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CASTILLO AZUL
Fue la noticia de sobremesa y de las reuniones de té durante varios meses, prácticamente había sido la boda del año, la novia se veía radiante enfundada en un delicado vestido blanco perla de cintura baja y falda de shifón en capas, siguiendo la moda vigente en esos días, el vestido no llevaba mangas pero si una delicada capa corta cubriendo los hombros y parte de los brazos, la capa era de encaje francés a juego con el velo, mismo que iba prendido de un ligero tocado de plumas, unas medias de seda, zapatillas de satén con correa en el tobillo y detalles en pedrería completaban el cuadro. El afortunado novio no desmerecía su galanura y porte, ataviado con un elegante frac negro con pajarita blanca, guantes a juego y un azahar del ramo de la novia adornando la solapa.
Después de la boda la pareja había sorprendido a todos viajando a un nuevo sitio turístico que si bien era frecuentado por el jet-set de Inglaterra, aun no era tan popular como en ese momento lo era París, la cuna del amor, dos semanas pasaron en las soleadas playas vírgenes de Acapulco, experimentando ambos por primera vez la libertad de estar lejos de sus familias, llevando al límite su curiosidad nata por la cultura que se les presentaba y por las noches amándose hasta el cansancio para después dormir arrullados por los sonidos naturales de la costa.
Acabando las dos semanas habían regresado en ferrocarril lo cual extendió su luna de miel dos semanas más, El flamante esposo contaba con esas semanas para que al llegar a su nuevo hogar estuviera totalmente terminado y listo para recibirlos, pero como todo en esta vida, los imprevistos surgieron y al llegar a su nueva morada aun faltaban algunos detalles por concluir.
—Bienvenida a su nuevo hogar señora Cornwell.
—Gracias, señor Cornwell, pero según la tradición debes alzarme en tus brazos y así atravesar el umbral para que sea signo de buen augurio en nuestro matrimonio.
—Tenlo por seguro querida, ven acá.
Y así cruzaron la puerta solo para darse cuanta que el salón aun no estaba alfombrado, ni las cortinas colocadas en los ventanales, Stear bajó a Patty contrariado quien también lo miraba confusa, y mientras él soltaba un silbido ella solo atinó a decir con voz baja —Aún le faltan algunas cosas— los dos recorrieron el lugar con la vista, aun olía a pintura y madera fresca, de pronto algo llamó su atención, en la mesita del recibidor había una nota que Stear leyó en voz alta:
Hermano, bienvenidos a casa, sé que no es lo que esperaban, pero en su ausencia surgieron algunos contratiempos que imposibilitaron concluir la casa en su totalidad, los trabajadores regresaran pasado mañana para hacer los acabados y lo que pudiera faltar, mientras tanto pueden venir a Lakewood y hospedarse aquí mientras su casa está lista.
Pero los esposos Cornwell no estaban dispuestos a perder la libertad que habían probado en su luna de miel, así que, arrojando la nota, Stear abrazo a su esposa y le dio un apasionado beso.
—¡¡¡Stear!!!– Exclamó Patty cuando tuvieron que separarse para poder respirar.
—No te preocupes Patty, tenemos la casa sola para nosotros, hoy no nos molestará nadie, ven te voy a dar un recorrido y tomándola de la mano la llevó a explorar aquel lugar donde se escribiría su historia de amor a partir de ese momento.
En el centro del salón descubrieron los sillones color menta que tenían unas fundas para protegerlos del polvo, con Patty sentada en sus piernas Stear le besaba el cuello y subía hasta alcanzar el lóbulo de su oreja para mordisquearlo suavemente, ella le mesaba los oscuros cabellos en tanto lo llenaba de dulces besos por todo su rostro, el chico bajó una mano hasta la pantorrilla de su mujer y acariciándola fue buscando el liguero para soltarlo y después de acomodarla en el sillón, descendió hasta su piernas y se deshizo de las medias de seda no sin antes liberarla de sus zapatos.
—¡Ohh Patty, eres tan exquisita!
Ella no pudo contestar presa de la emoción que le causaba su marido, a pesar de que ya tenían un mes de casados, ella seguía conservando esa candidez que tanto enloquecía al hombre, a quién le quitó el saco y comenzó a aflojar sus tirantes y camisa, en medio de húmedos besos siguieron acariciándose y las prendas fueron cayendo una a una, sin embargo aun inexpertos en las artes del amor, perdieron el equilibrio y rodaron al piso, pero lejos de cortarles la inspiración sirvió de aliciente para profundizar los besos y caricias, sin importar que aún no estuvieran colocadas las alfombras. El moreno tomaba los senos de su esposa y los apresaba con sus dientes mientras ella tomaba su cabellos y los jalaba al ritmo que él le marcaba, las respiraciones se empezaron a hacer más profundas y los jadeos no tardaron en parecer, las piernas entrelazadas de ambos buscaban su posición exacta, Stear bajó los dedos por el talle de su hermosa pareja, delineó el vientre y las caderas hasta llegar al centro de su feminidad y comenzó a masajearla, Patty obnubilada de excitación, acariciaba los hombros y la espalda de su compañero hasta sentir poco a poco un calorcito que le adormecía el cuerpo y era el presagio de que vendría una explosión de placer, Stear introdujo en la cálida abertura, un dedo y luego otro alentado por los suspiros entrecortados y con un movimiento de vaivén llevó a Patty al séptimo cielo en medio de un grito apasionado.
—¡¡¡Stear te amo!!!
—¡¡¡Yo más vida mía!!!
Después de tremendo destello de amor se fundieron en un cálido abrazo que fue roto por Stear después de un momento al decir:
—Y bien señora ¿Le gustó su estancia? Aun faltan muchas habitaciones por recorrer.
Al dicho se sumo el hecho, y tomándola de la mano le ayudó a incorporarse, ella presa de una timidez intentó ocultar su cuerpo desnudo, pero él lo evitó exclamando:
—No te cubras querida, déjame admirarte, recuerda que solo estamos nosotros, eres el mejor invento de la creación, ven, vayamos a la cocina.
Y dócilmente la guio hasta la espaciosa y bien iluminada cocina, abrazándola por detrás le contó que los visillos de las ventanas serían azules, que en el jardín que se vislumbraba desde la ventana plantarían un árbol, quizá un manzano donde con suerte sus hijos podrían probar en cuatro o cinco años las primeras manzanas que les brindara.
—¿Nuestros hijos? Exclamó Patty turbada y a la vez emocionada por la idea, imaginándose a su marido correteando con un chiquillo mientras ella alimentaba a la bebé que observaba como su papá y hermano se divertían de lo lindo afuera.
No pudiendo aguatar más la emoción, alzó su brazos para abrazar a su marido por el cuello, lo que dio a él acceso al cálido cuerpo femenino, Stear dibujó su cintura, su cadera y le dio vuelta para asirse a su derreire presionándola contra su creciente erección, la joven saboreó la miel de boca de su amado mientas acariciaba sus brazos y bajaba a su trasero para también deleitarse con el dándole unas ligeras nalgadas lo cual hizo subir la temperatura, poco a poco y no aguantando más, comenzó un camino de húmedos besos que iniciaron en la boca de Stear y fueron bajando por su bien afeitada mandíbula, su cuello, un leve mordisco a su manzana de Adán siguiendo por el pecho dejando un rastro de ardiente humedad hasta el bajo vientre en donde también mordisqueó las caderas, jugueteó con la oscura vellosidad para después tomar delicadamente en sus manos la virilidad palpitante y acariciarla suavemente desde la punta hasta la base y posteriormente introducirla a su boca, mientras veía los ojos de su esposo a través de las gafas, Stear lleno de amor, tomó los anteojos de carey de la linda Patty y los puso sobre la encimera, quería ver sus ojos tal cual eran brillar de pasión mientras ella le daba placer al sacarlo de su boca y saborearlo como si fuera un delicioso helado, lamiéndolo desde el nacimiento hasta la cumbre donde bebió la goteante lubricación que expelía, en tanto su manos acunaban las joyas de la corona y los jalaban suavemente, los sonidos guturales que ella oía eran la prueba fehaciente de que él estaba disfrutando tanto como ella y que pronto el tocaría el cielo con las manos, no le importó recibirlo en su boca y saborearlo como si fuera el más exquisito líquido que hubiera probado. Stear no podía sostenerse en pie después del gran orgasmo que Patty Le provocara así que se acuclilló junto a ella y recargando su espalda en las paredes del mesón de la cocina la acomodó entre su brazos y la apretó fuertemente mientras besaba su nuca y le repetía un vez más cuanto la amaba y le auguraba lo felices que serían en su hogar.
—Quiero muchos niños Stear, que jugarán todos juntos y nunca estarán solos como yo lo estuve toda mi vida.
—Los que quieras Patty, los que quieras.
Y ella se recargó en el pecho de su amado, imaginando su vida futura llena de bulla y risa infantiles, empezaba a sentir como la respiración a su espalda se hacía un poco pesada y tratando de evitar que el muchacho se durmiera en plena cocina, le dio unas palmaditas en la pierna que lo pusieron en alerta y diciendo —¿Ya no me va a enseñar el resto de la casa señor Cornwell? — Se puso de pie dando una magnífica vista de sus apetecibles nalgas y se alejó rumbo al comedor.
Stear emocionado se incorporó y fue tras ella, la encontró en el comedor admirando el lugar donde estaría la mesa, después de unos segundos admirando la desnudez de su amada y previendo que no le agradara el que aún estuviera ausente la mesa en el comedor dijo tímidamente:
—No me animé a comprar un comedor yo solo, al principio quería sorprenderte, pero Archie me convenció de que eras tú quien debía elegirlo.
—Pero Stear…Estando junto a ti no me importaría comer en el mismo suelo, aunque a decir verdad creo que es mejor elegirlo entre los dos, dijo abrazándose a si misma.
—¿Tienes frío querida?
—Stear ¡¡Estamos desnudos desde hace un buen rato¡¡ deberíamos vestirnos.
—Pero por que Patty? Me gusta verte así eres tan sensual y provocativa en tu traje de Eva.
—¡¡¡Stear!!! Déjate de tonterías vamos arriba, que necesitamos un buen baño.
Demoraron una eternidad para subir las escaleras entre besos caricias mordiscos, nalgadas y más besos, estando en la planta de arriba recorrieron el pasillo hasta el cuarto de baño donde se dieron cuenta que estaba totalmente listo para usarse, la instalación era moderna, apenas se empezaba a generalizar el uso de las duchas en las casas americanas y ellos eran los orgullosos poseedores de un cuarto de baño al ultimo grito de la tecnología de ese tiempo.
Abrieron la llave para llenar la gran bañera que se alzaba ante ellos, era hermosa de porcelana blanca con delicados girasoles en su perímetro y en vez de las clásicas patas de garra había unas hojas de girasol labradas en bronce que daban soporte a la bañera.
—¿Te gusta? ¡Yo mismo la diseñé! ¿Sabías que en días nublados los girasoles se miran unos a otros para recibir la luz que ellos mismos irradian? Pues así eres tú para mí, no me importa que el mundo a mi alrededor se oscurezca, con que tú creas y confíes en mí, iluminas mi vida y me marcas el camino a seguir.
Patty lo miro completamente enamorada y con los ojos húmedos ante tal manifestación de amor; impulsado por el gesto de su amada, Stear continuó:
—Y no solo eso, yo mismo he inventado un mecanismo para tener agua al alcance de la mano sin tener que ponerte de pie en la bañera; mira si oprimes este botón se despliega la manguera oculta que hace posible tener la ducha a la altura de uno mismo mientras se está sentado en la bañera… ¡Genial no crees?
—Stear ¡Eres un genio! — decía la castaña mientras daba palmaditas y miraba al objeto de su amor con profunda admiración y fe ciega en sus inventos y ocurrencias.
Al tener la bañera en un nivel adecuado de agua, Stear se adentró sentándose en la orilla y atrayendo hacia sí a Patty, para acomodarla entre sus piernas y después, con la regadera de extensión mojar sus cabellos y espalda, tomando un jabón de lilas frotó delicadamente su piel mientras prodigaba caricias en el cuerpo femenino, Patty se dejó hacer pensando en lo mucho que admiraba y quería a ese loco inventor que había robado su corazón desde el colegio. Un tierno apretón en su pecho izquierdo la trajo de nuevo a la realidad, su amantísimo esposo la hacia objeto del deseo y la sensualidad que habían descubierto las cálidas noches de Acapulco durante su luna de miel, suspiros profundos escaparon de su pecho mientras se acomodaba mejor en el torso masculino y abría las piernas lo mas que pudo invitando a su pareja a recrearse con su intimidad incitante, sentía en su espalda una dura y poderosa erección que le aguijoneaba a cabalgarlo lentamente pero la candente invasión de la que fue presa en ese momento le hizo perder la noción del tiempo y espacio provocando que se olvidara por un momento del tema, con una mano dentro de ella, otra mano jugueteando con su pezón color canela y los labios besando su cuello, mandíbula y subiendo al oído para decirle lo mucho que la deseaba y lo afortunado que se sentía de que lo hubiera elegido a él. Patty flotaba sintiéndose etérea y amada, pensaba que, si en ese mismo momento muriera, lo haría feliz por haber conocido el amor y la sexualidad junto a un hombre tan inteligente, guapo y compasivo como lo era su marido, en medio de suspiros y jadeos entrecortados, le buscó la boca intentando decirle cuanto lo amaba, pero justo un grito de placer salió de sus labios interrumpiendo el apasionado beso con que coronaba los labios masculinos.
Aun victimas de la pasión y el candente momento recién compartido, salieron de la tina poniéndose sendas batas de algodón y dejando huellas húmedas por donde pisaban, se dirigieron a la alcoba principal para terminar lo que hacía horas habían comenzado al entrar por primera vez a su castillo azul.
La recamara principal era enorme, las ventanas francesas daban a un hermoso y bien cuidado jardín, las paredes estaban adornadas por un bello papel tapiz color rosa tenue, los muebles de cedro le daban el perfecto contraste que culminaba con una enorme cama con dosel y mullidos edredones color palo de rosa, recordando el pudor de su amada, Stear se apresuró a correr las cortinas pero la cantarina risa de Patty lo detuvo a mitad del camino.
—Pero mi amor, hemos estado sin ropa por toda la casa y de pronto ¿quieres ocultar nuestra desnudez corriendo las cortinas? Déjalas abiertas, te amo tanto que quiero que la naturaleza que nos rodea sea testigo de lo mucho que te deseo y del placer que nos brindaremos en esta habitación a partir de hoy, quero que el mundo se entere que amo a Alistear Cornwell Ardley y que es el mejor amante de todo el mundo, que me llevas a las estrellas con esa precisión que tienes para disparar mi placer…
No pudo continuar su exaltada declaración de amor por que asombrado por la osadía de la generalmente tímida Patty, Stear se apresuró a besarla y encaminarla a la cama mientras ambos desataban los nudos que mantenían las batas en su lugar, no había prisas, tenían toda la vida para amarse, pero la urgencia de ser uno solo los impulsaba a besarse y acariciarse apasionadamente, el muchacho acomodó a su esposa al borde de la cama mientras él se hincaba en la afelpada alfombra y abría las extremidades femeninas para recrearse con un centro tibio y húmedo que incitaba a invadirlo y poseerlo hasta el fondo, no pudiendo aguantar más el deseo, acercó su lengua a la cálida abertura y la recorrió de arriba abajo saboreando su olor y deleitándose con sus mieles, la llenó de besos y posteriormente la hizo suya con la lengua lo más adentro que pudo hasta encontrar el rosado clítoris ya hinchado por la excitación y lo sujeto delicadamente con los dientes mientras succionaba y con las manos bajo las nalgas de su esposa, la presionaba más contra su boca profundizando el alcance, delicadas lagrimas rodearon las mejillas de la dulce Patty, no era la primera vez que su marido le daba sexo oral, pero si la primera vez en su lecho conyugal y ella sabía que como esa serían muchas las veces que consumaran su amor en ese mismo lugar; posando sus pies en los hombros de su esposo sus caderas empezaron un movimiento cadencioso y después frenético, estaba por alcanzar un gran orgasmo cuando de súbito sintió la ausencia de su amante e instintivamente se acomodó al centro de la cama para recibirlo y fundirse en un solo cuerpo y una sola alma, el duro miembro entro fácilmente gracias a toda la humedad que ambos producían, ambos cuerpos estaban en la posición perfecta recibían y daban placer sin medida y compenetrados de tal manera que no tardaron mucho en alcanzar ambos con un grito la cúspide del amor, mientras sus manos estaban entrelazadas y ambos se perdían en los ojos del otro, Stear se desplomó sin fuerzas en el pecho de su querida esposa que le acariciaba con ternura la nuca mientras le decía con cariño:
—Mi vida este es el comienzo de nuestra maravillosa historia, no me preguntes como, pero estoy segura de que justo en esta habitación y justo en este momento se obra un milagro en mi interior.
Stear no pudo decir nada, solo mirar con amor infinito a su mujer a través de gruesas lagrimas que salían de sus oscuros ojos, él también había sentido una conexión más allá de la carne y el espíritu así que no le parecieron disparatadas las palabras de su mujer, y ambos tenían razón, nueve meses después llegaba al mundo un pedacito de carne formado del amor entre ambos y que recibiría por nombre Milagro Azul.
FIN
entregados y apasionados !! Puro suspiros con esta candente historia!!! 
