Con mucho cariño traigo esta mini historia como una continuación (quiero pensar que "natural") de El Cruzado y El Retorno del Cruzado
Y es que George a querido tanto, queria ver un poquito como lo querían a él ...
La música es parte del encanto.... Gracias
Gracias por pasar y perdón la ortografía!
Y es que George a querido tanto, queria ver un poquito como lo querían a él ...
La música es parte del encanto.... Gracias
Amor Cruzado
Lo miro, mi mirada logra encontrarlo entre todas aquellas gentes de la caravana y me sonrío.
Lo miro y observo que conversa con otros Barones y Señores, y lo amo.
Lo miro y reconozco sus gestos, sus modos y él se da cuenta que lo miro, gira un poco su caballo para verme mejor y a la distancia hace un ademan con su mano. Quizás bajo el yelmo me sonríe.
La Caravana continua y mi buen George va en la vanguardia, junto a los mejores y yo más atrás con las mujeres, involuntariamente ausente a sus charlas y coloquios. Y es que la vida aún me tiene embelesada, quizás aún anonadada de esta fortuna. Agradecida de la Providencia que ha unidos nuestros caminos, el del caballero francés y el mío.
Una ligera lluvia nos sale al paso y la caravana se detiene, el murmullo inunda los aires y mi buen Señor me busca entre la multitud de aquellas gentes y se acerca hasta mí. Levanta su yelmo y ahora si veo su sonrisa y le devuelvo la mía. Rápidamente se deshace de su manto y lo acomoda en mis hombros y me comenta que quizás debamos detenernos en alguna posada si es que la lluvia se empeña en humedecer los caminos.
Mi buen señor, mi George, que abandonó sus tierras en su querida Francia para quedarse junto a mí, que logró el favor del Consejos de los Barones para nuestra unión y que dejó sin argumentos al mismísimo Patriarca, me mira esperando mi consentimiento.
Yo asiento al tiempo que solo atino a secar momentáneamente su rostro con mis también húmedas manos y ordenar su bigote alterado por la lluvia que ya es copiosa.
Se da orden de continuar y la caravana retoma su rumbo en busca del alojamiento más cercano, en este viaje de Jerusalem al Puerto de Acre. Mi amado caballero regresa a encabezar las filas no sin antes besar la palma mi de mano que había quedado detenida en su mejilla, lo cual provoca un murmullo de alegría entre las mujeres de la comitiva, ellas entienden mi buenaventura.
La lluvia no ha dejado de caer y lentamente el barro va entorpeciendo el camino, mi caballo y yo retomamos el paso teniendo como único norte a mi caballero francés, George.
Lo miro y observo que conversa con otros Barones y Señores, y lo amo.
Lo miro y reconozco sus gestos, sus modos y él se da cuenta que lo miro, gira un poco su caballo para verme mejor y a la distancia hace un ademan con su mano. Quizás bajo el yelmo me sonríe.
La Caravana continua y mi buen George va en la vanguardia, junto a los mejores y yo más atrás con las mujeres, involuntariamente ausente a sus charlas y coloquios. Y es que la vida aún me tiene embelesada, quizás aún anonadada de esta fortuna. Agradecida de la Providencia que ha unidos nuestros caminos, el del caballero francés y el mío.
Una ligera lluvia nos sale al paso y la caravana se detiene, el murmullo inunda los aires y mi buen Señor me busca entre la multitud de aquellas gentes y se acerca hasta mí. Levanta su yelmo y ahora si veo su sonrisa y le devuelvo la mía. Rápidamente se deshace de su manto y lo acomoda en mis hombros y me comenta que quizás debamos detenernos en alguna posada si es que la lluvia se empeña en humedecer los caminos.
Mi buen señor, mi George, que abandonó sus tierras en su querida Francia para quedarse junto a mí, que logró el favor del Consejos de los Barones para nuestra unión y que dejó sin argumentos al mismísimo Patriarca, me mira esperando mi consentimiento.
Yo asiento al tiempo que solo atino a secar momentáneamente su rostro con mis también húmedas manos y ordenar su bigote alterado por la lluvia que ya es copiosa.
Se da orden de continuar y la caravana retoma su rumbo en busca del alojamiento más cercano, en este viaje de Jerusalem al Puerto de Acre. Mi amado caballero regresa a encabezar las filas no sin antes besar la palma mi de mano que había quedado detenida en su mejilla, lo cual provoca un murmullo de alegría entre las mujeres de la comitiva, ellas entienden mi buenaventura.
La lluvia no ha dejado de caer y lentamente el barro va entorpeciendo el camino, mi caballo y yo retomamos el paso teniendo como único norte a mi caballero francés, George.