MIS ZAPATOS DE LA SUERTE
Abro la caja con cuidado y al retirar el papel de china en el que vienen envueltos, salen a la luz mis hermosos zapatos Manolo Blahnik de satén borgoña con aplicaciones de pedrería a los costados simulando unas delicadas hojas, estos son mis zapatos favoritos y no, no es por la marca (que dicho sea de paso habla por sí sola), el valor de estas zapatillas es más bien sentimental, fueron regalo de mi madre al graduarme de la carrera de medicina, parece como si hubiera sido ayer que a punto de salir de casa rumbo a la graduación, ella me detuvo y sacó de la alacena una caja envuelta, al verlos por primera vez no me desmaye porque Dios es grande, pero de verdad no podía creer lo que mis ojos veían ¡Unos Manolo!, inmediatamente le lancé a mamá una mirada escrutadora y ella entendiendo perfectamente que yo le reprochaba el gastar una pequeña fortuna (mas bien grande, considerando nuestra situación económica) me explicó con su hermosa voz, que siempre conseguía darle sosiego a mi alma, que si bien eran Manolo originales los había encontrado por casualidad en una de las tiendas de segunda mano que solíamos frecuentar, al estar ella revolviendo un montón de cosas recién descargada; todo sucedió tan rápido según me contó esa y muchas veces después, en lo que llamábamos “La leyenda de los Manolo”, fue verlos, tomarlos rápidamente y correr a la caja, al ser mercancía reciente ni siquiera tenían un precio pensado y razonado, le costaron 100 dólares (que significaron comer avena durante dos semanas), los cuales pago sin chistar y ya estando en casa los revisó con calma para darse cuenta que aun tenían las etiquetas originales y lo mejor, ¡Eran mi talla!.
Aquella noche me sentí una princesa que flotaba entre nubes y valió cada esfuerzo de nosotras para estar ahí, no importaron las noches en vela, los dos trabajos de mamá, los engorrosos trámites de la beca universitaria, el ser llamada “Candy la pobre”, por fin era una doctora y aunque mi camino profesional apenas iba empezando, sabía que junto a mamá podría comerme el mundo a puños, y el ser poseedora de unos zapatos tan especiales me hacia sentir poderosa, sé que es una bobería y que peco de vanidad pero realmente esos zapatos me transforman, los usé también en mi toma de protesta, en mi primer día en el hospital (aunque solo fueron utilizados en el camino al hospital y después guardados celosamente en mi locker para poder usar mis Vans durante la jornada), y así en cada día significativo de mi vida, se podía decir que ahora éramos tres, mamá, mis Manolo y yo, contra el mundo, tristemente también me acompañaron en el funeral de mamá, un infarto fulminante, me arrebató a mi ángel en la tierra pero también me dio el empujoncito que necesitaba para elegir mi especialidad y ahora puedo decir con la frente muy en alto que soy la jefa de cardiología en el Hospital Northwestern Memorial de Chicago, atrás quedaron los tiempos de carencias, si bien no vivo holgadamente, el fruto de mi trabajo y la adecuada administración de mis fondos que me enseño mamá me han llevado a vivir en un buen departamento y permitirme el lujo de tener ahorros.
Recojo con mi dedo izquierdo una traviesa lágrima que asomó a mis verdes ojos producto de mis recuerdos, termino de arreglarme, mi rizada cabellera siempre me da problemas ya que no le gusta ser domada pero aun así hago un pulcro moño medio, me maquillo discretamente, y salgo rumbo al hospital, hoy es un día decisivo en mi carrera y en mi vida: Debo presentar mi proyecto de investigación para el concurso de la beca Denton Cooley “Programa Cardiovascular para Mujeres” que sirve para identificar y tratar indicadores tempranos de enfermedades cardíacas en las mujeres. Presento mi proyecto junto con otros competentes médicos de distintas especialidades y después de horas de espera, nos llaman uno a uno para anunciarnos el veredicto: mi proyecto es muy bueno, pero muy costoso y sus resultados no se verían a corto plazo, por lo que es rechazado, es la primera vez que recibo un revés tan fuerte en mi carrera, ese proyecto significaba demasiado para mí, era mi manera de honrar y agradecer a mi madre por todo el apoyo material y moral que me brindó durante su vida: salvando la vida de mujeres que estuvieran en la misma condición de ella, la tristeza me embarga y quisiera llorar pero con una sonrisa forzada agradezco a la junta directiva por su tiempo y atención brindados y me retiro a mi oficina, debo revisar mis postoperatorios.
Llegando a mi oficina, antes de poder cambiarme, debo correr por que la señora Jhonson ha entrado en parada, apenas ayer le hice un bypass coronario, una cirugía de rutina y ahora me encuentro luchando por su vida, después de intentarlo varias veces pierdo la batalla y debo declarar la hora de muerte, me siento aun más miserable, no puede ser que la pierda después de una cirugía que he hecho miles de veces y que podria realizar hasta con los ojos cerrados, al informar a sus familiares lo han tomado muy mal, ellos vinieron de Atlanta específicamente a que yo operara a la señora, después de haber leído un artículo de mi autoría en la revista The Lancet, el señor Jhonson amenaza con demandarme a mi y al hospital por la muerte de su esposa y arma un gran escándalo, la junta directiva me manda llamar, me siento como una chiquilla a punto de ser expulsada del colegio y aunque no me expulsan del hospital, si me dan una semana de “descanso” sin goce de sueldo en lo que regresa la calma y los abogados del hospital se entienden con los de la familia Jhonson.
Definitivamente, hoy marcaré una estrella negra en le calendario, como hace muchos años no lo había hecho, salgo del hospital con mi ánimo hasta el suelo, el cuerpo me pesa, mis hermosos zapatos parecieran ser de plomo por lo difícil que es caminar con ellos, me decepciona aun más que todo esto haya ocurrido precisamente hoy que siguiendo mi tradición decidiera usarlos, sé que es muy tonto creer en supersticiones pero pienso que el brillo y buena estrella de mis zapatos se ha terminado y me duele sobremanera cuando pienso que parece que mamá ha dejado de cuidarme desde donde se encuentre, sentía estos zapatos como una conexión entre nosotras y ahora me siento mas sola que nunca en el mundo. Camino desganadamente viendo al suelo y sin fijarme bien por donde dirijo mis pasos, voy a cruzar una avenida cuando el sonido de un claxón y un chirrido de llantas me sobresalta, estuve a punto de ser atropellada me encuentro en el suelo ya que al querer regresar a la banqueta se me enredan los pies y caigo aparatosamente al suelo raspándome las rodillas como cualquier niñita que aprende a patinar, no puedo imaginar el ridículo que acabo de realizar, y justo cuando iba a levantarme, una sarta de improperios llegan a mis oídos
—¿Pero eres tonta o qué? Esa es la maña de todas las niñas huecas como tú que no dejan el celular ni para respirar, o es que ni sabes usar zapatillas y por eso no te fijas donde cami…
—¡Bueno, pero es usted un bruto!, ¿Quién le enseñó a manejar, un asno? ¿O es que se sentía Mario Andretti corriendo en la F1? ¡Idio…
Las últimas palabras no se completan debido a que nuestras miradas se encuentran y ambos recibimos otro choque, pero esta vez de energías, no recuerdo haber visto unos ojos tan azules como los zafiros ni una cara tan perfecta que parece hecha a mano...
—Señorita, usted perdone, no la vi, me salió de repente, ¿Se encuentra bien?
—No no, al contrario, fue mi culpa por venir distraída. Lo siento mucho
Me tiende su mano para ayudarme a levantar y de nuevo siento esa energía recorrer todo mi cuerpo al contacto de nuestras palmas, sus ojos azules que miran tan profundamente, al levantarme tan raído pierdo el equilibrio, lo que hace que él me sujete fuertemente de la cintura y así pueda yo percibir su rico aroma fresco cítrico y un rubor se apodere de mis mejillas haciéndome sentir como una colegiala, puedo percibir cierta turbación en él, aunque realmente no soy experta en chicos. Con el pretexto de resarcir el daño y el susto ocasionado, me invita a tomar un café, lo cual acepto sin pensar en todos los riesgos como hago siempre que tomo una decisión, esta vez fue espontánea.
Ya en la cafetería se presenta como Terrence Graham, de los laboratorios Graham & Graham un pequeño laboratorio que apenas se abre paso en la industria, es un chico muy agradable que tiene casi las mismas aficiones que yo, hornear pan, leer, y escuchar música, sobre todo canciones antiguas, lo escucho embelesada mientras pienso que quizá mis zapatos en verdad sí son de la suerte.
FIN