Hola, Esta historia es el final de El Cruzado, de la GF2014, simplemente quería darle un final feliz, gracias por leer, no olviden la música
-¿Pasa algo?- preguntó Albert
George solo le respondió con una mirada, estaba realmente abrumado, el bullicio ante las puertas de Jerusalem, era casi ensordecedor, la ciudad se veía aun más bella de lo que él recordaba, estaba perplejo.
Su buen amigo le dio una palmada en la espalda
-¡Todo está bien! Vamos, te espera - y agitando las riendas puso a su caballo en marcha, George hizo lo mismo, presa de la más turbadoras de las ansiedades.
Había pasado los últimos años llenando su cabeza de ocupaciones en sus tierras de Francia y ahora el llamado urgente, exigiendo sus conocimientos y experiencias a favor del Reino de Jerusalem, lo había obligado a volver nuevamente su mirada a Ultramar, a ese Oriente que guardaba su más profundo secreto.
Albert estaba atrás de todo esto. Una vez él le había salvado la vida a su buen amigo, este lo estaba haciendo ahora con él.
Entraron por la puerta de Yaffo, todo parecía tan familiar. Las gentes, los olores, los comercios, las diferentes lenguas que se oían. Algunos caballeros al paso lo reconocían y le hacían ademanes de saludos a los que él contestaba y sin embargo su mirada solo buscaba a una.
Se sucedían los estrechos callejones, los arcos, la piedra de las murallas y todo esto lo exaltaba.
Albert se detubo frente a su casa, ubicada en un lugar privilegiado, cerca del monte del Templo, eso George lo recordaba bien. Sirvientes salieron a recibirlos.
Tomo las riendas con fuerzas y desmontó lentamente de su caballo, y no por no tener prisa, sino por que demasiadas cosas se agolpaban en su mente, disminuyendo así la agilidad corporal. Cuando se encontró con ambos pies bien puestos en tierra, entregó el caballo a un escudero y su vida ya no tuvo mas rumbo que aquellos metros que lo separaban de ella.
Dentro de la casa, sacaron sus capas y alguien se les acercó con una fuente de agua fresca para limpiar sus rostros y manos del polvo del camino. George secó su cara y ordeno se bigote, finalmente miró a Albert, quien apuntando hacia las escaleras hizo la señal que estaba esperando desde el día en que la despidió, hace tantos años.
Subió aceleradamente, con el corazón imparable.
Finalmente se habían acabado todas las esperas, finalmente los versos podrían reescribirse, las naves serían libres de navegar por todos los mares y anclar en cualquier puerto y ya los sermones sucederse por todas las eternidades. Ya no temía, la había encontrado y cada paso que daba le auguraba que de aquí en adelante las lágrimas que caerían serían de felicidad.
Ahora las heridas se curarían solas, por el simple contacto de sus manos y el rostro amado sería enjuagado por las suyas propias y solo en aras del amor tendría miedo a perder la cordura.
Una puerta entre abierta aguardaba en el segundo piso, la luz anaranjada del atardecer salía por aquel angosto espacio. George la empujó lentamente y junto a la ventana una figura de pie. El rostro se volvió hacia el caballero. La vida se había convertido en el Paraíso en un solo momento.
Perdón la ortografía y Gracias por leer
El Retorno del Cruzado
-¿Pasa algo?- preguntó Albert
George solo le respondió con una mirada, estaba realmente abrumado, el bullicio ante las puertas de Jerusalem, era casi ensordecedor, la ciudad se veía aun más bella de lo que él recordaba, estaba perplejo.
Su buen amigo le dio una palmada en la espalda
-¡Todo está bien! Vamos, te espera - y agitando las riendas puso a su caballo en marcha, George hizo lo mismo, presa de la más turbadoras de las ansiedades.
Había pasado los últimos años llenando su cabeza de ocupaciones en sus tierras de Francia y ahora el llamado urgente, exigiendo sus conocimientos y experiencias a favor del Reino de Jerusalem, lo había obligado a volver nuevamente su mirada a Ultramar, a ese Oriente que guardaba su más profundo secreto.
Albert estaba atrás de todo esto. Una vez él le había salvado la vida a su buen amigo, este lo estaba haciendo ahora con él.
Entraron por la puerta de Yaffo, todo parecía tan familiar. Las gentes, los olores, los comercios, las diferentes lenguas que se oían. Algunos caballeros al paso lo reconocían y le hacían ademanes de saludos a los que él contestaba y sin embargo su mirada solo buscaba a una.
Se sucedían los estrechos callejones, los arcos, la piedra de las murallas y todo esto lo exaltaba.
Albert se detubo frente a su casa, ubicada en un lugar privilegiado, cerca del monte del Templo, eso George lo recordaba bien. Sirvientes salieron a recibirlos.
Tomo las riendas con fuerzas y desmontó lentamente de su caballo, y no por no tener prisa, sino por que demasiadas cosas se agolpaban en su mente, disminuyendo así la agilidad corporal. Cuando se encontró con ambos pies bien puestos en tierra, entregó el caballo a un escudero y su vida ya no tuvo mas rumbo que aquellos metros que lo separaban de ella.
Dentro de la casa, sacaron sus capas y alguien se les acercó con una fuente de agua fresca para limpiar sus rostros y manos del polvo del camino. George secó su cara y ordeno se bigote, finalmente miró a Albert, quien apuntando hacia las escaleras hizo la señal que estaba esperando desde el día en que la despidió, hace tantos años.
Subió aceleradamente, con el corazón imparable.
Finalmente se habían acabado todas las esperas, finalmente los versos podrían reescribirse, las naves serían libres de navegar por todos los mares y anclar en cualquier puerto y ya los sermones sucederse por todas las eternidades. Ya no temía, la había encontrado y cada paso que daba le auguraba que de aquí en adelante las lágrimas que caerían serían de felicidad.
Ahora las heridas se curarían solas, por el simple contacto de sus manos y el rostro amado sería enjuagado por las suyas propias y solo en aras del amor tendría miedo a perder la cordura.
Una puerta entre abierta aguardaba en el segundo piso, la luz anaranjada del atardecer salía por aquel angosto espacio. George la empujó lentamente y junto a la ventana una figura de pie. El rostro se volvió hacia el caballero. La vida se había convertido en el Paraíso en un solo momento.
Perdón la ortografía y Gracias por leer