… Aquella mañana, la valiente elfa de plateados cabellos despertó en su habitación del cuartel de la guardia; se ciño la brillante espada al cinto, y empuñó su arco y su carcaj cargado de flechas doradas.
Aquellas armas, que le habían sido otorgadas cuando aún era una jovencita ¡cuando aun no llegaba ni al medio centenar de años! Y con el único objetivo de defender a sus soberanos, ahora se blandirían para un fin diferente… Y aunque eso la asustaba, no daría la espalda a lo que sentía dentro de su corazón, era su deber para con su tierra.
Nunca había salido de sus bosques; aquellos bosques sagrados a los cuales tienen vedada la entrada todo ser que no respete la naturaleza, en especial los humanos.
Sí, en especial ellos, porque eran los más dados a destruir todo lo que tocaban; hasta sus finos oídos que escuchan hasta la voz de las nubes cuando pasan anunciando a las aves que habrá lluvia, habían llegado miles de veces a través del viento, los lamentos de los árboles que morían salvajemente arrancados de sus raíces por manos humanas, por pura ambición.
Sin embargo, ella había recibido aquella señal, y no podía permanecer más impávida ante ello.
Su gente le suplicó con lágrimas en los ojos no irse, pues, salir de los bosques sagrados significaba la vulnerabilidad de su inmortalidad hasta ahora resguardada.
Los consejeros le dijeron que lo mejor que podía hacer era permanecer alejada de conflictos que no le competían; que aquello eran cosas de los hombres y los de su raza nada tenían que ver con ellos. Además, salir del refugio mágico de sus bosques, la volvía propensa a ser tan débil como los hombres.
Sus reyes le ordenaron permanecer en su puesto de la guardia real bajo amenaza de no permitírsele más la entrada al bosque, como castigo a su desobediencia y ser dada por proscrita, bajo el cargo de traición al voto de fidelidad que una vez había juramentado.
La única que le mostró la verdad fue la Bruja Blanca, ella por medio de su espejo de agua donde ve todo lo que sucede y lo que sucederá, le dio su bendición para partir; porque, aunque los demás no lo entendieran, su presencia era necesaria y decisiva.
El mundo como lo conocían perecería si quienes tenían el espíritu de ir a la batalla y enfrentar lo que sucedía, no hacían nada.
No eran muchos, apenas un puñado que lo único que tenían para defenderse era voluntad y valor, pero todos habían sido elegidos por aquella señal, aquella silueta que en medio de la luz de un amanecer le pidió marchar a las tierras de los hombres a ponerse al servicio de quien necesitaba apoyo en la contienda contra aquel mal que asolaba su mundo.
Aquella silueta… que se le había aparecido entre la luz del sol.
El Caballero del Amanecer, así lo llamaba ella desde entonces, porque él luego de darle el mensaje, se desvaneció entre los haces de luz ante sus propios ojos, sin dejarle ni siquiera su nombre.
Pero la bondad de aquel rostro y la luz de aquellos ojos oscuros ocultos tras aquel extraño artilugio de cristal se le quedaron en la mente y el corazón sin que se pudiera deshacer de su recuerdo.
No sabía si le volvería a ver, pero había recibido el llamado, y ella había hecho una promesa que no podía ni deseaba incumplir; por eso aquella mañana, que la encontró despierta pues el sueño jamás llegó, se ató sus armas al cinto, dejó a su segundo al mando a cargo de las órdenes del día, y partió.
Sin decir adiós, sin que nadie la viera; sabiendo que quizá no volvería a verles; partió a la batalla a la que había sido convocada.
Con el valor plantado en su corazón puro, y la esperanza de volverle a ver a él, a su Caballero del Amanecer, aunque fuera una vez antes de morir, si así el destino lo tenía previsto.
Los convocados fueron reunidos, se reconocieron de inmediato como compañeros de travesía jurándose amistad y lealtad hasta las últimas consecuencias, y se encaminaron.
La batalla fue cruenta y desesperante. El enemigo era poderoso pero al final la amistad venció todo obstáculo, siempre al mando de aquel caballero misterioso que aparecía al amanecer y desaparecía con el atardecer.
Siempre sin decirle su nombre, y ella cada vez más prendada.
Al final, cuando ya cada uno marchaba a su hogar, una vez el deber cumplido, ella se acercó a él suplicante.
-¡Por favor, os lo suplico misterioso caballero! – rogó ella tomando la mano de él – No tengo ya sitio al cual volver pues marché sin obedecer a las órdenes de mi rey de permanecer en mi puesto. Soy una proscrita ahora y no tengo derecho al que una vez fue mi hogar; así que os suplico, decidme vuestro nombre y hacia dónde puedo seguiros para serviros por siempre.
El caballero, cubierto con su manto, retiró la capucha de sobre sus cabellos y le sonrió amablemente; con esa sonrisa tan dulce y esa mirada tan auténtica, que brillaba como el sol mismo a pesar de el artilugio de cristal que la cubría.
Tomó la mano de la mujer elfa y acarició con suavidad su dulce rostro.
-Volved – le dijo – vuestra gente sabe ya de vuestras hazañas, os esperan agradecidos y con los brazos abiertos. No temáis pues no sois una proscrita, sino una heroína. Vuestro hogar os espera.
-Pero… - gimió ella negando con la cabeza - ¡Eso ya no me importa! ¡Os amo! Os amo, mi alma es vuestra desde la primera vez que os viera. Soy vuestra... Si no me queréis, dejad al menos que os sirva. No pido nada de vos, solo que me dejéis permanecer a vuestro lado hasta el fin de mis días, sirviéndoos por siempre.
- Mi valiente dama – respondió el caballero mientras la luz del sol que nacía, se alzaba brillante a su espalda – debéis saber que mi alma es tan vuestra como mi corazón, pues también me prendé de vuestro semblante nada más veros. Pero este no es nuestro tiempo, ni el lugar propicio para nosotros, pues yo ya no pertenezco a este lugar. Os habéis enamorado de alguien que mora más allá de dónde cualquier ser vivo puede caminar. Pero os juro que un día vos y yo hemos de ser uno solo. Os lo juro, algún día, mi corazón y el vuestro habrán de reunirse para no separarse más.
El caballero besó suavemente los labios de la elfa guerrera y acarició su mejilla por última vez.
Le sonrió una vez más antes de que la luz del sol que ya lo llenaba todo a su alrededor, lo envolviera, desvaneciéndolo en haces de luz frente a sus propios ojos.
“Algún día” escuchó de pronto entre la brisa que acarició sus cabellos plateados “No lo olvidéis, algún día nuestros corazones se encontrarán para no volver a separarse, algún día vos y yo seremos un solo ser. Os lo prometo.”
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La luz del sol le dio de lleno en la cara haciéndola arrugar el gesto.
Se removió entre las sábanas blancas que frescamente cubrían su piel desnuda y aún con los ojos cerrados, por el sol que brillaba en su rostro, tanteó la extensión del lecho buscando, más por instinto que nada, al objeto de su cariño.
-Señora Cornwell – dijo una dulce voz a su lado – ¡no me imaginé que fuera usted tan dormilona!
La joven recién casada abrió los ojos al sentir una sombra que se cernía sobre ella; al abrirlos, percibió una silueta que se recortaba a contraluz, de los rayos de sol que se colaban por el enorme ventanal de la habitación.
-¡Mi caballero del amanecer!- balbuceó aún adormilada.
-¿Qué murmuras mi amor? – preguntó Stear estirándose hacia la mesita de noche para tomar sus gafas y ponérselas – ¡Será mejor que nos apresuremos Mimi o perderemos el avión!
-¿Avión? – balbuceó la joven incorporándose levemente. Alcanzó a ver la ancha espalda de su ahora esposo dirigirse hacia la salita del penthouse en el que habían pasado su noche de bodas.
Miró a su alrededor; no había bosque, se tomó una hebra de cabello; no era plateado. Se palpó las orejas, no eran puntiagudas.
Había vuelto a tener ese sueño. Hace bastante tiempo que no lo tenía, cuando era niña se le repetía casi todas las noches pero desde que era adulta, ya no.
¿Y por qué había vuelto a tenerlo ahora? ¿Por qué justo en su noche de bodas?
Aun conservaba aquella sensación con la que quedaba cada vez que tenía aquel sueño; aquella sensación de que no estaba en el sitio donde le correspondería estar; de que esta no era la realidad sino que lo real era aquello, lo de su sueño.
Sí, ahora le volvía la conciencia. Acababa de casarse, con aquel hombre maravilloso que había conocido hace algunos años y del que quedó enamorada nada más verlo, igual que él con ella.
¡Fue amor a primera vista!
Aunque ninguno de los dos lo quiso reconocer al principio, y es que ¿quién hoy en día va a creer en esas cosas? Pero ellos parecían haber sido hechos el uno para el otro.
Se incorporó mejor en su lecho, alcanzó a vislumbrar su largo vestido blanco tirado como al descuido en el sillón de mimbre que decoraba la habitación.
Recogiendo la sábana hacia su pecho, con un poco del pudor que le quedaba de haber sido aun soltera hasta hace solamente unas cuantas horas; sus manos recorrieron su cabellera y luego se pasearon por su rostro aún adormilado ¡Debía ser un desastre!
Seguro que ahora mismo parecía puercoespín, que tenía maquillaje corrido por todos lados y que tenía los ojos hinchados… ¡No, mejor se levantaba al cuarto de baño a acomodarse! No debía permitir que su marido la viera tan mal en su primer día de casados.
Pero no pudo hacerlo, en ese mismo momento lo vio volver a entrar a la habitación trayendo una charola entre sus manos.
Estaba descalzo y despeinado, quizá tanto como lo estaba ella.
Una sonrisa pícara se detuvo en su rosada boca al retirar la vista con cierto recelo, al notar lo bonito que le lucía el ceñido bóxer blanco, única prenda que cubría a su marido, aparte de las inseparables gafas. Pero él venía a ella con una sonrisa que no le cabía en el rostro.
-Pedí desayuno – dijo sentándose junto a ella y colocando la bandeja sobre su regazo – Así que come pronto porque si no nos deja el avión.
Ella lo quedó mirando como embelesada. Sus manos recorrieron suavemente su rostro como si no creyera lo que veía, sonrió nerviosamente cuando sus dedos se toparon con el obstáculo del marco de sus gafas.
Es que le parecía mentira... tantos años teniendo el mismo sueño ¡Casi toda su vida! Y era apenas ahora cuando venía a percatarse...
-Eres tú… - murmuró ella mirándolo como algo imposible – sí, eres tú, siempre has sido tú ¡Siempre has sido tú! ¿Cómo es que no pude verlo antes?
-¿De qué estás hablando? – preguntó él entre risas – Come, que si te demoras más ¡Me voy a la luna de miel solo eh!
-No me digas eso ni de broma – dijo ella - ¿Verdad que no harías algo como eso? ¿Verdad que nunca me vas a dejar sola?
Stear le sonrió dulcemente y le acarició con suavidad el rostro.
La besó en los labios dulcemente y la tomó entre sus brazos.
-¡Nunca! – respondió él suavemente – Ahora tú y yo somos uno, Mimi. Nuestros corazones se encontraron y se han unido para siempre. Nunca voy a dejarte sola ¡Te lo prometo!
-¡Sí eres tú! – exclamó ella emocionada al escuchar las mismas palabras de su eterno sueño dichas por él, y le rodeó el cuello con los brazos – Sí eres tú mi caballero del amanecer ¡Eres tú!
-¿Caballero del amanecer? Pero ¿De qué hablas nena, qué caballero es ese?
-¡Tú! – respondió ella besándolo con ternura – Mi caballero del amanecer. Mi único y eterno amor, el único al que he amado no solo en esta vida sino quién sabe en cuántas más. El único al que podría haber amado. Mi caballero del amanecer, eres sólo tú.
Stear no entendía lo que ella decía, pero de pronto se le ocurrió que, lo que fuera de lo que Mimi le hablaba, solamente veía a confirmar lo que él hace tiempo ya sabía: que eran el uno para el otro y que habían sido hechos solamente para esperarse el uno al otro hasta encontrarse para no separarse jamás.
Stear le sonrió a su esposa y la abrazó fuertemente a su pecho besándola dulce y apasionadamente.
A lo mejor no era tan malo que se perdiera el vuelo, la reserva, el hotel, y todo lo que se tenía planeado.
Si de todas maneras su luna de miel no podía ser más dulce de lo que ya era, y lo único que necesitaba en todo el universo para ser feliz, lo tenía ahora mismo entre sus brazos.
Para Mimi, con cariño
Hace algunos años, Mimi, quien les escribe y otras compañeras, asistimos a un evento parecido a este pero a la vez muy distinto. En el, entre todas nos inventamos una aventura maravillosa, llena de magia y fantasía que, lamentablemente, no pudimos llevar a término.
En ella, yo era una hechicera de muy malas pulgas que trataba muy mal a mi aprendiz, y Mimi, era una hermosa elfa guerrera que se nos unía en la aventura.
Uno de los tantos personajes que poblaron aquella fantasía fue “El caballero del amanecer” quien era representado por Stear.
Este no es más que un pequeño recuerdo de aquella hermosa aventura en la que nos embarcamos una vez. Nunca pudimos darle final, y para nosotras siempre fue como una cosa inconclusa. Talvez con esto quede cerrado el círculo.
Querida Mimi ¡¡Muy Feliz Cumpleaños!! Y que cumplas muchísimos más.
Espero que esta pequeña historia sea de tu agrado y que sepas disculpar lo poco y lo pobre.
Para mí tú eres de hecho una elfa fantástica y definitivamente toda una guerrera, una mujer como pocas y un ser humano de gran valía.
Como si todo eso fuera poco ¡Eres mi amiga y mucho más! Lo cual te hace para mí ciertamente invaluable.
Eres un ser fantástico que vino a mi vida a tocarla con su magia; definitivamente eres de otro mundo “mi Hermana Astral” y estoy muy feliz de haber podido coincidir contigo en este.
¡Que tengas un muy feliz cumpleaños! Y Que los años que lleguen, te mantengan conmigo para siempre.