Esta es una colaboración entre mi adorada hermana gemela y yo, ella me ha hecho el honor de engalanar con la maravillosa inspiración de su arte un montaje de el trañable chico de las rosas.
Esperamos que lo disfruten
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Las campanas tocaron a rebato aquel medio día anunciando una vez más ese momento mágico en que dos corazones se unen para ser uno ante Dios y los hombres. El ángel de la guarda que observaba de lejos sonrió dulcemente, extendió sus grandes alas blancas y alzó vuelo en el espacio celeste. El Gran Salón Blanco que reposaba entre las blancas nubes del cielo, abrió su gran reja dorada para que aquel hermoso ángel pudiera entrar. Llegó hasta el centro del gran salón, donde un anciano de larga barba y rostro amable, escribía muy concentrado. Él era su Señor y escribía en el Gran Libro del Destino que rige las vidas de los hombres. El ángel pudo percibir que en aquel preciso momento, El Señor sonreía, y él sonrió también adivinando quizá lo que escribía. - ¡Oh! Ya has vuelto pequeño ángel – Dijo el amable Anciano de barba levantando la mirada - Sí Señor, estoy de vuelta.- respondió el ángel. - Pensé que tardaríamos aún un tiempo en volver a verte por aquí – dijo El Señor mientras se levantaba y, poniéndole una mano en la espalda a su hermoso ángel, le guiaba hacia el jardín – Dime ¿Qué es lo que te ha devuelto tan pronto a mí? - Señor, he vuelto porque, deseo pedirte un favor. – respondió el ángel mientras acariciaba una rosa blanca ¡Las preferidas de su Señor! - ¿A mí? ¡Puedes pedirme lo que tú quieras! ¿Qué será? - Bien Señor, el caso es que… ¡Deseo volver a nacer! – exclamó el ángel dejando al Señor un poco asombrado. - ¿Estás seguro? – preguntó el amable Anciano que paseaba por el rosedal con el ángel- Cuando apenas volviste a mi te lo ofrecí en seguida y declinaste. Dijiste que preferías que te permitiera ser el guarda de alguien muy especial para ti. - Sí, de la chica que siempre ha tenido mi corazón.- respondió él. - ¿Y ahora, qué ha cambiado? – Preguntó el Anciano mientras reanudaban su caminar - ¿Ya no quieres cuidar de ella? ¿Qué es lo que te ha hecho cambiar de idea? - No, no es que no quiera – respondió el ángel – es que ahora ella ya tiene su propio ángel de la guarda particular. El ángel abrió una brecha entre las nubes y El Señor atisbó. Vio a la hermosa joven rubia de gracioso rostro pecoso, vestida de blanco íntegro, salir de una iglesia tomada de la mano de un alto hombre rubio de ojos azules como el cielo. El Señor adivinó en la franca sonrisa de aquel hombre que esa era una de las almas más nobles que había creado de su corazón. Él también era un ángel definitivamente, un ángel travieso y vagabundo que se le había escapado. - ¡Ah! – exclamó El Señor con una sonrisa - ¡Una de mis más bellas obras! Ahora entiendo, pequeño angelito; ahora comprendo todo. Ella ahora está en buenas manos y tú has cumplido tu misión. - Sí – respondió el ángel – Ella está en buenas manos ¡En la mejores del mundo! Y yo puedo seguir mi camino Señor; ahora si me consideras aún digno, quisiera aceptar tu propuesta de aquella vez. - Digno siempre has sido, mi pequeño y hermoso ángel – respondió El Señor acariciando su dorada cabeza – Y ya que estás listo, créeme, tengo el lugar perfecto a donde voy a enviarte. El pequeño ángel cerró los ojos mientras una dulce y cálida luz lo envolvía, una luz que provení a de la gran y paternal mano de su Señor, y mientras sentía aquel calor recorriendo su ser angelical, sentía paz, amor, ternura, se sentía feliz, y podía sentir mucha felicidad a su alrededor. Sintió un ligero vértigo, como si se estuviera deslizando por un largo túnel; oyó voces que no reconocía y otras en cambio demasiado familiares. Sintió los latidos de un corazón y de alguna manera cada latido sonaba para él como las más dulces palabras de amor. De pronto él sintió a su alrededor conmoción, emoción, excitación y mucho ¡mucho amor! Se escuchó a sí mismo de pronto gritando ¡gritando con todas sus fuerzas! Pero no pudo entenderse. Unos brazos lo envolvieron y de pronto se quedó dormido, sabiendo perfectamente que, al despertar, no recordaría nada; excepto quizás el amor. **************************************************** Su niño había nacido la noche anterior, no había sido un parto complicado pero si muy agotador y ella simplemente había caído rendida. Apenas hubo despertado, su esposo fue lo primero que vio a su lado y preguntó por su hijo. Le dijeron que se lo traerían en seguida, pero aunque habían pasado sólo quince minutos desde que su colega se había ido; para ella ya se estaba tardando. ¡Estaba tan nerviosa! De pronto la enfermera ingresó a la habitación sonriente y puso al hermoso recién nacido en los brazos de su madre. Candy lo recibió temblorosa y aguantando la respiración, descubrió apenas la mantita para ver el rostro de su bebé. Cuando vio su pequeño y dulce rostro, se formaron lágrimas en sus ojos y cuando volteó a ver a su marido, se dio cuenta de que él ya estaba llorando de felicidad. - ¿Verdad que es precioso? – preguntó ella en un sollozo ahogado. - ¡Precioso! – respondió Albert aspirando por la naríz - ¡Es perfecto! ¡Simplemente perfecto! - ¿Y ya saben cómo lo van a llamar? – interrumpió la enfermera enternecida ante el cuadro. - Candy levantó su mirada verde llena de luz y miró los ojos azules de su esposo tomando su mano. - Sí – dijo ella con una sonrisa – Su nombre será Anthony… |