Una pequeña historia como homenaje a una gran amiga y Albertfan de corazón. Ella sigue presente en mis recuerdos y ahora sus Tulipanes negros sirvieron de inspiración.
Espero te guste, mi querida CFRío, donde quiera que estés.
Espero te guste, mi querida CFRío, donde quiera que estés.
CARAMELO Y CHOCOLATE.
… Entonces sucedió lo inconcebible… No podía creerlo
Ahí en medio de la nada y de todo, Albert la esperaba como bienvenida y dándole un empujoncito, la llevó unos pasos más adelante. Ella no podía creerlo, era un lugar muy parecido a la cocina que recordaba y luego él, en un rápido movimiento retiró el mantel que cubría una preciosa cesta.
Abrió los ojos sorprendía, al reconocer los ingredientes de su obra maestra.
— Intenté prepararlo siguiendo tu receta — él le dijo — pero nunca me queda tan rico como el tuyo.
— Ese es mi mejor secreto — le sonrió — ¿A poco crees que lo dejaría todo escrito en la receta?
— Entonces… ¿Me harías el favor de prepararlo?— preguntó acercándose un poco más y susurrando seductoramente, le dijo — ¡Me encantaría saborearlo!
CFRío quedó de una pieza pero pasada la sorpresa decidió complacerlo. Pues quien en su sano juicio se negaría a hacerlo. Bastaba mirar esos ojos azules y esa sonrisa para querer decir si a todo lo que él propusiera.
Preparó el helado de zapote y trabajó el chocolate sobre la plancha de mármol frío para luego, entre risas, inflar los pequeños globos que servirían como base para moldear las canastillas y pétalos de chocolate y ya frías, decorarlas con hilos de caramelo formando una intrincada red que realzaba con maestría el contraste entre el dorado y el oscuro cacao. Todo en perfecta armonía.
Ella sonreía.
Él estaba fascinado.
Colocó la canastilla en un plato, la rellenó con tres perfectas bolas de helado de zapote y adornó con hojitas de menta, luego le ofreció su postre.
Miró como introducía, ansioso, la cucharilla al helado para luego terminar en sus labios, no sin antes haber golpeado la canastilla y llevar un trozo a su boca.
— Deben comerse juntos — Le sugirió.
Era maravilloso observarlo deleitarse con la cremosidad del helado, caramelo y chocolate. Devoró porción tras porción, sin darse tregua. Había escuchado maravillas del “Tulipán negro” pero hasta que lo probó supo lo que era la exquisitez derritiéndose en su paladar. Cuando terminó, él abrió los ojos, solo para encontrarse con la mirada oscura de ella, su amiga, su quimera. La que siempre le complacía aunque de vez en vez le hacía sufrir. Se acercó para darle un fuerte abrazo. La sentía temblar y llorar sobre su pecho.
— ¡Tengo miedo! — Ella susurró.
— Todo estará bien... siempre has sido valiente. Además yo estaré a tu lado.
CFRío entendió que el preparar el tulipán negro, solo había sido el pretexto para relajarla y le agradeció el gesto con una gran sonrisa. Él tenía razón, no debía tener miedo. Siempre había sido su príncipe, su amigo y un caballero. Albert, le cerró los ojos y tomándola de la mano, la acompañó a ese lugar tan especial… un lugar más allá de los sueños.
Ahí en medio de la nada y de todo, Albert la esperaba como bienvenida y dándole un empujoncito, la llevó unos pasos más adelante. Ella no podía creerlo, era un lugar muy parecido a la cocina que recordaba y luego él, en un rápido movimiento retiró el mantel que cubría una preciosa cesta.
Abrió los ojos sorprendía, al reconocer los ingredientes de su obra maestra.
— Intenté prepararlo siguiendo tu receta — él le dijo — pero nunca me queda tan rico como el tuyo.
— Ese es mi mejor secreto — le sonrió — ¿A poco crees que lo dejaría todo escrito en la receta?
— Entonces… ¿Me harías el favor de prepararlo?— preguntó acercándose un poco más y susurrando seductoramente, le dijo — ¡Me encantaría saborearlo!
CFRío quedó de una pieza pero pasada la sorpresa decidió complacerlo. Pues quien en su sano juicio se negaría a hacerlo. Bastaba mirar esos ojos azules y esa sonrisa para querer decir si a todo lo que él propusiera.
Preparó el helado de zapote y trabajó el chocolate sobre la plancha de mármol frío para luego, entre risas, inflar los pequeños globos que servirían como base para moldear las canastillas y pétalos de chocolate y ya frías, decorarlas con hilos de caramelo formando una intrincada red que realzaba con maestría el contraste entre el dorado y el oscuro cacao. Todo en perfecta armonía.
Ella sonreía.
Él estaba fascinado.
Colocó la canastilla en un plato, la rellenó con tres perfectas bolas de helado de zapote y adornó con hojitas de menta, luego le ofreció su postre.
Miró como introducía, ansioso, la cucharilla al helado para luego terminar en sus labios, no sin antes haber golpeado la canastilla y llevar un trozo a su boca.
— Deben comerse juntos — Le sugirió.
Era maravilloso observarlo deleitarse con la cremosidad del helado, caramelo y chocolate. Devoró porción tras porción, sin darse tregua. Había escuchado maravillas del “Tulipán negro” pero hasta que lo probó supo lo que era la exquisitez derritiéndose en su paladar. Cuando terminó, él abrió los ojos, solo para encontrarse con la mirada oscura de ella, su amiga, su quimera. La que siempre le complacía aunque de vez en vez le hacía sufrir. Se acercó para darle un fuerte abrazo. La sentía temblar y llorar sobre su pecho.
— ¡Tengo miedo! — Ella susurró.
— Todo estará bien... siempre has sido valiente. Además yo estaré a tu lado.
CFRío entendió que el preparar el tulipán negro, solo había sido el pretexto para relajarla y le agradeció el gesto con una gran sonrisa. Él tenía razón, no debía tener miedo. Siempre había sido su príncipe, su amigo y un caballero. Albert, le cerró los ojos y tomándola de la mano, la acompañó a ese lugar tan especial… un lugar más allá de los sueños.
©Tzitziki Janik
Albert Lovers Secret Service
GF 2015.
Albert Lovers Secret Service
GF 2015.
Última edición por Tzitziki Janik el Jue Abr 23, 2015 10:54 pm, editado 2 veces