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- Duele Terry, duele mucho – la voz de Candy sonaba melancólica.
- Lo sé mi amor. No tuvimos otra opción. Yo también fui malherido y de no ser por él, ya no estuviéramos en este mundo.
- ¿Valió la pena, perder lo más preciado? – la inquisitiva pregunta caló fuerte en el corazón del antiguo actor.
- Estamos juntos, eso bastaría para que te sintieras confortada.
El reproche le hizo reaccionar. No se había puesto a reflexionar sobre la forma en que Terry se sentía en ese aspecto. Lo abrazó y besó siendo correspondida al instante. Ambos cuerpos se entrelazaron en un apasionado baile de caricias teniendo como testigo una brillante luna cuya luz se colaba por el gran ventanal de la villa.
No supo cuánto tiempo había sucedido desde que llegó a ese extraño lugar.
Era un cuarto oscuro solamente iluminado por grandes candilejas. Se hallaba postrada sobre una elegante cama y sujeta por sus cuatro extremidades hacia las esquinas de esta. Un voraz deseo de alimentarse le recorrió y gritó desesperadamente.
- ¡Terry! ¡Ayuda! ¡Terry, por favor!
Se sacudió con fuerza, pero no pudo arrancarse las cadenas. Lloraba con todas sus fuerzas y pudo sentir el sabor metálico de la sangre llegar hasta su garganta. Una puerta se abrió bruscamente. Era Terry. Se acercó a ella y trató de calmarla, sin embargo, no tuvo éxito. Alguien más llego en su auxilio y vertió un líquido cálido en sus labios. La rubia bebió enloquecida hasta irse calmando.
- ¿Qué sucedió?
- Eliza te atacó. Nos siguió en el parque y disparó a quemarropa sobre nosotros. Reuben nos salvó.
Candy observó al hombre y fue recordando rápidamente como se habían conocido. Hizo un esfuerzo descomunal por mantener la calma, al verse atada.
- Albert, ¿dónde está Albert? ¿Supo lo que sucedió?
- Sí. Estuvimos en el hospital un tiempo, pero Reuben accedió a ayudarnos y Albert autorizó que se nos trasladara a este lugar. Necesitábamos estabilizarte.
Algo no tenía sentido. Siendo enfermera de profesión, sabía que una parte de la historia no le estaba siendo contada. El miedo le invadió de nuevo. Volvió a forcejear, pero el abrazo de su amado de alguna manera, la reconfortó.
- ¿Por qué debería estar mejor encerrada en este sótano y no en un hospital donde los médicos podrían haberme dado los cuidados necesarios?
- En su momento lo entenderás.
Para Candy no había pasado desapercibida la tristeza reflejada en los ojos de Terry, sin embargo, no hizo mas preguntas. La rabia que le invadía por momentos amenazaba con salirse de control. Lo más inquietante era esa necesidad descomunal por beber sangre.
En un principio había sido desagradable para los dos saber que así sería su nuevo estilo de vida. El misterioso Reuben los había guiado los primos años para ayudarles a habituarse a su nueva forma de existencia, sin embargo, había desaparecido de sus vidas.
Las razones aún eran desconocidas, aunque teniendo noticias de que existían más seres como ellos inmersos en peleas y conspiraciones, no tardaron en darse cuenta de que entre más lejos de todos ellos, sería mejor.
Terry recurrió a sus leales asistentes quienes se encargaron de seguir perpetuando la inmensa riqueza que su padre, el antiguo Duque de Granchester, le había heredado. Por su parte, Albert había dejado igualmente una considerable riqueza a su hija adoptiva. Por lo tanto, el dinero nunca había sido fuente de preocupación para la pareja.
Albert supo de su sangrienta conversión, y en nombre del amor fraternal que tenía por Candy los apoyó hasta el último día de su vida. No había sido así para el resto de sus amigos y conocidos.
Para todos ellos, Candy y Terry habían fallecido en el fatal tiroteo. Los funerales se habían llevado a cabo y solo quedaría el recuerdo de ambos en las familias Andrey y Granchester.
Después del amoroso acto, Candy se dirigió hacia el enorme salón de estar, dejando a Terry en la alcoba. Se acercó al elegante escritorio de madera y de un cajón, sacó un sobre con varias fotografías y una carta.
Las líneas, aunque breves, eran estremecedoras:
“París. 2023. Vive en un lujoso departamento en el centro de la ciudad bajo el nombre de Rose Leroy. Envío fotografías”
El conocido rostro le ocasionó un vuelco en su antiguo corazón. Maldijo mil veces ese nombre.
“¿Por qué, Albert?, ¿Por qué tuviste que dejarla con vida?”, reprochó internamente a su antiguo benefactor.
En la fotografía, Eliza Leegan parecía sonreír con un gesto de burla.
Saludos,
- Duele Terry, duele mucho – la voz de Candy sonaba melancólica.
- Lo sé mi amor. No tuvimos otra opción. Yo también fui malherido y de no ser por él, ya no estuviéramos en este mundo.
- ¿Valió la pena, perder lo más preciado? – la inquisitiva pregunta caló fuerte en el corazón del antiguo actor.
- Estamos juntos, eso bastaría para que te sintieras confortada.
El reproche le hizo reaccionar. No se había puesto a reflexionar sobre la forma en que Terry se sentía en ese aspecto. Lo abrazó y besó siendo correspondida al instante. Ambos cuerpos se entrelazaron en un apasionado baile de caricias teniendo como testigo una brillante luna cuya luz se colaba por el gran ventanal de la villa.
No supo cuánto tiempo había sucedido desde que llegó a ese extraño lugar.
Era un cuarto oscuro solamente iluminado por grandes candilejas. Se hallaba postrada sobre una elegante cama y sujeta por sus cuatro extremidades hacia las esquinas de esta. Un voraz deseo de alimentarse le recorrió y gritó desesperadamente.
- ¡Terry! ¡Ayuda! ¡Terry, por favor!
Se sacudió con fuerza, pero no pudo arrancarse las cadenas. Lloraba con todas sus fuerzas y pudo sentir el sabor metálico de la sangre llegar hasta su garganta. Una puerta se abrió bruscamente. Era Terry. Se acercó a ella y trató de calmarla, sin embargo, no tuvo éxito. Alguien más llego en su auxilio y vertió un líquido cálido en sus labios. La rubia bebió enloquecida hasta irse calmando.
- ¿Qué sucedió?
- Eliza te atacó. Nos siguió en el parque y disparó a quemarropa sobre nosotros. Reuben nos salvó.
Candy observó al hombre y fue recordando rápidamente como se habían conocido. Hizo un esfuerzo descomunal por mantener la calma, al verse atada.
- Albert, ¿dónde está Albert? ¿Supo lo que sucedió?
- Sí. Estuvimos en el hospital un tiempo, pero Reuben accedió a ayudarnos y Albert autorizó que se nos trasladara a este lugar. Necesitábamos estabilizarte.
Algo no tenía sentido. Siendo enfermera de profesión, sabía que una parte de la historia no le estaba siendo contada. El miedo le invadió de nuevo. Volvió a forcejear, pero el abrazo de su amado de alguna manera, la reconfortó.
- ¿Por qué debería estar mejor encerrada en este sótano y no en un hospital donde los médicos podrían haberme dado los cuidados necesarios?
- En su momento lo entenderás.
Para Candy no había pasado desapercibida la tristeza reflejada en los ojos de Terry, sin embargo, no hizo mas preguntas. La rabia que le invadía por momentos amenazaba con salirse de control. Lo más inquietante era esa necesidad descomunal por beber sangre.
En un principio había sido desagradable para los dos saber que así sería su nuevo estilo de vida. El misterioso Reuben los había guiado los primos años para ayudarles a habituarse a su nueva forma de existencia, sin embargo, había desaparecido de sus vidas.
Las razones aún eran desconocidas, aunque teniendo noticias de que existían más seres como ellos inmersos en peleas y conspiraciones, no tardaron en darse cuenta de que entre más lejos de todos ellos, sería mejor.
Terry recurrió a sus leales asistentes quienes se encargaron de seguir perpetuando la inmensa riqueza que su padre, el antiguo Duque de Granchester, le había heredado. Por su parte, Albert había dejado igualmente una considerable riqueza a su hija adoptiva. Por lo tanto, el dinero nunca había sido fuente de preocupación para la pareja.
Albert supo de su sangrienta conversión, y en nombre del amor fraternal que tenía por Candy los apoyó hasta el último día de su vida. No había sido así para el resto de sus amigos y conocidos.
Para todos ellos, Candy y Terry habían fallecido en el fatal tiroteo. Los funerales se habían llevado a cabo y solo quedaría el recuerdo de ambos en las familias Andrey y Granchester.
Después del amoroso acto, Candy se dirigió hacia el enorme salón de estar, dejando a Terry en la alcoba. Se acercó al elegante escritorio de madera y de un cajón, sacó un sobre con varias fotografías y una carta.
Las líneas, aunque breves, eran estremecedoras:
“París. 2023. Vive en un lujoso departamento en el centro de la ciudad bajo el nombre de Rose Leroy. Envío fotografías”
El conocido rostro le ocasionó un vuelco en su antiguo corazón. Maldijo mil veces ese nombre.
“¿Por qué, Albert?, ¿Por qué tuviste que dejarla con vida?”, reprochó internamente a su antiguo benefactor.
En la fotografía, Eliza Leegan parecía sonreír con un gesto de burla.
Saludos,