Tenía los dedos cubiertos con cinta adhesiva, las yemas de los dedos no habían cicatrizado del todo, aún le punzaban. El aceite del motor no había ayudado tampoco, se había metido en las heridas abiertas tiñendolas de oscuro, daba la impresión de tener las manos sucias constantemente, ponerse guantes no era de mucha ayuda a la hora de comer, lo habían mandado a la cocina a comer en varias ocasiones, pues era muy desagradable verle las manos así. En la clase de caligrafía tampoco le fue bien por la mañana, por más que se esforzó para hacer los trazos impecables, no pudo hacerlo. Su tutor le había hecho pasar las de Caín para excusarlo y dejarlo salir por fin. Habían sido meses de trabajo arduo, lo había hecho todas las tardes sin falta, George le había ayudado. Practicaba en el jardín de la casa de George, sólo George y su gato eran testigos de su esfuerzo. Esa noche sería su último ensayo. La tía abuela cumplía años al día siguiente y Anthony siempre tocaba el piano, Archie el violín, y él... sólo se limitaba a observar, sus manos cayosas no estaban hechas para dominar un instrumento, le dijo en alguna ocasión el maestro de música. Ninguno de sus primos había elegido el instrumento favorito de la tía, ella ya no podía tocarlo pues sus manos le dolían mucho, así que se resignó a no escuchar sus notas en la Mansión. Sacó el instrumento de su estuche, lo afinó un poco y cerrando los ojos comenzó a tocar una melodía sencilla. Sí, mañana era el cumpleaños de la tía abuela y él le daría una sorpresa. |