Retorno a la inocencia
Terry se llevó la mano a la cabeza cuando sintió la punzada de dolor en su sien al intentar levantarse. Con los ojos entrecerrados por la claridad que llegaba del día le dio un vistazo al lugar donde estaba y del que apenas reconocía.
Se frotó la nuca con cuidado y, hasta donde el dolor de cabeza le permitió, estiró su espalda mientras miraba con desagrado la sucia mesa de madera donde había estado recargado y dormido durante varias horas en aquel repugnante tugurio en el que se encontraba.
Inhaló hondo para oxigenar un poco sus pulmones pero cuando a su nariz llegó el olor fétido de alcohol mezclado con desechos naturales de los hombres que habían estado ahí la noche anterior, frunció la cara con desagrado y se llevó la mano a la boca para no vomitar.
- ¿Dónde estoy?- murmuró, con la expresión nauseabunda instalada en su rostro.
Intento pararse, pero el dolor de cabeza se lo impidió. Además, se dio cuenta que todavía que en su cuerpo había una considerable cantidad de licor cuando perdió el equilibrio y estuvo a punto de caerse de espaldas.
- ¡Cuidado, amigo!- le advirtió una voz masculina, al tiempo que le sujetaba con firmeza -¿Por qué no mejor tomas asiento?
Obedeciendo como un autómata, se volvió a sentar sin siquiera chistar. Cerró los ojos, para apaciguar un poco el vértigo que comenzó a sentir al tiempo que las náuseas se hacían más presentes.
- Toma esto- le hablo nuevamente la voz masculina a su lado, ofreciéndole un vaso. Terry, con desconfianza, se giró a mirar al hombre que tenía a su lado– Es agua con limón y sal. Un suero para que te restablezcas un poco.
Sin decir nada, tomó el vaso que le ofrecía y lo bebió a pequeños sorbos en medio de muecas de desagrado. El desconocido se sentó frente a él y por encima del borde del vaso, Terry lo observó entre tanto bebía el suero.
- Vienes con el grupo de teatro ¿no es así?- le dijo el hombre, mientras lo veía beber.
- Sí, ¿cómo lo sabes? ¿acaso está prohibido que los extraños beban en este lugar? - le respondió.
- En realidad yo tampoco soy de aquí y lo sé porque antes de que despertaras, vino un tipo a buscarte, trató de despertarte pero como estabas profundamente dormido, le dejo al mesonero dicho que te dijera en cuanto despertaras, que más te valía estar por lo menos medianamente sobrio para la función. Si no, en esta ocasión sí te echaría.
Terry frunció el entrecejo y maldijo entre dientes.
- ¿Te puedo preguntar por qué bebes de esa forma? Eres muy joven para eso ¿no crees?- cuestionó el desconocido, mirándolo a través de sus gafas oscuras.
- ¡Y a ti que te importa!- respondió, irascible.
- En realidad no me importa, pero es curioso ver a un tipo como tú en este estado.
- ¿Un tipo como yo?
- Bueno, por lo que se ve, no parece que vengas de mala familia, hay algo en ti que tiene un aire, digamos… “aristocrático”. Si vienes con el grupo ambulante de teatro por lo menos debes saber algo de actuación. Por lo que vi en los carteles, tú eres la principal atracción.
- La principal atracción- masculló –Lo dices como si fuera yo un mono o una de esas criaturas deformes que llevan a los circos- espetó con sorna. Luego, cabizbajo, con un tono melancólico dijo: - Pero en realidad eso soy, ¡un monstruo!, ¡algo amorfo y horrible!, un despojo humano, sin corazón …
- No lo creo, hasta hoy no he conocido a ningún hombre que no haya conocido el amor, la devoción por algo o alguien. En ti hay un sentimiento de tristeza que no te permite ahora expresarlo o verlo por eso bebes, para olvidar algo que te ha pasado y quieres ocultar dentro de ti. Pero ayer por la noche, mientras estabas totalmente embriagado, te vi interpretar una parte de Hamlet y recitabas cada línea con una emoción tal, como no la había visto antes.
Terry rió con ironía.
- ¡Tú qué sabes, forastero! Cualquier borracho se luce ante una audiencia porque pierde la compostura y la decencia, pero si un poco de esa me quedara, no me atrevería ni siquiera a decir una línea de Shakespeare por respeto al dramaturgo y por respeto al recuerdo de…- se quedó con la frase a medias. El desconocido espero unos segundos esperando que la terminara, pero no lo hizo.
- ¡Al contrario!- continuó, al ver que Terry agachaba la cabeza a la vez que se frotaba la cara – Creo que de tu debilidad por el alcohol has sacado un poco de fortaleza, lo ideal sería que lo hicieras sobrio para que miraras el joven valiente que se ve que hay escondido en ti.
- ¿Yo, valiente?- rió a carcajadas – Eres imbécil forastero, yo soy el hombre más débil y cobarde que existe en la tierra.
- En todo caso, no tengas miedo por ser débil. El día que le pierdas miedo a tu debilidad esta se hará una fortaleza. Pero no seas tampoco orgulloso por ser fuerte, te volverías un soberbio y eso te quita la oportunidad de ser ayudado. Todos necesitamos ayuda alguna vez. Y tú, ahora mismo necesitas ayuda por lo que puedo ver.
- ¡Yo no necesito ayuda de nadie!- afirmó a gritos, ofendido.
- A eso es lo que me refiero- refutó el forastero, en tono apacible, acariciando su barba castaña.
Terry lo miró con enojo pero, casi de inmediato, bajo nuevamente la mirada apesadumbrado.
- En algún momento- habló, con voz queda - Fui fuerte y valiente y enfrente a muchas personas por un sueño, por mi sueño- enfatizó, con un poco de emoción -Pero, no todos los sueños se pueden hacer realidad y, cuando tu sueño más preciado no se puede realizar, ya nada queda. Es mejor destruirte a ti mismo. ¡Yo no merezco incluso estar vivo! Debí haber muerto hace un tiempo y alguien me quito la oportunidad de hacerlo. ¡Hubiera preferido eso a vivir en este infierno en el que ahora vivo!
En un gesto de desesperación, llevó sus manos a la cabeza y jaló de sus cabellos con fuerza. Desplomándose, se dejó caer sobre la mesa y recargado sobre sus brazos comenzó a llorar lastimeramente. El forastero lo miraba fijamente y en silencio. Indeciso, estiro su mano y quiso tocarlo para reconfortarlo un poco pero se contuvo. Sintió genuina pena por él, por su llanto desconsolado, y por debajo de las gafas, se secó una lagrima y tomó aire para continuar hablándole.
- No sé qué es lo que te haya pasado, pero veo que por ello sufres mucho. Aun así creo que la solución está dentro ti. Sólo mira dentro de tu corazón, mi amigo. Ese será el regreso a ti mismo. El regreso a la inocencia.
- ¿Inocencia?..- dijo sollozando, con la cabeza todavía entre sus brazos -En mí no hay inocencia… yo maté a la inocencia que había en mí y también maté la inocencia que había en otras personas, de alguna manera soy un asesino.
- Siento que hables así de ti mismo.
- ¿Por qué lo vas a sentir, forastero, si no me conoces?- cuestionó, levantando el rostro para mirarlo.
- Tienes razón, no te conozco pero… casualmente me recuerdas a un amigo mío muy querido, que no me gustaría de ninguna forma verlo en estas circunstancias.
- Pues que bueno que no soy tu amigo, yo no soy más que un sucio borracho en un fétido tugurio de un pueblo desconocido- refutó, mirando a su alrededor -No tengo derecho a nada, ni siquiera a llorar como ridículamente ahora lo estoy haciendo. Mucho menos a reír. La felicidad es algo prohibido para mí, es mi castigo por el daño que he hecho.
- Ese es el castigo que tú mismo te auto impones y solo tú puedes quitártelo o hacerlo más severo. Si deseas, comienza a reír, si debes, comienza a llorar. Tú mismo eres tu libertador o tu carcelero en este caso.
- Yo… yo no era así antes. Hubo un tiempo que creí ser feliz y todo lo arruiné yo mismo. Si tan solo hubiera sido sincero con ella… con las dos- susurró – Ahora estoy huyendo de todo, hasta de mí mismo. He empezado un viaje sin retorno al infierno.
- Todos cometemos errores amigo y el arrepentimiento es un signo de redención, eso es algo a tu favor. Como yo lo veo, sólo sé tú mismo, no te escondas. Sólo cree en el destino que tú mismo puedes forjar. No existe nada predestinado, las cosas suceden porque así las vamos creando, pero aún con todo podemos recomponerlas cuando queramos. Quizá queden cicatrices pero ¿Quién no las tiene? Lo importante es que cuando las veamos o sintamos recordemos el error que cometimos para no volver a incurrir en él.
- No comprendes, forastero ¡yo no puedo regresar! ¿Qué va a decir la gente que defraude? Fue mucha a la que…
- No te preocupes por lo que la gente diga, sólo sigue tu propio camino.
- No, no, yo no…- dijo, con los ojos cerrados, negando enfáticamente con la cabeza.
- ¡Basta!- con un golpe seco en la mesa llamó su atención - ¡No busques más excusas! Por amor de Dios, muchacho, no te rindas y aprovecha tu suerte para regresar a la inocencia.
- ¡¿Cuál suerte?! ¡¿Cuál inocencia?!- gritó.
- ¡¿Te parece poco estar vivo?!- gritó también el desconocido, levantándose de su silla - ¿No te parece suficiente suerte gozar de un día más para tener la oportunidad de remediar los errores que hayas cometido?
Terry lo miraba estupefacto, con lágrimas surcando su joven rostro compungido. El forastero lo miró y, por un momento se arrepintió de su posición de ventaja, pero al ver en los ojos del chico una chispa de cordura, se recompuso.
- Abre los ojos, muchacho… sólo… sólo tienes que hacerte responsable de tus acciones y enfrentarlas con valentía. Te aseguro que cuando lo hagas la paz volverá a tu vida. Ese es el regreso a ti mismo.
- Puede que tengas razón, aunque eso signifique mi fin.
- Ese no es el principio del fin, el regreso a la inocencia será tu salvación.
El desconocido aventó unos billetes a la mesa y le dijo al mesonero que se cobrara lo que sea que Terry adeudara de su noche de farra.
- Adiós, muchacho- le dijo, dándole un par de palmadas en el hombro.
Terry en silencio, lo vio alejarse.
Aunque en apariencia era un hombre mucho mayor que él, en su porte había algo familiar. No sólo su alta estatura o su caminar elegante y seguro de sí mismo fue lo que llamó su atención. Terry se sorprendió de sí mismo, cuando cayó en cuenta que se había sincerado con un perfecto desconocido con la misma confianza y empatía con la que solo se había sincerado con una persona en su vida: su amigo Albert. Eso lo impulso a llamarlo antes de que saliera por la puerta.
- ¡Espera, forastero!
El hombre se detuvo y se giró para mirarlo.
- Tengo que decirte que tú también me recuerdas a un amigo mío y estoy seguro que a él tampoco le gustaría verme en esta situación.
El forastero sonrió y asintió con la cabeza.
- Yo también estoy seguro de ello- contestó.
- ¿Puedo… puedo saber tu nombre?- preguntó, con cierta timidez.
- William- respondió – Como el dramaturgo.
Y sin decir nada más, salió por la puerta.
- Como el dramaturgo- repitió – ¡Qué tipo loco! - rió, negando con la cabeza.
Tras varios minutos sin decir nada y mirando al vació, Terry se levantó lentamente de su silla y a paso pausado se dirigió a la salida.
- Lo espero aquí nuevamente al terminar la función, joven – le dijo el mesonero, cuando pasó frente a él –Vendrán nuevas chicas y hoy por la tarde me llega un excelente whisky.
Terry lo miró por un momento.
- Sí- respondió –Nos vemos más tarde.
A unos metros del lugar, Albert se subió al auto donde George lo esperaba pacientemente. Con cuidado, se quitó la barba castaña y la peluca que algún tiempo le habían servido para pasar desapercibido ante el mundo y eludir a sus familiares en sus diversas escapadas.
- ¿Todo bien, William?- le preguntó George, al verlo con el rostro desencajado.
- No, no estoy bien. Terry está peor de lo que supuse y siento… siento mucho no serle de gran ayuda.
- Hemos venido hasta Rockstown a buscarlo, eso es ya una gran ayuda. Tú has hecho lo has podido por él, lo demás ya no depende de ti.
- Lo sé, pero un amigo hace eso, buscarte si estás perdido sin descanso, ¿o no acaso eso es lo que tú hiciste por mí?
George asintió pero lo miró con desaprobación. Sabía que estaba utilizando eso a su favor y en contra al mismo tiempo para ese interés de Terry en particular.
- Sin embargo- continuó, ignorando la mirada de George –No he podido ayudarlo como tú lo hiciste y sé que sólo hay una persona que puede hacerlo y esa es…
- William, ella eligió dejar ese asunto por la paz.
- Lo sé pero él está así por Candy. Tal vez ellos merecen una oportunidad.
- William…- espetó, diciendo que no con la cabeza.
- ¿Tienes ahí el abrigo de primavera que le compramos en Chicago?- dijo, interrumpiendo a George.
- Sí, está en la cajuela ¿Por qué?
- Busca la oficina de correo más cercana. Vamos.
- William…
- George, por favor.
- Está bien.
Mientras llenaba la ficha de datos para el envió, Albert sintió en su pecho punzar el dolor anticipado de la pérdida, sin imaginar que en Chicago Candy lo buscaba desesperadamente, pues se había dado cuenta que sus sentimientos hacia él habían cambiado.
FIN
Última edición por Clau Agvel el Miér Abr 06, 2016 12:07 am, editado 1 vez