Me gusta pensar que la vida de George es asi, poniendo belleza en todas partes!
La musica como siempre parte integral de la historia!!
Gracias por pasar
Corre, porque desde hace más de media hora es lo único que sabe hacer, correr y permitir que alguna lágrima se le escape. Londres es un temporal, pero eso no la detiene. La corrida le preocupa un poco, porque los adoquines son traicioneros y es muy fácil el perder el equilibrio, las lágrimas no la preocupan porque se mezclan con la copiosa lluvia y nadie las nota.
Para ser honesto nadie la nota a ella tampoco, porque sus ropas la delatan como parte de la servidumbre de alguna casa importante y por lo tanto, pertenece a los invisibles de la sociedad, así que cuando ella corre con todas sus fuerzas por aquellas calles adoquinadas, no causa más que admiración, pero no por su esfuerzo, sino por su poca vergüenza.
Ella esta ajena a todo, incluso al barro que mancha su calzado y que ya ha comenzado a teñir sus ropas completamente empapadas. Nada le molesta o mejor dicho, nada aparte de la distancia infinita que la separa de Oxford Street. Se permitiría rezar si es que creyera en algo, pero no cree en nada, así que solo se concentra en aguanta el dolor de sus piernas para alcanzar lo que parece imposible, pero que puede darle un momento de felicidad, la felicidad que le ha sido tan esquiva durante su vida.
Al doblar por Hanover Square choca con la parte posterior de un coche yendo a dar al suelo, el paquete que lleva en su mano a caído lejos, ella lo recoge rápidamente y sigue, aunque esta vez más adolorida. No puede darse el lujo de sentir, o mejor dicho, porque se ha permitido sentir es que no puede detenerse.
Corre porque desobedeció a todos cuando vio los guantes sobre el piano, saliendo a buscarlo. Ese hombre de traje negro trajo luz a una vida marcada por la monotonía y la indiferencia. Él prestó atención a su persona como nunca nadie lo había hecho, el saludo, el agradecimiento y las palabras surtieron en ella tal efecto, que no supo cómo restituirlo sino en el esmeró de prepararle el té, en hacer su cama, en lavar sus ropas, en esperarlo hasta que llegara en las noches como nuca había hecho con ningún invitado de la casa.
Ella nuca conoció a nadie así y su día a día se había llenado de bellos matices hasta la tarde en que la niña americana a quien él protegía en Londres, desapareció del Colegio, así se lo explicó él mientras ella lo ayudaba a preparar sus baúles. Ahora él regresa rápidamente a América y el corazón de ella quedó mudo, mudo hasta que vio esos guantes
Por eso también corre, porque verlo a él le dará un poco más de vida y ella quiere seguir viviendo.
Ya va llegando, puede ver a lo lejos que aún no sale la posta a Southampton. Lo busca entre los que esperan y lo ve. Él conversa con alguien bajo su paraguas y ella se detiene al otro lado de la acera, agitada, ahora quizás un poco avergonzada, empapada, pero sin nada, nada que perder.
Ahí aparece la magia, por que para ella lo es, él a la distancia repara en su presencia y detiene la conversación, vuelve a mirar y ahora atraviesa la calle y se acerca
Ella solo atina a extender su mano y decirle
- Sr Johnson, olvido sus guantes
Él la mira con ternura y agradecimiento, coge la prenda y le entrega su paraguas para que se cubra. Conversan unas palabras, pero teme que ella se enfríe y se lo hace saber.
Él quiere detener un carruaje y ella le dice que no es necesario, pero él lo hace de todos modos. Le abre la puerta y la ayuda a subir con delicadeza, le paga al cochero y le da las indicaciones. Antes de que parta saca su pañuelo y se lo regala, no sin antes secarle el rostro
- Adiós y muchas gracias Señorita - le dice mientras se quita el sombrero
Ella se despide con su mano mientras se aleja. Ya no tiene que correr por que lo que buscaba ya lo encontró, la dignidad de ser mujer.
perdon las falatas de ortografia!
La musica como siempre parte integral de la historia!!
Gracias por pasar
Matices
Corre, porque desde hace más de media hora es lo único que sabe hacer, correr y permitir que alguna lágrima se le escape. Londres es un temporal, pero eso no la detiene. La corrida le preocupa un poco, porque los adoquines son traicioneros y es muy fácil el perder el equilibrio, las lágrimas no la preocupan porque se mezclan con la copiosa lluvia y nadie las nota.
Para ser honesto nadie la nota a ella tampoco, porque sus ropas la delatan como parte de la servidumbre de alguna casa importante y por lo tanto, pertenece a los invisibles de la sociedad, así que cuando ella corre con todas sus fuerzas por aquellas calles adoquinadas, no causa más que admiración, pero no por su esfuerzo, sino por su poca vergüenza.
Ella esta ajena a todo, incluso al barro que mancha su calzado y que ya ha comenzado a teñir sus ropas completamente empapadas. Nada le molesta o mejor dicho, nada aparte de la distancia infinita que la separa de Oxford Street. Se permitiría rezar si es que creyera en algo, pero no cree en nada, así que solo se concentra en aguanta el dolor de sus piernas para alcanzar lo que parece imposible, pero que puede darle un momento de felicidad, la felicidad que le ha sido tan esquiva durante su vida.
Al doblar por Hanover Square choca con la parte posterior de un coche yendo a dar al suelo, el paquete que lleva en su mano a caído lejos, ella lo recoge rápidamente y sigue, aunque esta vez más adolorida. No puede darse el lujo de sentir, o mejor dicho, porque se ha permitido sentir es que no puede detenerse.
Corre porque desobedeció a todos cuando vio los guantes sobre el piano, saliendo a buscarlo. Ese hombre de traje negro trajo luz a una vida marcada por la monotonía y la indiferencia. Él prestó atención a su persona como nunca nadie lo había hecho, el saludo, el agradecimiento y las palabras surtieron en ella tal efecto, que no supo cómo restituirlo sino en el esmeró de prepararle el té, en hacer su cama, en lavar sus ropas, en esperarlo hasta que llegara en las noches como nuca había hecho con ningún invitado de la casa.
Ella nuca conoció a nadie así y su día a día se había llenado de bellos matices hasta la tarde en que la niña americana a quien él protegía en Londres, desapareció del Colegio, así se lo explicó él mientras ella lo ayudaba a preparar sus baúles. Ahora él regresa rápidamente a América y el corazón de ella quedó mudo, mudo hasta que vio esos guantes
Por eso también corre, porque verlo a él le dará un poco más de vida y ella quiere seguir viviendo.
Ya va llegando, puede ver a lo lejos que aún no sale la posta a Southampton. Lo busca entre los que esperan y lo ve. Él conversa con alguien bajo su paraguas y ella se detiene al otro lado de la acera, agitada, ahora quizás un poco avergonzada, empapada, pero sin nada, nada que perder.
Ahí aparece la magia, por que para ella lo es, él a la distancia repara en su presencia y detiene la conversación, vuelve a mirar y ahora atraviesa la calle y se acerca
Ella solo atina a extender su mano y decirle
- Sr Johnson, olvido sus guantes
Él la mira con ternura y agradecimiento, coge la prenda y le entrega su paraguas para que se cubra. Conversan unas palabras, pero teme que ella se enfríe y se lo hace saber.
Él quiere detener un carruaje y ella le dice que no es necesario, pero él lo hace de todos modos. Le abre la puerta y la ayuda a subir con delicadeza, le paga al cochero y le da las indicaciones. Antes de que parta saca su pañuelo y se lo regala, no sin antes secarle el rostro
- Adiós y muchas gracias Señorita - le dice mientras se quita el sombrero
Ella se despide con su mano mientras se aleja. Ya no tiene que correr por que lo que buscaba ya lo encontró, la dignidad de ser mujer.
perdon las falatas de ortografia!