Ecos de la Mansión Leagan
Escrito por AnLeMun & cia. Regaló especial para la señorita Gezabel Alighieri, por motivo de su cumpleaños.
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Las nubes, como espectros danzantes, se arremolinaban en el cielo nocturno, presagiando la llegada inminente de una tormenta. En lo alto de una colina envuelta en sombras, la imponente Mansión Leagan se alzaba como un testigo mudo de secretos oscuros. Sus ventanas tapiadas y su fachada de piedra grisácea conferían un aire de misterio y terror que evocaba los relatos más perturbadores de "Lovecraft" y la prosa melancólica de "Edgar Allan Poe".
Dentro de sus siniestros muros, Gezabel Alighieri, la jefa indiscutible de la Cosa Nostra, se entregaba a sus maquiavélicos designios en su laboratorio privado. Rodeada de frascos repletos de líquidos burbujeantes y herramientas de tortura, acariciaba con devoción a Cerbero, su fiel mascota de tres cabezas cuyos ojos rojos brillaban con una malévola intensidad mientras gruñía en tono amenazante.
Gezabel, una mujer de belleza cruel con ojos helados como el acero y una sonrisa despiadada, detentaba un poder absoluto sobre su vasto imperio criminal que se extendía como una sombra maligna por toda la ciudad.
Pero incluso la opulencia de la Mansión Leagan ocultaba un siniestro secreto en su sótano: un laboratorio clandestino donde Gezabel llevaba a cabo sus horribles experimentos con aquellos que osaban desafiarla. Los gritos desgarradores de sus víctimas resonaban en las paredes de piedra, mientras Gezabel observaba con deleite el sufrimiento que infligía.
Aquella noche, un nuevo prisionero había llegado a la mansión, un astuto detective que había estado acechando las sombras de la Cosa Nostra en busca de respuestas. Atado a una silla de metal, el detective enfrentaba con valentía a su captora, con la determinación grabada en su mirada.
—Dime lo que sabes —exigió Gezabel con voz áspera, mientras sostenía un escalpelo reluciente en su mano enguantada—. Tal vez así te conceda el privilegio de un sufrimiento menos atroz.
El detective, firme en su convicción, permaneció en silencio, negándose a traicionar a sus compañeros.
Una sonrisa siniestra se dibujó en los labios de Gezabel.
—Como prefieras —murmuró con desdén—. La forma fácil es aburrida de todos modos.
Con un movimiento ágil, hundió el escalpelo en la carne del detective, desatando un grito desgarrador que se perdió entre los aullidos de la tormenta que rugía en la noche.
En la Mansión Leagan, la oscuridad reinaba soberana, y la crueldad de Gezabel no tenía límites conocidos. Sus acciones, más propias de las pesadillas más oscuras de "Lovecraft" y las narraciones siniestras de "Poe", dejaban en claro que en aquel lugar, el mal acechaba en cada sombra, esperando su próxima víctima con ansias insaciables.
"La locura es el límite de todas las cosas, excepto de la locura"
Michel Foucault.
Filósofo Sociologo.
Tarde pero seguro y bien hecho