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BODA NEGRA
La tranquilidad de la oscura noche fue interrumpida por una luz cegadora seguida de un estruendoso ruido que cimbró hasta al más valiente de los hombres por lo aterrador de su sonido, seguido al trueno otro rayo y el inicio de una horrible tormenta que no auguraba nada bueno, los grandes y persistentes rayos iluminaron una silueta masculina.
El apuesto joven tocó una y otra vez la blanca puerta que lo separaba de su amada, su cuerpo lleno de amor y anticipación febril le exigía verla, tocarla, besarla, unirse a ella en un solo ser, sin embargo, al no oír respuesta del otro lado después de insistir varias veces que le parecieron años de separación y angustia, cayó en la desesperación y forzando la puerta con una potencia incluso para él desconocida, pudo salvar las barreras que le impedían reunirse con su prenda amada.
Una hermosa corona de margaritas, rosas y azahares adornaban la cabeza de la hermosa novia que esa noche se desposaba con el amor de su vida, una cinta de la más fina seda azul abrazaba el talle de su vestido de novia que estrenó ese día, los antiguos pendientes de oro en forma de gota de la abuela adornaban sus orejas y hacían lucir aún más largo su estilizado cuello, para finalizar la tradición, en su corsé llevaba prendido un medallón del escudo de armas de su futura familia política que en una promesa de juego erótico su prometido le había prestado con la promesa de él mismo descubrirlo y recuperarlo en su lecho nupcial.
Al entrar al oscuro aposento, el ultimo rayo iluminó a la virginal y ruborizada novia que lo observaba fijamente un poco turbada, a él le pareció que una luz proveniente de ella misma iluminaba la habitación y la observó detenidamente llenado sus ojos con la estampa del amor de su vida, en dos pasos estaba junto a ella tomándole las manos, besándoselas con ternura para después colocarlas sobre sus propias mejillas invitándola a acariciarlo mientras se observaban profundamente con infinito amor y dulzura, besó suavemente los labios, las mejillas, los párpados, no podía creer su suerte ¡Por fin estaban juntos para consumar su amor!
Abrazándola con delicadeza de la breve cintura la condujo hacia el tálamo nupcial mientras le declaraba una vez más su eterno amor, sus planes futuros. Fue así como ella supo que tendrían cuatro hijos, el primero sería un varoncito ¡Tan guapo con sus ojos azules y su cabello castaño! Después vendrían tres niñas, la primera copia fiel de su madre aun con sus delicadas maneras y timidez a veces exagerada y hasta chocante, después como regalo del cielo tendrían dos mellizas que volverían locos a sus padres de tan traviesas que serían y ellos se prodigarían y les prodigarían todo el amor que habitaba en sus corazones, siendo la familia más feliz del mundo, ¿Ella quería ir de vacaciones a París? ¡A París irían! ¿Un perro para el niño? ¡Sería el más leal perro para su hombrecito! ¿Las princesas querían un conejo? ¡Será el más tierno y peludo conejito! Y así con el paso de los años verían crecer a sus hijos y aún en su vejez caminarían tomados de la mano destilando amor, tanto amor que traspasaría las barreras de la muerte, queriéndose fiel y eternamente.
A la par de tan felices planes y declaraciones besos iban y venían en medio de miradas tiernas y suspiros de anticipación, suaves caricias en el lacio cabello femenino que parecían morir en el cuello para después retornar su camino subiendo y bajando por la espalda para después llegar a los muslos envueltos en fina seda acompañada del más delicado encaje francés, respiraciones lentas seguidas de miradas lánguidas que encerraban todo el amor y ternura que antes no se habían podido demostrar abiertamente, pero hoy en su ansiada noche de bodas podían liberarse de los yugos y convencionalismos sociales para dar rienda suelta a su pasión tanto tiempo reprimida, las ropas fueron cayendo lentamente, no había prisas tendrían toda una eternidad para entregarse y demostrarse mutuamente su amor.
Afuera la tormenta seguía pero ya sin rayos, se encontraban en completa oscuridad, solo iluminados por una gruesa vela sobre la mesa, pero no necesitaban mas iluminación, la blanca piel de la novia, guiaba a su amoroso esposo cual faro guía a los navegantes en plena oscuridad, fue así como desatando cintas, desabrochando pequeños y delicados botones llegó por fin a la que para él era la tierra prometida, envuelto en una bruma de amor y pasión febril, se lleno los ojos con la perfección hecha mujer, ¡Su mujer! No podía creer su suerte, al fin unirían sus cuerpos a la par que sus destinos, con amorosa voz le repetía una y otra vez su juramento de amor y fidelidad eterna, mientras él mismo se despojaba de sus prendas, dándole con ello a la chica un espectáculo nunca visto: el observar no solo a un hombre desnudo, si no observar a ¡Su hombre desnudo! Ese cuerpo sería a partir de ahora y por toda la eternidad completamente de ella para amarlo con pasión y devoción ferviente tal y como él merecía. El impaciente joven le mostraba sus brazos delgados pero musculosos que la abrazarían y protegerían desde ese momento y para siempre, las piernas largas y torneadas que caminarían junto a ella sin importar el si el sendero era de tristezas o alegrías, la espalda ancha que sería el soporte y protección de cualquier dificultad que pudieran pasar, el amplio y bien marcado pecho que le serviría de remanso en tiempos difíciles donde ella se sentiría segura aunque el mundo a su alrededor se derrumbara a pedazos y por ultimo al deslizar la última prenda dejaba ver su virilidad creciente que le robaría la inocencia para convertirla en una mujer y que sembraría en su vientre la continuación de su estirpe, que sería a fin de cuentas la huella de su amor en este mundo, dando unas magníficas vistas de lo que sería su futuro sensual y carnal, se acerca a su delicada esposa para besar sus manos, su cuello, sus labios, sus ojos, y derramar en ella toda la ternura que albergaba en su pecho desde hace tanto tiempo.
Tomo la cara de su virginal esposa, esa noche la convertiría en una mujer. Besó sus labios y recorrió sus mejillas, bajó por la mandíbula al delicado cuello, con delicadeza quitó el corsé para brindar amor a los blancos pechos que saltaron al verse libres invitando al enamorado y devoto esposo a acariciarlos y besarlos, mismo que obedeció a la sutil orden y procedió con su boca a convertirlos en un objeto del deseo, provocadores y excitantes, un buen rato se entretuvo con el generoso pecho de su mujer amándolo tan tiernamente, lamiendo, succionando, mordiendo suavemente para provocar el endurecimiento de sus cúpulas rosadas junto con gemidos de placer y pequeños jadeos fruto de las nuevas sensaciones que su hasta ahora inmaculado cuerpo desconocía.
Saciado de sus redondeces, acarició tiernamente los muslos cerrados, necesitaba abrirlos para llegar al tesoro mejor guardado de su cuerpo, recorrió con la punta de sus dedos casi sin tocarlos la línea externa de sus piernas, rodeo sus pantorrillas bajo hasta sus delicados tobillos y se maravilló con los delicados piececillos que veía por vez primera, tan blancos y delicados que antojaban besarlos infinitamente, después de recorrer la punta de los dedos subió nuevamente, esta vez por las rodillas donde depositó sendos besos muestra de su adoración, siguió subiendo prodigando tiernos besos colmados de dulzura y loca devoción, cual simple mortal conociendo la divinidad por primera vez, besó la unión de las piernas en aquel triangulo cubierto por sedoso y pulcro vello negro, un éxtasis de fervorosa pasión lo inundó alentándolo a tomar lo que era suyo ante Dios y ante los hombres, pero pudo mas el amor y admiración hacia ese cuerpo virginal para refrenar sus impulsos y proceder con la misma delicadeza y cuidado con que se toma al cristal más puro para no romperlo ni mancillarlo con el más ínfimo toque terrenal.
Separó suavemente los muslos y creyó ver un brillo especial producto del éxtasis y la anticipación de su ahora esposa indicándole que estaba lista para ofrendar su inocencia a cambio de regalarle a la mujer que será su amante por el resto de la eternidad, con sumo cuidado introdujo un dedo para acostumbrarla poco a poco a la presencia de otro cuerpo dentro de su intimidad, masajeo un poco para estimular más la lubricación, su virilidad erecta brillaba de la punta carmesí, ligeras gotas caían ansiando mezclarse con la humedad femenina, en el mas antiguo y placentero de los intercambios, poco a poco se sitúo en la entrada y con ligeros empellones fue abriéndose paso entre las húmedas pero cerradas carnes que ofrecían la resistencia virginal que se negaba a abandonar el cuerpo incólume para convertirse en un templo de adoración carnal y pasional. Siguió empujando hasta vencer la ultima barrera que les impedía ser uno solo hasta que en medio de un sonoro jadeo pudieron fundirse sus cuerpos al tiempo que tiernas lágrimas brotaban de los ojos como muestra del tierno amor que por fin se desbocaba placenteramente.
Siguió bombeando despacio y cuidadosamente solo se oían los suspiros mezclados con el sonido de la torrencial lluvia, la llama de la vela les daba una iluminación casi espectral, más besos con juramentos perpetuos de amor mezclados llenaban sus oídos, los cuerpos fundidos en una deliciosa oscilación acompasada, el corazón y la respiración agitados, el cuerpo entrando al delicioso pasmo ansiosamente buscado, gemidos y sonidos guturales saliendo sin control de su boca, lagrimas recorriendo las mejillas, diminutas perlas de sudor poblaban la frente, una onda de pacer expansiva proveniente de sus centros e invadiéndolo todo a su paso, al fin tocando el cielo con las manos, viendo las estrellas tan cerca como jamás lo había hecho y derramándose con fuerza en el interior femenino cuando un potente rayo iluminó la estancia dándole un brillo descomunal a la escena.
Abrió sus ojos de par en par, dándose cuenta de lo que lo rodeaba, ver así a su bella amada, darse cuenta de lo que había hecho le rompió el corazón en mil pedazos por la impresión. Todo fue tan rápido y él lo sintió tan lento en su ser, vinieron como relámpagos los recuerdos de hace un año cuando iba a casarse, la búsqueda y condena del maldito culpable que violó a su prometida la noche antes de su boda y como ella al sentirse impura terminó por cortar de tajo su vida justo el día tan esperado por ambos, ese maldito año en el que él como un muerto salido de la fosa visitaba diariamente el cementerio para seguirle declarando su amor a su ahora difunta novia y como hoy justo a un año de esos terribles sucesos su mente se te había desequilibrado a tal grado que lo llevó a vivir su noche de amor tan anhelada, pero, que ahora se convertía en pesadilla.
Sintió un agudo dolor en el pecho, su respiración no le bastaba para llenar sus pulmones, un dolor agudo cimbraba su cabeza, y en medio del dolor y la conmoción, pudo verla, estaba ahí, bella y radiante como siempre, con su vestido blanco y corina de flores extendiéndole los brazos para hacer válido su juramento y amarse una eternidad aún más allá de la muerte, el corrió a sus brazos, le dijo cuanto la amaba y beso su boca para fundirse en un solo ser y con su ultimo aliento musitar un te amo antes de fundirse en un abrazo eterno y caer sin vida al lado de su amada. A la mañana siguiente el enterrador de la comarca encontró una tumba profanada con los restos de lo que se apreciaba fue una elegante novia abrazada por el que en vida fuera su prometido.
FIN
