Un harén en el desierto – Grito de Guerra 2017
By CandyFann
Oculta por la austera belleza de un desierto de arena, se encuentra una fortaleza sin igual. Sus muros de piedra arenisca fueron construidos con el único propósito de alojar al caballero más especial del reino y su séquito de fieles amantes: un hombre que es la inspiración de incontables sueños y cuentos legendarios.
Esta mañana en particular, al despertar lo hizo con extremo cuidado, ya que no deseaba molestar a sus Legionarias quienes aún estaban en el país de los sueños. Su compañera nocturna había sido Liovana... una mujer legendaria de gustos exóticos y entretenida conversación.
Él continuó sonriendo mientras se ponía una bata de seda, tan negra como la noche y comenzó a revisar su agenda.
Sus fieles Legionarias habían hecho una lista para sus 'turnos de compañía ’, por lo que cada una de ellas podría tener una noche a solas con su amado... y Albert no podía encontrar ninguna objeción a un arreglo como tal.
Nunca estaba solo, hambriento o aburrido en esa fortaleza. Su existencia era simplemente perfecta.
Sin embargo, en los últimos tiempos, había notado que faltaban algunas de sus compañeras de travesuras. Aunque Andley’s Babe o Liovanna siempre estaban dispuestas a llenar el vacío, él todavía se preguntaba dónde estaban sus traviesas Legionarias.
Caminó descalzo sobre la alfombra afelpada cubriendo el piso de su habitación, y de puntillas, salió de su dormitorio en búsqueda de algo de comida para reponer fuerzas. Su próxima compañera sería Saray (¿o era el turno de Vane?) y él quería estar listo para la algarabía.
También tenía que empezar organizar algo especial, una noche de celebración antes de marcharse a un largo viaje donde conquistaría tierras lejanas.
“Me pregunto si les gustaría una fiesta de disfraces. Podríamos tener como tema ‘Las mil y una noches’…” pensó, sonriendo seductivamente. “Tal vez yo podría convencerlas a todas para que bailen la Danza de los Siete Velos.”
Bajando la escalera de piedra, siguió sonriendo, pasado por el gran salón y luego dirigiéndose a la cocina, donde, para su asombro, encontró a una de sus princesas desaparecidas: Chiquita Andrew.
Estaba tan ocupada, sentada en la mesa y escribiendo notas en un libro, que ella no notó su presencia. Con una sonrisa traviesa, Albert caminó sigilosamente detrás de ella, de repente rodeándola con sus brazos y besando su cuello.
En lugar de la alegre bienvenida que esperaba, Chiquita gritó, volviéndose rápidamente.
"Argh!" chilló ella, propinándole un puñetazo a Albert en la mandíbula con toda su fuerza.
“¡Para!” gritó Albert, cayéndose de espaldas sobre su trasero, sosteniendo su rostro adolorido. “¡Soy yo, Chiquita! ¡Por Dios! ¿Por qué me has golpeado con tanta fuerza?”
“Lo siento mucho, mi amor,” se disculpó azorada, ayudándole a levantarse otra vez. “Tengo que terminar un poco de trabajo que no conseguí acabar antes de regresar. Si no lo termino, tendré problemas con mi jefe.”
“¿Tu jefe? Pero pensé que YO era tu jefe… mi pequeña y dulce ninfa,” respondió él, mirándola confundido.
Chiquita carraspeó incomoda. “Bueno, sí que lo eres, Albert… quiero decir, tú lo eres aquí. Pero hay otro lugar, lejos de esta fortaleza, que debo visitar cada día en contra de mi voluntad… y es ahí que también tengo otro jefe. Y ese viejo no es ni siquiera tan guapo ni agradable como tú, de eso estoy segura.”
“¿Dónde está el lugar del que hablas?” preguntó el rubio cuadrando sus musculosos hombros. “Voy a hablar con tu jefe y decirle que te deje en paz, preciosa. Tú me pertenece y tu lugar es aquí conmigo, Chiquita, no ese sitio terrible que describes donde un jefe mezquino y cruel te mantenga lejos de mí por meses enteros.”
"Albert, agradezco tu oferta, pero tú no puedes ir allí,” declaró Chiquita con una sonrisa tensa.
“¿Y por qué no? ¡Soy el soberano de estas tierras y eres mi legionaria! ¡Un jefe simple y panzón de una tierra lejana no me intimida!”
Chiquita agachó la cabeza, ya que la verdad que había estado tratando de ocultar no podía ser ignorada. Respirando hondo, sostuvo la mano de su amado, mirándolo directamente a los ojos. “No puede ir allá, mi amor, porque este mundo – nuestro mundo y el mundo en el que reinas – no existe. Esto es lo que llamamos un ‘mundo virtual’ y todos tus Legionarias, yo misma incluida, provenimos de ese horrible lugar que llamamos el 'mundo real', Albert. Yo… lo siento. Nunca quise que tu descubrieras la verdad acerca de ese lugar tan terrible.”
Albert jadeó horrorizado. “¿C-cómo? No puede ser… tienes que estar equivocada.”
“No, desgraciadamente no lo estoy. Mira,” dijo Chiquita, mostrándole su fajo de papeles. “Estas son facturas. Todas tenemos que pagar hipotecas, electricidad, teléfonos… comida. Tenemos deudas, pasamos hambre y tenemos que soportar a jefes que nos explotan a diario con sus demandas.”
“Por favor… no sigas, Chiquita,” gimió Albert, devolviéndole los papeles. “Eso suena como una pesadilla. Pero todavía no entiendo algo… ¿Quién soy yo en ‘la vida real’?”
“Pues eres un personaje de un libro, pero en la vida real tendrías más de cien años, mi vida,” respondió Chiquita, observando divertida la expresión incrédula de su amado. “Estarías muerto o serias más viejo que Matusalén.”
Albert abrió los ojos de par en par. “¡Qué horror! ¡Ni loco visitaré ese horrible lugar!”
“No, mi amor. Es mejor que te quedes aquí, donde tus Legionarias podemos cumplir con nuestras fantasías… viviendo contigo y disfrutando de tus atenciones todas las noches,” susurró Chiquita, recorriendo con un dedo seductor el cuello de la bata de seda del rubio. “CandyFann, Kitten Andrew, Ishy y yo te hemos tenido muy olvidado. Pero estamos decididas a recompensar nuestra ausencia… con creces. Además, tienes que iniciar a una nueva Legionaria en las obligaciones y costumbres de nuestra casa. Se llama Secreto Andrew.”
La sonrisa seductora de Albert se extendió por labios. “¿Nueva Legionaria?”
“Si,” afirmó Chiquita, acercando sus labios al cuello del rubio. “Y es primeriza…”
Albert tragó en seco, mordiéndose el labio inferior. “¿Primeriza? Quiere decir que nunca… nunca…”
“Nunca ha ido a la Guerra Florida, mi amor,” terminó Chiquita, rodeando la cintura de su amado. “Tienes que darle la bienvenida, y mostrarle cómo defender tu nombre con honor y orgullo en el campo de batalla. Y claro, también tienes que mostrarle cualquier cosa que tú consideres necesario.”
“Chiquita,” susurró el rubio, agachando su rostro hacia el cuello de su guerrera. “Tú si sabes cómo volverme loco. Pero me temo que yo también tengo una noticia que compartir con ustedes. Mientras mi batallón defiende mi buen nombre en la Guerra Florida, yo estaré extendiendo mi dominio en otras tierras lejanas. De hecho, tengo que marcharme después de la proclamación del Grito de Guerra y no regresaré por mucho tiempo.”
“Pero Albert, ¡No puedes irte y dejar a un batallón completo de guerreras sin tu presencia!” el jadeo de horror de Chiquita hizo eco por todo el salón. “Tienes a una nueva legionaria a quien entrenar y ayudarnos a organizar los planes de toda una Guerra. ¡Este es el peor momento para invadir otras tierras!”
“La decisión ya la he tomado, mi cielo,” dijo Albert. “Después del banquete y el Baile de los Siete Velos esta noche, me marcharé. Ya casi tengo todo planeado, así que informa al resto de las Legionarias de mis planes. Esta noche será una celebración para la nueva Legionaria y una despedida a la vez para el resto de nuestro bando.”
Diciendo esto, Albert depositó un beso apasionado sobre la boca aún abierta de Chiquita, quien observaba a su amado con los ojos abiertos de par en par. “Nos vemos esta noche, mi cielo. No olvides lo del baile…” se despidió Albert, dejando a la chica completamente anonadada.
Chiquita respiró profundamente un par de veces para recobrar su cordura, y cuando el color le volvió al rostro, se propuso formular un plan para que Albert se olvidara de su viaje. “De esta fortaleza no sales, Albert Andrew,” masculló bajo su aliento. “Esta noche, voy a extender las celebraciones a tal grado que te olvidarás por completo de tus planes. Voy a extender la hora de tu partida por Mil y Una noches si es necesario… ya lo verás.”
Esta mañana en particular, al despertar lo hizo con extremo cuidado, ya que no deseaba molestar a sus Legionarias quienes aún estaban en el país de los sueños. Su compañera nocturna había sido Liovana... una mujer legendaria de gustos exóticos y entretenida conversación.
Él continuó sonriendo mientras se ponía una bata de seda, tan negra como la noche y comenzó a revisar su agenda.
Sus fieles Legionarias habían hecho una lista para sus 'turnos de compañía ’, por lo que cada una de ellas podría tener una noche a solas con su amado... y Albert no podía encontrar ninguna objeción a un arreglo como tal.
Nunca estaba solo, hambriento o aburrido en esa fortaleza. Su existencia era simplemente perfecta.
Sin embargo, en los últimos tiempos, había notado que faltaban algunas de sus compañeras de travesuras. Aunque Andley’s Babe o Liovanna siempre estaban dispuestas a llenar el vacío, él todavía se preguntaba dónde estaban sus traviesas Legionarias.
Caminó descalzo sobre la alfombra afelpada cubriendo el piso de su habitación, y de puntillas, salió de su dormitorio en búsqueda de algo de comida para reponer fuerzas. Su próxima compañera sería Saray (¿o era el turno de Vane?) y él quería estar listo para la algarabía.
También tenía que empezar organizar algo especial, una noche de celebración antes de marcharse a un largo viaje donde conquistaría tierras lejanas.
“Me pregunto si les gustaría una fiesta de disfraces. Podríamos tener como tema ‘Las mil y una noches’…” pensó, sonriendo seductivamente. “Tal vez yo podría convencerlas a todas para que bailen la Danza de los Siete Velos.”
Bajando la escalera de piedra, siguió sonriendo, pasado por el gran salón y luego dirigiéndose a la cocina, donde, para su asombro, encontró a una de sus princesas desaparecidas: Chiquita Andrew.
Estaba tan ocupada, sentada en la mesa y escribiendo notas en un libro, que ella no notó su presencia. Con una sonrisa traviesa, Albert caminó sigilosamente detrás de ella, de repente rodeándola con sus brazos y besando su cuello.
En lugar de la alegre bienvenida que esperaba, Chiquita gritó, volviéndose rápidamente.
"Argh!" chilló ella, propinándole un puñetazo a Albert en la mandíbula con toda su fuerza.
“¡Para!” gritó Albert, cayéndose de espaldas sobre su trasero, sosteniendo su rostro adolorido. “¡Soy yo, Chiquita! ¡Por Dios! ¿Por qué me has golpeado con tanta fuerza?”
“Lo siento mucho, mi amor,” se disculpó azorada, ayudándole a levantarse otra vez. “Tengo que terminar un poco de trabajo que no conseguí acabar antes de regresar. Si no lo termino, tendré problemas con mi jefe.”
“¿Tu jefe? Pero pensé que YO era tu jefe… mi pequeña y dulce ninfa,” respondió él, mirándola confundido.
Chiquita carraspeó incomoda. “Bueno, sí que lo eres, Albert… quiero decir, tú lo eres aquí. Pero hay otro lugar, lejos de esta fortaleza, que debo visitar cada día en contra de mi voluntad… y es ahí que también tengo otro jefe. Y ese viejo no es ni siquiera tan guapo ni agradable como tú, de eso estoy segura.”
“¿Dónde está el lugar del que hablas?” preguntó el rubio cuadrando sus musculosos hombros. “Voy a hablar con tu jefe y decirle que te deje en paz, preciosa. Tú me pertenece y tu lugar es aquí conmigo, Chiquita, no ese sitio terrible que describes donde un jefe mezquino y cruel te mantenga lejos de mí por meses enteros.”
"Albert, agradezco tu oferta, pero tú no puedes ir allí,” declaró Chiquita con una sonrisa tensa.
“¿Y por qué no? ¡Soy el soberano de estas tierras y eres mi legionaria! ¡Un jefe simple y panzón de una tierra lejana no me intimida!”
Chiquita agachó la cabeza, ya que la verdad que había estado tratando de ocultar no podía ser ignorada. Respirando hondo, sostuvo la mano de su amado, mirándolo directamente a los ojos. “No puede ir allá, mi amor, porque este mundo – nuestro mundo y el mundo en el que reinas – no existe. Esto es lo que llamamos un ‘mundo virtual’ y todos tus Legionarias, yo misma incluida, provenimos de ese horrible lugar que llamamos el 'mundo real', Albert. Yo… lo siento. Nunca quise que tu descubrieras la verdad acerca de ese lugar tan terrible.”
Albert jadeó horrorizado. “¿C-cómo? No puede ser… tienes que estar equivocada.”
“No, desgraciadamente no lo estoy. Mira,” dijo Chiquita, mostrándole su fajo de papeles. “Estas son facturas. Todas tenemos que pagar hipotecas, electricidad, teléfonos… comida. Tenemos deudas, pasamos hambre y tenemos que soportar a jefes que nos explotan a diario con sus demandas.”
“Por favor… no sigas, Chiquita,” gimió Albert, devolviéndole los papeles. “Eso suena como una pesadilla. Pero todavía no entiendo algo… ¿Quién soy yo en ‘la vida real’?”
“Pues eres un personaje de un libro, pero en la vida real tendrías más de cien años, mi vida,” respondió Chiquita, observando divertida la expresión incrédula de su amado. “Estarías muerto o serias más viejo que Matusalén.”
Albert abrió los ojos de par en par. “¡Qué horror! ¡Ni loco visitaré ese horrible lugar!”
“No, mi amor. Es mejor que te quedes aquí, donde tus Legionarias podemos cumplir con nuestras fantasías… viviendo contigo y disfrutando de tus atenciones todas las noches,” susurró Chiquita, recorriendo con un dedo seductor el cuello de la bata de seda del rubio. “CandyFann, Kitten Andrew, Ishy y yo te hemos tenido muy olvidado. Pero estamos decididas a recompensar nuestra ausencia… con creces. Además, tienes que iniciar a una nueva Legionaria en las obligaciones y costumbres de nuestra casa. Se llama Secreto Andrew.”
La sonrisa seductora de Albert se extendió por labios. “¿Nueva Legionaria?”
“Si,” afirmó Chiquita, acercando sus labios al cuello del rubio. “Y es primeriza…”
Albert tragó en seco, mordiéndose el labio inferior. “¿Primeriza? Quiere decir que nunca… nunca…”
“Nunca ha ido a la Guerra Florida, mi amor,” terminó Chiquita, rodeando la cintura de su amado. “Tienes que darle la bienvenida, y mostrarle cómo defender tu nombre con honor y orgullo en el campo de batalla. Y claro, también tienes que mostrarle cualquier cosa que tú consideres necesario.”
“Chiquita,” susurró el rubio, agachando su rostro hacia el cuello de su guerrera. “Tú si sabes cómo volverme loco. Pero me temo que yo también tengo una noticia que compartir con ustedes. Mientras mi batallón defiende mi buen nombre en la Guerra Florida, yo estaré extendiendo mi dominio en otras tierras lejanas. De hecho, tengo que marcharme después de la proclamación del Grito de Guerra y no regresaré por mucho tiempo.”
“Pero Albert, ¡No puedes irte y dejar a un batallón completo de guerreras sin tu presencia!” el jadeo de horror de Chiquita hizo eco por todo el salón. “Tienes a una nueva legionaria a quien entrenar y ayudarnos a organizar los planes de toda una Guerra. ¡Este es el peor momento para invadir otras tierras!”
“La decisión ya la he tomado, mi cielo,” dijo Albert. “Después del banquete y el Baile de los Siete Velos esta noche, me marcharé. Ya casi tengo todo planeado, así que informa al resto de las Legionarias de mis planes. Esta noche será una celebración para la nueva Legionaria y una despedida a la vez para el resto de nuestro bando.”
Diciendo esto, Albert depositó un beso apasionado sobre la boca aún abierta de Chiquita, quien observaba a su amado con los ojos abiertos de par en par. “Nos vemos esta noche, mi cielo. No olvides lo del baile…” se despidió Albert, dejando a la chica completamente anonadada.
Chiquita respiró profundamente un par de veces para recobrar su cordura, y cuando el color le volvió al rostro, se propuso formular un plan para que Albert se olvidara de su viaje. “De esta fortaleza no sales, Albert Andrew,” masculló bajo su aliento. “Esta noche, voy a extender las celebraciones a tal grado que te olvidarás por completo de tus planes. Voy a extender la hora de tu partida por Mil y Una noches si es necesario… ya lo verás.”
Última edición por Chiquita Andrew el Sáb Abr 01, 2017 4:48 pm, editado 1 vez