ENTRE CHOCOLATES Y CEREZAS
Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki/Igarashi. Fanfic realizado sin fines de lucro.
¡Hola, hola! aquí voy con mi primera participación, este fic lo escribí el año pasado. Y fue mi primer fanfic. Agradezco a mi amiga Lyn por la edición. Espero les guste y espero sus tomatazos jijijijiji
Mansión de Chicago, viernes 12 febrero 2016
El millonario y genio de las finanzas Albert Andrew bajaba de su lujoso auto luego de un largo día de trabajo. Había sido una mañana demasiado ocupada solucionando problemas de la empresa, en la tarde, tres largas reuniones y para culminar, la última videoconferencia con los socios de Japón. A estas alturas solo deseaba regresar a casa para poder darse un baño, y perderse en unas bellas pupilas verdes que le quitaban el sueño mientras cenaban y escuchaba sus historias en el hospital.
Llegando a la mansión, un eficiente mayordomo le abría la puerta, le recibía su portafolio y abrigo.
-Señor William buenas noches, bienvenido.- saludó su fiel empleado.
-¿Luis, cómo va todo? ¿Alguna novedad?- saludó Albert con una sonrisa amable.
-Los jóvenes amos Alistear y Archie, confirmaron su asistencia este domingo para la cena, con sus respectivas novias.-afirmó el mayordomo mientras recibía el abrigo y maletín del dueño de casa.- También recibí una llamada de la mansión de Lakewood, querían confirmar cuando llegarían usted y la señorita Candice- prosiguió.
Albert sonrió al recordar que Candy le había dicho que debía tomarse unas vacaciones, porque trabajaba demasiado. Seguro ella llamo a Doroty para decirle que él llegaría, pero no contaba con que el ama de llaves daría por hecho que llegarían los dos juntos.
-Albert, si no te tomas unos días para descansar, te juro que te secuestro hasta Lakewood, donde te ataré a la cama para que descanses, estarás a mi disposición y no podrás rechistar. amenazó Candy.
Albert sonrió al recordar las inocentes palabras de Candy, aunque a él no le molestaría que lo atara en la cama aunque en otras condiciones.
Sacudió su cabeza un poco desechando esos pensamientos.
-Ejem, ¿Señor?- preguntó Luis un poco sorprendido de ver a su amo quedarse callado por mucho tiempo.
-Perdón Luis.- se excusó Albert tratando de ocultar su agitación.- Diles que estaremos ahí el viernes por la noche- respondió mientras pensaba que Candy no contaba que la secuestrada sería ella.
-¿Y la Señorita Candy?- preguntó Albert esperando que ya estuviese en casa.
El mayordomo desvió la mirada por un momento pero luego se aclaró la garganta, sabía cómo se pondría su amo al recibir la noticia.
-La Señorita Candice aún no ha llegado, señor.
Albert miró su reloj de mano y se dio cuenta que pasaban 10 minutos de las 7:00 de la noche.
A esa hora Candy ya tendría que haber regresado del hospital, era su último día y debía haber llegado temprano.
El mayordomo al ver fruncir el ceño de su amo se apresuró a aclarar.
–Sin embargo llamó para avisar que se retrasaría un poco pero trataría de estar antes que usted, pero por lo visto no le fue posible.
-Gracias Luis avísame cuando llegue, estaré en mi habitación.- Albert no estaba muy satisfecho con su respuesta pero sin decir nada más se despidió.
El entró en la bañera y luego de darse una ducha rápida, meditaba ¿qué podía ocurrir con Candy?
Durante la semana la notó preocupada y pensó que era por el final de sus prácticas en el hospital, y hoy era su último día, luego un poco de pápelo más y sería una flamante Pediatra.
Estaba emocionado, recordaba cómo sin querer influía en Candy por unos simples comentarios, desde convertirse en enfermera, estudiar medicina, para luego especializarse en pediatría.
Estaba orgulloso y enamorado. No sabía cuándo sucedió; solo sabía que estaba loco por ella, pero al parecer ella solo lo quería como un hermano.
Media hora después en la puerta principal una acalorada Candy entraba corriendo, el mayordomo sonreía, adoraba a esa chica, bueno ya no era una niña, era toda una dama de 24 años, a pesar de que era atolondrada como la Señora Elroy la llamaba, cuando se proponía algo lo conseguía, bueno, casi siempre.
Se apresuró a recibir su mochila y las bolsas donde llevaba sus uniformes.
- Buenas noches señorita Candice, el amo William ya llegó- informó el mayordomo divertido por los afanes de la joven.
Candy paró en seco, pero no era necesario decir nada ya que Albert descendía de las escaleras justo en ese momento. Candy se apresuró a decirle lo más bajo posible a Luis.
- Por favor lleva esto a mi habitación y que nadie vea esa bolsa azul- le sonrió y le enseñó la lengua, Luis sabía que algún tipo de travesura estaba tramando así que solo sonrió y se limitó a obedecer.
Albert pensaba lo hermosa que se veía Candy con el uniforme del hospital, sus pantalones de color celeste y una blusa con dibujos de varias manos de colores. Su cabello lo tenía alborotado y sabía que estuviera vestida como fuera siempre se vería hermosa.
- Candy, ¿Dónde andabas? Me tenías preocupado, no dejaste que fuera por ti hoy al hospital porque me prometiste que estarías temprano- terminaba de decir intentando que sonara a regaño, pero cada vez que estaba frente a ella olvidaba sus enojos. Terminó por rendirse cuando la vio sonreír y él le daba ese acostumbrado beso en la frente.
-Albert lo siento- decía mientras desviaba la mirada – como era el último día, eeh pues me retrasé despidiéndome de los niños y compañeros, ¡sí! ¡Ya sabes como soy, me dolía dejarlos, pero prometí que llegaría a visitarlos y que te llevaría para que te conocieran!
Albert sabía que no mentía del todo pero había algo que no estaba bien.
-¿Segura Candy? decía mientras buscaba su mirada.
-Eh sí, sí quieren conocerte, ya que siempre hablo de ti. Levantó su vista y se perdió en esos ojos azules, no mentía en eso, se la pasaba hablando cada vez que podía de Albert que ya todos sentían que lo conocían. Esto desarmó al rubio y le dio una hermosa sonrisa que hizo olvidar a Candy por un momento hasta de su nombre.
-¿En serio hablas mucho de mí?
-Ah, este… -Rayos yo y mi gran boca- pensaba – ¿Cenamos Albert? Tengo hambre.
Albert notó el cambio de tema pero no pudo evitar sonreír y galantemente le ofreció su brazo y caminaron al comedor. Cuando llegaron le retiró la silla para que se sentara mientras Candy le ofrecía una hermosa sonrisa.
Candy meditaba en ¿cómo no amar a ese hombre? Si tan solo él no la viera como una niña, como su hermana pequeña. Si tan solo se diera cuenta el amor que ella sentía y que estaba dispuesta a todo por él. No quería ni pensar cuando se casara ¡¿Qué sería de ella?! Moriría si eso llega a pasar, moriría antes que verlo abrazar a alguna de esas señoritas estiradas que siempre lo andaban persiguiendo. ¡No! Era mejor no pensar en eso.
El domingo era día de San Valentín y se había retrasado buscando su regalo perfecto. Se lo daría con la excusa de que era también el día de la amistad, había estado estudiando cómo realizar unos chocolates caseros para él. Todo tenía que ser perfecto, tal vez con este detalle el la empezaría a ver como una mujer. ¡Sí! Daría todo su esfuerzo.
-Candy- dijo Albert al verla muy distraída, por un momento creyó ver una tristeza en sus bellos ojos, para al siguiente momento ver una determinación, de que lograría bajar la luna y las estrellas si se lo propusiera. -¿Candy?- la volvió a llamar.
Candy pegó un brinquito al reaccionar – Lo siento Albert, solo pensaba en que mañana podré descansar un poco.
-Sabes Candy el domingo vendrán Stear, Archie, Annie y Patty, por el día de San Valentín, pensé que lo pasarían solos, pero dijeron que también es el día de la amistad y quieren festejarlo todos juntos-
¡Rayos!-pensó- ¡Alguien se le adelantó y ganó su idea! ¿Y ahora, cómo podría darle su regalo a Albert?
-Que bien Albert, podremos pasarlo en familia y amigos- decía esto tratando de sonar alegre.
¿Acaso era desilusión lo que veía en sus ojos? ¿Tenía planes para ese día? ¿Con quién quería pasarlo? Se preguntaba el.
-Lo siento. Candy, si tienes otros planes puedo excusarte con ellos, acepté por los dos sin tomar en cuenta que…
-¡No!- gritó –lo… lo siento Albert no quise gritar así- decía apenada al darse cuenta de su reacción- Solamente pensé que estaríamos los dos, que tú no tendrías planes y lo pasaríamos juntos, no juntos, juntos, solo tú y yo y, y – ¡¡Ah!! ¡Ya cállate Candy! -pensaba mientras bajaba su mirada.
Albert no pudo evitar una sonrisa, así que eso era - pensaba- ¿será posible? No, no, seguro es por eso el día de la amistad y ellos eran grandes amigos, es mejor no hacerse falsas esperanzas.
-¿Qué te parece si nos escapamos mañana y lo pasamos juntos?- propuso Albert, era algo que venía planeando desde hacía un tiempo pero no sabía que excusa poner. –Perdona, de nuevo haciendo planes, es seguro que quieres descansar y…
-¡Acepto!- Volvió a interrumpirlo gritando – Perdona, quiero decir, me encantaría poder pasar el día contigo ¿A dónde iremos?
Albert sonrió ante su entusiasmo, nada perdía con probar, además ¿Qué mejor forma de pasar este día que al lado de la mujer amada? Se preguntó a sí mismo.
-Es una sorpresa Candy, mañana parece que será un día soleado, aunque correrá el viento. Así que será un día perfecto.
-Pero ¿perfecto para qué? Albert no seas malo y dime a dónde iremos- decía Candy haciendo un puchero, Albert hubiera deseado quitar ese puchero con un beso, pero no, no se dejaría convencer.
-Lo sabrás mañana Candy, ahora termina tu postre y ve a descansar, mañana saldremos a las siete de la mañana así que debes levantarte temprano- le decía mientras le guiñaba un ojo. Candy casi se cae de la silla ante ese gesto, solamente sonreía sin poder decir nada más.
Cenaron mientras platicaban de sus respectivos días y Candy trataba de convencerlo de acompañarla al hospital a ver a los niños.
Al terminar la cena, Albert la acompañó a la puerta de su habitación, al llegar se despidió con un beso en la frente y se retiró, dejando a Candy emocionada por el siguiente día.
Candy dentro de su habitación se acerca a su tocador para peinar sus rubios cabellos, el reloj marca las 9:30 de la noche, era una hora perfecta para dormirse y así despertar temprano para estar lista a tiempo. Al darse la vuelta para buscar su ropa de dormir, notó los paquetes que traía del hospital y ahí el regalo para Albert.
¡Que emoción, Albert mañana podré dártelo! Sé que es para dar el 14 pero un día antes no será problema, ¡un momento! ¿Y los chocolates? Oh no -pensaba mientras sostenía el paquete que contenía los ingredientes para los chocolates rellenos. Volteó a ver su reloj y marcaban las 9:45 si se apresuraba a las 11:30 estaría lista para dormir.
Se cambió con ropa más cómoda y salió a escondidas de su habitación. Solo habían dos empleadas terminando de limpiar la cocina, solo esperó unos minutos para quedarse ella sola. Al salir estas, entró feliz, cerró la puerta para que nadie la molestara y sacó los ingredientes.
Recordaba cómo había visto de camino al hospital una tienda de chocolates donde ofrecían una clase gratis para hacer chocolates rellenos, solamente debía comprar los ingredientes. Candy puso su mejor esfuerzo, y aunque todo se aprendía en una sola clase, ella necesitó ir a dos más.
Sacó la lengua recordando el rostro de la maestra, al ver que no le salieron a la primera, pero le agradó mucho la rubia que le sugirió otra clase, a la tercera ella podía realizar los chocolates a la perfección. El consejo que le dio la maestra en la última clase fue - “cuando estés realizando los chocolates, piensa en la persona que amas y coloca todo tu amor en ellos y verás cómo logras transmitir tus sentimientos”- Candy pensaba en Albert mientas derretía el chocolate, imaginaba su sonrisa mientras cubría las cerezas con una deliciosa jalea, meditaba en cuánto lo amaba mientras los cubría con el chocolate y pedía al cielo que Albert correspondiera a su amor mientras los colocaba en la bandeja para dejarlos enfriar. Al terminar los chocolates y dejarlos empacados en una caja especial que ella misma había armado, se fue a dormir esperanzada en el día siguiente, bueno ese mismo día pues ya eran las doce de la media noche, al pensar tanto y pedir tanto por cada chocolate se había llevado más tiempo del que había calculado, pero había valido la pena.
Se acomodó en su cama pensando en cómo se los daría y qué diría él al ver su regalo. Lentamente se fue quedando dormida... Albert estaba frente a ella, estaban parados en un hermoso jardín. Ella le entregaba emocionada los chocolates y él solo la miraba y le daba una de esas hermosas sonrisas que tanto amaba. Sin poder evitarlo Albert acaricio su mejilla con una caricia que la hizo estremecer, mientras ella se perdía en esos ojos azules que la ven con un brillo diferente, ¿acaso es amor?
Él tomó su rostro con ambas manos mientras se inclina acercándose a ella. ¡Oh cielos! ¡La iba a besar! Candy empezó a cerrar sus ojos y se coloca de puntitas, esperando por ese tan ansiado beso.
Pero en lugar de un beso Albert le golpeo la frente con su mano, -Ton, ton, ton- ¿Albert?, decía aún con sus ojos cerrados pero sólo escuchó el sonido de alguien tocando una puerta. Empezó a abrir sus ojos esperando ver el rostro de Albert pero se encontró con que tenía abrazada su almohada y alguien golpeando la puerta de su habitación.
¡¡NOOO!! - Grito de frustración – ¡Justo cuando Albert me besaría!- gritó y se escuchó una voz del otro lado de la puerta.
–¿Candy? Soy Albert despierta dormilona.- Decía mientras entraba. Pero en ese momento se detuvo en seco al encontrarla aún en su cama, pensaba que ya estaba lista, pero la visión de verla aún en la cama con sus cabellos revueltos, abrazando una almohada y sonrojada, seguro por recién haberse despertado, y un camisón azul de tirantes que la hacía lucir simplemente hermosa lo desconcertó, y se preguntaba ¿Cómo sería despertar con ella todas las mañanas?
–¡Albert!- lo llamo Candy sentándose bien en la cama, movimiento que resbaló un tirante de su hombro y le dejo un hombro al desnudo.
Tenía que salir de ahí – Lo, lo siento Candy- Tartamudeo- ¿desde cuándo él tartamudeaba? –escuche que me llamaste y... y pensé que me habías dado la entrada- no podía quitar su vista de esa hermosa mujer- Será mejor que te levantes son las 6:15 y se nos podría hacer tarde- decía nervioso- te, te esperaré en el comedor.- Y salió lo más rápido que pudo.
Al cerrar la puerta tuvo que detenerse un momento y recuperar la respiración, este recuerdo lo guardaría para siempre en su memoria.
CONTINUARA...
Última edición por luissid el Miér Abr 12, 2017 1:49 pm, editado 2 veces