“Si tú me quieres, dame una sonrisa
Si no me quieres no me hagas caso
Pero si ahora tú me necesitas
Lo tengo que saber y tú muy bien
Una señal me vas a dar”
Ella es una calamidad con todo lo que tenga que ver con actividades domésticas, si prepara los alimentos invariablemente terminan carbonizados.
Lavar los trastos es un peligro latente para sus manos, siempre terminan hechos trizas los platos y sus manos heridas.
Sacudir el polvo de los muebles, le da urticaria, lavar la ropa seguramente, le provocará un fuerte resfriado.
Es por eso, que prefiero ser yo, quien se ocupe de estas labores y por supuesto, que no me molesta. Al contrario, gracias a mis habilidades domésticas, soy el centro de atracción de su verde mirar, y hasta creo que me envidia un poco mis destrezas en esta área.
Ignoro, si sabe que todo lo que hago es por ella, si en mis manos estuviera le bajaría la Luna y las estrellas, pero como soy un hombre común, común y sin recuerdos, lo único que puedo obsequiarle es con estos detalles tan simples, pero colmados de gran cariño.
¡Y qué no haría yo!, porque me diera una señal de que su corazón siente cierta inclinación sentimental por mí; de la misma forma que hace tiempo, he sentido nacer en mi corazón de hombre, de hombre enamorado y sin recuerdos, un sentimiento amoroso hacia ella.
¿Candy, te gusto? Aunque, sea un poquito, ¿Podría tener la oportunidad de albergar en tu corazón?
“Sólo dame una señal chiquita
Hay mijita que sepa que te gusto, oh si
Solo dame una señal chiquita
Hay mi vida que tú también me amas así”
¡Oh, Albert! No dejas de sorprenderme, eres tan perfecto, tan cálido, eres un Sol! Me avergüenza reconocerlo, pero hace días que no te miro de igual forma, hasta ahora has sido mi protector, el que siempre estaba a mi lado en las peores circunstancias para aliviar mi dolor.
¿Cuándo dejé de mirarte con una óptica distinta? No importa, yo sólo anhelo me mires del mismo modo.
Si tan sólo, me dieras una señal de que puedo aspirar a tu amor, una pequeña señal. ¡Diablos Albert! ¿Eres miope o qué? Te he dado cientos de señales que te indiquen que me gustas mucho, que me estoy comenzando a enamorar de ti, y tú, como si nada.
¿Acaso no ves mis señales? Cada vez, que rompo un plato y me corto con él, es porque quiero sentir la tibieza de tus manos, sujetando las mías, tener la cercanía de tu cuerpo, mirar mi reflejo en el azur de tu mirar.
¿Ya no sé de qué manera llamar tu atención? Y cuando trato de cocinar para ti, es porque quiero demostrarte que seré una buena esposa. ¿Buena esposa? – Golpeándose la cabeza- ¿Diablos, esto lo pensé o lo dije en voz alta?
-¿Quién sería buena esposa Candy?- Pregunta distraído el imponente rubio, quien está haciendo chirriar las sartenes en la estufa.
-Aunque, no sepa cocinar, Candy sería una buena esposa- sonríe para sí, el joven rubio.
-Mmmmmm, Albert eso huele delicioso! A ver, déjame probar- Y metiendo la cuchara en la cacerola.
-Candy, eres una glotona, jajajaja- Riendo de muy buena gana el joven.
-¡Vamos, Albert ante tus platillos es imposible resistirse!- Devolviéndole una generosa sonrisa.
Esa complicidad, su cercanía y el cruzar de sus miradas son visibles señales de que ambos están enamorados. Para nadie pasarían desapercibidas estas claras señales, sólo para este par de timoratos jóvenes enamorados.
“Si no te gusto no me digas nada
Que tu silencio me diga todo
Pero si te gusto dame una mirada
Que sea la señal que bastara
Para saber que me amaras”
Letra de la Canción. Hazme una señal. Roberto Jordán.