo alejaran nunca de aquel cálido hogar, a donde dejaba parte de su alma, con ella y con los suyos. Rodearon la casa, y faltando poco para llegar a la verja, se detuvieron para finalmente ahora ellos a solas decirse adiós.
Él la atrapó en el mismo rincón donde la había besado antes. Le era insoportable decirle adiós, quería detener el tiempo, congelar los segundos que traicioneros marcaban el momento de la separación. La tenía frente a él, atrapada entre su cuerpo y el muro cubierto por la madreselva, la abrazó, tiernamente, y se fundieron en un beso anhelante y profundo, no dejaba de admirarla, la piel de Evelyn era de un blanco refulgente, su cuello y el nacimiento del pecho le parecían porcelana, y allí posó sus labios llevado por el ardor de su deseo. Un instante de locura que le permitió llenarse del olor almizclado que emanaba de forma intensa y sensual. Ninguna boca antes había explorado ese pequeño territorio de piel. Su mano sustituta de la boca acarició hasta el hombro y suavemente la clavícula. Ella también nadaba en un mar de sensaciones desconocidas, nadie nunca la había besado ni acariciado así. Un lánguido gemido escapó de su garganta, Henry fue entonces consciente de que había pasado una línea que no debió traspasar allí. Golpeó la pared, en un gesto de desaprobación consigo mismo, y se acercó al rostro pálido de Ev buscando recomponerse.
—Perdona mi comportamiento, no estuvo bien —trago grueso y continuó —me vuelves loco Evelyn.
Ella seguía sin decir nada.
El influjo de la voz varonil de Henry, tan cerca de sus labios, la sumergían en un estado en el que creía estar suspendida, flotando fuera de este mundo. Se abrazó a él con todas sus fuerzas, aferrándose a su cuerpo con todo el peso del suyo. La desesperación del adiós corriendo por sus venas, llevándolos al paroxismo de una angustia que les cortaba la respiración, que agotaba su cordura. Sin separarse un centímetro, él besó sus cabellos, una y otra vez, tomó luego su rostro entre sus manos para besarlo, se miraron a los ojos largamente, y pusieron en palabras todo lo que en ese momento sentían.
—Te amo Evelyn Granchester, como nunca antes amé.
—Te amo Henry Dedlock, como creo que se ama por única vez.
—Nos veremos pronto.
—Te estaré esperando —le dijo con una sonrisa, viéndolo como se alejaba de ella.
