¡Hola a todas! Un gusto estar con ustedes en esta Guerra Florida, en especial compartiendo trinchera con mis queridas Celtics Fairies. Como siempre, estoy aquí defendiendo al príncipe de la colina, nuestro adorado William Albert.
Espero les guste este fic.
DESDE EL FONDO DE MI CORAZÓN
POR LU DE ANDREW
POR LU DE ANDREW
-Eres guapo, maravilloso, encantador. Las mujeres se mueren por estar contigo, con solo chasquear los dedos las tienes comiendo de tu mano. No sé cómo Candy se resiste a ti…pero no te preocupes, campeón, pronto caerá a tus pies.
Ese es el tonto de Neal Leagan hablando consigo mismo al reflejo del espejo. Es el tipo más egocéntrico, ególatra y egoísta que puede existir en el mundo, y ya es mucho decir pues obviamente no conozco a todo el mundo. Pero lamentablemente es el hijo de mi casero y se toma muy personal el venir a cobrar la renta del departamentito que alquilamos mi tío Martin y yo.
Había olvidado por completo que hoy venía y tomé tiempo demás después del trabajo y pasé a la pequeña librería que existía en el pueblo. El adorable señor Whitman, el propietario de la misma, me había hablado de que un viejo coleccionista amigo suyo tenía una de las primeras ediciones de un libro de mi autora preferida: Jane Austen. Y que, como tal, lo había convencido para que se lo vendiera y así vendérmelo a mí; saldría un poco costoso pero el esfuerzo bien valdría la pena. “Persuasión”, me persuadió y finalmente hice horas extras en la clínica donde trabajaba de enfermera y pude ahorrar lo suficiente. Me costó más de ocho meses reunir lo suficiente, pero finalmente esa misma tarde al recibir mi paga, pasé directamente a la librería a recogerlo.
No les miento, fue como si recibiera el premio de un millón de dólares al recibirlo entre mis manos. Regularmente la economía me limitaba a leer libros en PDF, solo los especiales los compraba en físico…aunque tenía mucho que ver el hecho que no disponía del suficiente dinero para comprar libros a cada rato. Y es que amaba leer. Después de mi profesión de enfermera, a la cual me dedicaba con especial empeño, me dedicaba a sumergirme en el mundo al cual me transportaban los maravillosos libros.
Así que acunando a mi “precioso”, como le había llamado, entre mis brazos caminé entre nubes, abstraída del mundo real, saboreando cada paso hasta llegar a la comodidad de mi casa, imaginándome recostada sobre mi mullida cama, cubierta con mi suave edredón; leyendo la noche entera a mi “precioso”.
Por ello no me percaté que el carro último modelo de Neal estaba estacionado frente a la entrada de departamentos. Y fue así como fui testigo del horroroso monólogo que Neal mantenía frente al espejo de la entrada del lugar. Me quedé perpleja al notar su presunción, pero, sobre todo, que el pobre iluso pensara que me podía conquistar con su atractivo rostro; porque es cierto, es muy atractivo. Pero en su persona interior es realmente una bestia.
-¡Ahí estás! – ¡Ay no! Ya me vio –. Este es tu día de suerte hermosa, tienes el honor de acompañarme a cenar. Ya hice las reservaciones en el restaurant del hotel y mira que me costó gran trabajo conseguirla pues no había lugar, solo es cuestión que subas a cambiarte – miró mi uniforme e hizo una mueca de asco.
Yo lo miré perpleja, él siempre me ha dicho que trabajar de enfermera es algo muy bajo, algo degradante, y ahora quería que yo lo acompañara sabiendo que sentía repulsión por la profesión que desempeñaba. Y tenía el cinismo de presumir “su gran hazaña”, obviamente la de conseguir una reservación en el único hotel del pueblo y que le pertenecía a su familia no se podría llamar “gran trabajo”, el solo chasqueaba los dedos y se hacía su voluntad.
-Te lo agradezco, Neal, pero estaré ocupada esta noche –. “Y todas las noches de mi vida”, pensé mientras trataba de esquivarlo y subir las escaleras, pero él reaccionó con rapidez y se interpuso en mi camino.
-¿Qué estarás haciendo? – demandó con exigencia tomándome del brazo. Pero al mirar lo que con devoción resguardaba contra mi pecho me lo arrebató sin que pudiera hacer algo por evitarlo.
-¿Persuasión? – inquirió alzando una ceja –. ¿A quién quieres persuadir? ¿A algún idiota de tu trabajo?
¡Pero qué tonto! ¡Decididamente el idiota es él! Lástima que no pueda decírselo.
-Por supuesto que no. Es un libro de mi autora favorita, Jane Austen – levantó la ceja de forma interrogativa. ¡Por Dios! ¡Que bruto! ¿No sabía quién era? – Sí, Jane Austen, escritora inglesa del siglo XVIII, escribió esa novela poca antes de morir…ahora, ¿serias tan amable de devolvérmelo?
Hice acopio de toda mi paciencia. Él estaba ojeando el libro con cara de aburrimiento, por un momento creí que me lo daría de vuelta. Pero negó con la cabeza.
-¿No tiene dibujos? Que aburrición. No querida, no te lo devolveré hasta que aceptes cenar conmigo.
Una sonrisa triunfante apareció en su horroroso rostro. Muy bien, no es horroroso, pero como si lo fuera. Y bueno, me dieron ganas de quitarle esa sonrisa con un golpe en la quijada, aunque solo fue un pensamiento no quería lastimarme mi mano.
-Ya te dije que no puedo, Neal. Con libro o sin libro, no saldré contigo. Lo siento.
Comencé a caminar hasta el elevador, sabía que como el libro no tenía “dibujos”, él no lo querría para nada.
-Está bien, quédatelo. A mí no me interesa – sonreí con suficiencia y me di la vuelta para tomarlo. Esta vez lo guardé en mi bolso. Quise bailar de gozo, esta vez le había ganado la partida –. Solo no te sorprendas si en unos cuantos días son lanzados a la calle con todo y sus cosas.
Lo admito. Ese comentario acabó con la tranquilidad que había logrado conseguir. Suspiré derrotada y cerré los ojos con fuerza preparándome para lo que diría a continuación. Aunque no tuve que adivinar qué es lo que pasaba. Ya lo sabía.
-¿A qué te refieres? – No quise demostrar mi estado de ánimo, pero el sonido de mi voz no ayudó mucho, él notó mi turbación y sonrió con indulgencia.
-Tu querido tío se gastó lo de renta en bebida…otra vez. Ya sabes que mi padre les tiene mucha consideración, pero si esto sucede una y otra vez…
-Solo pasó hace seis meses y te lo pagué casi inmediatamente – respondí interrumpiéndolo ya me sabía la cantaleta –. Y así será esta vez. Te suplico que pases mañana para darte el dinero.
Lo dejé parado ahí en medio del recibidor. Era cierto, mi tío tenía un problema, pero no era la bebida. Sufría una enfermedad del corazón y el medicamento era muy costoso. El dinero que habíamos ahorrado para pagar la renta seguramente lo había utilizado para pagar los estudios que necesitaba, pues esa tarde tuvo cita con el cardiólogo.
Cuando entré, todo el departamento estaba a oscuras. Con sigilo caminé hasta su habitación y lo encontré profundamente dormido, su estaba pálido y con profundas ojeras bajo sus cansados ojos, imaginé el enfrentamiento que debió tener con Neal y sentí enojo. Me entraron unas ganas profundas de llorar, por ello abandoné su habitación rápidamente. Él no era mi tío, era el mejor amigo de mi abuelo, y decidió cuidar a una niña huérfana después de que sus padres y abuelos murieran en un terrible accidente de tráfico. Y yo le quería como si en realidad fuera de mi familia, es decir, ¿Quién en estos días cuida de una niña llorona de dos años de edad?
Observé con detenimiento mi bolso y el libro que había dejado sobre la cómoda que se encontraba. Yo había ahorrado lo suficiente para comprar ese libro antiguo, y verdaderamente no era indispensable en la vida, solo algo material más.
Por ello inmediatamente supe qué hacer. Mañana, que era mi día de descanso, iría a la librería y le ofrecería el libro al señor Whitman de vuelta. Solo espero que quiera comprármelo sino no sabré de dónde sacaré el dinero que debo. No le diré nada de esto a mi tío, no quiero preocuparlo de más. El apetito se había ido de mí, así que solo me preparé un té y fui a darme una ducha. Contrario a lo que pensaba, me sentí relajada y cerré los ojos inmediatamente.
Al día siguiente, después de desayunar juntos, mi tío fue directamente a trabajar. Bueno, por decirlo de alguna manera, a él le gustaba sentarse frente al lago, o en el parque, y pintar hermosos cuadros. Los vendía entre los lugareños, pero no era suficiente. Sin embargo, era lo único a lo que podía dedicarse en su delicado estado.
Ahora yo estoy agradeciendo al cielo y casi saltando de alegría pues, después de explicarle todo, el señor Whitman me regaló el libro y, ¡hasta me devolvió el dinero! Obviamente yo desistí al principio, pero finalmente me convenció diciéndome que su amigo le había regalado el libro y, por lo tanto, al no haber gastado un solo centavo en su
adquisición, sentía como si me estuviera robando.
“Después de todo, es un libro demasiado valioso, Candy. Y en este pueblo dudo mucho que a alguien le interese pagar por el”.
Terminó diciéndome. Y me convenció, así que ahora me encuentro divagando y pensando qué haré de comer. Pero el sonido de mi celular sonando interrumpió mis pensamientos. Vi la pantalla y el ID confirmó mis sospechas. Era mi amiga Annie.
Annie es mi amiga de toda la vida, aunque un poco loca e irresponsable. Estudió enfermería igual que yo, pero no tiene la vocación, palabras de ella, no miento. Así que hace dos semanas decidió responder a un anuncio del periódico solicitando cuidadora para un niño pequeño. Todo era perfecto, pero era en un lugar aislado.
Se encontraba a unos cien kilómetros de Lakewood, el pueblo donde vivíamos. Y la casona, como le llamaba Annie se encontraba en una montaña, una localización muy poco agradable, pero Annie había estado emocionada de cambiar de lugar de trabajo. Hasta esperaba encontrar a su príncipe azul. Aunque me extrañé un poco que la llamada proviniera de su celular porque la señal móvil no era muy buena en la montaña y mi amiga siempre se comunica conmigo por el teléfono fijo de la casa.
-¡Annie! ¿Qué pasa, cuando regresas?
-¿Candy? Ayuda… no… es un hombre horrible… no puedo… salir…ven…asustada…
Obviamente la señal era entrecortada y solo escuché palabras aisladas antes de que la llamada se cortara. Tengo miedo y le devolví la llamada, pero no recibí respuesta. ¿Qué estaba pasando? Recordé lo que dijo: “un hombre horrible” y me pedía que fuera.
Ya sabía lo que tenía que hacer. Haría los arreglos necesarios para ir a ese lugar y ayudar a mi amiga. No le diría nada a mi tío, pues no quería asustarlo. Además, me prohibiría ir, y yo le debía mucho a mi amiga, así que nada ni nadie me lo impediría.
CONTINUARÁ...