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** Musas Ardley ** Mujer Divina ** Aporte No. 1 para la Tía Abuela ** Songfic
Primera vez que me lanzo con la tía abuela. Espero y les guste. Ya saben, los personajes pertenecen a Mizuki/Igarashi y la canción es de Agustín Lara, en la voz de Pedro Vargas.
Mujer divina
Mujer, mujer divina
tienes el veneno que fascina en tu mirar.
mujer alabastrina,
tienes vibración de sonatina pasional,
tienes el perfume de un naranjo en flor,
el altivo porte de una majestad.
sabes de los filtros que hay en el amor,
tienes el hechizo de la liviandad,
Emilia Aloy Andley Briand; hija de los señores Andley, hermana de William C. y Janet Andley, segunda esposa del señor Briand, madrastra de Sarah Briand, por matrimonio Leagan; tía de Rosemary y William Albert Andley y Janis por matrimonio Cornwell; tía abuela de Neal y Eliza Leagan, Anthony Brown, Alistair y Archibald Cornwell y Candice White Andley. Y aunque la vida la dejó como tutora de varios de los jóvenes que constituían la cuarta generación (contanda desde sus propios padres), ella nunca fue madre. Es más, su matrimonio no fue “por amor”, como en el caso de sus hermanos menores, sino por la conveniencia de ella.
Emilia Aloy fue la mayor de sus hermanos, con bastantes años de diferencia, y su carácter fuerte y enérgico hubiera sido perfecto para un varón, no para una dama delicada y de alta alcurnia, fue prácticamente la mano derecha de su madre en la crianza de sus hermanos. En su juventud, fue una mujer hermosa, de piel morena y ojos oscuros enmarcados con largas pestañas que sombreaban sus pómulos y un par de cejas que se arqueaban graciosamente sobre los ojos, mostrando seguridad ante los demás. Cuando joven, las cejas no se plegaban tan frecuentemente en un gesto de desaprobación como cuando entró a la madurez; por el contrario, esos ojos oscuros intentaron mostrarse coquetos cuando fue pretendida por el señor Briand.
No fue por acrecentar la fortuna Andley, no fue por un amor arrebatador, ni por parte de la novia ni por parte del novio, quien era viudo y con una hija pequeña a la cual quería darle una madre para que la criara. En realidad, para los padres de Aloy Andley, el motivo principal fue el no dejar desamparada a su hija mayor, puesto que los dos hijos más jóvenes tenían su vida hecha. ¿Quién mejor que ella, Emilia Aloy Andley para responsabilizarse de una niña pequeña? Si alguna vez pretendió enamorarse y enamorar a su esposo, ese sentimiento quedó sometido ante el deber de cuidar y gobernar a una gran familia de abolengo.
La divina magia de un atardecer,
y la maravilla de la inspiración.
tienes en el ritmo de tu ser,
todo el palpitar de una canción.
eres la razón de mi existir, mujer.
La belleza del clan Andley, se mostraba concentrada en el rostro y la figura de beldad de Emilia Aloy. Esta belleza fue quedándose atrás conforme pasaron los años y se acumularon las arrugas en el rostro femenino, así como el entrecejo se fruncía de más en más, mostrando su desaprobación ante lo que lo atentaba contra el honor de la familia. La viudez la vistió de negro durante muchos años y lo único que quedó de la joven Aloy fue el porte majestuoso que desde niña adquirió.
A partir de que se encontró a cargo de los hijos de sus sobrinas, y como albacea del joven patriarca del clan Andley, Emilia Aloy Andley es el rostro del clan ante la alta y encumbrada sociedad de Chicago. Emilia Aloy es todo lo que una dama bien nacida debe ser, y se constituye en el ejemplo que la mayoría de las damas de Chicago copian: correcta, de finos modales que no caen lo pretencioso ni en lo artificial, un andar pausado y siempre acompañada por una doncella, como toda dama bien nacida debe de ser y comportarse.
Sin ser madre, los tres jóvenes con los que convive y a quienes educa, la aman como a tal; pues reconocen el cariño y el esfuerzo que la tía abuela ha imprimado en su crianza y su educación. Les enseñó, sobre todo, a respetar el honor de la familia a la cual pertenecen. Les enseñó, también, a sentirse orgullosos de ser miembros del regio clan, y a comportarse como perfectos caballeros. Y les enseñó, desde muy pequeños, a respetar y acatar la sacratísima voluntad del tío abuelo William Andley, el jefe del clan.
Para madame Emilia Aloy Andley fue una muy dura prueba cumplir la voluntad del enigmático y misterioso personaje, aceptando en la familia a Candice White Andley, la huérfana criada en un orfanato relativamente cercano a la mansión Andley, y que hasta poco tiempo antes, formaba parte del servicio de la casa Leagan y que fue enviada a México, acusada como ladrona. La severa dama fue testigo de ello, así que se sublevó ante la decisión del patriarca de darle a semejante criatura un estatus tan alto en la sociedad, y aunado a ello, le impuso la obligación de educarla.
Aloy Andley no es una sumisa mujer de la alta sociedad, que sirve de adorno a la familia, le ha tocado, casi desde que nació, ser la mujer tras el patriarca, primero con su hermano y ahora con el actual y anónimo jefe de clan, así que, aunque acepta la decisión de Willian Andley, expresa su contraria opinión al guardián para que la transmita al patriarca.
La divina magia de un atardecer,
y la maravilla de la inspiración.
tienes en el ritmo de tu ser,
todo el palpitar de una canción.
eres la razón de mi existir, mujer.
La muerte, los años, el paso de la niñez a la adolescencia y a la adultez, el amor, la rebeldía contra el destino trazado desde antes del nacimiento, se llevaron a varios de los miembros del clan. Un único personaje permaneció como centro, como núcleo y columna firme, como cimiento fuerte y noble en el que el clan se elevó y no se destruyó a pesar de reveses económicos y familiares: Emilia Aloy Andley, la matriarca reconocida durante décadas como el rostro de la familia, quien sobrevivió a muchas de las desgracias que se cebaron en el clan, como si fuerzas sobrenaturales quisieran destruirlas. Pero dichas fuerzas no podían contra la dama Emilia Aloy, siempre serena, impertérrita y mostrando un talante severo y enérgico ante los demás.
Ni siquiera cuando el patriarca William Albert Andley fue presentado como jefe del clan ante la alta sociedad, revelando un secreto muy bien guardado por muchos años, Emilia Aloy se retiró por completo. Los años y la debilidad natural que se iba apoderando de su cuerpo no tocaban su mente. Como siempre, respetó la posición del jefe del clan, pero William Albert Andley supo valorar la experiencia y sagacidad de su tía.
Su tiempo terminó y la muerte vino por Emilia Aloy Andley; quien, con su previsorio carácter, pudo recibirla sin miedo alguno, pues había preparado a quienes durante décadas dependieron de ella. La familia Andley y la crema y nata de Chicago, despidieron a este personaje con toda pompa y circunstancia, tal como ella lo merecía. Y ella se marchó en paz, tranquila porque su clan tan amado por ella, por el cual entregó su vida entera, seguiría en el tiempo y en el espacio por muchos años más. Se marchó a la mansión celestial segura de que la tradición de siglos permanecería presente en el corazón y la mente de los miembros que fueran integrándose a la familia Andley, pues no en vano, ella había luchado con todas sus fuerzas para que así fuera.
La lápida en el cementerio de Chicago, mostraba con sencillez inusitada el paso de la dama por este mundo, con sus fechas de nacimiento y muerte, su nombre, y la sencilla leyenda, compuesta por William Albert: “Emilia Aloy Andley, baluarte del clan”.
*** FIN ***
