***CELTICS FAIRIES: ANDREW'S HEART***
VEINTE DE ENERO (Minific)
DISCLAIMER: Los personajes de Candy-Candy, pertenecen a sus autoras Misuki e Igarashi. La historia a continuación ha sido escrita sin fines de lucro y solo para entretenimiento.
Premisa: Trama basada en el manga, en la época previa al viaje de Candy a Broadway.
****************************************************
PREVIAMENTE...CAPÍTULO 1 AQUÍ
El amanecer trae una mañana de lo más fría, apenas he dormido unas cuantas horas por lo que me levanto malhumorada y cansada.
El episodio de anoche me ha dejado con los nervios a flor de piel, añadiendo más preguntas a lo que siento.
¿Por qué lo hice? ¿Es acaso la cercanía de la convivencia que me hace sentir atracción por él?
Ya son las seis de la mañana por lo que rápidamente me preparo para ir a trabajar, no sin antes notar que el aroma del desayuno flota en el aire.
Albert.
Sonrío ante la perspectiva de desayunar con él, tal vez lo de anoche ha sido un mal sueño, sin embargo el silencio en la cocina envía esa sensación de vacío, por lo que el miedo ante la idea de que él se vaya hace que corra lo más a prisa que mi cuerpo me permite hacia el comedor.
Encuentro la mesa dispuesta con una taza de café, panes calientes con jalea, jugo de fruta y huevos revueltos.
El papel doblado cerca del plato de mermelada, pica mi curiosidad por lo que temblando comienzo a leer la nota.
“Desayunar es bueno para la salud pequeña. Disfruta y asegúrate de comer tus tres comidas. Hoy llegaré tarde del trabajo. No me esperes. Tuyo, Albert”
—Tal vez en la noche logre llegar antes y pueda hablar con él sobre nuestro beso. —murmuro desinflando el pecho de alivio.
Me apresuro en engullir mis alimentos, me aseo a prisa los dientes y a continuación voy corriendo escaleras abajo lista para mi jornada laboral.
Sin embargo, las cosas no salen como espero.
Ha sido un día bastante desalentador. Por más que he deseado concentrarme, un par de ojos azules observándome con cariño venían a mi mente, lo cual no ha sido beneficioso para mis pacientes.
Después de la retada de parte de la jefa de enfermeras, me apresuro a comprar unos cuantos postres en la panadería antes de llegar al apartamento. Abro la puerta tratando de actuar lo más normal posible, sin embargo Albert no está allí. Le espero lo más que puedo otra vez en el sillón, pero cuando despierto a la mañana siguiente, estoy en mi cama y con todas las señales de que él ya ha salido a trabajar.
Los días pasan con mucha rapidez, me dejo llevar por el ritmo del trabajo. Las cosas se están volviendo una rutina y no me gusta. Casi no he logrado ver a Albert más que unos minutos algunas mañanas, y en las noches cuando podemos hablar es casi medianoche.
Siento como si estuviese evitando estar cerca de mí, pero aun así no deja de limpiar el apartamento o asegurarse de prepararme el desayuno antes de ir a trabajar.
Aunque creo saber la razón por la que me evade, eso ya no importa, porque esta noche estoy determinada a decirle que lo quiero.
Realizo mis turnos sin contratiempo. Unas risas a la distancia, me hacen recordar que he quedado en visitar a mis amigos, pero eso va a esperar por hoy, hay algo más importante que debo hacer.
Subo los escalones del frío edificio tratando de no hacer ruido. Estoy muy segura que Albert conoce el ritmo de mis pasos y si está en casa, lo más probable es que me abra la puerta al sentirme llegar.
La manera en que debo abordar la conversación ocupa por un momento mis pensamientos. Abro la puerta con cuidado preparada para escuchar el silencio otra vez, pero para mi sorpresa y alegría escucho su voz saludándome como suele hacer.
—Buenas noches, Candy.
— ¡Albert!—musito emocionada— ¡Qué bueno encontrarte despierto!
— ¿Qué tal hoy? —Pregunta mientras lee el periódico. — Eh… Por cierto, tienes correspondencia—indica con su mano y un gesto de indiferencia al sobre pequeño encima de la mesa.
—Oh… Gracias— respondo un poco confusa por el cambio en su humor mientras cojo el sobre, lo desgloso y mi estómago siente un nudo al leer quien es el autor de la carta.
"¿¡Terry!?"
— ¿Todo bien?—pregunta preocupado al notar que me he quedado lela. Rodea la mesa y se acerca hacia mí.
— ¿Sucede algo?
— Es Terry— musito sintiéndome un poco culpable por haberme olvidado de él.
—Lo sé— añade con voz estoica— Pero para que te hayas quedado como una estatua, significa que eso no es todo ¿verdad?
—Me envía un pasaje de ida en tren a Nueva York, además de una entrada para poder asistir a Broadway. Hará el papel principal en la obra de Romeo y Julieta y…
—Quiere que estés allí con él. — culmina la frase por mí. — Eso es bueno ¿no crees?— dice con una sonrisa forzada.
—Sí—Admito desviando la mirada hacia la mesa no muy segura. No me siento tan feliz como debería. —De todos modos creo que no podré ir…
— ¿Por qué no?— pregunta enarcando una ceja. —Llevas bastante tiempo esperando encontrarte con él y ahora que tienes una oportunidad, ¿ya no deseas ir?
Le miro en silencio y lucho porque las lágrimas no vengan a mi rostro.
¿A él no le importa si me voy?
— ¿Tú… deseas que vaya a Nueva York? — pregunto sabiendo que solo hay una razón para preguntarle.
— Lo que yo deseo no importa, Candy— responde estoico sin mirarme. — Solo soy un tipo que además de vagabundo perdí la memoria en un accidente, por lo tanto mi pensar no tiene que influir en tus decisiones.
— ¡Para mí eres mucho más que eso Albert! — respondo con convicción y las lágrimas a punto de salir sin control. — Tal vez no me recuerdes, pero yo sí te conozco. ¿Cómo puedes pensar tan poco de ti?
—Candy... Esto no se trata de mí. — Musita apartándose hacia la ventana con las manos cruzadas a la espalda. — Tal vez no lo veas de la misma manera que yo, pero tal como dice la carta… Es un solo boleto de ida, eso quiere decir que Terry tiene otros planes que incluyen que te quedes con él y no regreses a Chicago por un buen tiempo.
— ¡No! Eso no puede ser cierto, Albert. —Niego tratando de hacerle entender— Además aún no he decidido irme sin antes...
— ¿Sin antes?
— Hablar contigo…— “sobre el beso de esa noche” quiero decir.
— ¿Sobré qué? — pregunta mientras abre la ventana a pesar de que el invierno ya ha llegado—Si te refieres a la carta, creo que deberías aceptar su propuesta, Candy.
—Pero…. ¡no puedo dejarte!—Voy tras él y me quedo a unos cuantos centímetros de su hombro— Si las cosas son como dices, Terry no puede decidir estas cosas por mí sin preguntar, sabiendo que vivo contigo y me necesitas.
—Princesa… Soy desmemoriado, no manco— Repone volviendo la mirada hacia mí de manera comprensiva— No deberías preocuparte de esa manera, ni tomarme muy a pecho como tu responsabilidad. Estaré bien.
— ¡Claro, que me preocupo! —Exclamo exasperada y con ganas de darle un coscorrón— Ya te lo he dicho antes, me importas… mucho.
—Candy…
Niego con la cabeza varias veces, no estoy dispuesta a darle tregua.
—Os es que acaso estás buscando deshacerte de mí. — pregunto sin poder ocultar mi malestar con lágrimas deslizándose por mi rostro.
Al verme llorar él vuelve toda su atención hacia mí, y me coge por los hombros claramente mortificado.
— ¿De qué hablas, pequeña?— pregunta mientras enjuga mis lágrimas con su mano derecha.
—Desde aquella noche que nos besamos, me rehuyes como la peste — protesto ya harta de que me siga evadiendo. — ¿Tanta repulsión te doy?
— Princesa, por favor. —me dice con voz torturada— No puedes pensar de esa manera. Lo que sucede es que he estado realmente ocupado pero no es que desee evitarte sino que…
— ¿Te sientes culpable de haberme besado?— le miro a los ojos tratando de encontrar la verdad. — ¿Es así?
—No. — responde con firmeza. — Pero eso no quiere decir que esté bien…
— ¿Piensas que no sabía lo que hacía?— pongo una mano sobre su rostro, y el niega en silencio sin mirarme. — ¿Crees que soy muy voluble en mis decisiones y que luego me iba arrepentir de haberme involucrado contigo?
—Sí. — musita con la mirada triste.
— Te aseguro que no es así, Albert. — Le abrazo dispuesta a confesar mis sentimientos. — Yo te…
— ¡Tienes a Terry como pretendiente! ¿De acuerdo?— responde separándose con la voz alterada y los ojos claramente en agonía haciéndome saber que también está sufriendo— ¿Crees que he olvidado quien es tu pareja?
— No, pero…
— He perdido la memoria, Candy. Pero aun así tengo mis principios. ¿Crees que me metería con una dama comprometida?
—Pero yo no estoy…
— ¿Acaso te has olvidado de él y todo lo que pasaron juntos?
—…—Quiero decirle que sí, que lo he olvidado pero ambos sabemos que sería una gran mentira.
—Hasta unas semanas atrás me detallabas todo lo que habías vivido desde el encuentro en el barco y que lo amabas. — Refuta mi débil intento de protesta— Entonces Candy ¿Ahora ya no es así?
— Albert…
—Debo admitir que aquella noche ha sido una de las mejores noches de mi vida desde que tengo memoria, y que por cierto, no es mucha. Pero cuando gritaste mi nombre mientras te besaba, me puse a pensar con la cabeza fría todo lo que implicaba hacerte mía. No estoy en condiciones de poder ofrecerte algo Candy, no tengo la menor idea de quién soy o si he dejado familia en alguna parte. En cambio allá en Nueva York puedes tener un futuro mejor, un hogar y ser la esposa del hombre por el que tanto has luchado.
—No tiene que ser así, Albert. — Farfullo sintiéndome ofendida.
— Todo este tiempo he querido pretender que entre tú y yo, las cosas debían seguir su curso normal. —Prosigue ignorando mi farfullo—He pasado los días pensando en una manera de poder olvidar el sabor de tus labios, la calidez de tus manos explorando mi abdomen mientras las mías acariciaban tus hombros, pero ¿Eres libre, Candy? ¿Tu corazón lo es?
Aquellas palabras me caen como un baldazo de agua fría. ¿Soy libre? No. ¿Mi corazón lo es? Sí.
Sin embargo, él no lo sabe y por eso todo este tiempo ha estado sufriendo en silencio,
—Perdóname, Albert— musito con el rostro agachado tratando de ordenar mis pensamientos. —Antepuse mi sentir sin detenerme a considerar tus sentimientos. Tal vez no me creas pero puedo asegurarte que lo que pasó aquella noche fue genuino. —Hago una pausa y le miro con reproche—¿Cómo sabes que mi futuro está en Nueva York y no aquí? ¿Acaso crees que no puedo decidir por mí misma?
— Sé muy bien, el tipo de mujer que eres, pequeña. — Admite con una triste sonrisa acariciando mi mejilla. — Eres gentil, inteligente, empeñosa, dulce, maravillosa y encantadora pero, eso no cambia nada. Terry te espera en Nueva York, así que lo mejor será que hagas los preparativos de tu viaje lo antes posible.
CONTINUARÁ....
CAPÍTULO3
Holis, muy buenas horas a cada una de vosotras. Os traigo la segunda parte de este corto minific, dedicado a mi hermana de trinchera, Lu de Andrew quien me dio el reto de escribir una historia con la canción Veinte de Enero ( Oreja de Van Gogh)
¿Qué os pareció esta parte?
La firmita la podéis llevar personalizada, dejando su nick.
La música de fondo, gentileza de "Beethoven's Silence" por Ernesto Cortazar
Nos seguimos leyendo.
¡Hasta la próxima!
- RECOGER AQUÍ:
*******PORQUE PROTEGER EL CORAZÓN ANDREW, ES NUESTRO LEGADO*******
|